Por: Sebastián Peredo Cárdenas
Uno de los problemas más intrigantes de la fenomenología es el problema de la mente. En particular, la experiencia del otro y cómo percibimos al otro en cuanto mente autónoma capaz de pensamiento consciente. Este problema es bastante relevante en la discusión fenomenológica si se considera el hecho de que la “mente” no es un objeto que pueda ser sometido a observación externa. ¿Es realmente posible experimentar a los otros como personas que poseen mentes propias? Vale decir, ¿experimentamos al otro como un verdadero otro?
Este problema ha sido usualmente conocido como el problema de la percepción del otro. Dado que solo podemos observar el comportamiento externo de las demás personas, la pregunta que surge es si esta observación es suficiente para poder adjudicarles la posesión de una mente pensante. El libro de Susan Bredlau, The Other in Perception (2018), sugiere que un análisis cuidadoso de esta experiencia puede revelar una respuesta positiva a esta interrogante: podemos percibir a los demás como sujetos. Los percibimos como sujetos con los que compartimos un mundo natural y cultural.
Así, Bredlau se desplaza desde la pregunta clásica por la percepción del otro y se pregunta, más allá de este dilema, sobre el rol del otro en cada momento de la percepción. En este libro el otro es descrito tanto como un contenido de la percepción como constituyente del acto mismo de la experiencia. Con el apoyo de los trabajos de Husserl, Merleau-Ponty y Russon, la autora desarrolla un modelo que describe la experiencia perceptual del otro en nuestra relación con el mundo.
Como lo hace notar Peter Antich, en su reseña a esta obra, uno de los aportes principales de Bredlau es la incorporación de las dimensiones corporales y “pre-intelectuales” que pueden ser encontradas en la experiencia de la percepción del otro. La contribución de la autora descansa en el profundo análisis que hace de la vida interpersonal en la niñez y en la sexualidad humana.
Las relaciones interpersonales en la niñez ofrecen un ejemplo paradigmático de la manera en la que nos relacionamos con los otros. Incluso durante la primera infancia, los niños no perciben al otro como una “cosa” más en el mundo, sino que lo perciben como otro que, al igual que uno, percibe y dota de significado al mundo. Esto demuestra que incluso los niños son capaces de adjudicar intencionalidad al observar el comportamiento de otros, y que son capaces de comprender que el otro percibe un mundo compartido.
Por su parte, el análisis de la dimensión sexual de la vida humana revela que en esta manera de relacionarnos con el otro existe una vinculación corporal única. En nuestro acercamiento sexual al otro nos acercamos en cuanto corporalidad, como “cuerpos con intenciones”. El deseo sexual por el otro es, para la autora, el deseo por el deseo del otro. Así, en un análisis de inspiración hegeliana, Bredlau desarrolla un modelo de la sexualidad humana como búsqueda de “reconocimiento corporalizado”; una búsqueda que manifiesta un elemento normativo en la percepción del otro.
La experiencia del otro, en cuanto sujeto, es una experiencia que se desarrolla tempranamente y que, a su vez, se encuentra atravesada por una dimensión corporal y ética importante. No es, en ningún caso, una experiencia neutra o aislada. En este sentido, el aporte fundamental del libro reseñado por Antich es ofrecernos una rica y compleja descripción fenomenológica de la vida interpersonal cuando se trata del modo de percibir al otro.
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