La vida mental del discurso: su creación y recepción

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Por: Sebastián Peredo Cárdenas

 

El discurso nos permite crear representaciones visuales verídicas en nuestra mente y nos permite relacionarnos con el mundo y con las demás personas que se encuentran en él. Sin embargo, ¿cómo es posible que nuestras mentes interpreten mensajes y se constituyan a través de conceptos? Un análisis fenomenológico del discurso puede dar cuenta de qué significa realmente oír, leer, componer, procesar, entender y responder a un discurso. Esto es  justamente lo que se propone Marklen E. Konurbaev en Ontology and Phenomenology of Speech (2018).

La comunicación y la representación de la realidad

Antes de entrar en la principal propuesta de este autor, es necesario delimitar el uso que da a dos términos que son empleados ampliamente a lo largo del texto: “vida” y “despertar”. Dado que Konurbaev está interesado en las formas en que el discurso crea representaciones mentales verídicas, su concepto de “vida” no se refiere a ningún proceso biológico. Por el contrario, se entenderá por “vida” aquellos conceptos y representaciones “vivientes” y en constante cambio que podemos encontrar en nuestra mente. A su vez, “despertar” puede ser entendido como aquel proceso por medio del cual el discurso estimula esta vida mental.

Cada acto de comunicación es, entonces, un acto fenomenológico en el sentido de que puede provocar la experiencia del despertar de las mentes de los lectores o auditores. Un fenómeno es, así entendido, la representación mental de la realidad causada por un acto discursivo. Vale decir, el fenómeno así pensado no constituye una realidad material, sino que es experimentado por medio del discurso como una “imagen dinámica”. El discurso es visto como parte del proceso en el que se integra cierta información y conceptos a nuestra vida mental. Por ello, constantemente nos encontramos buscando y componiendo discursos que permitan recrear y comunicar nuestra vida mental.

Como bien lo indica Michael Dauber en su reseña a este libro, este complejo proceso discursivo puede ser abordado analíticamente en dos momentos fundamentales. El primero, es la creación del discurso, mientras que el segundo corresponde a la recepción del discurso. De esta forma, el objetivo del discurso es la estimulación de la vida mental del receptor. En lo que respecta a su creación, el discurso se comporta como una “cadena genética” que es reproducida y es reconocible. Aun así, es susceptible a la modificación. Crear un mensaje, adicionalmente, requiere considerar cuidadosamente los potenciales significados de los términos empleados, así como el contexto en el que serán interpretados. El objetivo final no es alcanzar un acuerdo en torno a conceptos o información, sino producir una representación auténtica de la realidad que pueda convencer, persuadir y ser aprobada.

Por otro lado, el proceso de recepción del discurso ocurre en un gran número de etapas que incluyen la decodificación del mensaje en términos sintácticos, lógicos y semánticos. De forma adicional, el mensaje es examinado con respecto al contexto y en relación con las emociones y memorias que despierta. Así, el receptor es capaz de anticipar la dirección general del mensaje restante, corregir las representaciones mentales producidas, y formarse un juicio al respecto del mensaje recibido.

Se debe notar que el discurso, tanto en su creación como en su recepción, no es ajeno al entendimiento de la experiencia y situación de vida del hablante. En el discurso se incorpora la historia previa vivida, el contexto y los hechos de la existencia. En síntesis, la fenomenología del discurso, si se hace correctamente, debe tener cuidadosamente en consideración la experiencia de vida de quienes crean y reciben un discurso.

 

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