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PUCP e Iglesia: El bien común con sentido común

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«En la época en la que los hermanos Wright inventaron el aeroplano, las leyes estadounidenses establecían que el dueño de una propiedad presuntamente poseía no solo la superficie de sus tierras, sino todo lo que había por debajo hasta el centro de la tierra y todo el espacio por encima, hasta “una extensión indefinida hacia arriba” […] En 1945, […] cuando Thomas Lee y Tinie Causby, granjeros de Carolina del Norte, empezaron a perder pollos debido a aeronaves militares que volaban bajo (los pollos aterrados aparentemente echaban a volar contra las paredes de los cobertizos y morían), los Causby presentaron una demanda diciendo que el gobierno estaba invadiendo sus tierras. Los aviones, por supuesto, nunca tocaron la superficie de las tierras de los Causby. […] El Tribunal Supremo estuvo de acuerdo en oír el caso de los Causby. El Congreso había declarado públicas las vías aéreas, pero si la propiedad de alguien llegaba de verdad hasta los cielos, entonces la declaración del Congreso podría ser vista como una “incautación” ilegal de propiedades sin compensación a cambio. El Tribunal reconoció que “es una doctrina antigua que según la jurisprudencia existente la propiedad se extendía hasta la periferia del universo”. Pero el juez Douglas no tuvo paciencia alguna con respecto a la doctrina antigua. En un único párrafo, cientos de años de leyes de propiedad quedaron borrados. Tal y como escribió para el Tribunal:

[La] doctrina no tiene lugar alguno en el mundo moderno. El aire es una autopista pública, como ha declarado el Congreso. Si esto no fuera cierto, cualquier vuelo transcontinental sometería a los encargados del mismo a innumerables demandas por allanamiento. El sentido común se rebela ante esa idea. Reconocer semejantes reclamaciones privadas al espacio aéreo bloquearía estas autopistas, interferiría seriamente con su control y desarrollo en beneficio del público, y transferiría a manos privadas aquello a lo que solo el público tiene justamente derecho» (2005, Lawrence LESSIG, «Free Culture: How Big Media uses Technology and the Law to lock down Culture and control Creativity». Traducción de Antonio Córdoba / Elástico, corregida por Daniel Alvarez Valenzuela. Chile: LOM Ediciones).

Empiezo el presente texto con la presentación de un caso a todas luces complejo para aquella época y que bien pudo culminar en una solución injusta al día de hoy si es que no se hubiese recurrido al sentido común. Digo esto último, pues el Tribunal ya había reconocido que a los Causby les asistía la razón. Sin embargo, habiendo transcurrido unas décadas de aquella posición del Tribunal, nos queda claro que el buen criterio hizo bien en rebelarse ante esto, porque al hacerlo impidió que intereses particulares se antepongan a lo que sin lugar a dudas constituía una ganancia pública, incluso si para ello era necesario actualizar la ley.

Así como en el ejemplo anterior, cualquier disputa, por más simple o compleja que sea, pierde su capacidad de justa solución si las partes en disputa dejan de lado el sentido común. Es claro además, que las leyes se dan en un contexto, pero cuando el contexto cambia, es necesario revisar la ley, siempre con sano juicio y en aras de un bien común. Sigue leyendo