Los ambientalistas utilizan la llamada «huella ecológica» -qué superficie requiere cada uno de nosotros del planeta- para defender su postura. Obviamente, utilizamos tierra para cultivos, tierra para pastoreo, bosques y zonas de pesca para producir nuestra comida, fibra y madera, y necesitamos espacio para nuestras casas, caminos y ciudades. Es más, necesitamos áreas para absorber los desechos emitidos por nuestro consumo de energía. Traducir todas estas demandas en una unidad común de superficie física nos brinda la oportunidad de compararla con la superficie productiva de la Tierra -y, por ende, tener una sensación de cuán sustentables somos.
Desafortunadamente, sólo hay 13.400 millones de hectáreas disponibles. De modo que el WWF señala que ya estamos viviendo más allá de las posibilidades de la Tierra, al utilizar aproximadamente un 30% de más. Y las cosas empeorarán. Nos dicen que la reciente crisis financiera “empalidece en comparación con la amenazadora crisis crediticia ecológica”, que podría presagiar “un colapso de gran escala del ecosistema”.
Este mensaje se está machacando en la conciencia pública. El periódico británico The Observer utilizó el titular “Se busca: nueva Tierra para 2050”; de acuerdo con la BBC, la Tierra “va camino a una crisis ecológica”; y The Washington Post se horrorizó por los cuatro planetas extra que se necesitan, y nos instó a usar más bolsas de tela y lamparillas que ahorren consumo de energía.
El mensaje fue recibido de manera fuerte y clara. Estamos utilizando superficie del planeta de más. Pero, aguarden un minuto. ¿Cómo es posible hacerlo? ¿Cómo podemos, en realidad, usar más superficie de la que existe en la Tierra?
Obviamente, cualquier medición que intente sumar muchos aspectos diferentes del comportamiento humano tendrá que simplificar las entradas; la huella ecológica no es diferente. Por ejemplo, cuando decimos que los estilos de vida norteamericanos necesitan cinco planetas, suponemos que la tecnología está congelada, mientras que es probable que la productividad en el uso de la tierra a nivel mundial aumente dramáticamente. De la misma manera, la agricultura orgánica en realidad deja una huella más grande que su prima convencional.
Sin embargo, a pesar de este tipo de deficiencias, es evidente que la superficie que utilizamos para caminos no se puede usar para sembrar alimentos, y que las áreas que utilizamos para construir nuestras casas son a costa de los bosques. Esta parte de la huella ecológica es una medición conveniente para nuestra huella literal en la Tierra. Aquí, vivimos dentro de la superficie disponible, utilizando aproximadamente el 60% del espacio disponible del mundo, y esta proporción probablemente disminuya, porque la tasa a la que está creciendo actualmente la población de la Tierra se está desacelerando, mientras que el progreso tecnológico continúa. De manera que no estamos aquí frente a ningún colapso ecológico.
Existe sólo un factor que sigue aumentando: nuestras emisiones de carbono. No es del todo obvio saber cómo convertir CO2 a superficie. El WWF y algunos investigadores optan por definir la superficie de las emisiones como la superficie de bosques necesaria para absorber el CO2 extra. Eso ahora corresponde a más del 50% de la huella ecológica, y aumentará a las dos terceras partes antes de mediados de siglo.
En esencia, nos dicen que deberíamos reducir las emisiones a cero, y plantar árboles para lograr ese objetivo, lo que significa que tendríamos que plantar bosques hoy en el 30% más que toda la tierra disponible, y plantar bosques en casi dos planetas para 2030. Es algo irrazonable.
¿Es realmente necesario que reduzcamos todas las emisiones? Con recortar más o menos la mitad de todas las emisiones reduciríamos las concentraciones de gases de tipo invernadero en el mediano plazo. Más importante aún, plantar bosques es una de las maneras menos tecnológicamente intensivas y eficientes en términos de superficie para reducir el carbono. Las células solares y las turbinas eólicas requieren menos del 1% de la superficie de bosques para reducir el CO2, son cada vez más eficientes y muchas veces pueden ubicarse en tierras no productivas (como las turbinas eólicas en el mar y los paneles solares en los desiertos). Medida de esta manera, la temible crisis ecológica desaparece.
Gracias a la tecnología, la demanda individual en el planeta ya cayó el 35% en los últimos cinco años, y el requerimiento colectivo alcanzará su límite máximo antes de 2020 sin que aumente después.
Traducir el CO2 en una medición ilógica e ineficiente de superficie de bosques parece destinado principalmente a asegurar que se genere un mensaje de alerta. En la literatura científica, un modelador destacado reconoce que la mayoría de los modeladores consideran este método como “difícil de defender”. Otros dos equipos de investigación han señalado que la huella ecológica en sí misma “no es nada más que un dispositivo importante para llamar la atención”, y que “no es tanto una medición científica como medición destinada a aumentar la conciencia pública e influir en las políticas”.
Cuando realmente examinamos los cálculos de la «huella ecológica», descubrimos que lo único que se está agotando en el mundo es el espacio para plantar una cantidad colosal de bosques imaginarios que no se habrían plantado de todas maneras, para evitar emisiones de CO2 que podemos prevenir a través de medidas mucho más inteligentes y más económicas.
Que nuestro consumo despilfarrador requiera cinco planetas es una historia pegadiza, pero errónea. El planeta que tenemos es más que suficiente.
El presente es un extracto del artículo «La Tierra Alcanza» de Bjorn Lomborg. El autor, director del Copenhagen Consensus Center, es profesor adjunto en la Escuela de Negocios de Copenhague y autor de The Skeptical Environmentalist y Cool It: The Skeptical Environmentalist’s Guide to Global Warming.
Copyright: Project Syndicate, 2009.