«Siento informarles que esta no es la película que verán.
La película que ustedes están a punto de ver es extremadamente desagradable.
Si alguien quisiera ver una película de un pequeño y feliz duendecillo, estoy seguro que aún hay algunos asientos disponibles en la Sala número dos.
Sin embargo… a los que les guste las historias de inteligente huérfanos razonablemente atractivos, misteriosos incendios, sanguijuelas carnívoras, comida italiana y organizaciones secretas… pueden quedarse.
Mientras vuelco sobre cada uno de los desdichados pasos de los niños Baudelaire.
Mi nombre es Lemony Snicket, y es mi triste deber el documentar esta historia…

Violet Baudelaire, la mayor, era una de las mejores inventoras del mundo con sólo 14 años.
Los que la conocieron bien, sabían que estaba inventando algo cuando su larga cabellera estaba recogida con una cinta.
En un mundo de objetos abandonados y desaprovechados materiales, Violet sabía que siempre había algo más.
Algo que ella pudiese transformar en casi cualquier artefacto para casi cualquier ocasión.
Y no había nadie mejor para probar sus inventos que su hermano.

Klaus Baudelaire, el hermano del medio, adoraba los libros. Mejor dicho, las cosas que aprendía gracias a los libros.
Los señores Baudelaire tenían una enorme biblioteca en su mansión.
Una habitación llena de miles de libros sobre cualquier tema, y nada le gustaba más a Klaus que pasar la tarde llenándose la cabeza con sus contenidos.
Todo lo que leía, permanecía en su memoria.

