Lutero, el enemigo de la gracia de Jesucristo – Su Vida

Con ocasión de los 500 años de la Reforma Protestante, empezamos una serie de artículos sobre el Protestantismo. He aquí el primero de ellos sobre la vida del fundador de la secta protestante, Martín Lutero.

En 2017 se celebran 500 años de la publicación del monje agustino, Martín Lutero, en una iglesia de Wittember, acerca de 95 tesis, que en particular, condenan la práctica de las indulgencias enseñadas por la Iglesia así como algunos otros puntos referentes a la fe, como lo es el Purgatorio.

Este acto público se consideró como el principio de lo que llamamos, comúnmente pero erróneamente, la “Reforma”, ya que en realidad se trata de una revolución, de una destrucción de la verdadera fe, de una apostasía y de una rebelión en contra de Dios y de Nuestro Señor. Desde 1517, en realidad, y a pesar de las peripecias que seguirían, Martín Lutero rompió su relación con la Iglesia de Cristo, y no siguió más que su propia, equivocada y diabólica visión.

Sin embargo, Martín Lutero fue en otro tiempo un monje piadoso y diligente. Nació en 1483 en una buena familia cristiana, Martín fue atraído desde muy joven a la religión, a la relación con Dios, y más tarde a la teología. Aunque su padre deseaba que fuera jurista, él decidió hacerse monje agustino, entrando a aquella orden en 1505. Ordenado como sacerdote en 1507 (ya con un diploma en filosofía), obtiene el doctorado en teología en 1512. A partir de este momento, su vida sería la de un maestro y predicador.

Lutero recibió una formación bastante aprofundizada, y desde luego estuvo influenciado intelectualmente por la lectura de varios grandes autores como Aristóteles, Guillermo de Ockham o Gabriel Biel. Mas, está claro que Lutero recibía esas influencias según su propio temperamento, el cual era muy firme, como lo mostrará en su subsecuente carrera. Es, entonces, poco probable que el contacto con estos autores haya sido realmente una determinante en su evolución.

En realidad, debido a un acercamiento hacia sí mismo basado sobre su vida interior personal y su experiencia espiritual íntima, Lutero va a edificar un nuevo sistema religioso, el cual no tendrá más nada qué ver con la enseñanza de la Iglesia ni con la verdad del cristianismo.

Lutero estaba dotado de un temperamento fuerte y apasionado, aquel que hace a los hombres grandes cuando éstos aceptan someterlo al servicio de la verdad y del bien. Pero el corolario de un temperamento tal, son, evidentemente, las grandes tentaciones. Lutero era objeto de esas tentaciones; sin duda en lo que concierne a las tentaciones contra la castidad, atraído por el buen comer, propenso a la cólera, al espíritu de independencia y con inclinación al orgullo. Cuando uno enfrenta estas tentaciones y con la gracia de Cristo se las supera, no solamente no nos hacen caer, sino que el combate contra ellas hace ganar méritos, y el poder de la pasión controlada da energía al hombre. Es en esto último en lo que Hegel fundamenta su frase: “Nada grande se hace sin pasión”.

Así, Lutero fue asaltado por esas tentaciones, aunque las rechazara. Él querría, como San Pedro en la Transfiguración, ya haber alcanzado la vida celestial; estar ya “revestido de Cristo”, encontrarse desde ahora en un estado de rectitud perfecta que no pertenecía a esta vida terrestre, salvo en particulares excepciones. Cierta obsesión de salvación lo invadía, más exactamente la obsesión de la certeza de su propia salvación: y esto porque las tentaciones seguían acosándolo, creando en él un sentimiento de culpabilidad. Terminó de alguna manera por desesperar de la vida cristiana, de la eficacia de la gracia y de los medios ordinarios para recibirla y conservarla (oraciones, sacramentos, ayunos, etc.).

En 1515, como parte de su formación, comenzó a comentar las epístolas de San Pablo, especialmente la primera de ellas según el orden de la Biblia: la epístola a los romanos; de inmensa riqueza, de increíble fulgor, pero también de una fuerte dificultad de comprensión. A partir de lo que él creyó entender en este texto, únicamente según su propio sentido y sin referirse a la tradición eclesiástica, en función de su problema interior (“¿Puedo ser salvado mientras aún sienta tentaciones?”), Martín Lutero elaboró una nueva teología cristiana que, desde ese momento, fue radicalmente incompatible con la de la Iglesia Católica, a pesar de que la ruptura exterior pública tomaría cierto tiempo.

