Una excandidata presidencial dijo no hace tanto que su partido no pidió ni recibió dinero de parte de una empresa corruptora para su campaña electoral. Sin embargo, reconoció que en su partido necesitaban hacer unas encuestas y que su ex colaborador le dijo que de eso él se ocuparía y así lo hizo. Además, ella reconoció que el ex colaborador, al final, sí se lo pidió a dicha empresa corruptora. Así, si el dinero lo pidió él, lo recibió él, lo gastó él y, al final, no rindió cuentas él, ¿podría entonces afirmarse que la “donación” no entró a su partido, que no lo benefició, o que en el peor de los casos debió registrarse simplemente como “donación” del ex colaborador?
De manera general, una rendición de cuentas es el proceso mediante el cual el responsable de alguna institución, o a quien se le haya asignado alguna responsabilidad en particular, informa sobre el uso de fondos, bienes y demás poderes económico-financieros que le hayan sido encargados, así como del resultado de su gestión. Por tanto, esto incluye el informar sobre el logro de objetivos y metas establecidos para la institución y la eficacia y nivel de riesgo con los que se lograron. Es decir, solo rinde cuentas quien actúa en nombre o en representación de un tercero. En este caso, en nombre de quien pide, recibe y gasta las donaciones. Por eso, no hay una donación del ex colaborador, pues, él fue solo un agente, lo que consiguió lo hizo en nombre de un tercero.
Pero también destaca la falta de una oportuna y transparente rendición de cuentas pedida al ex colaborador por su institución (¿cómo será su sistema de control interno en particular y de gestión del riesgo en general?). Y es precisamente esta falta la que, a su vez, le dio un tremendo margen de discrecionalidad para actuar por cuenta propia (¿acaso autonomía?). Justo la oportunidad que necesita la corrupción. Un acto de corrupción no es sino el abuso de poder en cualquier institución con el propósito de obtener para sí, o para terceros, un beneficio indebido.
Así, el ex colaborador podría haber recibido la donación que dijo que recibió, pero también podría haber recibido más. La donación podría haberla recibido para contratar a las encuestadoras más reconocidas. O tal vez “le hayan” autorizado para que él contrate a las que “le parecieran” más adecuadas. Sin embargo, también podría haber utilizado la donación para contratar a las que ofrecieran alguna forma de “retribución” por ser contratadas. ¿Acaso en su institución le dieron un poder tan amplio como para actuar así? ¿O acaso a su institución solo le puede importar cumplir con sus objetivos y metas, sin importar cómo ni a qué precio?
En la teoría, una donación es algo que se da a alguien, de forma voluntaria y sin esperar premio ni recompensa alguna, especialmente cuando se trata de algo de valor. Es decir, la donación debiera tener un fin altruista: servir constructivamente a otros a costa de un sacrificio personal. Pero en la práctica, muchas veces se hacen donaciones con ciertos objetivos: apoyar determinados causas, favorecer ciertas conductas, etc. Y ahí es cuando las cosas se pueden empezar a pervertir. Pues, las donaciones pueden empezar a perder su carácter unilateral y transformarse en donaciones condicionadas, casi equivalentes a contraprestaciones: te dono, si derrotas a mi enemigo político; te dono, si contratas a éstos o a aquellos; te dono, si me dejas seguir contaminando; te dono, si luego me favoreces…
¿En cuántas otras instituciones, públicas o privadas, no se observan estas grises y perversas cercanías entre donación y corrupción? Algunas personas (¡incluso países!) se ofrecen “desinteresadamente” a organizar actividades o campañas para cumplir ciertos objetivos y metas instituciones, ya sean de carácter social, política, cultural, recreacional o incluso deportiva (¿FIFA?), buscando “donaciones” o haciendo otras colaboraciones “análogas”. Sin embargo, en realidad buscan o gastar menos de lo donado, o gastar la donación contratándose a sí mismos, o gastar favoreciendo solo a sus allegados.
Buscar autoemplearse no es algo reprobable, pero utilizar el nombre de otros, para beneficio propio, es algo muy distinto. Y la responsabilidad no es solo del que usa el nombre de otro, sino de la institución cuyo pobre gobierno corporativo permite que su nombre sea mal utilizado frente a terceros, que podrían ser verdaderos altruistas o también corruptores, puros y duros, frente a los cuales se hace de la vista gorda. No solo importan los objetivos y metas, sino sobre todo importan los medios, la forma y el fondo cómo éstos se consiguen.