La medida de solo seleccionar a los docentes ubicados en el tercio superior de su promoción de estudios es sin duda una de las más polémicas del Ministerio de Educación de este régimen. Ciertamente, el país necesita atraer y retener a los mejores maestros, así como contar con mecanismos para su evaluación e incentivos. El gobierno puede creer que la política dada apunta a seleccionar a los mejores y, por ende, a mejorar la calidad educativa; más aún, si las encuestas están arrojando que un 57% de los encuestados manifiestan estar de acuerdo con dicha medida, entonces, la creencia se reafirma: es la política correcta.
Sin embargo, más allá del controvertido aspecto jurídico de la medida, o los aspectos técnicos de sus complejas implicancias, quisiera llamar la atención en los costos ideológicos de la misma desde su impacto en el magisterio peruano. Mientras que las visiones electoreras de las políticas públicas piensan sobre todo en las próximas elecciones, a su vez una visión excesivamente tecnocrática de las políticas públicas pierden de vista los costos ideológicos y su razonamiento no contempla las historias de los sujetos y los contextos.
El magisterio peruano ha sido uno de los sectores sociales con una intensa actividad ideológica donde se han ido forjando intergeneracionalmente cosmovisiones del Estado, del país y del mundo. Mi hipótesis es que hay un tercio de los docentes que han desarrollado una cosmovisión antisistémica autoritaria, alimentada desde la temprana influencia ideológica de los que a su vez fueron sus profesores en la escuela, y en las instituciones de educación superior, y, por supuesto, nutrida por los propios desaciertos que ha hecho el Estado y el mercado en diversos lugares del país. Esa cosmovisión genera un estado de ánimo en el docente, lo predispone a la crítica lapidaria frente al gobierno de turno y al Estado y a las fuerzas externas (llámese “imperialismo”, etc.), y ese es un estado de ánimo que lleva a sus clases, a sus reuniones con sus pares, a sus coordinaciones en la escuela. Hay otros dos tercios en el mundo docente que configuran visiones críticas frente al Estado, el país y el mundo pero uno de ellos más al medio, que en función a las coyunturas mira y se puede plegar más hacia un lado o hacia el otro tercio más democrático. Espero no se tome estas magnitudes de los tercios de forma matemática sino referencial.
A la luz de esta distinción sobre las tendencias ideológicas es que contemplo el riesgo de la medida dada. Indudablemente, el tercio más antisistémico tendrá un argumento de la coyuntura para reforzar en la subjetividad del docente la “naturaleza” excluyente y discriminatoria de este Estado. Para un país como el nuestro, después de haber vivido la nefasta experiencia de la violencia política, necesitamos aprender del pasado y releer aquel Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación especialmente en su análisis sobre la educación peruana.
No sólo estamos en el sector educación en una batalla entre calidad versus mediocridad, sino también entre ideologías democráticas e ideologías autoritarias.