De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el verbo “ahorrar” tiene tres significados muy importantes: (i) el reservar una parte de los ingresos ordinarios, (ii) el guardar dinero como previsión para necesidades futuras y (iii) el evitar un gasto y consumo mayor. Ciertamente el ahorrar implica cierto esfuerzo y disciplina que, en los tiempos actuales, parece algunos hemos olvidado.
Desde el punto de vista económico, el ahorro es consecuencia de la privación de un consumo en el presente para obtener un mayor consumo en el futuro. Y, lógicamente, el ahorro sólo se incentiva si el pago de intereses por postergar ese consumo iguala o excede el costo que representa para cada uno la insatisfacción de postergar dicho consumo para el futuro. Si no, ¿qué beneficio tendría dejar de comprar un pantalón hoy para comprar el mismo pantalón recién el próximo año, en caso que todas las demás circunstancias se mantengan iguales (el famoso ceteris paribus)?
No obstante, si bien a algunos les cuesta más, y a otros menos, de todos modos resulta importante destacar que, en buena cuenta, el ahorro promedio de las personas se ve fuertemente influenciado por las tasas de interés, pero por las tasas de interés reales, no por las tasas de interés nominales que no toman en cuenta a la tasa de inflación. Es decir, el nivel de ahorro es influenciado no tanto por los intereses nominales que se ganen sino por los intereses reales que son los que reflejan la mayor o menor capacidad adquisitiva que efectivamente se puede lograr ahorrando. Leer más