Cuando niños, una de las primeras cosas sociales que solemos hacer es jugar con otros niños. Al hacerlo, sucede que a veces, y de manera nada responsable, nos caemos o golpeamos, otras nos molestamos o peleamos, pero sin que todo esto pase a mayores porque allí están nuestros padres para orientarnos y cuidarnos. Sin embargo, a esa edad lo más importante es jugar, pues ya sea que tengamos anécdotas negativas, los ñiños seguimos jugando y jugando, pero también aprendiendo, y es que las cosas positivas o negativas que se dan en estos juegos llegan a ser parte de nuestra formación. Será por eso que a veces resulta muy cierta esa frase que dice que la mejor manera para aprender es hacerlo jugando.
Uno de estos juegos, que se ha hecho tan popular en nuestra sociedad, es el que viene acompañado de una pelota y se practica en grupo dando lugar a equipos que se identifican con una camiseta. Es el fútbol, aquel que de manera inicial practicamos con los amigos y de forma tal que se puede estar molesto con uno o con otro, con el amigo o con el vecino, pero a la hora de ir tras la pelota, nada de eso importa, tan solo dominarla, tocarla, pasarla, y es que lo verdaderamente significativo es jugar. Si ganamos, seguimos jugando, si perdemos, también, ‘la revancha pues‘, solemos decir. Y así, horas tras horas, jugando y aprendiendo, formándonos como seres humanos, porque compañerismo, amistad, respeto, disciplina, actitud, valor, confianza, honor, se nos presentan de una u otra manera. Empezamos también a tener ídolos que precisamente reflejen todas esas cualidades.
Y así va creciendo nuestro cariño por este deporte hasta que llega el momento de ir al estadio, pero como todavía somos pequeños, nos tienen que llevar. Como muchas veces ese es el caso, sucede tal vez que tenemos la suerte de que nos lleven por primera vez a ver un partido ‘especial‘: Una final, un clásico, un partido de Copa, de Eliminatoria o de despedida de algún jugador reconocido.
Te preparas entonces con anticipación, planificas todo, llegas temprano, no te quieres perder nada. Al llegar te regalan papel picado, globos y serpentinas que luego lanzas desde la tribuna. Te ponen una camiseta y un par de pintadas en algunos casos. Ves llegar a la gente, oyes cantar a las barras, tratas de aprender los coros. El estadio sin luces es una cosa pero cuando las prenden se ilumina maravillosamente toda la cancha y el césped adquiere un matiz espectacular. Luego empieza el partido y todo el fútbol se hace más bonito aún. Te das cuenta que hay muchos como tú. La sensación que te provoca esa primera vez se hace indescriptible e inolvidable.
Entonces volvemos porque no cabe duda que siempre es diferente a verlo por la televisión. Y nuevamente, como cuando pequeños jugábamos y jugábamos detrás de una pelota sin que lo más importante sea el resultado, regresamos también al estadio una y otra vez como para ser parte del juego y quizás aún para recordar aquella espectacular primera vez. Sin embargo y conforme vamos creciendo, si bien de niños nos podíamos enojar entre nosotros e incluso estar en desacuerdo con el resultado, ya de jóvenes o adultos es un tanto diferente, pues tenemos la responsabilidad propia y colectiva de que dichos enfados o desacuerdos no pasen a mayores.
Hoy juega Perú con Chile y es un partido de eliminatoria. Seguramente para muchos niños será su primera vez en un estadio y todos los que hemos pasado por eso entendemos perfectamente de lo que se trata. En mi caso, mi padre me llevó por primera vez a un estadio precisamente para un partido con Chile en el Nacional. Jugaba aquella selección peruana que también participara en el mundial de España 82, aquel del naranjito. Era la despedida de ‘Cachito’ Ramírez. El estadio fue una fiesta e incluso hubo partido previo de los juveniles de ambos países. No fue el mejor partido que he visto pero fue el que me hizo entender desde muy pequeño que en el fútbol lo más importante no es ganar. Ganó Perú aquella vez, sin embargo, en realidad quien ganó fue el fútbol. Y ganó de la misma manera en que luego lo hizo en la tragedia de Alianza Lima en el año 87, cuando fuera un equipo chileno quien cediera a algunos de sus jugadores para completar aquella plantilla íntima.
Por todo eso y más, que el día de hoy también siga ganando el fútbol, por sobretodo lo demás.