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LIMA, HOY Y EL 2025

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En el 2012 el Grupo de Estudios sobre Globalización y Ciudades Mundiales (GaWC, por las siglas en inglés de Globalization and World Cities) de la Universidad de Loughborough en Londres, clasificó a Lima y a Santiago como ciudades mundiales del tipo Beta+. Esta distinción fue superada en la región por ciudades como Buenos Aires, clasificada como Alpha–; y por Ciudad de México y Sao Paulo, que fueron consideradas como Alpha. Así también, en dicha clasificación las dos únicas ciudades en el mundo de tipo Alpha++ resultaron ser Nueva York y Londres [1].

Luego, en el 2013 la Unidad de Inteligencia de The Economist publicaba una investigación en la que proyectaba un 2025 con Lima en el puesto 75 dentro de la lista de las ciudades más competitivas a nivel mundial. Una ubicación ocho posiciones mejor que la alcanzada en el 2012. Similar al caso anterior, dentro de la región nuestra ciudad era ubicada por debajo de otras cuatro ciudades, a saber: Sao Paulo (puesto 36), Santiago (60), Buenos Aires (67) y Ciudad de México (72). Así mismo, para este ranking, Nueva York, Londres y Singapur ocuparían en el 2025 las tres primeras posiciones respectivamente [2].

Posteriormente, durante este 2014, el Índice de Ciudades Mundiales (CGI por las siglas en inglés del Global Cities Index) de la consultora A.T. Kearney, ubicaba a Lima en el puesto 61 a nivel mundial. Más, similar a los casos ya mencionados, dentro de la región nuestra ciudad figuraba por debajo de Buenos Aires (20), Sao Paulo (34), Ciudad de México (35), Bogotá (52), Río de Janeiro (56) y Santiago (58). Así también, este índice, que considera 26 métricas agrupadas en 5 dimensiones (capital humano, actividad empresarial, intercambio de información, experiencia cultural y compromiso político), situaba a Nueva York, Londres y París en las tres primeras posiciones, respectivamente [3].

Del mismo modo, este año CityPopulation ubicaba a Lima en el puesto 33 a nivel mundial como la aglomeración urbana más poblada del mundo. Nuevamente, dentro de la región era superada por Ciudad de México (puesto 10), Sao Paulo (12), Buenos Aires (20) y Río de Janeiro (26). En este ranking, Tokio se encontraba en la primera posición para el año en curso [4].

Pues bien, todo esto no hace más que confirmar que nuestra querida Lima es una de las cinco ciudades más importantes de la región, a la vez que con posibilidades de mejorar su estatus de “ciudad global”.

Sin embargo, ¿debería esto sorprendernos?

Para nada, lo cierto es que Lima nació global y fue para muchos la ciudad más grande e importante de América del Sur durante la época del Virreynato. Una distinción que debería siempre de mantener e incluso mejorar si es que tuviéramos plena conciencia de lo que implica consolidar a Lima como una “ciudad global”.

Por tanto, la pregunta que en realidad deberíamos hacernos es la siguiente: ¿los limeños nos conducimos como ciudadanos de una urbe mundial?

Para dar respuesta a esta interrogante miremos primero con mayor detenimiento el reporte del GCI. Allí notaremos que Nueva York, Londres y París marcan una notable diferencia del resto de ciudades en el mundo debido a la experiencia cultural que ellas significan. Así también, la dimensión relacionada con el compromiso político le aporta una cierta diferenciación, aunque comparativamente en menor grado que la cultural. Además, si bien estas tres ciudades tienen una actividad empresarial y capital humano importantes, esto es algo que no les resulta exclusivo, pues ciudades como Beijing y Shangai presentan una actividad similar a la vez que Hong Kong, Tokio, Los Angeles y Chicago, un equivalente capital humano. Así mismo, en cuanto al intercambio de información, la cuestión resulta muy pareja entre las diez primeras ciudades mundiales.

Con todo esto, se refleja entonces que las dimensiones cultural y política constituyen dos aspectos claramente diferenciadores para una ciudad global.

Ahora bien, en relación a nuestra pregunta, pensemos en cuánto nos gusta a nosotros, ciudadanos de Lima, el consumir cultura, o mejor aún, intentemos sincerar nuestras expectativas para determinar si es que estamos esperamos exigirle al próximo alcalde un cambio cultural que -por donde se le mire- nos corresponde en primer lugar, a cada uno de nosotros.

Luego, en cuanto al compromiso político, ¿entendemos bien lo que significa tal compromiso? Porque cuando uno se compromete a algo, lo hace pensando básicamente en dar, y no tanto en recibir. ¿O es que se debe entender de otra manera? Volveremos a esto luego.

