Simone Weil, Pensamiento Social y Ética desde la Espiritualidad de la Justicia
5:00 p m| 09 mar 16 (BLOGS/BV).- La historia nos reserva a veces pequeñas sorpresas a través de algunas vidas no suficientemente exploradas, que se convierten en objeto de atención para los que viven un momento diferente al suyo. Es el caso de Simone Weil, cuyo pensamiento nos llega más de un siglo después de que naciera. Además de ser una de las tres mujeres filósofas más importantes nacidas a comienzos del s. XX, junto con María Zambrano y Hannah Arendt, Simone Weil es la que estuvo más implicada en poner en práctica sus ideales de educación y de justicia para lograr una humanidad más sabia y más libre.
Weil impacta por su capacidad de sensibilidad ante el dolor de los otros y una ferviente introspección religiosa surgida en un momento de su vida: “El dolor extendido sobre la superficie del planeta me obsesiona y me aplasta hasta el punto de anular mis facultades. Y sólo puedo recuperarlas y librarme de esta obsesión si puedo compartir una parte importante de riesgo y sufrimiento”. Y como su compromiso no era sólo intelectual, murió de debilidad, o de tozudez, por empeñarse en vivir, en varios pasajes de su existencia, con lo mínimo, así como los obreros “esclavizados” o los marginados.
—————————————————————————
Simone Weil nace en 1909 en París y muere prematuramente a los 34 años. Fue una pensadora, filósofa y profesora muy significativa, una persona comprometida y entregada. Para ella, su pensamiento y experiencia-acción son inseparables. También creía que su vida y obra fueron un don o regalo inmerecido que, advertía, se podía frustrar con una existencia mediocre. Sus citas, rotundas y certeras, aparecen como referencias a su pensamiento, marcado por un itinerario vital e intelectual que se manifiesta en tres direcciones: una búsqueda continua y apasionada de la verdad, que la lleva a estudiar Filosofía y a interesarse por todas las manifestaciones religiosas; una marcada pureza natural que se asombra ante la contemplación de la belleza del mundo y del arte, en donde presiente la huella de Dios; y una vulnerabilidad ante la desgracia de las clases más desprotegidas de la sociedad, que la llevó a luchar por mejorar sus vidas.
La existencia y pensamiento de Weil gira en torno al amor y compasión, a la solidaridad y compromiso radical (profundo) con el dolor y sufrimiento de la humanidad, con los más pobres y oprimidos. Por ejemplo, con los obrero/as explotados por el capitalismo industrial. Como se observa, de forma alternativa al relativismo y a la superficialidad que rige en buena medida hoy día, ella fue una buscadora incansable de la verdad, de la belleza y del bien que la entendía como un compromiso solidario por la justicia con los oprimidos. De forma similar a la teoría crítica, por ejemplo a Adorno, Weil alienta una estética desde las víctimas de la historia que, más allá de las meras apariencias o formas superficiales, penetra en lo más hermoso y belleza profunda. Esto es, en la compasión, solidaridad y compromiso liberador con los explotados y pobres de la tierra.
Para Weil, el pensamiento, la filosofía y el conocimiento (epistemología) se realizan: desde la experiencia, corporalidad, trabajo (manual) y servicio-acción o compromiso en el mundo, practicando el amor y el bien; desde el sufrimiento y la injusticia que padecen los más oprimidos y marginados. Este pensamiento o enfoque del conocimiento, sintoniza con lo mejor de la filosofía y de las ciencias sociales contemporáneas en este campo epistemológico. De ahí que en su existencia realizara experiencias de enseñanza o formación en universidades populares y en ateneos con los obreros, experiencias de vida y trabajo en las fábricas. Para compartir la mísera vida y condiciones de los obreros, de los pobres, en una solidaridad radical (profunda).
Es la ciencia desde los crucificados de la historia, que busca el bien, la justicia, no el poder y la fuerza, más actual que nunca. Su filosofía, pensamiento y la ciencia que proponía tiene, pues, un claro carácter ético-político que, mas allá de conocer y comprender la realidad, busca transformarla desde la verdad, la belleza y el bien o la justicia. Pretende una promoción liberadora de la injusticia con los explotados y excluidos.
