Month: octubre 2007

Chavito de un micro: el arbolito del títere

Velocidad y distracción: ‘Señores pasajeros vengo a cantarles una canción’.

Viendo tú que te alejas junto a mi amorcito
cuéntale que la espero junto al arbolito.

Aquel arbolito donde estaba escrito
tu nombre y el mío, tu nombre y el mío,
aquel arbolito donde estaba escrito
tu nombre y el mío, tu nombre y el mío.

Nunca había llorado por ningún cariño
y hoy como el arbolito lloro como un niño.

Aquel arbolito donde estaba escrito
tu nombre y el mío, tu nombre y el mío,
aquel arbolito donde estaba escrito
tu nombre y el mío, tu nombre y el mío.

Nunca había llorado por ningún cariño
y hoy como el arbolito lloro como un niño.

Aquel arbolito donde estaba escrito
tu nombre y el mío, tu nombre y el mío,
aquel arbolito donde esta escrito
tu nombre y el mío, tu nombre y el mío.

Favor y sumisión: ‘Colabórame pe‘… pa‘ comprarme mi pan’.

Velocidad y distracción: ‘Señores pasajeros vengo a cantarles una canción’.

Los mal pintados ojos tratan a la emitir vanamente calor alguno.
El rostro inerte del personaje no posee ningún parecido con el original.
El despintado plástico imita erradamente la tela multicolor del sombrero de Quico.
Las manos, también de plástico, chocan constantemente con sus quizás inflados cachetes emitiendo un continuo sonido casi sordo.
El cuerpo de brillosa tela se mueve al ritmo de la canción que el niño de esta vez entona.
El brazo izquierdo del jovenzuelo, cuya mano sostiene el títere, reposa sobre el respaldar de un asiento vacío.
El cuerpecillo de la criatura es sucio, enjuto, sin el entusiasmo propio de un infante.
El rostro oscuro es ya por el bronceado diario que implica su trabajo.
La boca se mueve por el reflejo de la memorizada canción, sin aclaración ni fortaleza en las palabras, una tras otra salen y se unen al ruido conjunto del micro.
Los ojos sin embargo viven, irradian todo sueño de niño: bailan con el títere; bailan con su mano. Aunque casi todo lo que lo rodea es indiferencia [tanto de los pasajeros como la que él mismo puede generar], éstos juegan. Escapan unos minutos de la realidad. Sueñan con el títere. Son niños.

Favor y sumisión: ‘Colabórame pe‘… pa‘ comprarme mi pan’.

Leer más

Así es la vida… así es la muerte ¿un terremoto en Lima?

Estas noches han sido las más pesadas de mi vida. Casi no duermo a diario.

Me acuesto sobre la cama. Miro al techo en la oscuridad [sé que está ahí: inmóvil]. Pienso en lo que he hecho en el día y en lo que haré al día siguiente. Luego, por fin llega el momento de cerrar los ojos.

En mi oscuridad [aquella en la cual todo es negro y uno se deja llevar por sus propios sentidos], el corazón empieza a latir con fuerza. Reposo mi brazo sobre el pecho: siento que también tiembla al ritmo del corazón, salta, como queriendo alejarse.

Cambio la posición de dormir, mi cara en el colchón no ayuda a lograr el descanso. Ahora puedo oír el latir, fuerte, nada pausado, pum… pum… pum… comprendo al brazo.

Dicen que va a haber un terremoto en Lima. Esto es impredecible. Pero cada noche me viene a la cabeza nuevamente el crujir de las paredes, es cuando todo empieza otra vez.

Foto de ~kulibico en www.deviantart.com

El carro pasa veloz por la pista. Siento el sutil temblar del piso. Cómo dormir así. ¿Tomar relajantes? y si en ese estado de calma absoluta no siento algún terremoto, si duermo profundamente y no despierto jamás.

No, esto es un exceso. ¿Estar alerta? tener preparada una mochila salvadora al lado [quedé en esto con una amiga] sería lo ideal. ‘Dormir’ con pantalones esta noche. ‘Dormir’ con pantalones la próxima noche.

¿Cuándo acabará todo? Estoy cansado de tratar de dormir pendiente que pueda ocurrir un terremoto esa noche.

