Month: agosto 2008

La odisea sideral

El pequeño plateado astronauta se preparó para su misión.

– Capitán, estoy partiendo rumbo a la tercera estación galáctica.

– Entendido teniente. Cambio y fuera.

Los motores estaban prendidos. Su viaje había iniciado.

– Todo es mágico. La Tierra parece tan chiquita desde acá. Ojala mis hermanos pudieran ver lo mismo en este momento -anheló a la suerte. Despertó, volvió a lo que tenía delante-. Cuán bello el color de ese planeta. Y qué hermoso el halo que rodea aquel otro.

De pronto, a unos cuantos satélites más adelante, el propulsor comenzó a emitir un sonido ensordecedor. El astronauta decidió aterrizar en el planeta desierto más cercano para revisar los defectos del aparato.

– El traje que me han dado es demasiado moderno y útil. La investigación ha invertido bien en los uniformes, pero ¿por qué no gastaron lo mismo en los propulsores?

Apenas concluida la pregunta, por uno de los escapes del propulsor se asomó la cabeza de un misterioso ser.

– Hola terrícola -dijo lentamente-. No me temas por favor.

El nuevo personaje tenía las orejas diminutas y tres ojos gigantescos que no paraban de dar vueltas. Además era cabezón y al parecer más bajo que un niño terrestre de siete años. El astronauta se había sorprendido que haya estado metido en su propulsor durante todo ese tiempo. Sin embargo, no quiso ser descortés.

– Hola amigo, soy un astronauta de la tierra y tengo como misión llevar esta información a mi estación galáctica -le mostró los códigos de unas piedritas doradas que guardaba en su bolso hermético.

– Sé quién eres. Coincidentemente, tengo una misión también. Me han encargado conocer más la vida de los seres terrícolas. Ahora que he visto que son confiables, quisiera llevarte directamente a mi planeta sólo un ratito.

– ¿Está muy lejos? No puedo desobedecer las órdenes del capitán -no obstante, tampoco quiso desairar al marcianito-… pero creo que si le explico bien sobre esta situación entenderá gustosamente.

– Maravilloso. Entonces no perdamos valioso tiempo y vamos.

El cuerpo del alienígeno empezó a brillar. Su tentáculo cogió el hombro del audaz astronauta y juntos viajaron hacia el infinito universo a sus cabezas. Los planetas y demás constelaciones eran un baile de lucecitas alrededor de ambos.

Se detuvieron en seco. Efectivamente, no había pasado mucho desde que partieron de aquel desierto planeta.

– Llegamos mi estimado terrícola. En este planeta los superiores te recibirán con honores. Además, nos gusta ser muy hospitalarios con nuestras nuevas visitas siempre.

El astronauta supuso que ese gesto en el rostro de su amigo debió ser una sonrisa. Hizo una pequeña reverencia y le sonrió agradecidamente por sus palabras.

De pronto algo irrumpió en el planeta. ¡Prank! ¡Un marciano gigante nos invade!

– Oye, ¿qué estás haciendo con esas piedras? ¡Te estás ensuciando! No es momento para jugar en el jardín. Regresa a la sala, la abuelita nos está esperando.

– Adelante Capitán. Volveré a transmitir información en breve. Cambio y fuera. Leer más

Para ti, para mí

El micro da brinquitos a causa de la tediosa remodelación de pista. Por ello, el apoyar su cabeza en la ventana del asiento preferencial se ha convertido en un vaivén de sutiles golpecillos.

El reflejo de una sonrisa distorsionada lo acompaña esta noche. Trata de enfocarse en esa boca para ignorar los gritos del cobrador y el disparejo gras de asfalto que retrasa su viaje.

En su mente, ha encontrado un pasaje de su vida muy remoto. Quizá, el momento más antiguo que ha podido recordar alguna vez.

