Niño prodigio, con talento musical superlativo, Chopin dio su primer concierto público a los 9 años, convirtiéndose en favorito de los salones de la época. Con escasas excepciones, toda la obra de Chopin está dedicada al piano y se agrupa en series de piezas cortas: mazurcas, baladas, nocturnos, polonesas, estudios, valses o rondós, más dos conciertos, tres sonatas y algunas canciones.
Son piezas de sabia arquitectura y culto a la melodía que ponen a prueba a los pianistas. El arte chopiniano huye de los excesos: es amable e íntimo, sobrio y elegante y con un desgarramiento polaco inconfundible.