Y…¿hay algo más?

Sí.

Lima, nuestra querida ciudad, tiene tantos problemas que a veces ya uno ni sabe cuál es el mayor de todos. El tráfico nos abruma, tanto ruido nos aturde, la seguridad nos reduce, el desorden nos guía, la basura nos rodea, la cultura del miedo nos gobierna, la necesidad inmediata de solución a tanto problema mezcla nuestras prioridades, y así, vemos solo en lo inmediato y ya no en el horizonte. El futuro no es más una consecuencia de nuestro presente. Y entonces, solo nos quejamos. Y nos quejamos de todo. Pero eso sí, la culpa siempre es del otro. Siempre.

Por ello, repasemos un poco nuestras decisiones. Cuando elegimos a Alan, queríamos un cambio, pero él solo quería el poder. Giramos a Fujimori, el cambio llegó pero el poder se compartió con quien no se debía. Y se nos hipotecó la conciencia. Paniagua nos ayudó, pero luego nosotros, muy poco a él. Aprovechó Toledo, la economía mejoró pero nuestra conciencia no.

Vino entonces el mal menor. Ollanta lo peor, Alan ya no tanto. Y nos volvimos a equivocar. Un período después, elegíamos al primero de los nombrados. ¿Algo aprendimos?

A Susana Villarán la eligió una mayoría, y si bien en reñida disputa con Lourdes Flores, hoy parece que ya nadie se acuerda de ello. No tenía experiencia pero una mayoría la respaldó. Y experiencia es algo que le ha faltado, pero claro, la culpa solo es de ella.

De otro lado, hay que reconocer que la lógica economicista del “there’s no such thing as free lunch” (no hay lonche gratis) está muy arraigada en nuestro sistema. Pero cuidado, esa lógica no implica para nada un compromiso. Pongámoslo en un ejemplo, la responsabilidad de la crianza de un hijo es el compromiso que todo padre y madre asumen; sin embargo, nadie en su sano juicio podría imaginarse una sociedad en la que padres y madres criaran a sus hijos bajo la lógica del “no hay lonche gratis”, es decir, esperando algo a cambio. Entonces, que un candidato ofrezca cinco hospitales, más escaleras y semáforos, no implica necesariamente que asume un compromiso prioritario con el ciudadano y mucho menos con la ciudad.

Menciono esto porque lo que Lima necesita es un verdadero compromiso político. Compromiso y no cálculo. Y está claro que de ambos lados, esto es, Lima, nuestra ciudad, necesita que tanto el candidato como el ciudadano estén comprometidos con ella. Resulta en vano que el candidato esté comprometido con el ciudadano y viceversa si es que Lima no está presente en dicha ecuación. No verlo así implica el grave riesgo de dar plena licencia a aquello de “no importa que robe (a Lima) mientras que haga algo (por mí)”.

Una cosa más, ya es momento de darnos cuenta de que existen candidatos cuyo único compromiso es con el poder, y nadie más. Como también de otros tantos que son los oportunistas de turno, aquellos que no tienen nada que perder pero sí mucho que ganar.

Es por todo esto que lamenté el último domingo que Susana Villarán no propusiera con mayor énfasis acciones concretas alineadas con su visión de “una Lima que se atreve a cambiar con honestidad”. Algo que nos involucra a todos. Y lo lamenté porque considero que ese es el punto de partida. Porque como yo mismo lo escribiera por aquí a mitad de año con motivo de la puesta en marcha del Corredor Azul, Lima necesitaba hace buen rato recuperar el principio de autoridad, algo que no se ha logrado del todo, pero que nuestra alcaldesa ha tenido la virtud de empezar. Está claro que no podremos avanzar si es que cada quien hace lo que quiere o lo que le conviene. Una vez más, las cosas se tienen que hacer porque están bien, a la vez que se tienen que dejar de hacer si es que están mal. Así de simple.

Ahora bien, no podemos pensar en un cambio mágico, Lima no va a mejorar de un día para otro. Apuntemos por ejemplo, al 2025. Y dentro de esa idea, lo primero que tenemos que hacer es cimentar las bases en ambas caras de esta moneda, que por un lado lo constituye la autoridad municipal mientras que por el otro, el que corresponde a cada uno de nosotros. Por ello, como explicara al término del debate último, este domingo 5 de octubre, son dos las elecciones las que debemos hacer, una, la del alcalde que queremos y otra, la del ciudadano que queremos ser.