Sunny, la menor, tenía distintos intereses, le gustaba morder cosas y tenía cuatro afilados dientes.
Hubo pocas cosas a las que Sunny no le gustase morder.
Sunny estaba en la edad en la que la mayoría emite una serie de sonidos ininteligibles.
Por ejemplo, esto que probablemente significaba “Mira a esa misteriosa figura emerge de la neblina” o tal vez “Qué está haciendo un banquero como el señor Poe caminando penosamente en medio de la arena para reunirse con nosotros en la playa salada”.»
…
En Lemony Snicket’s A series of unfortunate events, guión de Daniel Handler y Robert Gordon, dirigida por Brad Silberling. Leer más
CLEO:
Venga, mi pequeño amante. Bebe por la felicidad de tu amada esposa. (Schlitzey se ríe)
ANGELINO:
¡Atención! ¡Atención! La haremos uno de nosotros. ¡Una copa de amor! ¡Una copa de amor!
Josephine-Joseph, Frances, Johnny, Koo Koo, y los otros golpean la mesa y cantan, mientras Angelino baila encima de la mesa y vierte de una botella a la “copa de amor”.
TODOS:
(Cantando) We accept her (la aceptamos)! one of us (una de nosotros)! gooble, gobble… We accept her (la aceptamos)! one of us (una de nosotros)! gooble, gobble…
(Este sonido, “gooble-gooble”, es el canto del pavo, recordemos, Hércules lo hace a continuación, que ella es llamada el “Pavo Real del Aire”)
HÉRCULES:
¡Ellos van hacerte uno de ellos, mi pavo real! (Él se ríe. Pero Cleo deja su reír y se levanta de la silla)
Angelino está caminando de un lado a otro por la mesa, ofreciendo a todos del tazón, uno por uno, “la copa de amor”. Se acerca a Cleo, bebe del tazón y después se lo ofrece a ella. Ella toma la copa en sus manos.
Fuente: www.personales.mundivia.es/freaks
Freaks, dirigida por Tod Browning (1932). Leer más
Erradicar la extrema pobreza es una utopía para muchos peruanos. La realidad de nuestro país involucra a millones de niños que crecen con un destino marcado: vivir en condiciones indignas sin ninguna necesidad básica satisfecha.
Si no podemos aceptar esta situación, entonces tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados. Somos los jóvenes, que comprometidos con la sociedad civil, tenemos la tarea de solucionar este problema y no permitir que la pobreza extrema alimente una cotidiana indiferencia. Debemos ser conscientes de lo que sucede y comprometernos a generar un cambio.
Invitamos a universitarios, familias, empresas, medios de comunicación y demás organizaciones a ser parte de Un techo para mi País (UTPMP), reconociéndole la dignidad a familias como la nuestra; mediante el apoyo, la difusión o la participación directa en construcciones de viviendas de emergencia que permitan dar el primer paso para cambiar la realidad de los asentamientos humanos.
Mayor información: www.untechoparamipais.org.pe
En vista del terremoto que sacudió nuestro país, UTPMP organiza las construcciones de viviendas de emergencias en las zonas afectadas en el sur. El fin: ayudar a las familias más afectadas que lo han perdido todo mientras el Estado inicia la reconstrucción de la zona.
Donaciones a las cuentas de Un techo para mi País mediante Scotiabank
Dólares: 000-3022961 / Soles: 000-5075955
Si tienes entre 18 a 27 años, puedes unirte a UTPMP en la construcciones los fines de semana disponibles (viernes 7 pm – domingo 11 pm).
Las inscripciones para el voluntariado pueden hacerse en la oficina en Av. Del Ejército 756, Miraflores. Más información al 441-3306. Es ahora cuando podemos ser partícipes de algún progreso. Ningún temblor, terremoto o réplica nos detendrá.
Muchas familias están sumamente desoladas por las pérdidas de sus seres queridos, sus casas y la continuidad de sus vidas. Con esto en mente, debemos estar todos dispuestos a una reconstrucción nacional.
¡PROHIBIDO DETENERSE! Leer más
Un malestar en el ojo izquierdo hace que lo frote bruscamente a pesar del ardor que provoca el hacerlo.
De pronto, me sorprende el sonido sutil del crujir de un vidrio.
Aclaro la vista… y percibo: se descuadra mi mirar. Hay una negra línea en mi pupila.
Vuelvo a frotar, el crujir anterior ahora adopta una forma más concreta. Lo siento. Siento en mis yemas el rápido desprendimiento de un pedazo del ojo.
Es extraño, aunque gelatinoso siento frágil su composición: intuyo que el astillar en su contorno excita al querer despedazar poco a poco mi ojo izquierdo.
El lugar donde debería estar aquel trozo de ojo únicamente percibo oscuridad, como si un párpado invisible ocultara mi visión.
“Mi ojo… ¡Carajo! Qué le pasa ahora”.
El craquelar se incrementa. Cual quebrada bola de cristal poco a poco los pedazos se separan: las rajaduras se intensifican.
Con los dedos los voy sacando uno tras otro, pedazo por pedazo.
La oscuridad se expande totalmente en mi ojo izquierdo. Siento en mi mano los trozos de ojo apilados sin un orden específico.
Ahora sólo tengo un ojo: puedo introducir mis dedos en el agujero que ha dejado el otro. Viscosidad.
– Peter, mira… mira mi mano -le dice Virginia.
Peter observa sin importancia la mano de su tía. La coge y no la encuentra extraña.
– ¿No te das cuenta, Peter? -le pregunta obligándole ahora a examinar la mano-, ha envejecido, está arrugada.
Peter ahora se da cuenta del punto de su tía. Es cierto, su mano está más arrugada que como la recuerda la última vez que la vio.
– Se parece a la mano de mi mamá’ -de pronto añade la tía.
Peter asiente. Le suelta la mano delicadamente y se pierde en su pensar:
Es verdad, la mano de mi abuela era muy arrugada, sin embargo su calidez estaba siempre presente, siempre ahí… para mí.
Me deslizaba sus dedos entre los cabellos, me recorrían la cabeza y terminaban en un mimo: apretaban cariñosamente mis mejillas.
Su olor, su olor era inigualable: indescriptible, indescifrable e incapturable.
Un día todo desapareció, todo aquello que la identificaba… todo. La permanente tibieza perdió su particularidad, se convirtió en otro gélido corpúsculo inorgánico más de este planeta. Fue asolador despedirme de mi abuela… para siempre.
Peter despierta y se vuelve hacia su tía. Por un instante, puede ver en ella a su abuela. Se da cuenta de lo obvio… todos pasan por lo mismo: a todos se les arruga la mano… absolutamente a todos… envejecer.
Llegará aquel momento en el cual tendré la mano más arrugada que la de mi tía, la mire y le diga a alguien: ¡Mira! Se parece a la mano de mi abuela.

