Sobre la responsabilidad entre la población penitenciaria:

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por: Gabriel Cuba

Alumno del ciclo 2013-1

En el penal encuentras de todo; no me refiero a comodidades, a problemas personales, a cuestiones legales, o de orden institucional. Hablo de personas.

Y no me refiero a rasgos culturales, a niveles socio-económicos o tendencias políticas. Sino a la forma en que analizan el hecho que los llevó a prisión. Su propio grado de culpabilidad, su estupidez, si piensan que cometieron un error de principiante, si ya les tocaba (hay una concepción lúdica de la vida.- de acuerdo al libro Faites y Atorrantes de Pérez Guadalupe) y es justo, si merecen salir, si no merecen nada.

Todos estos elementos están presentes en las entrevistas que tuvimos; que si es bueno o malo robar, que en realidad no saben hacer otra cosa, etc. Pero siempre desde cierta calidad, cierta autoimagen de delincuentes.

Pero hay otros; para ellos el error es la causa de su condena. Aducen que estar ahí es por no saber controlarse, perder los estribos, por no responder bien alguna pregunta, por actuar condicionado por alguna circunstancia personal. No se consideran delincuentes, probablemente no lo sean, quizás reincidan, pero este primer acto es antinatural para ellos.

Tampoco son delitos menores; son asesinatos furiosos, robos con lesiones graves, funcionarios públicos en lavado de activos, tráfico de drogas. En algún caso, incluso violaciones. Lo que trato de señalar es que no es la naturaleza del delito lo que determina a la persona, sino la autoimagen generada por la comisión del ilícito; la responsabilidad frente a los actos cometidos varía el comportamiento del interno, lucha por redimirse hasta cansarse.

Ésta sensación de responsabilidad, puede reducirse con la práctica, me imagino, como los médicos cirujanos que se enfrentan a la muerte cotidianamente, o los abogados que pierden escrúpulos en el ejercicio,  defienden cualquier causa y compran las decisiones de los jueces (éstos abogados ¿se considerarán a sí mismos delincuentes?). Sin embargo está ahí, incluso entre los que se autodenominan delincuentes. Puede ser parte de una razonabilidad institucional, de una conciencia cristiana, de un interés personal por reintegrarse a la sociedad, por dejar a los niños en abandono, motivos cualquiera. Pero está ahí, recordando los efectos que tuvo su acción sobre terceros y sobre sí mismo.

Von Liszt decía que la mejor política criminal era una buena política social; en  la ejecución penal está la restricción de libertad (institucional) y no hay otra toma de responsabilidad directa frente al agraviado más que la reparación civil, que es minúscula y pocas veces se paga; eso es, al menos, lo que escuchamos durante las visitas. Por tanto, no hay una política de reinserción social; si laboral si técnica, pero no de integración a la comunidad. ¿Cómo te reintegras a la sociedad desde fuera?

A contracorriente de las leyes actuales (tuvimos un caso en el que se encarceló a alguien por 1o meses, por hurtar tres botellas de shampú) tendríamos que restringir el uso de la pena privativa de libertad -que enajena al reo del acto cometido-, y promover políticas de sanción con más énfasis en la toma de responsabilidad, quizás en espacios intermedios, quizás en nuevos espacios.

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