Su papá subió al bus con un niño de la mano. El pequeño sostenía en la otra mano una bolsa gigante de Cheetos. Recuerda, fue la primera vez que subió a un bus con alguna chuchería tan grande.

Persiguió a su papá en fila india mientras se encargaba de buscar asiento. Encontró uno vacío casi al medio, lo cargó en sus rodillas.

Al fin ubicado, empezó el llamativo canto de una envoltura abriéndose. Ese sonido desencajado, nunca cambiará.

A punto de coger unos cuantos Cheetos se percató de la mirada de su vecino, un señor mayor. La curiosidad, eso tampoco cambiará.

Pensó, era casi hora del almuerzo.

De pronto, con una carita feliz le extendió la bolsa de Cheetos. El señor sonrió pensando que era broma. Luego buscó algún gesto del padre para encontrar respuestas.

Al padre también le había sorprendido aquel acto, sin embargo no lo detuvo. Asintió al desconocido, como invitándolo a acceder.

Se fijó otra vez en el niño, no vio maldad. Cogió unos cuantos Cheetos y le regaló un ‘gracias’ al chamaquito. Empezó a comerlos uno por uno.

De inmediato el niño se desprendió de su papá. Caminó al fondo del bus abrazando su bolsa de Cheetos.

El padre lo perseguía con la mirada, tratando de adivinar lo que iría a hacer.

Se acercó a la señora del último asiento, también le ofreció Cheetos. La señora preguntó ‘¿Para mí?’. El pequeño asintió con la cabeza. Ella aceptó coger unos cuantos, luego le agradeció.

Así continuó a lo largo de todo el bus, asiento por asiento. Una lluvia de agradecimientos se escuchó tras su paso. Unas señoras robustas predijeron que sería un santo o mínimo un sacerdote en el futuro. El niño no tenía idea de lo que significaba ‘sacerdote’.

La sonrisa no se le borraba. Una sonrisa real, en verdad se sentía bien consigo.

Cuando terminó de dar a todos los pasajeros del bus se sintió extremadamente feliz. Vio su bolsa de Cheetos, había mucho menos. Pero a cambio todos los demás habían comido de la misma bolsa.

Pensó, qué bonito.

Volvió al asiento de su papá. Él aún no entendía la actitud de su hijo, pero finalmente pensó que debía ser algo bueno. Decidieron compartir entre ambos lo poco que quedaba en la bolsa.

En los siguientes instantes trató de recordar otros momentos en los cuales hubo sentido esa misma felicidad. Sí, sí los hay…

Otro bache. Salir de este último lo hace volver al presente. Prefiere no volver a soñar más por ahora, la casa está cerca. Leer más

Super héroe

Y de las tantas historias, cuentos o intentos que quisiera escribir esta madrugada, por ahora, únicamente puedo relatarles la historia de un ente híbrido, un hombre murciélago o un hombre araña.

Todo empezó cuando fue destinado a convertirse en alguien que no era. Cosas de la vida, no existe tanto llanto en el mundo para el mismo velorio.

El intento de adaptación lo hizo huir de su origen y esencia; se renegó como consecuencia.

Sin embargo nunca se convirtió completamente en lo que debía ser. Mitad del camino, por así decirlo.

Tal incapacidad de superación, lo transformó en un objeto sin sentido. Su frustración carcomió los siguientes pasos.

Se sintío solo. Y es que solo estaba, le replicó su pasado, presente y aparente futuro.

Un as bajo la manga, sucesos sin rostros ni nombres. A new challenger is approaching.

De lejos, el villano de la historia siempre lo persiguió. Buscó clavar sus ojos tras la espalda. Buscó afilar su lengua tras los oídos.

Buscó el mejor momento para atacar. Buscó ser encontrado en su propio juego. El motivo, también se sintió solo.

Ya fueron dos. Pero nadie se dio cuenta de nada. Todos los demás eran seres insípidos o animales asombrosos.

Al final, todo terminó cuando… mejor, dejémoslo ahí.

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