Y esto hay que hacerlo con compromiso y no así con cálculo político. Es decir, comprendo a quienes en su afán de buscar un equilibrio de poderes, han salido a decir que ya debemos dar por ganador a Castañeda y que por tanto solo nos queda votar porque resulten elegidos regidores que equilibren la balanza municipal. Entiendo esta postura pero no la comparto, porque en principio, si por conciencia propia no somos capaces de darnos cuenta de que Castañeda no es la mejor opción entonces menos vamos a poder pensar mayoritaria o igualitariamente en fiscalizarlo. Y porque aún más, si un alcalde, cualquiera que fuese, partiera con el ojo de nuestra desconfianza, pues ya estamos perdiendo porque de antemano estamos poniendo en tela de juicio la capacidad de gobierno de la institución que hoy conocemos como el municipio limeño.

Esto es, debemos ser capaces de poder ir a votar por un alcalde y un equipo que pueda gobernar una ciudad que merece seguir siendo de categoría mundial, más no así ir a las urnas pensando de antemano en que nuestra elección debe ser lamentablemente en favor de un grupo que pueda fiscalizar. Imaginemos por ejemplo a nuestro seleccionado de vóley, si tuviéramos que elegir entrenador, ¿no elegiríamos acaso a Natalia?. Y lo haríamos porque es la mejor, porque creemos en ella, porque nos la jugamos por ella, porque habrán partidos que se perderán pero sabiendo que a futuro será lo mejor. Pero si no pudiéramos elegirla, ¿buscaríamos acaso tener un grupo de asistentes técnicos que griten como ella, o que sufran como ella, para que el entrenador principal también lo haga? ¿De verdad, en serio lo haríamos?

Es por ello que a mi manera de ver, pensar de esta última forma es ser ciudadanos ajenos a una ciudad que nació para ser de categoría mundial. La idea en el fondo es muy simple, el alcalde que sea elegido debe poder gobernar sino simplemente no debería ser elegido.

Más, hay veces en las que uno se encuentra con textos que parecieran estar escritos con la tinta de las verdades absolutas. Tal vez sea por la coyuntura del momento. Sin embargo, no encontrarán en estas líneas semejante propósito. Y esto porque el pensamiento debe ser propio, para que la decisión sea también propia. Es posible por tanto que estas líneas, por mejor intención que tengan, merezcan de una mayor reflexión y entendimiento, y que por ende sean además perfectibles. Pues bien, bajo esa idea, bienvenidas sean las réplicas y objeciones.

Finalmente, cuando la verdad llega, es menester de uno, el saber contrastarla. Pero si esta vez no la encontramos, quizás sea que todavía debemos continuar buscándola. Y en el camino, seguir aprendiendo. Pero todo con fe, si hacemos las cosas bien, el bien nos acompañará.

 

REFERENCIAS

[1] http://www.lboro.ac.uk/gawc/world2012t.html
[2]  [http://www.citigroup.com/citi/citiforcities/pdfs/hotspots2025.pdf]
[3] http://www.atkearney.com/documents/10192/4461492/Global+Cities+Present+and+Future-GCI+2014.pdf/3628fd7d-70be-41bf-99d6-4c8eaf984cd5
[4] http://www.citypopulation.de/world/Agglomerations.html

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Nuestra ciudad de esperanza Lima

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“El mundo no fue hecho en el tiempo, sino con el tiempo.” -San Agustín

Catedral de Lima

Existe una historia budista sobre un granjero pobre cuyo único caballo se escapó. Todos sus vecinos acudieron para consolarlo:
– ¡Qué mala suerte!
– Quizá -respondió el granjero.
Al día siguiente, el caballo volvió con muchos caballos salvajes.
– ¡Qué suerte! -exclamaron sus vecinos.
– Quizá -volvió a responder el hombre.
Unos días después, el hijo del granjero trataba de domar a uno de los caballos salvajes cuando salió disparado y, al caer, se rompió una pierna.
– ¡Qué desgracia! -dijeron sus vecinos.
– Quizá -dijo otra vez el granjero.
Una semana más tarde, el ejército llegó al pueblo para reclutar hombres jóvenes, pero al ver que el hijo del granjero tenía la pierna rota, no se lo llevaron.
– ¡Qué afortunado! -afirmaron los vecinos
– Quizá -contestó el granjero.
Y la historia de este hombre prosigue de manera similar.

Lima, nuestra querida ciudad, se levanta todos los días con un “quizá”. A ella le han pasado cosas malas y aún así, al igual que el granjero, también sigue adelante. Le quedan todavía muchos problemas por resolver y precisamente por ello, ya no tiene más tiempo que perder. Lima nos necesita y nosotros a ella. A Lima la hacemos posible todos y cada uno de nosotros. Ante ello, ¿seremos capaces de negarle la ilusión de ser mejor?, ¿podremos quitarle el tiempo que casi no tiene?.

Pues, yo pienso que NO.

Y espero puedas entender mi razón.

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