Avanza proceso de beatificación del obispo Enrique Angelelli

9.00 a m| 12 ago 15 (AGENCIAS/BV).- El Vaticano dio vía libre a la causa de beatificación por martirio in odium fidei (en el odio de la fe) del obispo de La Rioja (Argentina), Enrique Angelelli, asesinado por la dictadura el 4 de agosto de 1976. El pedido formal de apertura de la causa se hizo el 7 de enero por el actual obispo de La Rioja, Marcelo Colombo. Y el 21 de abril pasado el Vaticano dio su visto bueno.

Mientras eso pasaba en la Santa Sede, en Argentina la investigación judicial recibió impulso de parte del mismo Papa Francisco, que envío dos documentos secretos que resultaron un significativo aporte a la causa. Uno de los documentos es una carta de Angelelli al entonces nuncio apostólico Pío Laghi, en la que advertía que estaba siendo amenazado, y otra con el relato detallado del asesinato, el 18 de julio de 1976, de dos curas muy próximos al obispo, Gabriel Longueville y Carlos Murias.

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La historia

En 1968 monseñor Enrique Angelelli fue nombrado obispo titular de La Rioja, entonces muy ligado a las oligarquías locales, con las que pronto entró en conflicto por su decidido apoyo a los sectores populares. El 24 de marzo de 1976 llegó el golpe militar y se amplió la “guerra sucia”. Tres meses después fueron secuestrados y asesinados dos sacerdotes de la diócesis, fray Carlos de Dios Murias y el cura francés Gabriel Longueville, destinados un año antes a la parroquia campesina de Chamical (en la Provincia “La Rioja”) por monseñor Angelelli.

En 1976, ya iniciada la dictadura militar, Murias comenzó a recibir avisos y citaciones en los cuarteles, donde los soldados le explicaban que “la tuya no es la Iglesia en la que creemos”. En una de sus últimas homilías, fray Carlos de Dios Murias dijo: “Podrán callar la voz de este sacerdote. Podrán callar la voz del obispo, pero nunca podrán callar la voz del Evangelio”.

El 18 de julio, él y su compañero de parroquia fueron secuestrados de la casa de unas religiosas donde habían cenado. Unos desconocidos que portaban credenciales se presentaron diciendo pertenecer a la Policía Federal y solicitaron a los sacerdotes que los acompañaran hasta la ciudad de La Rioja. Sin embargo, en vez de conducirlos a la capital, fueron trasladados y encarcelados en la base de la Fuerza Aérea de Chamical, donde se los interrogó y torturó con alevosía antes de matarlos.

Dos días después aparecieron los cadáveres de ambos a 5 km de la ciudad de Chamical, acribillados a balazos, maniatados y con signos de haber sido brutalmente torturados. Al fraile le habían arrancado los ojos y mutilado las manos antes de morir. El 22 se tuvo el funeral, presidido por Angelelli, quien en la homilía dijo: “Es muy simple y muy difícil en la vida ser consecuente. Porque en la vida fueron consecuentes, tuvieron el privilegio y la elección de Dios de atestiguar, rubricar, lo que es ser cristiano, con su propia sangre”.

Angelelli fue asesinado dos semanas después, el 4 de agosto, en un nuevo crimen que se intentó camuflar como accidente de tránsito. Los asesinos simplemente interpusieron su vehículo al del Monseñor y lo desbarrancaron. Por entonces, en plena represión de la dictadura, solo algunos obispos excepcionales como Nevares, Novak y Hesayne, junto al premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel y Emilio Mignone, se animaron a denunciar la verdad. Recién el 19 de junio de 1986 el juez riojano Aldo Morales sentenció que efectivamente se había tratado “de un homicidio fríamente premeditado”.

El 4 de agosto de 2006, al recordarse los 30 años de su asesinato, se hicieron diversas celebraciones en la zona. El entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, estuvo allí. En este caso concreto, Bergoglio, ya Papa Francisco, ha jugado un rol muy oportuno. Sacó a la luz documentos antes secretos, que envió enseguida a la Argentina y aceleraron la condena a cadena perpetua de los dos altos mandos militares más directamente implicados: el exgeneral Luciano Benjamín Menéndez y el excomodoro Luis Fernando Estrella.

Se cumplen 39 años del asesinato de Angelelli

El homicidio de Mons. Enrique Angelelli fue recordado el 4 de agosto con una Misa en la diócesis de La Rioja , con una cascada de comentarios en las redes sociales, y artículos en los periódicos de todo Argentina.

El reconocimiento a un luchador en defensa de los pobres y a su permanente postura contra los crímenes de la dictadura militar, llegó oficialmente en 2009, al declararse por ley del Congreso Nacional Argentino al 4 de agosto “Día de la conmemoración de la obra realizada por Monseñor Enrique Angelelli” y encomendarse al Ministerio de Educación que su obra sea difundida en las escuelas.

Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923, fue ordenado sacerdote en Italia y en 1961, por decisión del Papa Juan XXIII, fue designado obispo auxiliar de Córdoba donde se formó en contacto con obreros, campesinos y marginados, en oposición a la jerarquía eclesiástica.

En 1968 fue designado por el Papa Pablo VI, titular de la diócesis de La Rioja, desde donde predicaba los principios dictados por el Concilio Vaticano II que representaba la opción por los pobres.

Un año antes, se había dado a conocer el documento en el que 18 obispos, encabezados por el brasileño Helder Cámera, donde se sentaron las bases del Movimiento de Sacerdotes el Tercer Mundo, al que Angelelli adhirió junto a Carlos Mugica, Vicente Zaspe y otros, y que denunciaba la situación de explotación en la que vivían los pueblos subdesarrollados y responsabilizaba a los países industrializados.


Última homilía del obispo Angelelli: Entierro de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias

“Mis queridos hermanos y amigos: vamos a seguir rezando, como lo venimos haciendo desde que desaparecieron nuestros hermanos sacerdotes, pastores de Jesucristo, en este noble y sufrido pueblo de Chamical, elegido y probado, señalado como fiel testigo, testimonio vivo de la muerte de estos dos hermanos. (…)

Antes de proseguir tengo que dar cumplimiento a lo que se me ha pedido, no como una cosa externa; debo comunicar a la diócesis las condolencias que hemos recibido. Una de ellas proviene de parte de todo el episcopado argentino, y me la hace llegar mi hermano, el cardenal Primatesta, presidente de la conferencia episcopal argentina. Todos los obispos hubieran deseado estar presentes, como el mismo nuncio apostólico, representante del Papa en la Argentina. Los obispos no pueden hacerlo en este día, porque la comisión ejecutiva del episcopado tiene una entrevista con el excelentísimo señor presidente de la nación.

El segundo telegrama proviene del señor nuncio apostólico del Santo Padre, monseñor Pío Laghi; y el tercero del arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zazpe. La sola lectura de estos mensajes nos habla de la adhesión de toda la Iglesia argentina, del representante del papa y de la comisión ejecutiva, y nos explican por qué no están concelebrando y presidiendo -como lo harían con gusto- esta eucaristía, en la despedida de Carlos y Gabriel.

Esto también tiene que hacernos pensar. No es algo de Chamical, no es algo de La Rioja. Es de la patria, es algo de toda la Iglesia argentina, es de todos. Yo diría: de creyentes y no creyentes. ¡Nos toca a todos! (…)

¡Cómo quisiera decir a los que les quitaron la vida, a los que prepararon el crimen, a los que lo instigaron: abran los ojos, hermanos! Si es que se dicen cristianos, ¡abran los ojos ante el sacrilegio que se ha cometido, ante el crimen que se ha cometido! (…)

Por nuestro corazón, porque llevamos en la raíz la inclinación al pecado, al mal, a veces nos convertimos a lo que es malo como si eso fuese una cosa buena. Y no nos damos cuenta de que el corazón se nos pudre, apesta, hace daño. En cambio, ¡qué estupendo es cuando el corazón humano está lleno de la palabra de Dios, lleno del Señor y de todo lo que él inspira y nosotros acogemos!

Pero los hombres llevamos todo esto en vasos de barro. ¡Miren aquí las pruebas de cómo llevamos este tesoro en vasos de barro! Somos frágiles: ¡también nos pueden quitar la vida por Jesucristo! Y nuestros cuerpos tenemos que guardarlos en una caja y hasta soldarla antes de tiempo, porque se descomponen. Y sin embargo, por pura misericordia de Dios, ellos fueron ministros de Jesucristo, pastores del Chamical. (…)

Estamos doloridos, profundamente doloridos, pero no somos locos. Porque gracias a Dios somos normales, y ¡cómo no vamos a llorar al que es carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, afecto de nuestro afecto, miembro de nuestra familia, hijo del cuerpo de Cristo, parte de su pueblo, testigo de su Iglesia! ¡Cómo no los va a llorar Chamical! (…)

La primicia de la sangre sacerdotal ha sido vertida en esta comunidad y en esta tierra de Los Llanos: véanla con ojos de fe, no la miren con ojos de rencor ni de resentimiento. Doloridos, con lágrimas, sí, pero con ojos de fe. (…)

Este pueblo, como cualquier otro del país, necesita pastores que sigan haciendo lo que Carlos y Gabriel hicieron hasta ahora, y por lo que murieron. Y también para las religiosas es una bendición su muerte. Ellos, hermanas, han entregado la vida, no por tontos, ni por cándidos, sino por la fe, por servir, por amar, para que nosotros entendamos qué es servir, qué es amar, qué es no ser tontos.

No hay ninguna página del evangelio que nos mande ser tontos. Cristo nos enseña a ser humildes como la paloma y astutos como la serpiente; nos manda tomar la cruz de cada día y seguirlo; nos manda que nos gocemos en la persecución; nos manda ser mansos de corazón, y tener alma y corazón de pobres; él nos manda buscar a los más necesitados porque son los privilegiados del Señor, y no rechazar a nadie, porque suya es la respuesta para todos los hombres y para todo hombre, aunque se quiera dudar de esta verdad. “Todo hombre es mi hermano”: esto es el evangelio, aunque se puedan mofar de él. (…)

Hermanos míos, yo los invito a que oremos por los que mataron a Carlos y a Gabriel, sin que nos interesen ni las siglas ni los nombres. Lo repito, no tenemos ni los ojos ni los oídos cerrados; tenemos la inteligencia normal de todo ser humano, o sea, que si hay que saber y podemos conseguir elementos y estar así en condiciones de informar a quien se debe, vamos a hacerlo. Pero también nos preguntamos: ¿hay acaso hermanos nuestros que pueden imaginar o pensar o programar violen­cias, y hay otros que las ejecutan? ¿Y es posible que coincidan? (…)

¡Qué difícil es ser cristiano! Porque al cristiano se le exige perdonar. Si se nos dijera: “No tenemos que perdonar; esto no es cristiano, no es siquiera humano matar sacerdotes”, responderíamos sin vacilar: el cristiano tiene que perdonar a todos. Pero otra cosa es aprobar los errores y otra aún no trabajar para evitar que estas cosas sucedan.

Pero al responsable su conciencia ha de decirle seguramente: “¡Vos lo hiciste!” Y no sé cómo puede dormir y, si está casado, cómo puede darle un beso a su mujer y a sus hijos. No lo entiendo desde la fe, y ni siquiera humanamente, en este y en otros casos… No entiendo como esos hombres pueden tomar a sus semejantes y, diciéndose cristianos, despedazarlos y triturarlos como al trigo para hacer pan, por más que esta vez les haya salido pan bendito. ¿No se acuerdan que Tertuliano dice que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos? Así, los mismos verdugos son instrumentos, en cierta manera, para el bien, para que surja una comunidad fuerte en la fe, en la esperanza y en el amor. (…)

Señor, permite a Gabriel y a Carlos que desde el cielo sacudan los corazones de sus asesinos, para que no sigan haciendo lo que están haciendo. Gabriel y Carlos: como obispo, yo tengo mucho que agradecerles a ambos. ¡Muchas gracias! Amén”.


Destacan la figura pastoral de monseñor Enrique Angelelli

Los obispos que participan de la 109ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina destacaron la figura pastoral de monseñor Enrique Angelelli, el obispo de La Rioja que entregó su vida por su fidelidad al Evangelio y al Concilio Vaticano II.

El padre Luis Liberti, de la Congregación del Verbo Divino, quien ha indagado en la vida del obispo de La Rioja muerto en 1976, trazó una semblanza que motivó el diálogo y la aportación de testimonios por parte del plenario episcopal reunido en la casa de ejercicios El Cenáculo-La Montonera, de Pilar.

“Los obispos me solicitaron dar un pantallazo sobre cómo Angelelli, en tanto pastor de la Iglesia de La Rioja, pone en práctica el Concilio”, explicó y agregó: “También abordé algunos aspectos previos de su vida, dado que la biografía de Angelelli es grande, sobre todo cuando él llega de sus estudios en Roma, por ejemplo, con respecto a la Juventud Obrera Católica, de la cual fue asesor y tuvo un cariño muy especial. Me referí además a algunos aspectos de sus intervenciones en distintos períodos del Concilio Vaticano II.”

Sobre la tarea pastoral de Angelelli, el religioso insistió en el trabajo comunitario que realizó como obispo.

“A veces tenemos la imagen de él como muy solo y no es así. Él trabaja con los sacerdotes, la vida consagrada y laical, pone en marcha el Concilio especialmente en un sentido comunitario, es una marcha eclesial, es un caminar de la Iglesia que se va convirtiendo y en ese proceso, como pastor, es él quien lleva adelante esta tarea”, precisó el padre Liberti y destacó “especialmente su cercanía y contacto con los sacerdotes, algo que ya tenía en su propia vida sacerdotal”.

Otros enlaces de interés:

Datos biográficos del obispo Angelelli (Claretianos)

Obispo Angelelli: el recuerdo, su legado y la actualidad. Una mirada filosófica

Sale a luz un nuevo libro sobre el obispo Angelelli

Enrique Angelelli: vivió y murió como Pastor


Fuentes:

AICA / Rome Reports / Religión Digital / La Razón (Bolivia) / El Historiador

Puntuación: 4.5 / Votos: 2

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