En el año 1968 el ecologista estadounidense Garrett Hardin publicó un artículo titulado “La tragedia de los comunes” en el que estaba interesado en abordar el problema del crecimiento poblacional y la capacidad de un mundo finito para soportar dicho crecimiento exponencial, en su vinculación no sólo con el problema de asignación de los bienes privados y públicos, sino también con el problema de la contaminación.
Suponiendo la falta de efectividad del “llamado a la conciencia”, la pregunta era ¿qué medidas tomar, incluidas las medidas coercitivas que se pudieran acordar respecto de la libertad de los individuos en materia de procreación, para evitar la tragedia del agotamiento/destrucción de los recursos que el mundo puede brindar a los seres humanos? Sin embargo, para hacer didáctica su exposición hizo referencia al caso de un “pastizal abierto para todos” exponiendo el mismo de la siguiente forma:
“Cada pastor (como ser racional) busca maximizar su ganancia. Explícita o implícitamente, consciente o inconscientemente, se pregunta, ¿cuál es el beneficio para mí de aumentar un animal más a mi rebaño? Esta utilidad tiene un componente negativo y otro positivo.