Allá está parada… muy extraña ahora. Hace mucho no la vemos y está de vuelta, al parecer, de ultratumba.
En la formación matutina nos preguntamos si volvería a ser nuestra tutora.
Nos dirigimos al aula de 6º grado, la perdemos de vista entonces.
El primer día de clases usualmente suceden ciertas cosas:
* El correr por el encontrar el mejor sitio dependiendo de los que se sienten al lado.
* La distancia con la pizarra y a su vez con la puerta.
* El olor de los útiles escolares recién comprados que perfuma al aula que nos acogería por un año entero.
* El explotar de la pregunta ‘¿Qué hiciste en las vacaciones?’.
* La bienvenida a los recién añadidos al nuevo año.
De pronto, todos sentados, nos pasmamos cuando entra ella.
Ahora la vemos mejor. La extrañeza primera apuntó a su cabellera: ¡Qué extraño peinado! Todo lo demás seguía sin embargo siendo igual. Su tamaño diminuto y único, sus anteojos, su conjunto morado y su serio comportamiento.
– Quizá esa impresión fue producto de su alejamiento ¿Cómo era antes? –pienso- Su sola presencia hace callar a todos.
– ¿Qué tal hijos? Este último año vamos a ser todo lo posible para ser la mejor promoción -nos dice-. A los que no me conocen, mi nombre es la profesora Mabel Deza Arévalo, su tutora otra vez.


La profesora Mabel ha traído algo a la clase: es un celular. Ya estaba acostumbrado a los beepers, no muchos tienen celular.
Su clase de Lenguaje me gusta demasiado sin embargo suele dar sus famosos canillazos a los que no hacen la tarea y a veces ver saltar a los flojos no es agradable. Felizmente no he tenido la oportunidad de presentar mis canillas a su vara de madera.
En este instante suena el celular que está sobre el escritorio, ella lo recoge, es una llamada de su hijo, no contesta.
– Este es un celular hijos, si sus padres les compran uno, nunca lo lleven con ustedes -nos dice mientras apaga su celular-. Nunca lo pongan en sus bolsillos porque puede producir cáncer. Las ondas radiales de los celulares son muy potentes. Por eso no lo pongan al lado del corazón o de sus vientres. Mi hijo me ha regalado uno pero siempre lo tengo en mi maletín.
Muestra su celular a la clase: un Nokia pantalla verde, carcaza azul, pequeño y moderno en esta época.
La clase continúa.
– ¿Será cierto? las radiaciones pueden dañarnos si ponemos los celulares cerca de nuestro cuerpo -pienso-. ¡Claro! Podría tal vez provocar cáncer a los genitales ¡Auch!
Escribo para no perder el dictado.


Mi bolsillo tiembla. Felizmente sólo es un mensaje de texto. Cuando es una llamada directa empieza la interminable tembladera. Un mensaje provoca una sola sacudida.
El profesor de Filosofía Antigua no se va a dar cuenta si lo saco ahora.
– Es de ella. Un mensaje escrito con demasiada prisa, responderé luego, ahora estoy en clases -pienso.
Vuelvo a meter mi celular al bolsillo.


La tutora hace semanas que no viene al salón. Ha dejado de dictar las clases de Lenguaje. Al principio nos alegramos mucho, pero ahora la preocupación nos consume.
Entra y sale el conserje del salón. Día tras día.
De la nada llega: nadie la esperaba.
Es joven, clara, cabellera castaña. Se concluía, era su primera vez enseñando.
– Hola soy su profesora de reemplazo, me llamo Nyria -empieza diciéndonos y continúa-. Su tutora Mabel no se encuentra muy bien de salud y la suplantaré hasta que se recupere.
– Se parece a mi mamá –me digo.
– Quisiera que todo salga bien estos días. Voy a dictarles Lenguaje -ella continúa-. Saquen sus cuadernos.
Nadie dice algo. Todos sacan sus cuadernos.
El dictado empieza. Las trabas son demasiado distantes pero ahí están. Tratamos de entenderla.
El recreo llega. Algunas alumnas se quedan en el aula para hablar con la profesora. Parece que han quedado embobadas con su personalidad y su juventud.
En el patio principal nos reunimos para conversar sobre la profesora Nyria:
– Oye has visto que joven.
– Sí, es demasiado joven ¿Será buena?
– Tiene cara de buena. Me cae bien.
– Parece que no tiene mucho carácter ¡Ya perdió!
– Pero… ¿Qué le habrá pasado a la profesora Mabel para que venga un reemplazo?
– No sé pero ya no podíamos perder más clases. Era lógico que traigan a otra profe’.
– ¿Y será nuestra tutora también?
– No creo.
– Se parece a mi mamá.


