Semanas después, él estaba ahí. Lo visité en Chiclayo. Reposaba sobre una cama, en la habitación de un hospital del Estado, Las Mercedes. Estaba acompañado de una de sus hijas. El cuerpo de Santiago Manuin Valera se recuperaba del impacto de las 8 balas que recibió.
El 5 de junio de 2009, Manuin, un respetado líder indígena awajún, hizo un último intento por evitar el fatal enfrentamiento. No sirvió. Los agentes del Estado dispararon. Y las balas a tan corta distancia siguen trayectorias rectas. Sus heridas fueron tan graves que lo dieron por muerto. Sobrevivió. “Pero el awajún no moría, y nunca murió”, son las palabras con que cierra un breve cuento de Dina Ananco. Manuin sigue aquí. Procesado por el Poder Judicial. El Estado lo acusa de ser el responsable de las muertes. Dina Ananco, awajún-wampís, es la intérprete en ese juicio.