Desde hace años los europeos discuten como mejorar su sistema de educación superior. Una primera constatación de los problemas por los que pasaban fue el ver como sus mejores alumnos y científicos migraban a los Estados Unidos de Norteamérica para estudiar y trabajar. Los franceses no entendían porque sus universidades eran menos atractivas que las inglesas, si ellas eran buenas y más baratas que las de sus vecinos de las islas. Los alemanes a su vez estaban preocupados por los problemas de su sistema fundado por el gran Humbolt que comenzaba también a dar síntomas de agotamiento. Interesantes son los informes de la situación de la educación en diversos países durante fines de los 90, así como las vicisitudes del proceso de Bolonia empeñado en la creación de un espacio europeo de educación superior, que supone mayores niveles de compatibilidad entre los sistemas nacionales.
Es interesante también leer en el informe Browne (Securing a sustainable future for Higher Education; 2009, 64 p.)cómo fue cambiando el sistema de educación superior en el Reino Unido durante la segunda mitad del siglo XX, la forma en la que se expande luego de los años sesenta, los efectos de la reforma de la educación básica de los noventa, la conversión de institutos y escuelas técnicas en universidades. Todo este crecimiento acelerado no fue de la mano, como en muchos países, de un aumento de la inversión por estudiante, sino todo lo contrario, con los consecuentes efectos sobre la calidad. Ya el informe Dearing de 1997 señalaba que con los cambios ocurridos, estaba también acabando la etapa de una educación universal gratuita. Y ciertamente, la contribución de los estudiantes empieza a implementarse sin mucha claridad a fines de los 90, y recién se pone en práctica a partir de 2004.
Esta nueva reforma, se basa según señalan sus autores en seis principios:
1. La inversión en la educación superior debe aumentar, y ello supone que los estudiantes, una vez egresen compartan los beneficios que obtienen, y contribuyan a la sostenibilidad del sistema.
2. Los estudiantes deben aumentar su posibilidad de decisión respecto de su futuro, para lo cual deben acceder a una mejor información. Ellos son el corazón del sistema.
3. Todo el que tiene el potencial debe tener la oportunidad de beneficiarse de la educación superior, lo que supone que parte del flujo de fondos debe ir para garantizar que los que menos recursos tienen puedan desarrollar su potencial.
4. Ningún estudiante debería tener que pagar para sufragar los gastos de aprendizaje hasta que esté trabajando.
5. Cuando los pagos se efectúen deben ser asequibles, considerando para ello un ingreso mínimo, plazos y tasa de interés diferenciadas.
6. Debe haber un mejor apoyo a los estudiantes de tiempo parcial, que en la actualidad son el 40% de la población universitaria, para que acaben su formación lo antes posible.
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A continuación reproducimos el artículo de Manuel Burga, ex Rector de la Universidad Nacional de San Marcos, publicado en La República La República el 23-12-2010, que comenta esta propuesta.
Adiós a la vieja universidad
En realidad debería decir adiós a la vieja universidad europea. Muchos deben haber reparado en las movilizaciones de estudiantes universitarios en Londres y la agresión al automóvil donde se encontraban el príncipe Carlos y su esposa Camila. Acto inusual, pero muy frecuente en los meses pasados, en Italia, España y muchos otros países europeos. ¿Qué es lo que realmente sucede en la universidad europea, en particular en la Educación Superior (ES) británica, tan prestigiada y tan bien posicionada en los rankings internacionales? Este debería ser un tema de interés en nuestro país, para todos, si queremos encontrar una solución segura para el futuro de nuestra ES, que es el de nuestro país.
El 2009, el Primer Ministro inglés encargó a Lord John Browne hacer un estudio sobre la sostenibilidad futura del sistema de financiamiento de la ES británica. Browne reunió a un equipo de expertos, acumuló información, nacional e internacional, y pronto concluyó que el actual sistema británico, público en su casi totalidad, no tenía un futuro sustentable. El informe de este equipo, Asegurando un futuro sustentable para la Educación Superior, de 60 páginas, que se encuentra a disponibilidad de cualquier lector [AN INDEPENDENT REVIEW OF HIGHER EDUCATION & STUDENT FINANCE IN ENGLAND], propone la reducción de la inversión pública en ES y el incremento de las pensiones de 7500 a 13500 libras al año. Un informe simple, pero muy técnico y teórico. Los jóvenes de las familias menos afortunadas, con esta Reforma, pueden acudir, en adelante, a préstamos públicos para financiar sus estudios, en la universidad que ellos elijan, y luego devolverlos, cuando tengan un trabajo decente que les permite afrontar esas deudas.
Esta reforma que parece invadir Europa, paradójicamente pretende, como objetivo central, mejorar la calidad de la ES, democratizarla, volverla más competitiva, favorecer a los estudiantes a medio tiempo y aumentar la cobertura en un 10%. Una reforma, en las palabras de Lord Browne, a la que no estamos acostumbrados, que crea un sistema de regulación donde los estudiantes juegan un papel importante de agentes económicos del mercado educativo, con ojos para elegir, sin descuidar la enseñanza, la formación profesional y la investigación. Lo único que me queda claro es que esta reforma podría desaparecer los últimos vestigios de la conocida gratuidad de la ES pública en la vieja universidad británica.
Nosotros marchamos en otra dirección: se mantiene la gratuidad, paradójicamente acompañada por una reducción de la inversión estatal, sin crear ningún mecanismo efectivo de regulación, ni de fomento de la calidad. La libre elección de los estudiantes está distorsionada por que los pobres van a las públicas y las clases medias o pudientes a las privadas: el ingreso es muy difícil para los primeros y muy fácil para los segundos.
Esta reforma inglesa parte de la premisa que la ES es clave para el futuro de Inglaterra, como economía y como civilización. Por eso quizá el gobierno encargó a expertos un estudio, una propuesta de reforma, luego la sometió a las cámaras legislativas, donde, luego de un alborotado debate, contra viento y marea, fue finalmente aprobado.
¿Qué sucede en nuestro país? La Comisión de Educación del Congreso, en los últimos 10 años, brilla por su inutilidad, no ha producido ninguna idea, documento importante, ni tampoco lo ha encargado a expertos. Se ha limitado al tema político, del juego de intereses, de la elección de las autoridades, pero lo fundamental, el financiamiento, la participación del Estado, ha sido dejado de lado, porque no hay una propuesta integral y de esa manera seguimos en la ley 23733, en 1983, ya que cualquier viento renovador es detenido inmediatamente por los lobbies de las universidades empresa que penetran profundamente al Congreso y al gobierno central.