Cuando suele ocurrir algún movimiento telúrico [sea temblor, réplica o terremoto], mi corazón se detiene [me duele el pecho unos instantes] como concentrándose en sentir si el grito de la habitación se detiene y por unos instantes mi cuerpo queda flotando en la nada para luego salir corriendo de donde esté.

Habrá un momento, estoy seguro, en el que las paredes bailarán de incomodidad [les fastidia la inercia]. Y quede atónito con el espectáculo. Sienta el aliento de la muerte perforando mis venas cardíacas. Para al fin, caer al piso y no moverme más.

De esto temo, y seguiré pendiente cada noche del terremoto que ocurra en Lima.

Otra cosa que me incomoda es mi ‘preocupación’ por los demás: saber que no todos se salvarán si ocurre con demasiada fuerza. No puedo suprimir las escenas de paredes cayendo sobre mis familiares. Adiós abuelo. Lo siento, así es la vidaasí es la muerte.

Y por eso me despido si no sobrevivo al próximo terremoto que tanto anuncian.

Gracias.
Leer más

Señores, soy un blogger: Blog action day

El día de ayer Lunes 15, me enteré sobre el Blog action day gracias al Punto edu [que no revisé hasta más tarde pues el que les escribe está en exámenes parciales].

Más información: http://blogactionday.org/es

El tema acordado de este año para bloggear es el medio ambiente.

Se empezará a abordar un tema ecológico sobre la problemática de la contaminación.

Es pues, justamente el objetivo del 15 de Octubre, que de distintas maneras [diferentes perspectivas] se pueda enfocar el mismo tema, para tratar de integrar ideas conjuntas o quizá ver algo que parece distante para otros.

Por ahora, quisiera sentarme unas horas a escribir algo más elaborado pero lo único que puedo hacer es transcribir la distorsionada sombra de cuento que escribí en primaria [espero se comprenda el uso de palabras tan sencillas como las de, ciertamente, un niño].

Historia que iba a transcribir en un futuro, percato que el futuro es ahora: the Blog action day!

Por otro lado, aclaro que a pesar de los básicos elementos que tiene la historia, el mensaje final resulta importante. Espero les guste:

El gran hueco

En el año 183 l.T. el gran hoyo que había en la capa de ozono se desarrolló por completo, quedando la mayor parte de la tierra en cenizas, pero en Zimborg hay un valiente joven que sabe técnicas ancestrales para poder restaurar la capa o al menos evitar el avance del gran hueco. Nuestro mencionado joven se llama Xhillo.

Cuando este hoyo se extendía hacia el gran Zimborg [último refugio de lo que quedaba de humanidad], se ofreció para combatirlo y con sus airomerms [especie de brazos mecánicas que cabían en un maletín] se despidió de sus parientes prometiendo volver airoso.

Xhillo se teletransportó por el zipnone hacia la luna más cercana para usarla como base, y se acercó peligrosamente al incandescente hoyo en la capa terrestre.
Sólo tenía unos segundos para sellarla y al fin cuando iba a proceder a actuar se dio cuenta que había confundido su maletín con otro cuando se despedía: el maletín que sostenía en sus manos estaba vacío.

Era horrible, la única salvación de Zimborg y quizás del futuro de la humanidad, yacía quemándose con la capa de ozono.

Inevitable, si regresaba igual moriría: el tiempo había concluido. El calor era tan elevado que despedazaba su traje. Mientras moría reflexionaba:

‘Si tan sólo, se hubiese pensado más en la capa de ozono y no crear más máquinas que la dañen tal vez esto no hubiera ocurrido’.

Seres de otros planetas vieron desde lejos el vano intento de Xhillo y la destrucción de un planeta más por su propia inconciencia en el pasado.

Leer más

El último temblor en Pisco (Escuela ‘A’ UTPMP: 08/10)

Esa noche, las nítidas aureolas que rodeaban a las estrellas incitaron la admiración conjunta del cielo. Antes, exitosamente habían presentado un panel de piso y sólo buscaban su perfecta posición. La luna que los acompañaba parecía haber aceptado el pequeño descanso.

Más allá, en los pisoteados surcos del cultivo, otro grupo de voluntarios y algunos niños del Centro Poblado jugaban “lobo que estás haciendo”.

