Month: noviembre 2008

Pre-finales

No necesito esa mítica mezcla de café con Coca-Cola para poder mantenerme despierto esta noche (y quizás mañana tampoco).

El remordimiento de no haber terminado una lectura me persigue bajo la almohada. La exigencia. Todo lo que has leído, repasarlo, seguramente no lo has captado bien. El motivo. Pensar que siempre puedes lograr más, otras horas despierto para poder transcribir lo más importante… y repasar.

Apenas los ojos se cierran saltan los latidos de la cabeza. Soñar, pesadillas.

Encontrarse en la cama. No poder despertar, y sentir sombras de seres mínimos volando por las paredes. Gritar pero no ser escuchado. De dónde salen, petisos mutantes. ¿Qué es lo que buscan esta noche? Acaso no dejarme dormir.

Parece una eternidad, pero sólo han pasado unos treinta minutos.

Volver a las lecturas. Cuando los ojos no den otra vez, una nueva pesadilla.

Un niño que corre tras las carreteras en movimiento. Por favor no corras, por favor. Cuidado con ese carro. Un perro que escapa de las ruedas de un auto y se dirige a otro. Los tratas de seguir esquivando la lluvia de asesinos para sacarlos de aquel infierno. No más, no más. Tienes miedo que te atropellen ¿no?

Continuar con las lecturas, ya se me ha quitado el sueño.

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Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La historia de la canción era sencilla: el chico más enamorado del mundo le pedía disculpas a su pareja. El motivo… ¿qué importa la letra cuando el tonito suena bien?

Usualmente él no entra a explorar detalles de las cumbias ya que prefiere el tarareo y las ganas de bailar. Sin embargo, esta vez optó aclarar oídos al parecerle haber captado un error en el coro:

Perdóname mi vida, perdóname.
No voy a volver a pegarte de nuevo.
Esa noche estaba bajo el alcohol.
Perdóname mi vida, perdóname.
Si tú sabes que te amo.

Ni pudo salir de su asombro cuando el coro se repitió por tercera vez, no supo cómo manejar tal mensaje. Estaba en medio de la risa, la vergüenza y el repudio. ‘¡Qué le ocurre a la gente!’ gritó negando una burla.

La canción terminó. El programador de la estación radial empezó a presentar la ‘más pedida de la semana’ augurando éxitos futuros para la anterior canción mientras él extendía su brazo para apagar la radio…

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Rompe cabeza

Dime, por favor, que a ti también te gusta…

El invierno. Caminar en soledad nocturna. Los abrazos. Besar cuellos. Soñar. Atravesar galaxias desde la cama. Pellizcar el adormecimiento. Cantar mal en la ducha. Respirar bajo el agua. Los labios ardientes por las naranjas. No creer en fantasmas. El plátano con queso. Mirar a los ojos. Las orejas rojas. Escuchar la misma canción. No presionar tan fuerte el lápiz. Pintar de arriba abajo y salir disimuladamente de las líneas. Definir bien los trazos, no el relleno. Dibujar-te.

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Lo que no esperabas leer

El 15 de octubre de este año, el tema universal del Blog Action Day fue la pobreza. Lastimosamente, se me pasó la fecha y postergué esta entrada hasta hoy. Las ganas quedaron intactas desde siempre.

El tema es amplio, y no sólo se reduce a lo que está escrito aquí. Únicamente relato el primer encuentro de un niño (de afuera, observador, preguntón) con la pobreza (incluso posiblemente con la indigencia). Ésta es una de las tantas caras como se muestra la situación de pobreza; quise coger la más próxima a todos, la que está en las calles esperando unos céntimos. Finalizo no pretendiendo dar respuestas, quisiera que tú las des. Disfrútenlo. Aunque mejor… que les joda un poco.

El gris celestial contagia a los habitantes del Centro de Lima. Los grupos crudos de masa se movilizan siempre con prisa, mecánicos, contra el tiempo. Alguien capturó su atención, una señora de polleras coloridas sentada en una esquina negra. En brazos, un bebe. A sus pies, una mugrienta taza de plástico amarilla. Las multitudes siguen sus respectivos rumbos. La ignoran.

