Hoy amanecí con las llamadas de amigos diciéndome que Santiago Manuin, el mayor dirigente indígena del Alto Marañón y amigo íntimo desde que llegué hace 15 años, había muerto por las balas de la policía, ahora sé que se debate entre la vida y la muerte.
Sabía que algún día eso podía ocurrir en alguien entregado a su pueblo en la defensa del territorio, en el combate contra los grupos terroristas y el narcotráfico, y en la oposición al ingreso de petroleras y mineras en su tierra; y no porque esté en contra del desarrollo, sino porque cree que éste va por el camino del respeto a la tierra y la naturaleza, y a la participación real de los milenarios habitantes de las selvas. Aunque lo sabía, uno nunca se acostumbra a la muerte.