Es un lugar común decir que el país se encuentra en una crisis del modelo educativo. Esta afirmación, dicen se corrobora con los pobres resultados en las evaluaciones que se han realizado tanto a estudiantes como a los profesores. Evaluaciones, que han sido aplaudidas por unos y cuestionadas por otros, principalmente porque los exámenes no han considerado las características de los profesores, sino se han hecho en función de exigencias de las instituciones evaluadoras y, por otro lado se han denunciado que las claves de las pruebas se han negociado, exhibiéndose muchos indicios.
Pero, se olvida que la educación comprende dos aspectos principales que son, el que enseñar y el cómo enseñar. El primer aspecto nos remite al currículo y el otro a las estrategias de enseñanza. ¿Quién determina el qué enseñar? ¿Quién determina las estrategias de enseñanza? Todos, parece se han respondido: es el profesor. Tanto es así, que hoy día, el profesor tiene que afrontar la tarea de elaborar las unidades didácticas, programar las clases y las evaluaciones de los alumnos. Es decir, cada profesor de cada escuela debe elaborar su currículo “de acuerdo a su realidad”. Luego, deberá diseñar las actividades de aprendizaje, programarlas, y decidir las estrategias que va utilizar para que los estudiantes logren “aprendizajes significativos”.
La pedagogía se ha entendido como el arte de enseñar, pero se ha olvidado el completar la frase. Debería decirse “el arte de enseñar el qué”. En esta frase se condensa la idea completa de educación; el currículo (qué) y las estrategias (arte o el cómo). Debemos preguntarnos ¿Estara un profesor en condiciones para decir qué deben aprender los escolares? La respuesta es obvia, que no. Ha sido la forma cómo se han formado la mayoría de profesores. En la actualidad, dominar el qué, requiere por lo menos realizar una carrera y obtener el grado de Bachiller de cinco años en un área del conocimiento, como es la matemática, física, historia u otra disciplina o especialidad. Cargamos el pasivo de un magisterio que no domina el qué, cuya solución pasaría porque todos realizaran previamente un bachillerato en el curso que enseñan. Después de ello, con una preparación de dos años en pedagogía (el arte) el profesor estaría en condiciones de afrontar una tarea educativa exigente a la demanda actual.
Se está pretendiendo, que mediante programas de capacitación se trate de suplir las carencias en la formación de los profesores que son una consecuencia de un modelo de formación de profesores que se viene dando por años y que hasta ahora no se corrige. Sin embargo los indicadores de las evaluaciones nos dicen que se avanzó casi nada, durante los más de 12 años de dichos programas de capacitación. Los motivos pueden ser : primero es que la mayoría de los capacitadores de las instituciones (Universidades, Insitutos, ONGs) a cargo de las capacitaciones son los mismos profesores que les enseñaron ya sea en la Facultad de Educación, Instituto Pedagógico, o son sus mismos colegas; la segunda razón es las oportunidades que hoy tiene el profesor, tentado al recurseo en colegios privados u otros empleos, careciendo de tiempo para las capacitaciones y para dedicarse a la escuela; pero, la tercera es el desencanto y la amoralidad que se va apropiando del profesorado, acompañado de la microcorrupción (cobro por aprobar, improvisar clase, faltar sin justificación, llegar tarde y conductas deshonestas como comprar papeles para “hacer curriculo”)
Esta política educativa ha equivocado la finalidad de la educación básica, como un derecho y un valor al que deben acceder todos los peruanos en edad escolar. Centrada en el profesor y en sus requisitos de certificados, grados y títulos para enseñar, se ha olvidado de la función primera de un Estado que debe asegurar la calidad educativa en todo el país. A esto se ha sumado la concepción distorsionada de gobernantes, que han sometido a la educación al libre mercado, como si fuera una mercancía. Por ejemplo, si compro un artefacto y este resulta fallado, puedo devolverlo y obtener otro, pero si pago una pensión educativa y la educación resulta fallada no hay manera que devuelva el escolar y me entreguen uno mejor formado. Los padres andan buscando la mejor escuela, instituto o universidad para sus hijos y, no tienen forma de cómo saber cual es la mejor. Muchos se orientan por la propaganda bonita, otros por las altas pensiones, otros por el comentario del vecino.
En el caso de los profesores, muchos “inversionistas” entendiendo a la educacíón como una mercancia, han proliferado capacitaciones, diplomados, maestrías y doctorados en educación. Los anuncios en los periódicos son abundantes de instituciones educativas que ofertan estas formaciones dirigido a los profesores demandantes de papeles para su currículo. Tengo la percepción que doctorados en educación en el país, son en un número mucho mayor a los doctorados que hay en nuestro vecino Chile, pero cuyo nivel educativo supera en indicadores al país. Quizá un censo, nos revele, cuantos profesores ya tienen el grado de maestro o doctor en educación y en multiples menciones como el de pedagogía universitaria por señalar uno. A esta ola de doctorados y maestrías se han sumado las universidades nacionales y privadas en sus sedes centrales y subsedes, de tal manera que se ha formado todo un enmarañado de ofertas de postgrados que bombardean diariamente con propaganda engañosa, que si no es en una, es en otra, pero los profesores deben actualizarse, según la disponibilidad de su bolsillo. ¿Cómo saber cuál es la mejor? Según el mismo presidente Alan García, existen instituciones educativas que otorgan títulos y grados que no sirven ni para envolver pescado. El problema es que, el profesor, se dará cuenta después que ha pagado todas las pensiones educativas y obtiene el título o grado, pero cuando lo haga y constate que no mejoró su formación, ya no habrá manera de devolución de su dinero. Ahora, el profesor, será parte del círculo vicioso. La educación no muestra signos de recuperarse. ¿Cómo romper este círculo nefasto? Leer más