Durante el proceso electoral de 2001 se volvió a discutir la idea generalizada de que el otorgamiento de crédito bancario era la gran solución para los problemas del agro y por ello, se dijo, que se necesitaba de un banco agrario. La idea era positiva en la medida que dicha nueva entidad financiera pudiera colaborar con el desarrollo de las zonas rurales que eran las más pobres y deprimidas del país o que fomentara aquella agricultura que estuviera destinada a la exportación.
Sin embargo, la mayoría de las ideas planteadas eran poco realistas porque en primer lugar, primaban los objetivos políticos sobre los criterios técnicos y en segundo lugar, afirmaban que el agro no progresaba solo porque no tenía acceso al crédito de la banca comercial. El primer argumento (los criterios técnicos debían primar sobre los criterios políticos) no requería de mayor sustento, pero el segundo argumento (el crédito es la solución y por ello se necesita de un banco agrario) era falaz porque asumía implícitamente que los pocos afortunados que sí tenían acceso al crédito habían progresado o podían progresar o, en el peor de los casos, se encontraban en esos años igual que el resto de la economía luego de casi 4 años de recesión continua.