¿Quién no ha ido alguna vez de compras a una feria o a una plaza de pueblo, o de paseo al mercado “modelo” de una ciudad del interior del país? ¿No se siente acaso en ellas cierta mezcla de orden y desorden en el ambiente? Aunque parezca mentira, el mercado interbancario de casi todos los países, el mercado en donde los bancos se prestan dinero entre sí, no suele ser muy diferente de una de estas ferias, plazas o mercados del Perú, de Marruecos o de otros países. A pesar de las corbatas, de las elegantes oficinas y de alguna que otra jerga o tecnicismo masticado en inglés, la dinámica que subyace no es muy diferente.
Por ejemplo, en Marrakech, la capital de Marruecos, al norte de África, hay una plaza famosa llamada Plaza Jemaa el Fna. En dicha plaza durante el día hay de todo: burros, motos, bicicletas, mototaxis, encantadores de serpientes, músicos y cómicos ambulantes, pintores de tatuajes, malabaristas callejeros, comedores de vidrio, vendedores de mil y un cebos de culebra. Esta plaza, completamente vacía y sin una banca, jardín o pileta, hace de recibidor y entrada a unas calles angostas que fungen de mercados y centros de venta de todo tipo de productos de barro, cuero, madera, hierro, tela, etc. En esa plaza, cuando empieza a caer la noche se instalan muchos puestos y carretillas de comida para atender a los trabajadores que salen de los mercados y tiendas de los alrededores y a cualquier turista gastronómico atrevido. La diaria necesidad de armar y desarmar los puestos y carretillas antes que oscurezca hace que la logística sea fundamental, del mismo modo que el abastecimiento diario de fondos de dinero es crucial entre los bancos y demás intermediarios financieros. En el caso de las carretillas marroquíes, y como en muchísimos otros casos similares en el Perú, en lugar de disponer todas las carretillas de todos los platos de comida, cada una se especializa más bien en unos pocos platos. Si algún cliente pide una sopa y el vendedor de la carretilla no la tiene, no pasa nada. Un ayudante corre a la carretilla de enfrente y la compra a bajo precio y luego la revende al cliente que lo solicitó como si fuera suya.
Con los intermediarios financieros en su mercado interbancario prácticamente pasa lo mismo. A lo largo del día, dentro de cada intermediario financiero, cada unidad de negocios (cliente) especifica sus necesidades inmediatas de fondos a sus respectivas unidades de tesorería (vendedor); sin embargo, siempre hay un desfase de liquidez. Por más que un gran equipo de expertos planifique constantemente las demandas de dinero (sopas) de las diferentes unidades, es imposible que las cuentas cuadren siempre, ni en el día, ni en la semana, ni en el mes. Son síntomas de que el negocio está vivo, que está la empresa en marcha, tomando o prestando dinero.
De igual manera que el ayudante pregunta entre las carretillas y puestos vecinos si alguno ha preparado sopa, cuando un banco tiene un déficit de liquidez acude donde los otros bancos (sus competidores) para ver si ellos tienen algún superávit de liquidez que puedan prestarle. Así, lo más típico es que, ante la necesidad de cubrir una necesidad, producto de la solicitud de un crédito inesperado por ejemplo, el equipo de tesorería del banco comience a telefonear a otras contrapartes para ver las demandas u ofertas de otras firmas. Esto se suele hacer todo el día, todos los días.
Y lo normal, como producto de un adecuado plan de liquidez, es que los tesoreros de los intermediarios financieros tengan un abanico de líneas de crédito disponibles con otros intermediarios, por lo que cada tesorero sabe a qué entidades y en qué condiciones acudir. Para hacerse una pequeña idea de los montos, en el Perú, según los estados financieros mensuales de los bancos privados de los últimos 3 años, el saldo total de préstamos interbancarios ha rondado entre S/. 175 millones y S/. 1,250 millones, con un saldo promedio de más de S/. 450 millones. La gran mayoría de ellos suelen ser préstamos a un día (conocidos como overnight), mientras que los plazos más largos suelen ser más raros.
Ahora bien, si teóricamente todos los intermediarios financieros (bancos, financieras, cajas municipales, cajas rurales y otros), privados o no, se pueden prestar entre sí con esa fluidez, ¿por qué todos, y no sólo algunos como actualmente ocurre, deberían poder acceder a todos los instrumentos monetarios del Banco Central Reserva del Perú (BCRP)? Básicamente hay dos razones. Una es por obvias cuestiones de arbitraje. En sus subastas, el BCRP ofrece fondos a una tasa de interés muy atractiva debido a que hay que constituir determinados activos en garantía como subyacente. Así, a un intermediario financiero le puede interesar tomar una posición atractiva a un mes (tomar el dinero subastado) para prestarlo a otro intermediario en el mercado interbancario, a una tasa de interés superior cuando no haya subasta.
La segunda razón para que todos los intermediarios deban poder acudir al BCRP es que los intermediarios financieros no se fían entre sí, lo que hace que escasee la financiación más allá del corto plazo. Cada banco tiene unos límites en las líneas de crédito con otras entidades. Hay ocasiones en las que, para no exceder los límites, o para mantener holgura frente a potenciales coyunturas adversas de liquidez, el banco prefiere recurrir a las subastas y facilidades del BCRP. Pero tampoco se puede descartar el natural celo entre rivales de un mismo mercado, el cual sólo es moderado cuando existe mucha efectiva competencia.
No obstante, y pese a que según la propia Constitución Política una de las funciones del BCRP es regular la moneda y el crédito de “todo” el sistema financiero, en la actualidad en el Perú no todos los intermediarios financieros tienen acceso real a todas las facilidades de liquidez del BCRP. Esto hace que de los más de 60 intermediarios financieros que hay en el mercado peruano, menos de 15 tienen acceso a todas las facilidades y, por lo tanto, se ven en posición de arbitrar a los otros más de 45 intermediarios financieros, inclusive a instituciones que, por definición, se supone que son bancos mayoristas. Justo como si la mayoría de grifos o estaciones de servicio tuvieran que comprar gasolina a una minoría de cadenas de grifos o estaciones de servicio que, a su vez, son los únicos que tienen el privilegio de comprar directamente al único distribuidor de gasolina del mercado.
Es decir, aún cuando el mercado interbancario es una entelequia que sólo existe en la imaginación de los reguladores, los defectos de la regulación financiera del mercado tienen impactos reales en su nivel de competencia. Mayores márgenes, para los pocos intermediarios que arbitran a los demás, lo cual se traduce no sólo en mayores utilidades para unos pocos (lo cual debería ser cuestionable para cualquier regulador de la competencia en el mercado), sino en mayor ineficiencia para los mercados, para los sistemas financieros y para la propia política monetaria, con todas las implicancias que ello conlleva. Y esto lo tienen cada vez más claro los reguladores monetarios de los diferentes países del mundo.
Un menor desarrollo financiero tiene como consecuencia una menor posibilidad de crecimiento económico, por la obvia menor competitividad que genera para todas las empresas y agentes del sector real, usuarias del sector financiero. La regulación que actualmente sustenta arquitectura financiera en el Perú debiera ser modificada para viabilizar y alentar una mayor transparencia y una mejor competencia en un mercado que, por definición, siempre estará regulado… como en todos los demás países del mundo.