Según la doctrina católica, en efecto, gracias a los méritos de Cristo, el hombre que acepte la Revelación divina por la fe y que, movido por la esperanza de la salvación divina, quiera arrepentirse de sus pecados y convertirse a Dios, obtiene por la gracia que sus pecados le son removidos, su alma regenerada y santificada. De manera que se convierte, según las palabras de San Pedro, “partícipe de la naturaleza divina” (2P 1,4). El cristiano que vive de la caridad, es entonces, tal como seguido lo asegura San Pablo, un “santo”, porque fue purificado, transformado, santificado interiormente y convertido realmente en el amigo de Dios por un parecido efectivo y estable. Y, siendo amigo de Dios, hace automáticamente las obras de Dios; las buenas obras de virtud, las cuales le hacen merecedor, por la gracia de Cristo dentro de él, de la salvación y del Paraíso.

Lutero rechaza esta verdad. Para él, según lo que siente psicológicamente, el hecho de haber abrazado la fe y la vida cristiana no limpia el pecado del alma (en realidad, se trata de la tentación, la cual no es pecado si no consentimos en ella). Para Lutero, el cristiano es pecador y enemigo de Dios en todo momento y su alma permanece totalmente corrompida. Pero, como Cristo alcanzó por el sacrificio de la cruz la salvación de los hombres, si por la “fe” (la cual, según Lutero, consiste en una confianza en esa salvación conseguida por Cristo), yo creo firmemente en que estoy salvo, entonces el manto de méritos de Cristo recubre las manchas de mi alma, y el Padre, viendo este manto sobre mí (gracias a la “fe-confianza”), me acepta en el Paraíso. Las buenas obras entonces no tienen ningún poder de mérito, ya que el hombre es un pecador interior de manera permanente, sino que simplemente animan al cristiano a perseverar en la “fe-confianza”.

Este es el corazón de esto a lo que Lutero llama “la verdad del Evangelio”. A partir de aquí, naturalmente, se deriva todo su sistema. Y, en primer lugar, el replanteamiento de la Iglesia institucional; la cual no es divina, en primer lugar, porque pretende que el hombre puede salvarse debido a las buenas obras, cuando según él, como lo vio al vivir su experiencia decepcionante en el monasterio, estas buenas obras son incapaces de remover el pecado (que en realidad, insisto, se trata de la tentación y que no es pecado si no se consiente en ella); y en segundo lugar porque abandona según él la “verdad del Evangelio”; es decir, la salvación simplemente por  tener la “fe-confianza”.

Por circularidad, este rechazo de la Iglesia justifica el método luterano, a quien se le podría reprochar de inventar, según su propio espíritu, un nuevo Evangelio, lo que es la definición del hereje. Pero ya que la misma Iglesia había traicionado la “verdad del Evangelio”, era lógico y necesario que Lutero, por medio de un “examen libre” de la Escritura, recobrara esta verdad y la transmitiera al pueblo de Dios extraviado por una jerarquía ilegítima. “A menos de que se me convenza de mi error por medio de un acta de la Escritura o por razones evidentes – puesto que yo no creo ni en el papa ni en los concilios ya que está más que claro que a menudo están equivocados o son contradictorios – estoy atado a los textos de la Escritura que he citado, y mi conciencia está cautiva por la Palabra de Dios; no puedo ni quiero retractarme de nada” (declaración de 1521 en la Dieta de Worms precedida por Carlos V).

Ya que el alma del cristiano no es transformada por la gracia, los sacramentos no hacen nada realmente en ella, y por lo tanto el adagio clásico: “Los sacramentos operan según lo que simbolizan” pierde todo sentido. Así, los sacramentos se limitan en significar la “fe-confianza” y de reforzarla. Y por lo tanto, no deben ser conservados sino los sacramentos que producen este efecto psicológico.

Por la misma razón, la misa, renovación incruenta del sacrificio de Cristo, que aplica en nosotros a diario los méritos, pierde todo significado. Sólo va a ser conservada una evocación de la Cena, para hacernos recordar del único sacrificio de Cristo sobre la cruz y reavivar nuestra fe-confianza en su redención.

No obstante, Lutero no se conforma con el cambio de la misa. Padre emancipado, monje infiel a sus votos, desarrolló un odio verdaderamente patológico hacia el santo sacrificio. Sus palabras referentes a este tema son aterradoras, y terminaron por hacer pensar que estaba poseído por el demonio: “La misa- declaró en 1521 – es la más grande y horrible de las abominaciones papistas; la cola del dragón del Apocalipsis; ha vertido impurezas sobre la Iglesia y basura sin igual”. Y fue más allá en 1524: “Sí, lo digo: todas las casas de prostitución, que Dios ha condenado severamente, todos los homicidios, muertes, robos y adulterios son menos dañinos que la abominación de la misa papista”. Y con mucha lucidez concluía: “Si la misa cae, el papado se derrumba”.