De esta forma, para realizar adecuadamente esta ciencia y conocimiento, frente a todo idealismo e individualismo, tiene que desaparecer mi yo y dejar manifestarse a las cosas, a la realidad y su sentido, significado o trascendencia más profunda. En línea similar a como propuso también otra gran pensadora de nuestro tiempo, María Zambrano.
Este conocimiento o compresión de la realidad, se hace desde los polos o dialéctica de la fuerza y, su consecuencia, la miseria o sufrimiento. Una fuerza o dominación que, al ejercerse, transporta a esta realidad y a las personas a una realidad violenta y sin humanidad o vida, la cosifica. Y es que Weil tiene una perspectiva humanizadora, ética-crítica de la realidad y de las ciencias humanas o sociales, muy significativa en la historia, teoría o metodología del pensamiento y ciencia social. Con una sensibilidad por el sufrimiento, que visibiliza la opresión e injusticia, fruto de la dominación y tiranía ejercidas por colectivos o estratos sociales. Es la conocida como estratificación social, con sus estructuras-sistémicas que oprimen y empobrecen a otros grupos o capas de la población, que son explotadas y marginadas.
Simone Weil nos propone una antropología dialéctica e integral, en donde la persona es, por una parte, abierta, solidaria y encarnada en el sufrimiento de los otros, de los más oprimidos, oponiéndose así al individualismo o liberalismo burgués-capitalista; y por otra, el ser humano es autónomo o independiente-crítico, en el sentido de que no deja que cualquier colectividad o sistema la quiera manipular u oprimir, frente a un colectivismo estatalista.
En el fondo de esta visión de la persona que no muestra Weil, se encuentra lo más valioso de la antropología o ciencia social actual. Las cuales nos enseñan como la persona está en relación con los otros y dinamiza o transforma la comunidad y sociedad, lo contrario de lo que nos impone el neoliberalismo y el colectivismo. Y que la sociedad, con sus estructuras y sistemas, condiciona e influye en la persona, como tampoco acepta este individualismo neo-liberal. Es una interrelación constante, permanente y transformadora entre persona y sociedad.
Su análisis y propuesta o pensamiento más social, uno de los más importante de nuestra época tal como ha observado A. Camus, se basa en identificar la especialización, la separación o primado de lo técnico-instrumental o deshumanización frente al trabajo manual o humano, como raíz de la opresión social. Un diagnostico de lo peor de la modernidad, en el que coincide, desde diferentes posiciones, con Weber, Ortega o la Escuela de Frankfurt. En este sentido, Weil propone este trabajo manual o humano, a las personas, como centro de la realidad y vida social. Una alternativa de sociedad basada en la libertad e igualdad o justicia para todos, desde la amistad. En línea parecida a lo que propuso I. Ellacuría, frente a la civilización del capital y de la riqueza, la acumulación posesiva con derroche y sin freno, la civilización del trabajo y la pobreza, la humanización, austeridad o el compartir solidario.
Weil pretende echar raíces sobre la realidad y sociedad. Ya que las personas y, en especial, los obreros, los oprimidos y excluidos se encuentran en una situación de desarraigo vital y social, les han sido arrancados o expropiados el fruto de su trabajo (bienes y recursos), su dignidad y vida. Un enraízamiento e implantación o religación con la realidad, que permita desarrollar al ser humano en todas sus posibilidades y capacidades, que posibilite soportar y resistir la expropiación o alienación a la que se ve sometido, por parte de las fuerzas o poderes.
Como se observa, con sus aciertos o luces y posibles límites, en la filosofía o pensamiento social y ético de Simone Weil, en su obra y vida, late el corazón de la mística y espiritualidad de la pobreza solidaria en la justicia liberadora con los pobres de la tierra; frente a los ídolos del poder y de la riqueza, del mercado y capital convertidos en falsos dioses. Este testimonio espiritual de Weil bebe del pozo de la fe cristiana, de Jesús Pobre y Crucificado en solidaridad liberadora con los esclavos u oprimidos de la tierra. Y se inserta en toda la historia de la santidad, del amor de una iglesia pobre en justicia con los pobres que da vida, vida digna, plena, eterna…como asimismo está enseñando y testimoniando el Papa Francisco.
