IV Centenario de los «Comentarios Reales de los Incas»

EL INTERÉS DE LA CRÍTICA hacia la obra maestra del Inca Garcilaso de la Vega ha ido aumentado en los últimos años. El valor literario y de documento humano de los Comentarios Reales justifica este interés. Hoy, al cumplirse 400 años de su publicación, es necesario poner de relieve, una vez más, el valor de dicha obra y también destacar su importancia como documento de un drama íntimo que atormentó durante toda su vida al Inca, origen de una particular concepción ética del honor y la fama.

La primera parte de los Comentarios apareció en 1609. Aprendemos, sin embargo, en la dedicatoria de la traducción de los Diálogos de amor al rey Felipe II, que ya desde aquel entonces Garcilaso pensaba en la historia de un mundo que le interesaba más directamente, puesto que expresa la intención “«de pasar adelante a tratar sumariamente de la conquista de mi Tierra, alargándome más en las costumbres y ritos y ceremonias della, y en sus antiguallas»” que, como hijo de aquellas gentes, hubiera podido “«decir mejor que otro que no lo sea»”. Cuando la idea primitiva tomó consistencia lo que hubiera debido ser prolongación de la historia de la conquista fue el primer tomo de una obra más extensa, que acabó por incluir también la Historia General del Perú.

Fue sobre todo la primera parte de los Comentarios Reales que despertó, en tiempos no muy lejanos, las más ásperas polémicas, particularmente en torno a la historicidad de la obra. Se llegó a pensar que todo el libro fuera únicamente parto de la fantasía del Inca, y que se debiera al propósito de éste de ensalzarse a sí mismo celebrando al pueblo del cual orgullosamente se proclamaba hijo. Les parecía extraño a muchos que existiese entre aquellos pueblos una civilización tan desarrollada cual la describía Garcilaso, exenta de barbarie, mientras los muchos cronistas de Indias habían descrito tantas, aunque todos estaban de acuerdo en la celebración, reviviscencia de los mitos clásicos, de una remota edad de oro. Se censuraba, además, a Garcilaso porque idealizaba demasiado dicha sociedad, negaba la existencia de sacrificios humanos, celebraba un imperio de bondad y sabiduría que, según decía, había extendido sus dominios sobre tanta parte de América no con la fuerza sino con la única arma de la persuasión y el ejemplo. Más tarde se le reprochó el haber condenado de propósito al olvido las civilizaciones que precedieron la de los Incas, para poder celebrar mejor la extraordinaria grandeza de la civilización incásica.

De todas estas polémicas poco o nada ha quedado ya, frente al juicio con que la crítica moderna juzga los Comentarios Reales. Merece la pena recordar, sin embargo, que en una época de tanto disfavor José de la Riva Agüero fue el mayor defensor de Garcilaso y el más documentado. Su imparcialidad crítica y la seriedad con que documentó sus juicios sirvieron a la total rehabilitación de la figura del Inca, a quien no le restan valor las inevitables inexactitudes o las inclinaciones sentimentales que lo llevan a particulares enfoques en la historia de su pueblo.

La lejanía geográfica desde la cual el Inca componía su obra fue sin duda parte determinante en la idealización del imperio incásico, que en sus páginas vemos surgir como una perfecta arquitectura de orden renacimental. La nostalgia del destierro le hace olvidar a menudo las sombras de un mundo hacia el cual iba su afecto, y en muchos pasajes la realidad se presenta idealizada. No sin razón Juan P. Echagüe ha visto en la obra de la vejez del Inca la marca viva de una nostalgia muy humana y explicable por los días de su juventud, la herencia de “«instintos ancestrales que se sublevan contra su resignada mediocridad»”.

En este aspecto humano reside el mayor atractivo de los Comentarios. La veracidad del Inca ha sido comprobada, pero ello interesa más que nada al historiador; en el ámbito literario es la creación artística en sí que nos interesa, y a este propósito nunca se ha podido decir que los Comentarios Reales dejaran de tener seguro valor.

Aurelio Miró Quesada y Sosa afirma que el título de la obra, Comentarios, se lo debe Garcilaso a Julio César, del cual era admirador ferviente, y al mismo Julio César le debe la idea romana del imperio de los incas, en el que el Cuzco “«fue otra Roma»”. Lo cierto es que nadie como Garcilaso supo dar vida, con tanto refinamiento, al espíritu de su civilización, levantando a los Incas un monumento que G. Lohmann Villena ha juzgado “«no indigno de su poderosa arquitectura»”, en un libro que es un “«maravilloso retablo plateresco, terso, todo mesura y contención»”, escrito en un castellano de extraordinaria pureza y armonía.

Extractos del artículo “Los «Comentarios reales», historia «personal» del Inca Garcilaso, y las ideas del honor y la fama” de Giuseppe Bellini, publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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Con motivo de la conmemoración del IV centenario de la publicación de la obra cumbre del Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas (1609), la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes suma ahora una Biblioteca dedicada a Garcilaso de la Vega, con el objetivo de ofrecer un acercamiento lo más amplio y profundo posible a una figura y una obra que llegan hasta el presente con la intensidad y la vigencia de los grandes clásicos de la literatura universal, además de con unas dimensiones psicológica, social y hasta política ausentes en otras narrativas de la Conquista y cuya polivalencia ha seguido siendo estimulante hasta nuestros días para pensar la utopía, el multiculturalismo, los mestizajes diversos o el universalismo.

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