FUERON DOS NOCHES SEPARADAS POR 28 AÑOS. Una, la del 12 de agosto de 1961, marcó la separación de la nación alemana; otra, del 9 de noviembre de 1989, fue la de la tan ansiada unificación y el inicio de una nueva vida. En ambas hay un personaje central: el Muro de Berlín.
Esta construcción fue el referente más universal de la Guerra Fría; es decir, de la separación irreconciliable de dos formas de ver el mundo: la democracia liberal capitalista y la democracia popular socialista. Tanto su existencia como su destrucción estuvieron marcadas por las políticas implementadas por las grandes potencias occidentales capitalistas y por la URSS tras la derrota de los nazis en la II Guerra Mundial. Así, la separación de Alemania en dos bloques diferenciados –que, a la postre, daría forma a dos “repúblicas”– reflejaba el límite fronterizo de la influencia soviética en Europa. Era la materialización del “telón de acero” que describió el premier británico Winston Churchill.