Datos de vida
Simone Weil nace en 1909 en París, de familia judía, intelectual y laica: su padre era un médico famoso y su hermano mayor, André, es un matemático brillante y precoz.
En su adolescencia estudia intensamente filosofía y literatura clásica. A los 19 años ingresa, con la calificación más alta (seguida por Simone de Beauvoir) a la Ecole Normale Superiore, se gradúa a los 22 y comienza su carrera docente.
Sus estudios apasionados -y críticos- de la doctrina marxista le acarrean notoriedad, y a los 23 años es ‘transferida’ del liceo por encabezar a una demostración de obreros desempleados. Un diario conservador la apoda ‘la virgen roja’, por su extraña combinación de preocupaciones por la situación social y por la pureza y la verdad. No tiene, sin embargo, convicciones religiosas. Las disputas con los superiores de los liceos se suceden, por cuestiones políticas y metodología docente. Conoce a Trotzky, con quien discute sobre la situación rusa, Stalin, y la doctrina marxista.
A los 25 años pide una licencia y va a trabajar durante más de un año, junto a los obreros, como operaria manual en varias fábricas (Renault) (“Allí recibí la marca del esclavo”). Se acrecientan sus sufrimientos físicos (sinusitis crónica), y sus padres la llevan a Portugal, en unas breves vacaciones, para intentar recuperar su salud perdida. Allí presencia un procesión católica popular, en una aldea pobre, un noche a orillas del mar; “tuve de pronto la certeza de que el cristianismo es por excelencia la religión de los esclavos, que los esclavos no podían dejar de seguirla…y yo entre ellos”.
Después de un breve retorno a la docencia, en 1936 participa en la Guerra Civil Española, junto a grupos anarquistas. Un accidente la obliga a volver a Francia. De la guerra, le queda el sentimiento de horror por la brutalidad y el desprecio por la verdad y el bien, por ambas partes; y, posteriormente, la amistad con otro escritor francés, Georges Bernanos, que había participado en el otro bando. En 1937 visita Italia, y en una capilla de Asís se siente impulsada a arrodillarse, por primera vez en su vida.
Su salud empeora, tiene dolores de cabezas agudos y continuos. En la pascua de 1938 asiste a los oficios religiosos en la abadía de Solesmes. El cristianismo ocupa un lugar preponderante en sus pensamientos; tiene alguna experiencia mística, a la que prefiere resistir; se niega a rezar, o a considerar siquiera “la cuestión del bautismo”. Encuentra resonancias cristianas en Homero, Platón, el Bhagavat-Gita.
Es el año 1940, Hitler está en su apogeo y su condición de judía comienza a ocasionarle problemas.
En Marsella, a los 31 años, conoce al sacerdote dominico J. Perrin, quien la ayuda a encontrar trabajo manual en la granja de Gustave Thibon, escritor católico (junio de 1941). Con el p. Perrin se plantea el tema de su bautismo, pero, a pesar del aliento del sacerdote, Simone se resiste. Sus razones y sus dudas, expuestas en cartas y notas, aparecerán más tarde en los libros “Espera de Dios” y “Carta a un religioso”. Con Thibon, pese a un comienzo difícil, (“los primeros contactos fueron penosos, no coincidíamos en casi nada… yo tenía que armarme de paciencia y cortesía “, dirá él más tarde), se entabla una amistad breve, pero importante: a él confiará ella sus libros de notas, antes de partir, en mayo de 1942, a Nueva York con su familia. Thibon, por su parte, será uno de sus más fervientes admiradores (“nunca he dejado de creer en ella” … “no he encontrado jamás en un ser humano semejante familiaridad con los misterios religiosos; jamás la palabra sobrenatural me ha parecido tan llena de sentido como a su contacto” ) y quien, a su muerte, editará una compilación de sus notas, bajo el título “La gravedad y la gracia”. Este libro, junto con “Espera de Dios”, son sus obras más notables.
