Este hombre modesto, fallecido este sábado a los 82 años por complicaciones derivadas de una operación cardíaca, se hizo héroe planetario instantáneamente, un ícono de la odisea del espacio. Sus primeras palabras, en lo sucesivo inmortales, –“Es un pequeño paso para el hombre, un salto gigante para la humanidad”– figuran en los libros de Historia. Desde entonces, Neil Armstrong habló poco en público, evitando micrófonos y cámaras, y vivió durante los últimos 33 años con su segunda esposa en una alejada granja de Ohio.
En calidad de comandante de la misión Apollo 11, fue él quien informó al centro de control de Houston del alunizaje del módulo lunar (LEM) pilotado por Buzz Aldrin: “Houston, aquí la base de Tranquilidad. El águila aterrizó”. “Pensaba que habían 90% de posibilidades de retornar sanos y salvos a la Tierra luego de ese vuelo, pero solamente 50% de posarnos sobre la Luna en esa primera tentativa”, declararía recientemente Armstrong.