La escala y la velocidad de la contracción global es hoy sin precedentes con la caída libre de la producción en los países industrializados y la rapidez con que se desglobalizan las exportaciones, las importaciones, el consumo global, la inversión extranjera y el crédito internacional. Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, pronostica que la economía mundial se desinflará de 1 a 2 por ciento este año. Será la primera vez que no se expande desde la II Guerra Mundial.
Los 36 países mayores exportadores del mundo han disminuido sus exportaciones en un 20% como promedio. También, los países asiáticos que eran las estrellas de la globalización, por la imparable expansión planetaria de sus exportaciones, son ahora el más claro ejemplo de la desglobalización. La China ha reducido sus exportaciones en 18%, la India 12%, Hong Kong 40%, Taiwan 40%, Corea 17% y Singapur 16%. Esta disminución del comercio está dejando miles de barcos, alrededor del mundo, con las bodegas vacías. El comercio de contenedores ha colapsado en un 30%. Todo esto parece indicar que la nueva ley impuesta por la desglobalización es: “el que vive exportando, muere exportando”.
En todo caso, esta ley se aplica con mucha exactitud a los países latinoamericanos (Perú) que creían que su crecimiento económico -basado en exportaciones primarias- los llevaría hacia el desarrollo. Ahora, con los precios bajos de éstas, todos esos países exportadores primarios salen sorprendidos del mito del desarrollo hasta la próxima bonanza de las materias primas, donde nuevamente volverán a creer que se están desarrollando. Según el reciente Informe del Banco Mundial (Global Economic Prospects 2009), todos los países subdesarrollados serán afectados por una contracción de sus exportaciones que coincidirá con una nunca vista reducción del crédito internacional y la inversión privada extranjera. Esta última ya ha caído en 17%. Además, según este informe, un nuevo aumento de los precios de los alimentos los afectará seriamente haciendo que cerca de 100 millones de personas serán precipitadas a la pobreza.
Cambiando a Adam Smith por Keynes para hacer lo mismo
Para enfrentar esta recesión desglobalizante, los economistas y los políticos, que vivían antes predicando con fervor el pensamiento único neoliberal, han tirado al tacho a Adam Smith, y se han convertido rápidamente en neokeynesianos. Así, ellos han legitimado rescates billonarios que han favorecido a banqueros e inversionistas irresponsables, pero que, según los nuevos keynesianos, eran el mal necesario que había que pagar para salvar al mundo de una gran una catástrofe económica.
Los repentinos neokeynesianos se empeñan en reflotar bancos moribundos, manteniendo banqueros insensatos que se asignan -en medio de la crisis- bonificaciones millonarias. De esta manera, los salvadores del sistema financiero no siguen los consejos de los Premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman, que recomiendan intervenir los bancos insolventes, reestructurarlos, recrearlos o nacionalizarlos temporalmente.
Por otro lado, si los nuevos devotos de Lord John Maynard Keynes se hubieran molestado en leer sus obras se darían cuenta de que éste no estaría muy contento oyendo que su nombre se menciona constantemente para justificar que billones de dólares de dinero público se dediquen para comprar malas deudas y rescatar pésimos bancos, en vez de invertir esos recursos en la creación de empleo como él lo recomendaba.
También se darían cuenta de que todas las soluciones de Keynes eran para aplicarse en economías nacionales cerradas y no en una crisis global, donde se necesitaría coordinar todas las reactivaciones, algo que ahora es imposible porque cada potencia económica está buscando soluciones propias, no negociables internacionalmente, como la ha demostrado la reciente Cumbre del Grupo de los 20, en Londres.
Pero lo más grave es que los neokeynesianos están inconscientemente reactivando un modelo económico que es ecológicamente insostenible. El mismo Presidente Obama ha afirmado públicamente que su reactivación tiene como finalidad restaurar el “sueño americano”. Es decir, perpetuar un modelo global de sociedad que yo llamo el «Modelo California», que consiste en un estilo de vida de consumo opulento y dispendioso, muy contaminante, que vomita toneladas de gases que recalientan el planeta y que ha terminado por crear colosales deudas privadas y públicas y una catastrófica crisis global de insolvencia.
Hoy, la crisis de la globalización no solo plantea desafíos económicos sino también ecológicos. Sin embargo, todos los programas de reactivación de los países prósperos intentan rescatar el Modelo California. Algo que no tendrá viabilidad porque hoy Gaia -con su recalentamiento- se ha encargado de poner los límites al crecimiento de las sociedades opulentas de consumo. Hoy, más bien, se debe aprovechar la actual crisis de la sociedad de consumo como una oportunidad para iniciar seriamente el reemplazo de los hidrocarburos por energías renovables. ■
Extracto del artículo «Desglobalización», de Oswaldo de Rivero, publicado en Le Monde diplomatique, Mayo 2009. El embajador Oswaldo de Rivero ha representado dos veces al Perú en la ONU (Ginebra y Nueva York). Es autor de numerosas publicaciones.
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