El Vaticano desaprueba nuevas ‘iglesias’ italianas
Las tres imágenes de arriba pertenecen a (1) la puerta de madera de la Basílica romana de Santa Sabina, del siglo V; (2) el interior del templo de San Esteban Rotondo en Roma, también del siglo V; y a (3) el boceto de la parroquia de Dios Padre, inaugurada en Milán en 1981. La pregunta obligatoria es: ¿los edificios modernos como el tercero de arriba están en continuidad con la tradición arquitectónica, litúrgica y teológica de la Iglesia o rompen con ella?. A continuación el artículo de Sandro Magister.
En el inicio de este año, en Roma y en Italia la polémica es explosiva y viva. Y no solamente entre los grandes especialistas. Ha entrado en escena “L’Osservatore Romano”, el diario de la Santa Sede, que en repetidas intervenciones ha criticado severamente algunos de los más celebrados ejemplos de una nueva arquitectura sacra patrocinados por el episcopado italiano.
Comenzó el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del pontificio consejo para la cultura, con una “lectio magistralis” en la facultad de arquitectura de la universidad “La Sapienza” de Roma reproducida completa por el diario vaticano del 17-18 de enero. Ravasi ha dado la estocada a las iglesias modernas “en las cuales uno se encuentra perdido como en una sala para congresos, distraídos como en un coliseo de deporte, apretados como en un gimnasio cerrado, embrutecidos como en una casa pretensiosa y vulgar”.
El 20 de enero, de nuevo en “L’Osservatore Romano”, el arquitecto Paolo Portoghesi ha puesto explícitamente en la mira las tres iglesias ganadoras del concurso nacional organizado por la conferencia episcopal italiana en el 2000, realizadas en Foligno por Massimiliano Fuksas, en Catanzaro por Alejandro Pizzolato y en Modena por Mauro Galantino.
Portoghesi es él mismo un “arquitecto star” de fama mundial: la Gran Mezquita de Roma lleva su firma. Desde hace tiempo critica algunas de las nuevas iglesias construidas por arquitectos aclamados, con la venia de la jerarquía y pregunta: “¿Donde están las santas señas que hacen reconocibles a la iglesia?”. Exteriormente – observa – ninguno, aparte de las campanas, “que sin embargo podrían encontrarse también en un municipio”.
Pero lo peor, a juicio de Portoghesi, se da durante la celebración de la misa:
“La comunidad de los fieles está dividida en dos grupos opuestos que tienen al centro un gran vacío a cuyos extremos se colocan el altar y el ambón. Los dos grupos opuestos y el vagar de los celebrantes entre los dos polos ponen en crisis no sólo la tradicional unidad de la comunidad orante sino también la que ha sido la gran conquista del Concilio Vaticano II, la imagen de asamblea del pueblo de Dios en camino. ¿Por qué se miran cara a cara? ¿Por qué no se mira, juntos, hacia los lugares fundamentales de la liturgia y la imagen de Cristo? ¿Por qué los lugares de la liturgia, el altar y el ambón, están puestos uno frente al otro en vez de estar uno al lado del otro? Aprisionados en las bancas, divididos en sectores como las cohortes de un ejército, los fieles son obligados, permaneciendo inmóviles, a cambiar la dirección de la mirada ahora a la derecha, ahora a la izquierda. La figura del Crucificado está colocada de la parte del altar y en correspondencia con el grupo de la izquierda, con la inevitable consecuencia de no ser alcanzable por la mirada de muchos de los fieles sino bajo el riesgo de sufrir una torcedura de cuello.
Portoghesi cita frases de Benedicto XVI y continua así:
“Es de esperarse que estas puntuales intervenciones de la cátedra de san Pedro hagan entender a liturgistas y arquitectos que la re-evangelización para también a través de las iglesias con la “i” minúscula y requiere ciertamente el esfuerzo creativo de la innovación, pero también una atenta consideración de la tradición, que no siempre ha sido pura conservación, sino entrega de una heredad que hay que poner a dar fruto”
Y concluye:
“La nueva iglesia de Modena es la demostración patente del hecho de que la calidad estética de la arquitectura no basta para hacer de un espacio una auténtica iglesia, un lugar en el cual los fieles sean ayudados a sentirse piedras vivas de un templo del cual Cristo es la piedra angular”.
I) A estas críticas replicaron en el “Corriere della Sera” del 8 de febrero, tanto el arquitecto Galantino, como el obispo Ernesto Mandara, responsable de las nuevas iglesias en la diócesis de Roma.
Galantino defendió sus propias decisiones arquitectónicas, sosteniendo haber querido disponer a los fieles “como en torno a la mesa, reconstruyendo idealmente la última cena”. Y recordó haber madurado sus reflexiones en los años ochenta en Milán, con el cardenal Carlo María Martini.
II) El 9 y el 10 de febrero “L’Osservatore Romano” volvió sobre el tema con dos muy entendidas intervenciones de sendos expertos, ambas orientadas a mostrar los caracteres distintivos de la tradición arquitectónica de las iglesias cristianas.
A) Maria Antonietta Crippa, profesora ordinaria de arquitectura en el Politécnico de Milán, muestra como la preeminencia dada a la arquitectura cristiana en las iglesias en forma de cruz latina se inspira tanto en el clasicismo como —sobre todo— en la visión de la Iglesia como cuerpo de Cristo, y de Cristo crucificado
B)Timothy Verdon, estadounidense, historiador del arte y sacerdote, profesor en Princeton y director de la oficina para el arte sacra de la arquidiócesis de Florencia comenta que las primeras grandes iglesias en Roma fueron construidas, en el siglo IV, precisamente asumiendo en clave cristiana dos modelos de arquitectura clásica: el longitudinal de la basílica y el circular, en planta central.
En Jerusalén, la iglesia del Santo Sepulcro edificada por el emperador Constantino asocia ambos modelos. Pero también en Roma la primera gran iglesia en planta central, la de San Esteban Rotondo del siglo V —cuyo interior se puede ver en la ilustración arriba en esta página— surge dentro de un gran patio rectangular.
En todo caso, las iglesias en planta central no están privadas de orientación, ni tanto menos hace que la asamblea de los fieles se repliegue sobre sí misma. Los fieles entran allí como en un camino de iniciación, hasta la columna de luz que está al centro del edificio y que es Cristo “lux mundi”.
Ésta es la gran tradición arquitectónica, litúrgica y teológica de las iglesias cristianas. De ayer, de hoy y de siempre.
Imágenes: (1) Basílica romana de Santa Sabina. (2) Templo de San Esteban Rotondo de Roma. (3) Parroquia Dios Padre de Milán
hola como le hago para saber si la iglesia a la que asisto pertenece a el vaticano