Las naciones rivales, o potencialmente rivales, cuyas fuerzas de seguridad hacen planes, diseñan estrategias y tácticas basadas en la hipótesis de conflicto bilateral, tienen un interés especial en conocer todo lo posible sobre las disposiciones, planes, medios, distribución, despliegue, capacidades e incapacidades de su contraparte. Gran parte de esa información no requiere ningún tipo de espionaje para su obtención, sobre todo en estos tiempos. Basta con saber utilizar las fuentes y los medios hoy disponibles para conseguirla. Una parte pequeña puede requerir una lectura electrónica subrepticia, de nivel mucho menor que el que efectúan las grandes potencias con implementaciones como las de la red Echelon, por ejemplo. Aparte de ello, hay un ámbito más bien pequeño y muy específico de información o corroboración que todavía se logra mejor a través de personas que trabajan en ciertas instituciones o agencias del Estado contraparte. La función de los organismos de inteligencia propios es obtener dicha información reclutando colaboradores y la función de la contrainteligencia opuesta es impedirlo.
Parte de ese esfuerzo paralelo de conocimiento del otro, es que ellos intentan espiarnos y nosotros tratamos de espiarlos a ellos. Si no lo hiciéramos, cometeríamos un grave descuido, una imperdonable negligencia.
El espionaje no reclama copy-right. De hecho, el ideal pocas veces alcanzado es que no se sepa que existe. No solo para seguir obteniendo información, sino para permitir que todos los otros ámbitos de la relación bilateral puedan desarrollarse con fluidez y hasta con cordialidad.
Como se pretende que no existe, el descubrimiento de un espía provoca por lo general expresiones de disgusto del afectado y de una cierta embarazosa denegatoria del afectante. El precio de que salga a la luz e irrite a los otros planos de la relación bilateral suele ser la protesta de un lado, la apariencia de bochorno del otro y algunas reasignaciones, de repente alguna purga, burocráticas.
El espionaje es una actividad constante de los Estados y también de muchas corporaciones. Se da incluso entre Estados amigos y aún aliados; con frecuencia es perfectamente inútil, pero como sucede también en otros tipos de organización, sus burocracias especializadas buscan sobrevivir, crecer y disfrutar. Ello significa que en ocasiones actúan cuando no es necesario y duermen cuando se las necesita.
Entonces, no es que espíen solo los acomplejados, como postuló García Pérez. También espían los que no tienen complejos y hasta los que no precisan de psicoterapia. El juego, porque eso es, consiste en desarrollar una buena capacidad para espiar a los otros y una mejor capacidad para evitar que lo espíen a uno.
Por eso, no es un escándalo terrible la captura de un espía de la contraparte. Es, en todo caso, una buena noticia para el Perú y una mala para Chile, si las cosas resultan ser como se han presentado No debe, de ninguna manera, atizar una histeria confrontacional, sino servir para mejorar silenciosa y eficazmente la obtención de información, la protección de información y el cuadro general de defensa, que es mucho más que la compra de armamento.
Con lo inmorales y cobardes que son los azuzadores de conflicto, aquellos que buscan enardecer los ánimos para que se maten y destrocen los pueblos de ambas naciones, está claro que no nos queda en el Perú otro camino que la mejora pronta, cuantitativa y cualitativa, de nuestro sistema de defensa. Eso no es fácil. Cualquiera compra armas, pero no cualquiera logra tener a la mejor gente trabajando eficazmente en ese ámbito.
Lo peor es que en el maleado vecindario que nos toca hoy, es necio plantear una sola hipótesis de conflicto. Por lo pronto hay uno interno en curso que debe ser resuelto con eficacia, inteligencia y justicia. Ya sabemos que no será fácil.
Entonces, mientras buscamos serenamente disminuir las tensiones y construir la paz genuina que libere a nuestras naciones de sus odios heredados y sus discursos decimonónicos, el Perú debe robustecer su capacidad de defensa. Un grandazo tendrá menos posibilidades de convivir pacíficamente con un alfeñique que con un deportista, aunque pese menos, que practica artes marciales. La paz necesita, para hacerse profunda y permanente, el respeto del otro, que según parece no existe hoy.■
Extractos del artículo «Espías, Historias e Histerias» escrito por © GUSTAVO GORRITI, publicado en la revista Caretas Nº 2105 del 19/11/2009.