Puesto que la Iglesia como institución (lo que Lutero llama con desprecio: “el papado”) ya no existe como una prolongación de Cristo, el creyente (debido a la fe-confianza) se encuentra solo delante de Dios. Está iluminado exteriormente por la Biblia (que debe de leer, evidentemente, de manera personal, y de aquí la necesidad de Biblias en lengua vernácula) e interiormente por el Espíritu Santo que le permite discernir en la Biblia lo que conviene a su vida cristiana. Como justamente lo escribe Boileau: “Todo protestante es Papa cuando tiene una Biblia en la mano”.

Y ya que Lutero abolió la «jerarquía» –esto es, el «poder sagrado»– de la Iglesia, sus sucesores pondrán gradualmente en tela de juicio los demás poderes humanos: el protestantismo es de esencia revolucionaria. Por otra parte, al quedar cada quien remitido a su propia interioridad, sin mediación eclesial, era lógico separar radicalmente la vida religiosa de la vida política mediante la laicización. Por eso no es de extrañar que, en el establecimiento de la República laica en Francia, en la instauración de la escuela sin Dios, en el ascenso del anticlericalismo y en la realización de la separación radical de Iglesia y Estado, muchos de los promotores hayan sido protestantes, de los cuales el primero es Ferdinand Buisson, el mayor colaborador de Jules Ferry.

Las buenas obras, y sobre todo los votos monásticos, son inútiles y engañosos. Lutero se volvió laico, y en 1525 se casó con una antigua monja, Catalina de Bora, y tuvieron seis hijos. De una manera general, lo esencial para Lutero no es evitar el pecado, ni combatir las tentaciones (como él lo había hecho en su etapa católica, pero pensaba erróneamente que había fallado), puesto que de todos modos el hombre sigue siendo interiormente un pecador. Lo que cuenta es aferrarse al manto de los méritos de Cristo para cubrirse en él y escapar así, a pesar de seguir siendo enemigo de Dios, de la ira divina, ya que Dios ve en nosotros los méritos de su amado Hijo. Este es el sentido de la máxima que Lutero escribe a su amigo y biógrafo Felipe Melanchton, en su carta del 1 de agosto de 1521: «Pecca fortiter, sed fortius crede» (peca fuertemente, pero cree más fuertemente aún).

La Iglesia católica era para él «la gran prostituta de Babilonia», a la que había que atacar y aniquilar por todos los medios. Para ello Lutero multiplicó los panfletos groseros, y sus discípulos destruirían sistemáticamente todos los monumentos católicos, torturarían y asesinarían a obispos, sacerdotes, religiosos y numerosísimos fieles, sin tener en cuenta todas las guerras atroces que desencadenaron.

Cuanto Martín Lutero moría, el 18 de febrero de 1546, Europa estaba a sangre y fuego, por su culpa, y siguió así por largos años. Millones de almas apostataron de la fe católica y abandonaron el camino de salvación en razón de sus falsas doctrinas y de sus ejemplos perniciosos.

Y aunque la Iglesia, en los años siguientes, mostrase una magnífica renovación gracias a una pléyade de santos y al gran movimiento reformador cuyo símbolo es el concilio de Trento; por mucho que lograse atraer numerosos pueblos a la fe gracias a un espléndido trabajo misionero; aun así, por desgracia, naciones enteras, enceguecidas, adoptarían los errores y mentiras del antiguo monje agustino, y no volverían a la verdad salvífica.

Lutero fue así el gran enemigo de la gracia de Cristo, misma a la que pretendía honrar. Lo que nos diferencia a él es mucho más importante que lo que podríamos tener en común. Por este motivo, ningún católico consciente de lo que debe a Cristo y a la Iglesia, no podrá jamás alabar u honrar a Lutero.

Padre Grégoire Celier, FSSPX.

Fuente: FSSPX Distrito de México

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De las Segundas Palabras de la Quinta Petición: Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores

DE LAS SEGUNDAS PALABRAS DE LA QUINTA PETICIÓN: ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES

De las Segundas Palabras de la Quinta Peticion Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores krouillong adelante la fe

Meditación para el sábado veinte

PUNTO PRIMERO. Considera lo primero que pedimos a Dios que nos perdone, con esta condición de que nosotros perdonemos a los que nos ofenden; y si no se cumple no alcanzaremos lo que pedimos. Pondera pues cuánto te importa que Dios te perdón, y qué será de ti sino te quiere perdonar; y luego considera que no te perdonará las ofensas que le has hecho, si tú no perdonas a tus prójimos las que han cometido contra ti; y por tanto arrodillado a sus pies, di de todo tu corazón: Señor: yo perdono de toda voluntad a todos mis enemigos, y a cuantos han levantado las manos contra mí, y os suplico que les hagáis merced a la medida que me han ofendido, porque me perdonéis a mí las ofensas que he cometido contra vos: yo los perdono porque me perdonéis: perdóname, Señor, mis deudas, como yo perdono a mis deudores.

