¿Quién no ha ido alguna vez de compras a una feria o a una plaza de pueblo, o de paseo al mercado “modelo” de una ciudad del interior del país? ¿No se siente acaso en ellas cierta mezcla de orden y desorden en el ambiente? Aunque parezca mentira, el mercado interbancario de casi todos los países, el mercado en donde los bancos se prestan dinero entre sí, no suele ser muy diferente de una de estas ferias, plazas o mercados del Perú, de Marruecos o de otros países. A pesar de las corbatas, de las elegantes oficinas y de alguna que otra jerga o tecnicismo masticado en inglés, la dinámica que subyace no es muy diferente.
Por ejemplo, en Marrakech, la capital de Marruecos, al norte de África, hay una plaza famosa llamada Plaza Jemaa el Fna. En dicha plaza durante el día hay de todo: burros, motos, bicicletas, mototaxis, encantadores de serpientes, músicos y cómicos ambulantes, pintores de tatuajes, malabaristas callejeros, comedores de vidrio, vendedores de mil y un cebos de culebra. Esta plaza, completamente vacía y sin una banca, jardín o pileta, hace de recibidor y entrada a unas calles angostas que fungen de mercados y centros de venta de todo tipo de productos de barro, cuero, madera, hierro, tela, etc. En esa plaza, cuando empieza a caer la noche se instalan muchos puestos y carretillas de comida para atender a los trabajadores que salen de los mercados y tiendas de los alrededores y a cualquier turista gastronómico atrevido. Leer más