Por: Berenice Aguilar
La filosofía surgió a partir de la reflexión sobre la naturaleza de las cosas. El orden del mundo y del cosmos fueron temas que llevaron al pensamiento a buscar respuestas. La teología, al ser una rama de la filosofía, compartió dichos cuestionamientos, sin embargo, en un momento muy particular del pensamiento, ambas se condujeron por caminos distintos, así su acercamiento se ha visibilizado en la obra de ciertos pensadores.
En su libro Phenomenology in France: A Philosophical and Theological Introduction (2018), Steven DeLay muestra cómo en algunos pensadores estas dos líneas se entrecruzan y crean obras notables para el pensamiento filosófico.
En el invierno de 1929, Edmund Husserl entregó sus cuatro Päriser Vorträge, los cuales fueron traducidos al francés —dos años después— por Emmanuel Lévinas y se titularon Meditaciones Cartesianas. A partir de ese momento la fenomenología se introdujo en Francia, produciendo varios modelos teoréticos en los cuales la filosofía de Husserl se reinterpretaba a través de otras tradiciones o perspectivas ya existentes en la ciudad luz, por ejemplo, el cartesianismo y espiritualismo. Sin embargo, cuando Husserl comienza a publicar Nachlass en 1950, otros fenomenólogos ya habían escrito sus obras principales, tal es el caso de Heidegger, Lévinas y Merleau-Ponty. Como resultado, los primeros fenomenólogos franceses se centraron en aspectos particulares de la fenomenología husserliana —como la intersubjetividad, el tiempo y la conciencia, el idealismo y el realismo—, en lugar de ver el pensamiento del filósofo alemán como una obra completa.
Es a través de este marco filosófico que el libro de Steven DeLay, reseñado por Claudio Tarditi, examina perspicazmente la relación entre fenomenología y teología abordando el pensamiento de los fenomenólogos franceses más importantes, por ejemplo, Emmanuel Lévinas, Michel Henry, Jean-Luc Marion, Jean-Yves Lacoste, Jean-Louis Chrétien, Claude Romano y Emmanuel Falque. El hecho de que DeLay eligiera a estos autores aviva el debate sostenido en los noventa, que se produjo por el panfleto titulado Le tournant théologique de la phénoménologie française de Dominique Janicaud.
En este texto, DeLay desarrolla una fuerte crítica hacia la escuela de fenomenología francesa por su tendencia —de acuerdo con el autor, enraizada en la fenomenología de lo inaparente de Heidegger— de tratar el ser o la vida —o lo invisible— como algo que la fenomenología podía traer a la visibilidad.
Claudio Tarditi sostiene que este libro pretende proporcionar argumentos favorables para tratar la confrontación entre fenomenología y teología como un tema estrictamente filosófico. Por ejemplo, más que demostrar la existencia de Dios, lo que está en juego —para el método fenomenológico— es la descripción de la relevancia de la fe en nuestra experiencia diaria y en la constitución de nuestra subjetividad, es decir, una indagación fenomenológica no consideraría la fe en sus formas particulares de manifestación, ya que eso la haría caer en una visión naturalista de la experiencia del mundo, por lo tanto, se produciría una inconsistencia con las bases del método fenomenológico. Bajo este contexto DeLay reconstruye, en primer lugar, el conocido debate entre Husserl y Heidegger sobre la misión principal de la fenomenología: ¿se debería centrar en la conciencia intencional o debería clarificar el sentido del ser en general? Por otro lado, este debate se ampliaba con Heidegger culpando a Husserl de mantener los problemas de la filosofía tradicional, mientras Husserl desaprobaba la explicación de Heidegger sobre la fenomenología como método ontológico. En consecuencia, surgió un dilema respecto a la naturaleza misma de la fenomenología: ¿es una descripción de los actos intencionales de un sujeto trascendental o es una comprensión ontológica del dasein en vista de una interpretación del ser überhaupt? Para DeLay, estos debates contribuyeron al desarrollo de la fenomenología en Francia.
En opinión de Tarditi, este libro puede considerarse como un esfuerzo para resaltar la complejidad de un movimiento teorético, denominado Fenomenología francesa. Además, incluye diferentes enfoques hacia la fenomenología, a menudo opuestos a Husserl.
Este libro, además de ofrecer una valiosa introducción al pensamiento de algunos filósofos franceses, desarrolla un argumento fundamental sobre la importancia de reevaluar —de manera radical—, la relación entre filosofía y teología.
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Disculpe, pero la TEOLOGÍA no es una rama de la filosofía; es un estudio de los Dios /es o lo relacionado con ello, en sí se podría decir una ciencia, con su estudio y desarrollo particular. La Filosofía es una Amistad amorío o develar del saber, pero no en una cosa sino en su saber universal. Gracias.
El tema de “Dios” siempre está candente.
¿Multiforme? ¿Necesario?
Siempre – si se estudia – se llega a una conclusión.
Ésta, dado el caso, pasa por Cristo con misión universal, Hijo del Padre para la Salvación de todos los hombres.
Si buscamos “un camino” para descubrirlo, quizá quedamos “cortos” y quizá en la simplicidad de la vida alimentada de la Fe, la lectura, el culto, la Historia, se nos perfila el “rostro” de la humanidad y las premisas de “una Teología”.
Sobre lo concreto y cotidiano toca “lidiar” la doble dificultad del cristiano. Por ejemplo Dios-dinero.