Por: Berenice Aguilar
En la historia de la filosofía existen dos problemáticas a las cuales el pensamiento contemporáneo se debe enfrentar. La primera se relaciona con las obras inconclusas de pensadores. Ya sea por razones históricas o personales, una parte de su pensamiento permanece oculta o desconocida hasta que otros investigadores son capaces de encontrarla y sacarla a la luz. La segunda es la traducción de su pensamiento a otros idiomas. Ambas problemáticas las encontramos en la filosofía del pensador alemán Friedrich Schelling y su obra Las edades del mundo.
Joseph Lawrence ofrece en el libro The Ages of the World (1811) la traducción del borrador de Schelling de 1811. Su extensa introducción sitúa la obra histórica y temáticamente, además, justifica en algunos casos su traducción al inglés cuando se enfrentó con el uso particular del idioma alemán que hacía a menudo Schelling. Dennis Vanden Auweele, en su reseña, menciona que la traducción de Lawrence es atractiva, penetrante, provocativa y, en ocasiones, desconcertante.
El período en que Schelling escribió sus borradores de Las edades del mundo coincide con la transición de su propio pensamiento temprano —denominado filosofía de la identidad y filosofía de la naturaleza— hacia su pensamiento posterior —en el cual se comprometió principalmente con el positivismo y el empirismo metafísico—. Para algunos académicos aún es desconocida la causa por la cual Schelling abandonó su obra Las edades del mundo. Algunos sostienen que no pudo conceptualizar la transición del pasado al presente a través de un acto de libertad. A Dennis Vanden le hubiera gustado leer la opinión de Lawrence al respecto. Sin embargo, el traductor expone la relevancia filosófica de la obra a partir del impacto y contribución en varias áreas de la filosofía contemporánea.
A Schelling le preocupaban algunas cuestiones básicas de la filosofía, las cuales permanecen sin resolver hasta nuestros días. Por ejemplo, uno de sus principales argumentos en Las edades del mundo es el siguiente: no hay nada fuera de la materia primordial porque esta materia es una singularidad densa e impide cualquier forma de explicar el surgimiento de la vida desde una influencia externa. No hay ningún agente externo que impacte en la vida primordial de tal forma que la vida, el tiempo y la inteligencia lleguen a ser. La vida debe auto-crearse.
Después de la traducción de este primer borrador de Las edades del mundo, Lawrence incluyó en el libro algo menos de cien páginas con notas y fragmentos pertenecientes al borrador original. Schelling no pretendía que esos textos fueran publicados, tampoco tuvo la oportunidad de revisar de forma exhaustiva su trabajo. Sin embargo, las notas publicadas por Lawrence pueden ayudar a ofrecer una visión útil del proceso mediante el cual Schelling compuso el primer borrador.
Para Dennis Vanden, el trabajo de Joseph Lawrence proporciona una traducción legible y bien estructurada del borrador de 1811. El trabajo de traducción es fluido y refleja el espíritu enigmático y el contenido del texto original. A pesar de dicho mérito, para Vanden, algunas de las decisiones del traductor son cuestionables, tal es el caso de Sein y Seiendes, traducidos respectivamente por Lawrence como ser y lo que es (o también como ser existente). La traducción puede resultar correcta, pero hace que se pierda la simplicidad de los términos usados por Schelling.
En general, la traducción realizada por Lawrence es de gran importancia para los estudios de la obra del pensador alemán. Por primera vez, los lectores en habla inglesa podrán leer y comparar los tres borradores conocidos (de 1811, 1813 y 1815) de la obra Las edades del mundo.
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Aun que no conozco suficiente el autor, y sí que lo he estudiado, a primera vista parece – según el redactado de sus palabras – que toma un aspecto monista.
Dado que somos humanos, es lógico que en la etapa de todo filósofo, por ejemplo, haya momentos en que se realice “un viraje” en el pensamiento y más si se quiere construir “una estructura” coherente, que puede llegar a lo “a-racional”.
¿Qué hacer cuando se llega al “abismo? Más, si este no se espera o toma dimensiones no esperadas.
El ser humano, el hombre, se da cuenta de que es capaz de grandes conquistas, de descubrir un plan “ordenado” al que se puede acceder, a la vez que ve que él físicamente no ha podido “obrar”, tomar parte.
O sea que se ve alejado a la vez que está presente y comprometido.
Me recuerda un pasaje de la Literatura Sagrada, en que el autor indica, más o menos, aquello de “nos llamaste antes de la creación del tiempo…”.
Desde luego que se trata de una convicción “profunda de fe”, que lleva a una revisión y conversión de vida para encontrar la Paz y la reconciliación en el Mundo…