Nunca antes el capital extranjero logró tantas ganancias en nuestro país, jamás. El 2010 las transnacionales ganarán en el Perú treinta veces más de lo que obtenían a principios de la década. 30 veces más.
Uno compara las sobreganancias del oro con los 78 millones de soles asignados al aseguramiento universal en salud, y son 100 veces más. Los niños se mueren de neumonía, se niega atención a los enfermos que requieren hemodiálisis y el gobierno asigna a su programa estrella en salud una centésima parte de las ganancias extraordinarias del oro. Eso no es justo, no es correcto, no está bien.
IMPUESTO A LAS SOBREGANANCIAS
La explotación de recursos naturales es distinta a otros negocios, entre otras razones, porque las ganancias dependen sobre todo de la calidad del yacimiento. Tienen por esto una ganancia adicional a la normal, lo que fue establecido por el economista clásico David Ricardo en el siglo XVIII, y se conoce como la renta de los recursos naturales.
En un reciente libro del FMI sobre el tema, una docena de economistas destacados del FMI, el Banco Mundial, Oxford y Cambridge discuten estas ganancias extraordinarias. No se trata, pues, de una postura de izquierdistas, sino una compartida por lo más graneado de los economistas ortodoxos.
¿Qué proponen estos economistas juntados por el FMI? «Como las rentas de la extracción pertenecen, enteramente, a los ciudadanos, el gobierno como su agente requiere un régimen tributario que capture esas rentas, adicional y encima a la tributación normal de las ganancias». En otras palabras, un impuesto a las sobreganancias.
«Un impuesto de este tipo ofrece un potencial bastante alto para maximizar la recaudación tributaria, al mismo tiempo que genera pocas distorsiones, comparado con otros impuestos sobre las ganancias», dicen ellos.
No por gusto hay impuestos a las sobreganancias mineras y petroleras en Canadá, Rusia, Australia, Papúa-Nueva Guinea, Ghana, Tanzania, Madagascar, Namibia, Zimbabwe, Amgola, Azebaijan, Kaakhstan, Islas Salomón, Timor-Leste, Malawi y Liberia.
SÍ SE PUEDE
En el Perú se dijo hasta el cansancio que no se podían aplicar estos impuestos porque hay contratos de estabilidad tributaria. No es verdad. Dos altos funcionarios del FMI, Emil Sunley y Phiplip Daniel, dicen: «La estabilidad fiscal, al congelar las leyes de la fecha cuando se firmó el contrato petrolero o minero, puede dar a los contratistas beneficios insostenibles, cuando las circunstancias han cambiado o cuando la ley original es defectuosa». Exactamente lo que pasa en el Perú.
Es por eso que varios países han cambiado sus reglas tributarias a la minería a pesar de esos acuerdos de estabilidad. Por ejemplo, en Zambia, que tenía contratos de estabilidad tributaria, dicen estos funcionarios del FMI que «Un nuevo sistema tributario, incluyendo un impuesto a las sobreganancias y un impuesto a la renta, fue introducido para toda la minería. Hasta la fecha no ha habido ninguna reclamación legal contra estas acciones del gobierno». Este tipo de cambios tributarios en el mundo no ha sido raro o inusual. En total, «Fuentes recientes identifican más de 30 países que han revisado sus contratos o sistemas tributarios en relación con el petróleo desde 1999». A pesar de ello, «Hay pocos casos en los que cláusulas de estabilidad tributaria han sido invocadas en arbitrajes o juicios».
Los contratos de estabilidad tributaria no son intocables. Han sido renegociados múltiples veces a favor de las empresas transnacionales. Ahora hasta Alan García renegocia contratos del gas, que la propia Pluspetrol había aceptado por escrito renegociar tres años atrás.
CÓMO HACERLO
Hay varias formas de lograr una mejor distribución de la riqueza minera y petrolera. Unas buenas regalías son una fórmula, y la revisión de estas anunciada por la ministra Aráoz, si se llevara a cabo pensando en el interés nacional, daría resultados. Una nueva escala del impuesto a la renta, que cobre un porcentaje adicional cuando se excede una rentabilidad básica, como acaba de aprobar Australia, es otra posibilidad. Un nuevo tributo es una tercera forma posible. Pensar en la mejor opción técnica es importante, pero más importante es lograr una buena recaudación.
Eso no basta para lograr una redistribución que mejore la vida de los peruanos más pobres. Necesitamos además que ese dinero no se pierda en corrupción y que sea bien invertido. La educación, la salud y la protección social requieren reformas para mejorar su eficacia, adecuarse a las realidades regionales y culturales, y ampliar su cobertura hasta las zonas más alejadas y las familias más necesitadas.
Como en la vida, el dinero no hace la felicidad… pero cómo ayuda. En especial si son varios miles de millones de soles.■
Texto del artículo «Redistribución», escrito por el Dr. ©PEDRO FRANCKE, profesor de la PUCP, publicado en la revista Domingo del diario La República, el 22/08/2010.