Por: María Eugenia Rey
Tal como se sugirió en una entrada anterior (con la cual, por cierto, se inauguró este proyecto), aplicar el método de la fenomenología al estudio de los asuntos humanos no es una empresa ausente de problemáticas. Quizás de ahí deriva la tendencia que existe alrededor de la literatura sobre la obra de Edith Stein (1891 – 1942) por establecer una ruptura entre los primeros escritos fenomenológicos de la autora alemana y sus posteriores reflexiones en torno a lo social y lo político. En este sentido, un intento por ir a contracorriente de la tradicional exégesis steiniana lo constituye el texto de Antonio Calcagno, Lived Experience from the Inside Out: Social and Political Philosophy in Edith Stein (2014), cuya discusión del pensamiento de la autora plantea una nueva sistematización a partir de la cual se construye un punto de encuentro entre la fidelidad al método fenomenológico y la exploración de la filosofía política en Stein.
El problema de una fenomenología política se puede explicar como sigue. Por un lado, y desde un tratamiento epistemológico, la fenomenología implica justificar al mundo como fenómeno estético (lo sensible, lo que se percibe), por lo que la creación de la imagen (realidad/irrealidad) es una experiencia altamente subjetiva en tanto que tiene que ver con la percepción sensorial que experimenta cada individuo ante un estímulo, experiencia siempre singular y completamente individualizada. De este modo, el mundo como fenómeno estético adquiere un carácter privado. Por otro lado, lo político, que tiene lugar entre-los-hombres y no en el hombre, implica la preocupación y ocupación de los asuntos de naturaleza pública, es decir, de aquellas cuestiones que se nos aparece como desafío colectivo. Luego, si el mundo de la comprensión sensible es necesariamente un mundo no-político, un mundo privado (así, por ejemplo, el dolor físico no se puede comunicar, sólo se puede sentir), pareciera entonces que la existencia restringida al nivel de la experiencia meramente sensorial se resiste al espacio público (la comunidad, por su parte, no tiene sensibilidad: no siente cosquilleo, ni picazón, etc.), admitiendo al animal-hombre pero sin reconocer al ciudadano. La pregunta es evidente, ¿cómo es posible construir un discurso de lo político desde una lógica que se adhiere a los postulados de la comprensión sensible?
La tesis de Calcagno es que la posibilidad de una fenomenología política en clave steiniana se origina en la categoría de la “personalidad individual” que a su vez es producto de la empatía. Una vivencia supraindividual necesita de una suerte de código compartido que, en tanto tal, sea común, esto es, la intersubjetividad. La empatía, entendida como una especie de percepción interna, constituye la unidad básica de la intersubjetividad, pues lo que ella revela es la otredad y, a causa de aquello, el propio yo. Claro está que la solidaridad que se experimenta en la comunidad política no es un acto de empatía, como bien reconoce Stein; el argumento es que la empatía, abordada desde la perspectiva fenomenológica, constituye el punto de inicio de las estructuras sociales compartidas. De ahí que, como propone la reseña de Amie Zimmer, el texto de Calcagno es un espacio ideal para repensar la relación entre la temprana fenomenología y el posterior desarrollo de la ontología social.
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Es extremadamente esclarecedor este comentario respecto al punto ciego del método fenomenológico y las problemáticas y en qué forma se le resuelve, como ese libro de Calcagno propone. Muy productivo el modo cómo desde la sensibilidad perceptiva individual, se comienza a crear mundos intersubjetivos por empatía y el papel que esa “personalidad individual” aporta para trascender la estética, en este caso, hacia el dominio publico de la política. Acá se puede entender que se puede informar sin comunicar y comunicar desinformando. No hay lector sin personalidad individual, asunto que lo colectivo no tiene por no generar sensibilidad. Estupendo aporte.