¿EN QUÉ SE DIFERENCIA LA ‘ECONOMÍA ECOLÓGICA’ DE LA ‘ECONOMÍA’?

Una de las principales sorpresas que se puede llevar alguien que se pone a estudiar economía, en serio, es que, a diferencia de las matemáticas o de la física, no todo el campo de estudio de la economía es científico, es decir, no todo es susceptible de experimentación y comprobación. En gran medida esto es así porque suele ser imposible replicar (detener y retroceder) la evolución de la realidad humana, pero también porque hay límites éticos a la experimentación con seres humanos.

No obstante, aun cuando hablemos de la parte científica, otra de las grandes sorpresas que se pueden obtener al estudiar economía es que no sólo hay una ‘ciencia económica’, sino que hay varias ‘ciencias económicas’. ¿Cómo así? Es que lo que solemos reconocer actualmente como ‘economía’, o a veces también llamada ‘economía ambiental’ cuando solo se habla de recursos naturales y medioambiente, en realidad antes era conocida como ‘economía neoclásica’ y su enfoque teórico es diferente, por ejemplo, del de la ‘economía ecológica’.

Por ejemplo, la visión básica del modelo económico neoclásico es mecánica, estática y donde los atomizados gustos y preferencias individuales se toman como dados y son considerados la fuerza dominante en la economía. Desde este enfoque, el medioambiente es visto esencialmente como ilimitado, gracias al progreso técnico y a una sustituibilidad infinita. Esto hace que su horizonte de planeamiento fluctúe usualmente entre 1 a 4 años y solo excepcionalmente hasta 50 años.

En cambio, la visión básica del modelo de economía ecológica es dinámica, sistémica y además evoluciona con las preferencias humanas, su entendimiento, tecnología y organización para reflejar una amplia gama de oportunidades y restricciones ecológicas. De esta manera, los humanos son responsables de comprender su papel dentro de un sistema mayor que el meramente económico y de gestionar su sostenibilidad. Por ello, su horizonte de planeamiento es multiescala: algunas cosas por días y otras por miles de millones de años.

Estas diferentes visiones tienen su correlato en diferentes metas de política económica desde el gobierno. Para la economía neoclásica todo el crecimiento económico se refleja en la medición de Producto Interno Bruto (PIB), pues, se asume que el crecimiento permitirá en última instancia la solución de todos los otros problemas. Más crecimiento siempre será ‘mejor’, pues se asume que más beneficios para cada empresa y más utilidades para cada persona conllevan automáticamente a más bienestar agregado. Las externalidades positivas y negativas, en el fondo, son ignoradas.

En cambio, para la economía ecológica más no significa mejor. Así, resalta que hay que enfocarse en el desarrollo en lugar del crecimiento para incrementar el bienestar humano de manera sostenible. Por ello, reconoce que el crecimiento tiene un negativo impacto en muchos aspectos no contabilizados por el PIB, debiendo usarse otros indicadores. En consecuencia,  las metas individuales (¿egoístas?) de las empresas y las personas deberían ser ajustadas para reflejar las metas agregadas. Esto implica que la organización social y las instituciones culturales a alto nivel jerárquico espacial y temporal deberían moderar los conflictos producidos por la persecución miope de metas individuales.

Otra diferencia se encuentra en los marcos espaciales que usan. El modelo de la economía neoclásica (que incluye a la economía ambiental) parte de lo local a lo internacional. El marco espacial se mantiene invariante ante el incremento de escala espacial, desde los individuos hasta las empresas y los países. En cambio, en el modelo de la economía ecológica el marco espacial va de lo local a lo global bajo una jerarquía de escalas. Y no solo incluye a los seres humanos, sino a las interconexiones que los seres humanos tienen con el resto de la naturaleza.

En lo que se refiere a la distribución y a la pobreza, ambas ciencias también difieren. El modelo neoclásico discursivamente dice tomarlas en cuenta, pero en realidad relega el tema a la política, a los políticos y al “chorreo” desde los sectores de mayores ingresos hacia los de menores ingresos, ‘como si una marea alta fuera a levantar todos los barcos, grandes y pequeños’. En cambio, en el modelo de economía ecológica este tema es la preocupación esencial, dado que afecta directamente la calidad de vida y el capital social: ‘una marea que sube muy rápido solo levanta a los yates, pero inunda a las embarcaciones pequeñas’.

En lo que se refiere a eficiencia y asignación hay más coincidencias. Para la economía neoclásica el tema es de preocupación fundamental, pero generalmente solo incluye bienes y servicios mercantilizables, es decir, los incluidos en el PIB y las instituciones de mercado. Para la economía ecológica el tema también es de preocupación fundamental, pero incluyendo tanto bienes y servicios mercantilizables como no mercantilizables, así como sus respectivas externalidades positivas y negativas. De hecho, se enfatiza la necesidad de incorporar el valor del capital natural y el capital social para alcanzar una verdadera eficiencia distributiva.

En lo que se refiere a derechos de propiedad también hay divergencias. La economía neoclásica solo enfatiza la propiedad privada y los mercados convencionales. En cambio, la economía ecológica enfatiza un balance de derechos de propiedad, regímenes de apropiación de la naturaleza y escala del sistema ecológico, vinculándolos a derechos y responsabilidades e incluyendo un mayor papel para las instituciones de propiedad común.

Finalmente, también se presentan divergencias en cuando al rol del gobierno. Para los economistas neoclásicos la intervención del gobierno debe ser minimizada y reemplazada con instituciones privadas y de mercado. Su principio básico de gobernanza es el capitalismo de libre mercado, el del ‘dejar hacer y dejar pasar’. Para los economistas ecológicos, en cambio, el gobierno juega un rol central, incluyendo nuevas funciones como árbitro, facilitador y agente en un nuevo conjunto de instituciones a cargo de los bienes comunes. Su principio básico de gobernanza son los 6 principios de Lisboa para la sostenibilidad de los oocéanos.

Por consiguiente, se puede verificar que la economía vigente, es decir, la economía neoclásica (que incluye a la economía ambiental), tiene una postura académica mono-disciplinaria, enfocada en herramientas matemáticas que son muy optimistas respecto del progreso técnico. Esto explica su despreocupación frente a los problemas de contaminación, depredación, pérdida de biodiversidad, etc. En pocas palabras, solo le interesa que el PIB siga creciendo. En el otro extremo, la postura académica de la economía ecológica es pluralista y transdisciplinaria, enfocada en problemas y prudentemente escéptica respecto del progreso técnico. Esto explica su preocupación no solo por la parte social (desigualdad) sino por la parte ecológica (sostenibilidad), es decir, por el bienestar de toda la generación actual y también el de las generaciones futuras.

 

Nota: Se han usado extractos parciales adaptados de la presentación de Hernández-Blanco, Marcello (2020). Introducción a la economía ecológica (recuperado de https://youtu.be/W87GXp5N-uE).

Puntuación: 5 / Votos: 1

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *