Es este paraíso de la piratería y falsificación, lo que nos llama la atención es la fácil adquisición de productos que parecen originales. “Después de todo, es el contenido lo que importa“, solemos justificarnos. Y así, si antes quedaba algún pudor por comprar un disco pirata, hoy lo asumimos como algo natural.
Si nos detenemos un instante a pensar sobre el tema, varias reflexiones pueden dar vueltas en nuestras cabezas:
¿Es la piratería parte de este mundo globalizado con el que gustosos convivimos en la hipocresía? ¿Es culpa únicamente del Estado por no poner un freno a la informalidad? ¿En qué porcentaje las empresas contribuyen a acrecentar el problema? ¿Las constantes requisas son buena solución? Y por último, la pregunta que cae por su propio peso, ¿son las leyes demasiado blandas?
El abogado JOSÉ BARREDA, experto en temas de falsificación, es muy claro al afirmar que, en el caso de la piratería y falsificación, actualmente se ha llegado a un nivel cultural en el que muchos consideran que hacer negocio falsificando marcas y engañando al consumidor es una forma legítima de hacer empresa, y por eso el problema se vuelve compartido y transita entre tener leyes demasiado blandas y la ética, tanto del negociante como del consumidor.
La mayoría no considera que falsificar marcas sea un verdadero engaño al consumidor y exija una sanción ejemplar. No hay pena efectiva de cárcel, no hay presión social, los juicios y sanciones son ridículamente bajos y, finalmente, el empresario considera que resulta un mejor negocio acogerse a este tipo de política engañando que entrando a la formalidad.
“Es evidente que necesitamos sanciones más severas”, asegura. Para el experto, las requisas son una medida a corto plazo que no genera mayor avance: “imaginemos que se requisa un millón de soles en discos que cuestan un sol y cuya producción es de cincuenta céntimos, por poner un ejemplo. Pues bien, en el próximo millón de soles que no sean detectados por el titular del derecho, el negociante ya recuperó lo perdido en la requisa anterior y además ya generó una ganancia. No hay sanción administrativa eficiente que acabe con esto”, explica.
¿El problema lo debe asumir el Estado únicamente?
Barreda cree que el empresario debe ser consciente que puede hacer negocio respetando las normas y la ética, dejando atrás la idea de hacer creer al consumidor que recibir algo falsificado es natural. Y esta cultura es notoria cuando vemos en grandes emporios comerciales y populares a personas adquiriendo camisetas de marcas costosas a solo veinte soles.
Pero los problemas de propiedad intelectual no solo quedan en los empresarios negociantes de productos ocasionales.
En muchas empresas la cultura de la copia se ha asentado como en todos aquellos jóvenes que intercambian música y videos de sus preferencias: “Muchas empresas –sostiene– en aras de ahorrar costos adquieren programas de computadora piratas. Otras compran un programa original y, como se sienten en la legalidad, creen que sacarle copias y aplicarlas en doscientas computadoras es el procedimiento normal. Esto no es así, ya que la ley dice muy claro que solo se permite una copia para back up (reserva en caso de pérdida). ¿Cómo se afronta el problema? Difícil, existen grandes informes sobre este caso realizados por la ESA (Bussiness Software Alliance), pero si la empresa no le permite a la ESA ingresar a sus instalaciones para realizar una auditoría, es imposible que se llegue a saber. Es como buscar una aguja en un pajar”.
El gran reto
El actual avance de la informática ha generado un campo hasta ahora poco explorado y cuyos controles y leyes se encuentran indefinidos, por lo menos en nuestro país. Sin embargo, representan un reto para los estudios de abogados por asumir en el futuro, y el deseo de las empresas de que se aclare rápidamente. Para Barreda Moller, el punto principal por analizar seriamente es el relacionado a los dominios en la red. Existen empresas que actualmente quieren tener presencia en Internet y, al querer inscribir sus direcciones web, se dan con la sorpresa de que terceros ya se apoderaron de sus nombres o de ciertas combinaciones sugerentes, ocupando dominios que bien podían haberles pertenecido.
“Las posibilidades de que alguien opte por un dominio con el nombre de una empresa de prestigio son muy grandes, sobre todo porque existen muchas categorías como com, org, net, etc. Una de las soluciones no es que el IP (Internet Protocol) restrinja quién debe comprar o no cierto dominio que pertenezca al nombre de una marca. Lo mejor que se podría hacer es que no se mantenga en secreto la gran cantidad de combinaciones que tiene el nombre y que existen en la red, para que de ese modo la empresa tenga la opción de decidir si acciona o no en protección de su marca”, dice.
El problema aún no se presenta en forma grave en el Perú, pero es posible que aparezca en cualquier momento.
Extractos del artículo “Necesitamos sanciones más severas contra la piratería”, de Ahmed Alava M., publicado en la revista PERÚ TOP LAWYER, edición Nº 1, 2008, pág. 26-27. © MBA GROUP