Simone, una vez en Nueva York, trata de unirse al movimiento de la resistencia: viaja a Londres e intenta ingresar a Francia como combatiente, pero sólo logra un puesto en la organización Francia Libre, donde redacta informes. En abril de 1943 se le diagnostica tuberculosis. En el hospital, se niega a consumir los alimentos que su estado requerían, y muere el 24 de agosto, a los 34 años. Es sepultada en Kent.
En esos momentos, es prácticamente desconocida. Pocos rastros quedan de su limitada notoriedad en la década del 30, como intelectual de izquierda. No ha publicado ningún libro y se ha mantenido apartada de los círculos literarios. Al fin de la guerra, sus amigos comienzan a editar sus escritos; además de los nombrados, se destacan “La opresión y la libertad”, escrito en 1934, notabilísima muestra de su evaluación del marxismo y su filosofía política general, de la que nunca se retractó; “Las raíces del existir”, “La fuente griega” son otras de sus obras. Desde entonces, Simone Weil ha atraído la atención de muchísimos literatos, filósofos, teólogos y sociólogos. Intelectuales como Albert Camus y T. S. Eliot le profesan una enorme admiración. Su lucidez, honestidad intelectual y desnudez espiritual constituyen una combinación rara, e inolvidable para todos los lectores, de diversas tendencias de pensamiento, que han se han alimentado de su obra.
Enlaces recomendados:
– Simone Weil, una filósofa socialmente comprometida
La filosofía de Weil es difícil de clasificar; es una buscadora insaciable de la verdad, que intuye oculta detrás de todo lo que percibe, y persigue desesperadamente la unión mística con un Dios al que se siente pertenecer, y que concibe como un Todo Único, por encima de todas las creencias. Es una autora solitaria, sin tradición ni herederos, que fue casi olvidada tras su prematura muerte, pero que hoy nos fascina por su intensa biografía, por su forma de vincular sus ideas sociales, filosóficas y místicas a sus vivencias cotidianas. Aunque nunca llegó a pertenecer a ningún partido ni a ninguna religión, pues su idea de justicia estaba siempre muy por encima de las ideologías de su tiempo y de las religiones establecidas, siempre tuvo claro su compromiso en la defensa de los derechos humanos, del derecho de todos a la educación y a una vida digna… Durante el curso 1934-35, deseosa de conocer de primera mano la realidad del mundo de los trabajadores, renuncia a su cátedra de Filosofía, en donde tenía asegurada una brillante carrera, para entrar a trabajar en una fábrica de la compañía eléctrica Alsthom. Allí experimentó, como una operaria más, las durísimas condiciones de vida de los obreros de los años treinta. Esta experiencia le produce una fuerte conmoción interior que le cambia la vida, y que la conduce a una serie de experiencias místicas que la acercarán cada vez más a la figura de Cristo, al que admira profundamente como Dios que se ofrenda por la salvación de la humanidad… (leer más)
– Simone Weil: revolucionaria y ¿santa?
Muchas personas consideran que su vida fue digna de una santa y, aunque nunca llegó a bautizarse, merece este título tanto o más que Stein. Otros no necesitan que ningún papa les certifique lo que ellos ya saben: que nos encontramos ante una de las grandes místicas de la modernidad, a la altura de Teresa de Ávila o Juana Inés de la Cruz. Pero una mística que hace tambalear nuestras concepciones habituales de la santidad con revolucionarias afirmaciones. Como cuando afirma en Carta a un religioso que su vocación “es ser cristiana fuera de la iglesia”. O que “de dos hombres sin experiencia de Dios, aquel que le niega es quizás el que está más cerca de él”… Su decisión de no pertenecer oficialmente a la Iglesia católica estaba motivada por su deseo de no separarse del destino de los desdichados: “No puedo dejar de preguntarme si no querrá Dios que existan hombres y mujeres que, entregados a Él y a Cristo, permanezcan, sin embargo, fuera de la Iglesia”… quizás Simone Weil sea el próximo filósofo que se convierta en santo: el primer santo no católico. Tal vez ella instaure una nueva santidad que esté a la altura de nuestro tiempo… (leer más)
Fuentes:
Blog Acción-formación social y ética / Hjg.com.ar / Pastoral SJ / Revista Esfinge