Month: octubre 2008

Mil ojos, mil oídos

Alguna vez le había explicado al presidente que la política es así: el gobierno es un asunto de gobernar o no gobernar, presidente, de ganar o de perder, nadie empata en la política, ¿me entiende?, empatar es perder, o uno gana mucho o pierde, y ahora escúcheme bien, si no ganamos, si no gobernamos, entonces estamos jodidos para siempre, estamos perdidos para siempre, estamos fritos, yo sé, hágame caso, esto es una guerra, o sea es el arte de la guerra, acá no hay cojudeces, tenemos que quedarnos porque si no, fíjese, le hablaba mirándolo de frente, haciendo el intento de desmoronar los anteojos, abrir la piel. La cara del presidente lo asimilaba sin moverse, era una trinchera: dos o tres arrugas nuevas, el vago temblor en los párpados, el muro de la boca. Ya sabemos quién es quién, los celulares, los micrófonos, los teléfonos, los archivos. Tenemos que quedarnos.

Sí, tenemos que quedarnos, doctor, pero hasta cuándo cree usted. Hasta que podamos, presidente. Confíe en mí, ¿y después?, después vendrá otro y otro, yo sé lo de todos, y siempre va a haber alguien conocido, uno de los nuestros, no se preocupe. Eso he aprendido de Abimael, que es un genio del mal pero un genio, señor presidente: que tenemos ojos y oídos en todas partes. ¿Eso aprendiste? Ya sabías eso, Vladi. Eso ya sabías. Mil ojos, mil oídos. Sonríe, le mira la corbata. ¿Me estás filmando ahorita, Vladi?»

En Grandes Miradas de Alonso Cueto.

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Autorretrato

Los pasos lentos, él cree caminar en el aire. Su percepción busca descanso en las paredes, en los colores, en las formas, en los detalles que nadie quiere ver. Todo lo que pueda transportarle a otro momento.

Un rastro de lunares concluye en sus labios. Busca fingir una inexpresión siempre, la mayor parte, en vano. La piel reseca en su nariz es el cómplice ideal del puente plastificado de sus anteojos: el objetivo, la realidad. Tras las lunas rectangulares, el par de ojos perdidos no cae en la trampa; se relaja en las formas y siluetas que lo roza, logra abstraerse.

En su mente, sólo quiere recordar. Por estos últimos meses, se ha acostumbrado a vivir en selectos fotogramas de su pasado. Todas las veces vistas desde una tercera persona; él es un actor. Esas palabras, esa postura, esa mueca. Se ve, te ve. ‘Qué estúpido’ ‘Cómo hiciste esto’, las voces han aumentado en cantidad. Critican.

Al fin sus labios se ensanchan para mostrar los frenillos. Cierra los ojos mientras sonríe, un cuasi reflejo de algún ‘buen’ instante recordado.

Los pasos lentos continúan. Las sombras deformadas aparecen y desaparecen delante de él, las considera bellas.

Cerca, un recuerdo más. Momentos, rostros, voces; nuevamente la escena teatral. Espera un regalo, algo feliz, otra sonrisa.

Y créelo, todo esto le gusta.
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