La profesora Nyria hace unos meses que ya es nuestra tutora. Manda a un alumno a traer el control remoto de la televisión.
Ahora voy a mostrarles un video de como es un reportaje -nos dice.
Saca una cinta de video de su bolso y lo pone en el reproductor de VHS.
Cuadra el inicio y empieza la reproducción: es el estudio de televisión de Red Global canal 13, el programa de las noticias.
El señor del video empieza a hablar sobre una noticia que no parecía muy reciente. Luego del reportaje de la noticia sale una chicha muy bien vestida presentando la siguiente nota.
Se murmura:
– Es ella – no ¡no es ella! – Sí es – ¿Es ella? – ¡Mira se ve más joven!
La tutora nos calla.
Efectivamente es la profesora Nyria la que daba las noticias. Se veía más lozana en la televisión. Ahora está más ojerosa, incluso más de como cuando llegó.
– Con que trabajaba en el canal 13 ¡Qué chévere! -me digo.
Algunos se aburren del noticiero y prefieren conversar. Otros muy aparentemente atentos escuchan cada noticia.
Termina la clase. Saca la cinta.
– Se ha pasado toda la clase con ese video. Qué feo -dice una compañera.
Más tarde recibirá una queja por parte de la mamá de esa compañera: ¿Cómo es posible que en vez de clases vean un noticiero?
– Este año aún hay padres de familia que revisan los cuadernos a sus hijos: ¿Hay tarea? ¿Te la hago? Seguro molestarán con este descuido de la tutora -pienso-. Ya lo han hecho una vez con el profesor de Computación, por qué no lo harían con ella.


Se ha oído que la tutora Nyria se ha quejado con el padre director por un alumno cuya malcriadez es incontrolable.
A estas alturas la profesora Mabel hubiera agarrado a mil canillazos a este grosero.
Pero sabemos que la profesora Nyria es más dócil e incapaz de pegarnos, por eso aprovechan algunos para hacer de las suyas.
– Se equivocó al ser nuestra tutora. Yo la quiero como profesora: es tan buena, amable y bonita. Pero sé que los más laberintosos del salón la botarán del cargo o quizás… del colegio -pienso.
Los padres han visto su debilidad. También se la han agarrado con ella. Toman de excusa el comportamiento de los niños para culparla como irresponsable.
Ella no se merece esto.


La profesora Nyria renunció de la noche a la mañana. Algunos dicen, con lágrimas en los ojos. No se despidió de nosotros.


Tenemos que arreglar este periódico mural para hoy día.
Felizmente cuento con la ayuda de Allison y Estefanía, siempre tan cumplidas. Acá vienen otros compañeros a ayudarnos. Va a quedar muy bonito todo esto.
– La otra vez mi mamá me dijo qué tenía la profesora y por qué faltó casi 2 años.
– ¿Qué tenía?
– Tenía cáncer y estaba malísima por la edad.
– ¿Qué?
– ¡Sí! ¿No le has visto? ese no es su pelo de verdad, usa peluca hasta que le crezca otra vez.
– ¿Qué?
– A su… pobrecita. Debe ser por ese tratamiento que hace perder todo el cabello.
– Yo sí me he fijado. Tienes razón.
– Y ha vuelto para ser nuestra tutora. Quiere acabar con nosotros de una vez.
– Acabar la primaria. Ya estamos en 6º grado y no ha podido terminar de ser nuestra tutora en un año desde 4º. Se lo merece.
– ¿Ya vas a acabar de recortar las letras de Deportes?
– Espera.


Ella está adelante, sentada en esa banquilla. Con ese conjunto morado del primer día de clases. Tenemos que tomarnos la foto conjunta anual.
Dentro de poco terminaremos la primaria. El tiempo ha pasado volando. Vuelvo a la profesora Mabel. De acá se nota: el peluquín, demasiado perfecto como para ser pelo de verdad.
– El flash nos retratará para toda la vida. ¡Ya quiero ver el anuario! -me digo.
Nos dirigimos al aula otra vez.
Se acaba 6º grado. Se acaba nuestra primaria.