De pronto ocurrió. La tierra empezó a sonar. El brusco continuo movimiento los hizo agrupar chacra adentro por inercia. Algunos segundos de más fuerza dieron paso a una débil réplica. Pronto la tierra se detuvo.

El más pequeño de los niños rompió a llantos. Algunos, más grandes, invocaban a sus padres. Ciertamente, en el aire se podía sentir el eco del dolor infantil durante el gran terremoto.

No será el terremoto que supuestamente iba a haber en Lima, Ale preguntó. La preocupación impulsó al uso de los celulares disponibles. Las llamadas fueron inaccesibles algunos minutos.

Mientras tanto, los cuadrilleros que se encargaban de los niños debían pensar en la manera más segura de reunirlos con sus familiares. No podían arriesgarse a cruzar el camino oscuro y rocoso pues otra réplica podría ocasionar accidentes. Esperemos un momento mejor, un cuadrillero propuso.

Los teléfonos celulares volvieron a funcionar. Dime dónde ha sido el epicentro porfa‘, y si puedes la magnitud también, Nico le dijo a un pata por el nextel de Eve.

Asustados, entre los ladrillos de adobe derribados semanas atrás aparecieron los padres de los niños que los techeros sostenían.

Cada uno corrió a abrazar a su hijo y las lagrimitas infantiles se fueron secando.

Este reencuentro familiar calmó, en cierto modo, a los presentes. Aún les quedaba cuán inadvertidos y despiadados son los movimientos telúricos. Una implícita impotencia por no predecir el futuro.

Sin embargo, algo los despertó. Lejos, los martillazos de otras cuadrillas volvieron a sonar. Algo era claro en esa oscura noche, estaba prohibido detenerse. Era necesario continuar.

Leer más

Cuando llegué a Perú…

▪ Cuando llegué a Perú, era alguien de afuera.

▪ Cuando llegué a Perú, era de noche y no llovía.

▪ Cuando llegué a Perú, no habían estrellas visibles en el cielo.

▪ Cuando llegué a Perú, mis fosas nasales se tupieron por la humedad.

▪ Cuando llegué a Perú, sostenía con mi mano derecha una figura de acción.

▪ Cuando llegué a Perú, los adultos hablaban demasiado diferente por ello no les entendía.

▪ Cuando llegué a Perú, no hablaba con nadie porque tampoco me entendían.

▪ Cuando llegué a Perú, sólo quería dibujar.

▪ Cuando llegué a Perú, no extrañaba la malta Polar.

▪ Cuando llegué a Perú, me perdí en Miraflores.

▪ Cuando llegué a Perú, no encontré mini-markets.

▪ Cuando llegué a Perú, no comprendí porqué el mar era tan oscuro y verde.

▪ Cuando llegué a Perú, creí que Lima era todo el país.

▪ Cuando llegué a Perú, me extrañaba el cielo gris plomizo del centro de la ciudad.

▪ Cuando llegué a Perú, las verdes montañas sin pasto eran habitados cerros marrones.

▪ Cuando llegué a Perú, casi me atropella una combi.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía que era “ESCARCHO 489-1891“.

▪ Cuando llegué a Perú, no entendí porqué las personas suelen santiguarse delante de una iglesia.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía lo bien que se siente comer un fresco tamal con ensalada de cebolla.

▪ Cuando llegué a Perú, no había probado cosa tan dulce como el turrón.

▪ Cuando llegué a Perú, no encontré respuesta del porqué de las diminutas casitas con cruces ubicadas a los lados de la carretera panamericana.

▪ Cuando llegué a Perú, me topé por primera vez a una mujer completamente desnuda en un diario ‘chicha‘.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía que era una vedette.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía por qué habían niños subiendo a los buses para cantar.

▪ Cuando llegué a Perú, no conocía el sabor de Inca Kola.

▪ Cuando llegué a Perú, no me di cuenta lo importante que es el fútbol.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía quién era Miguel Grau.

▪ Cuando llegué a Perú, no tenía idea de cómo era la bandera de este país.

▪ Cuando llegué a Perú, era completamente otra persona diferente a la que soy ahora.

▪ Cuando llegué a Perú, no era peruano.

▪ Cuando llegué a Perú, no era alguien de adentro. Leer más