Al pasar por su lado, la desdentada boca le dijo “colabórame, unas moneditas por favor”. Él no tenía un solo centavo en el bolsillo. Pidió a sus padres que le regalara una moneda para darle a la señora; “No tengo sencillo”, “otro día le das”, sugirieron ellos. Y así tuvo que continuar su recorrido en los jirones coloniales hacia la Plaza Mayor.

No quiso dejar de mirarla. Ella seguía repitiendo “colabórame pe‘, no seas malito”. Le juró que regresaría y continuó tras los pasos de su mamá.

A unas esquinas, otra señora y sus dos niños vendiendo caramelos le interceptaron. Sus padres siguieron caminando. Él tuvo que hacer lo mismo, pero su cabeza los seguía mirando. La niña era de su edad.

Incontables. Una lluvia de personas que nadie veía (o no querían ver). Algunos ofreciendo algo a cambio, otros sólo pidiendo con la palma en alto. Esto no está bien. No puede seguir así, ¿por qué nadie hace algo?

En casa, se propuso juntar todas sus propinas y volver al Centro a repartir lo mismo entre toditos. Su madre le compró una alcancía en forma de chanchito. Empezó. Cada fin de semana, céntimos tras céntimos. Su objetivo siempre ahí. ¿Qué otra cosa podría hacer con ‘dinero’? a veces pensaba. No encontraba otra finalidad. Tampoco le gustaba tener monedas en la mano.

Al fin, el chanchito sonaba lleno al sacudirlo. Le pidió a su papá que lo rompa. El suelo se esparció de piezas rosadas y monedas. “Qué bien… junté cuarenta y siete soles y… treinta céntimos ¡Guau!”, terminó, “al fin”. Ahora al siguiente paso.

Le pidió a su primo mayor que lo llevara al Centro de Lima. Sus padres no lo pudieron llevar. La bolsita donde tenía la plata pesaba. Su primo le preguntó qué iba a hacer con el dinero. Respondió “voy a repartirle a las señoras y señores que están sentados en las esquinas, seguro lo necesitan mucho”. “Qué tonto, mejor cómprate algo enano”. “No quiero”. “Allá tú… vas a tirar la plata”.

Empezó con la señora que vio por primera vez en esa situación. “Señora, he regresado” le dijo. La señora parecía no recordarlo. No había pasado tanto tiempo. Sin embargo, comprendió que en ese par de semanas la señora ha visto a miles de peatones a su lado.

“Tome señora”, le dio una moneda de un nuevo sol y tres monedas de céntimos cobrizos. “Muchas gracias hijito”. Él se sintió mejor ahora, no sólo había “colaborado” sino también cumplió con su promesa de regresar.

Así continuó con el resto del jirón. Algo más de un sol por persona que encontraba sentada con los vasos alzados. Estaba emocionado, los saltos que daba entre pasos lo impulsaron más y más lejos. En otro jirón, un señor gordo y descuidado. Otra niñita de su misma edad. Una nenita con caramelos de limón en la mano. Otra embarazada. Otra señora con bebe en brazos. Un niño con los moquitos al aire y más caramelos de limón. Y así continuó. Y seguía feliz. Su primo se aburría ‘Ya nos vamos, ya no tienes plata nada más que para los pasajes. Ni un helado te pudiste comprar, enano malcriado’.

Un tiempo pasó cuando regresó al Centro nuevamente. Se sorprendió. Otra vez la misma señora en la misma esquina, en la misma situación. Se desprendió de sus padres y se le acercó. “Señora ¿qué le pasó? ¿Por qué sigue acá?”. La señora le respondió, “colabórame por favor hijito”. “Pero ya le di la otra vez”. No lo reconoció. Una mano lo cogió del brazo. “Vamos, oye”. Lo obligaron a continuar.

Ella no era la única, al seguir vi a todos los demás en los mismos lugares. Se sintió inútil, todo había sido un fracaso. La señora no dejó de pedir “limosnita”. Inútil el sol cincuenta que le facilitó.

Le preguntó a su papá “¿‘, por qué la señora me pide más?”. “Porque es floja” respondió colérico.

No es cierto (esa respuesta es el escape de “los adultos”), debe haber algo, algo, algo. Un motivo. Pero qué, qué. Pensaba.

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