Revuelvo entre mis cosas para arreglar mi cuarto. Encuentro el anuario de 6º grado.
El título: Promoción Sagrado Corazón de Jesús 2000. Abro para recordar aquellos alumnos.
Esas caras: no detengo mi reír.
Es tan hilarante comparar aquellos rostros con los actuales.
– ¡Ahí estoy! Tenía cara de buen chico -me digo mientras me señalo.
Acá aparecen algunas personas que no terminaron el colegio con nosotros.
– Esos tamaños. Qué impresionante. Esas poses son únicas. Esto vale oro -paso de uno a otro compañero.
Me llama la atención alguien en especial. Detengo mi dedo sobre un punto: Mabel Deza Arévalo, nuestra tutora, una gran mujer.
* * *
El día del concurso había llegado. Nos sentaron en unos escritorios a manera grupal por secciones.
La primera ronda se dio por puntaje acumulativo. Sin prisa, sin alteración. Todo normal.
Las preguntas no resultaron excesivamente difíciles.
Nuestra sección llegó a la segunda ronda.
Desde la puerta, algunas voces de ayer nos alentaban. Apostaban nuestro triunfo.
En la segunda y final ronda las cosas fueron más complicadas. Era eliminatorio, un todo contra todo.
Las preguntas eran entregadas al mismo tiempo a todos los equipos, las respuestas correctas eran las que validaba la estancia en la competencia.
Uno por uno, fueron acortándose el número de miembros de aquel salón.
Poco a poco, lentamente, sólo quedaron tres secciones en competencia.
Las voces seguían afuera expectantes de todo. Felices tras ver los rostros derrotados de las otras secciones.
– Te juro que si quedamos en primer puesto, alabaré a Miguel Grau toda mi vida. Escribiré sobre él -una voz decía en broma.
– Shhhhhh! Nadie debe saber. Pero ya está predicho: vamos a ganar.
Concentración total. El aula de la competencia se cargó con un ambiente demasiado ardiente.
Quedamos dos secciones: 5º año de secundaria, bicampeón consecutivo y 3º año de secundaria, nosotros.
Las preguntas se tornaron complicadas en un abrir y cerrar de ojos.
Ninguno daba su brazo a torcer. Respuesta correcta tras otra respuesta correcta: la suerte estaba con nosotros.
De pronto. Uno de los dos salones falló. Un error mínimo. Descalificación.
El veredicto se dijo: “Campeón del concurso de conocimientos, 5º año de secundaria”.
Habíamos perdido. Segundo Puesto, eso nos quedó, segundo puesto.
Revisábamos la pregunta, debía tener alguna falla. ¿La respuesta era la errónea? ¿Qué ocurrió?
Nos rendimos. 5º año se lo merecía, además sería su último año en el colegio.
– Bien hecho muchachos -nuestras voces desilusionadas felicitaron a los ganadores.
Al salir nos encontramos con las voces de anoche. Nos comprendieron.
– Perdimos -dijo una voz inconforme-. Todo por culpa de esa pregunta.
– ¡No se preocupen! Quedamos segundos -reconfortó alguna voz-. Eso nos da demasiado puntaje en los juegos florales este año. El próximo año campeonaremos.
– Qué raro -dijo la voz creadora del aparato-. Ayer Grau nos dijo que íbamos a ganar.
– Muy extraño -otra voz ajena al concurso pero cercana al juego.
Esa noche, luego del concurso, apareció la duda: todas esas voces en quién creyeron más ¿en nosotros o en Miguel Grau?
Yo no mudo, creí completamente a Miguel Grau.

