CADA VEZ que visitamos los grandes emporios de venta de ropa, o cuando nos detenemos en las principales avenidas y el semáforo cambia a rojo, los peruanos acudimos al jolgorio de la informalidad en el que vive nuestro país. Aquel en el que una gran cantidad de camisetas de marcas reconocidas son ofertadas a precios irrisorios, y en el que los últimos estrenos musicales y las más recientes películas se venden en grandes cantidades semanas antes de sus estrenos.
Es este paraíso de la piratería y falsificación, lo que nos llama la atención es la fácil adquisición de productos que parecen originales. “Después de todo, es el contenido lo que importa“, solemos justificarnos. Y así, si antes quedaba algún pudor por comprar un disco pirata, hoy lo asumimos como algo natural. [Leer más …]