Cuando viajaba en un ómnibus a Chumbivilcas, el antropólogo Harold Hernández se encontró con un agente evangélico que subió al vehículo a pronunciar su cotidiana prédica. Este señor era alto, blanquísimo y de pelo amarillo. De pronto un campesino le hizo un comentario en quechua que el evangelista respondió en ese mismo idioma, lo que generó una estruendosa carcajada de los demás pasajeros. [Leer más …]