Era una tarde en las afueras del colegio. Nuestras voces se encontraban aún con uniforme a pesar de la avanzada hora extra-escolar, el motivo fue un prolongado estudio grupal previo al concurso de conocimientos del día siguiente del cual éramos partícipes representando a la sección.
Una voz nos llamó, se trataba de un juego algo peligroso. Un oráculo. Nos dirigimos al origen aún sabiendo lo que ocurriría si alguien se enteraba de nuestra aventura: expulsión inmediata, por algo estábamos en un colegio católico.
La voz inicial se perdió con otras voces de compañeros sin uniformes. La intriga nos llevó a la casa del pata que más cerca vivía del colegio.
En su puerta se escuchó débilmente:
– Eso está mal -una voz precavida como para apaciguar el ansía de las otras voces.
Nadie hizo caso a aquella voz. Ese mismo día, más temprano habían estado jugando a lo mismo en la casa de otro pata.
El dueño de la casa en la que nos encontrábamos dudaba en dejarnos jugar ahí o botarnos.
Otra voz armó el escenario del juego.
– ¿Ahora a quién le preguntamos? –dirigiéndose a nosotros mientras señalaba el busto de cada personaje en la lámina escolar ¿Alfonso Ugarte? ¿Miguel Grau? ¿Francisco Bolognesi?
– ¡Miguel Grau! -saltó otra voz apuntando al caballero de los mares- Tiene cara de buena gente. No creo que se enoje si lo molestamos.
– Miguel Grau será entonces -la primera voz dijo cortando con una tijera la figurilla.
Luego empezó a construir el aparato. Introdujo la laminilla a la mitad del libro antiguo marrón y enredándolo con una pita cuyo extremo tenía fija un lapicero enrollado, suspendió el libro mientras sujetaba ambas puntas del lapicero con los dedos índices.
– Alguien tiene que sostener esto. El mismo que hace las preguntas no puede tenerlo. ¡Tú! -dijo la voz rechazando el artefacto y queriéndose otorgar a una nueva voz, esta era brusca, tosca y áspera.
– ¿Yo? -se señaló la otra voz- Ya, está bien, pero si noto algo raro lo suelto.
– Chévere -dijo la primera voz mientras soltaba su creación. Ahora presta a las demás voces silenciadas por la extrañeza-. Ya saben, si el libro dobla a la derecha es sí, y si dobla a la izquierda no.
De pronto, nos vimos, estábamos listos para empezar y nuestras voces se miraban en un círculo cerrado de más o menos 11 personas. Caímos que ya estábamos adentro, no había salida. Sabíamos ahora del serio riesgo. Si pasaba un profesor por ahí todos caíamos. Todos. Sin decirnos nada, empezamos.
– ¿Quién hace la primera pregunta? -dijo la experta voz.
– ¡Al toque! -se mostraba el malestar en la voz anfitriona.
De repente una lluvia de preguntas obvias, por la pubertad, saltaron sobre la voz que sostenía el oráculo:
– ¿A fulano le gusta mengano? -dijo una voz nueva- es sólo para comprobar.
– ¿A mengano le gusta sultano? -cierta voz se sonrojó a su lado.
– ¿Me casaré a los 40 años? -otra voz pregunta luego de contestada la anterior.
– ¿Tendré hijos? -y otra voz.
Luego de satisfacer a nosotros mismos con más respuestas, llegamos atribuirle veracidad el aparato. Miguel Grau el infalible.
– Ellos pueden ver el pasado y el futuro. No les preguntamos a ellos. Les preguntamos a sus almas -la voz creativa nos aclara sobre los otros bustos en la lámina.
Luego de un susto por parte de la voz que sostiene el libro [creyó en algún instante que le pasó electricidad de ningún origen visible] las preguntas parecían agotadas.
– ¿Qué más nos queda por preguntar? -una voz agotadas de ideas.
Luego aparece. La pregunta que todos han estado esperando. Felizmente sería aclarada. No más intrigas. No más espera ¿Para qué esperar teniendo este poder?
– Preguntemos si ganaremos el concurso de conocimientos mañana -una voz aportó.
– ¡Sí! tienes razón -las demás voces lo apoyan.
– Pero no preguntemos de una si vamos a ganar -la voz creativa dijo-. Para que haya más suspenso preguntemos así…
Empezó con sus preguntas. Todos atentos al movimiento del libro:
– ¿Miguel Grau, dinos, vamos a quedar en quinto puesto mañana en el concurso de conocimientos? -dirigiéndose al libro.
Algo en el aire lo llevó a la izquierda. Gritos callados saltaron a un lado. Volvieron a callarse para continuar con las preguntas:
– ¿Quedaremos en cuarto puesto mañana en el concurso de conocimientos?
Volvió a doblar a la izquierda. Otra vez una alegría nos envolvió. Al menos quedaríamos entre los tres primeros puestos.
– ¿Miguel Grau, quedaremos en tercer puesto?
Giró nuevamente a la izquierda. Parecía que el libro se estaba cansando de las preguntas.
– ¡Pregúntale de una vez si vamos a quedar primeros para ahorrarnos respuestas! -añadieron ciertas voces.
– Miguel Grau -continuó la voz- ¿Quedaremos en primer puesto mañana en el concurso de conocimientos?
El libro demoró en su respuesta más que lo usual. Fue un momento desesperante. Todos en silencio esperando la respuesta. Algunas voces cruzaban los dedos.
Finalmente giró a la derecha.
Se rompió la ronda en manifiesto de alegría. Saltaron de sus lugares. Ganaríamos. La voz que hacía las preguntas nos calló.
– Gracias Miguel Grau.
Percatamos la hora, era tardísimo. Decidimos retornar a nuestras casas manteniendo todo lo ocurrido esa noche como secreto. Una experiencia inolvidable, las voces sonreían alejándose.
* * *
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