Las revelaciones de WikiLeaks no empezaron con el cuarto de millón de documentos secretos ahora expuestos a la luz pública, sino mucho antes, con el video del ametrallamiento a civiles desde un helicóptero en Bagdad. Y antes aún, con la publicación de los 92 mil informes clasificados de las Fuerzas Armadas yankis sobre la guerra de Afganistán y los 391.832 sobre los asesinatos y las torturas en Irak. Pero hay algo que quizá los aterre más aún, y es el anuncio de que tiene muchos más documentos para difundir, que se refieren a las maniobras fraudulentas de los bancos que han precipitado la crisis de la economía mundial y los procedimientos utilizados por las grandes compañías petroleras, como la BP, culpable del gigantesco desastre en el golfo de México.
A todo esto, Interpol anunció el martes desde su sede en Lyon, Francia, una orden de captura roja (el máximo nivel) contra Julian Assange.
Esta decisión tiene una curiosa historia. Interpol recibió de Suecia (a saber, de la fiscal de Gotemburgo) un pedido de captura para la extradición de Assange el 20 de noviembre del año pasado, por presuntos delitos sexuales (violación, agresión sexual y coerción). Después de varias vueltas estas acusaciones fueron desechadas y la fiscal jefe redujo el caso a un delito menor de acoso. Pero precisamente cuando se dan a conocer los 250 mil documentos comprometedores para la diplomacia estadounidense, el caso se reaviva e Interpol reedita la orden de captura. El mismo había sido cerrado por falta de fundamento, inexistencia de pruebas y contradicciones entre las dos mujeres llamadas a declarar. Se recordará que CNN pretendió derivar hacia estos hechos un reportaje que solicitó a Assange sobre las revelaciones de WikiLeaks, y éste la dejó con un palmo de narices. Dice un analista: “Pese a que la Justicia sueca en primera instancia desechara los cargos porque no existían pruebas, el caso se reabrió coincidiendo precisamente con el anuncio de nuevas filtraciones por parte de WikiLeaks”. Pura casualidad.
Con el agregado de que además Australia, su país natal (nació en la ciudad australiana de Townsville el 3 de julio de 1971), se ha sumado a la persecución y estudia poner en marcha un mecanismo para procesar penalmente al fundador de WikiLeaks, cuyo paradero actual es desconocido.
La histeria ha llegado a su grado máximo en Estados Unidos, donde se estudia la posibilidad de acusar a Assange y sus colegas de espionaje, independientemente de que estén fuera de la jurisdicción norteamericana, y pedirles a sus aliados que hagan lo mismo; o bien colocarlos en la lista de combatientes enemigos, abriendo camino a acciones judiciales en su contra; o congelar los activos de WikiLeaks, impedirles transacciones en dólares y aplicar sanciones financieras a las instituciones que colaboren con ella (tipo bloqueo a Cuba); o darle oportunidad al nuevo Cibercomando de EEUU de demostrar que puede, por vía electrónica, asaltar a WikiLeaks y a cualquier compañía de telecomunicaciones que le ofrezca sus servicios.
Pero el Cibercomando ha demostrado en esta instancia su incapacidad total. “WikiLeaks humilla al Cibercomando” se ha escrito. Y en cuanto al fondo del asunto, es evidente que no se puede tapar el sol con un harnero.
Texto del artículo escrito por Niko Schvarz, «Disparen contra WikiLeaks» publicado por el diario ©La República de Montevideo – Uruguay, edición digital del Sábado 04 de diciembre, 2010 – AÑO 11 – Nro.3826.