Cada uno, sea profesor, sindicato de profesores, ministerio de educación, partido político, iglesia u cualquier organización que se reclama educadora, a su modo, pregonan tener la razón, sobre el cómo mejorar la educación en el país.
Se señalan tres pregones de educación, de los más saltantes: en valores para ser buen ciudadano, en conocimientos para ingresar a la universidad, en habilidades prácticas para el trabajo y la vida. Hay gran propaganda en volantes, radio, televisión, internet, periódicos, pancartas, resaltando uno u otro pregón, dirigida a los escolares y a sus padres, con la música de fondo: son de excelencia y calidad. Cada institución educativa u organismo, en la división artificial de instituciones públicas o privadas, articula el discurso, orientado a tocar las fibras emocionales del público objetivo, de lo que se trata es que el usuario, “sienta que accede a algo de excelencia y calidad”. Por un lado están los que ofertan y por el otro los que demandan. El concepto es: La educación es un servicio, tan igual como un gasfitero, repara una conexión de agua defectuosa, o un albañil edifica una casa, que lo hará mal, regular, bien o excelente. Hay una diferencia abismal, sin embargo, si el gasfitero hace mal su servicio, se llama a otro gasfitero y, si una institución educativa da mal servicio, también se busca otra, pero, en un caso se trata de tubos, pegamentos y llaves, y en el otro caso son niños o púberes.
Si pues, el concepto es equivocado, resultado de una división artificiosa: estatal, nacional, pública con no estatal, particular y privado; de competencias, excelencias con incompetencias, defectuosas. Esta realidad construída por la imaginación de los adultos es la que encuentra las nuevas generaciones y a ella deben aceptarla como tal. El niño “cree” que se encuentra en una institución educativa de calidad y de excelencia, de igual manera el púber, el adolescente o el joven ya en la educación llamada superior.
La verdad es más amplia que la realidad. El niño, va creciendo en todas sus dimensiones, en tanto accede a la verdad y esto no es posible con el concepto de educación como servicio. La fluidez necesaria de su mente se altera, si en su camino encuentra una “realidad construida”, es decir, interactúa con algo que no existe, solamente está en el pensamiento de los adultos, pero que le afecta. La libertad del niño, la espontanedidad natural, que le permite el acercamiento a la verdad, ahora se va reduciendo por limitadores artificiosos, y va cayendo al vacío, como si fuera cada vez acercándose al fondo de un embudo, tal que su campo de visión se reduce más y más hasta que sólo le permiten ver por un tubito. Quienes logran escapar de los limitadores que impone la educación como servicio, tienen más posiblidades de alcanzar la verdad. Son los desarrolladores, los descubridores, los inventores, que le dan cierto sentido a la humanidad, los demás no cuenta.
Demasiada energía gastada en la construcción de la irrealidad: colegios, sindicatos, ministerios y otros tantos membretes más, en un sistema educativo, que sirve sólo para reducir la libertad de los niños y por tanto alejarlos de su proceso natural de aceracamiento a la verdad. Si toda esa energía, se utilizara para dotarles a las nuevas generaciones de un sistema educativo, que les permita florecer la libertad de los niños y niñas; les permita vivir la totalidad, que haga fluir su mente en libertad, llegarán más pronto a la verdad, fundamento del desarrollo humano. Ese sistema educativo existe, basta abandonar el concepto de la “educación como servicio”. Se trata de la educación y la totalidad. Leer más