PUNTO II. Considera que nos acuerda Dios las deudas que le debemos, y quiere que se las paguemos en nuestros prójimos, perdonándolos sus deudas por las que debemos a Dios: y si no lo hiciéremos así, siempre quedaremos deudores a su Divina Majestad, y reos y condenados a pagar con eternos tormentos. ¡Oh alma mía! Vuelve  los ojos a tu misma, y considera cuántas y cuáles son las deudas que debes a tu Dios, que en número exceden a los átomos del Sol, y su gravedad es tal, que en cuanto miran al ofendido no puede ser mayor; coteja luego con ellas las ofensas de tus prójimos, de que tienes tanta queja, y mira cuán nada son en su comparación, y que Dios te perdona a ti infinito, porque tu perdones una niñería a tus hermanos; y resuélvete a perdonarlos, y da al Señor millares de gracias porque te hizo tan fácil el perdón.

PUNTO III. Considera que nos manda Cristo pedir perdón de nuestras deudas a su Eterno Padre, porque si no las perdona, no tenemos caudal para pagarlas: en que debes reconocer tu pobreza y la imposibilidad en que te hayas para satisfacer a un Señor tan grande por deudas tan crecidas como tiene contra ti: humíllate en su acatamiento, y reconociendo tu pobreza, pide al Salvador del mundo una gota de su grande preciosísima para satisfacer tus deudas; pídele que pues tiene los tesoros infinitos del cielo, te saque de este empeño y pague a su Eterno Padre por ti. ¡Oh dueño de mi alma! ¡Oh Señor liberalísimo! Apiadaos de este pobre miserable, sacadme de este cautiverio; pagad, Señor, lo que no puedo pagar, y tened misericordia de mí.

PUNTO IV. Considera últimamente a que grado de confianza nos levanta el Salvador en esta petición, que nos dice que pidamos a Dios que nos imite en el perdón. El apóstol san Pablo nos exhorta que imitemos a Dios, diciendo[1]: imitad a Dios como hijos carísimos; y el mismo Cristo dijo[2]: sed perfectos, como lo es vuestro Padre celestial; pero en esta oración nos manda trocar las manos, y que pidamos a Dios que nos imite a nosotros perdonando nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores: de donde has de conocer la infinita bondad de Dios, que cosa tan importante como es el perdón de nuestros pecados, en que interesamos la vida eterna, la puso en nuestras manos, dándonos facultad de alcanzarle, perdonando a nuestros hermanos: dale infinitas gracias por esta merced, ármate de caridad para con tus prójimos, y pide a Dios con toda confianza que cumpla su palabra y que te perdone tus deudas, como tú perdonas las que te deben tus hermanos.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] Efesios 3.

[2] Mateo 5.

Fuente: ADELANTE LA FE

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Asistencia Espiritual a los Enfermos (Parte II)

ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS ENFERMOS – PARTE II

EN LA HABITACIÓN DEL ENFERMO

Se procurará que desaparezcan del cuarto del enfermo todos los objetos peligrosos, como armas, pinturas poco honestas, y señaladamente las personas que pudieran serle ocasión de pecado; y a éstas se les ha de echar y no permitir la entrada en el aposento, aun cuando por otra parte parezcan útiles para el servicio del enfermo.

Por fin, se irán preparando las cosas necesarias para recibir con la posible decencia al Señor de cielo y tierra, que se digna visitar al enfermo y ser su viático para la eternidad.

Las cosas, que se han de preparar, son las siguientes:

   1) Una mesa cubierta con un paño blanco muy limpio.

   2) En el centro de la mesa un crucifijo.

   3) A los lados dos velas de cera, si se puede; si no, de esperma o cebo.

   4) Un vaso de agua bendita y una ramita verde.

   5) Otro vaso con agua clara, para que el sacerdote se purifique los dedos.

   6) Un platillo con migas de pan y un poco de algodón limpio.

Entre tanto que llegue el sacerdote, se leerán algunas oraciones al enfermo para disponerlo a la confesión y comunión; y se procurará que en el aposento no se hable de cosas inútiles; que no entren parientes a llorar y dar gritos; y que los circunstantes se ocupen en rezar el Rosario con otras preces por el moribundo.

Luego que se anuncia la llegada del sacerdote, todas las personas, que no sean absolutamente necesarias para el cuidado del enfermo, saldrán con la cabeza descubierta y con cirios, en las manos, si se puede, para acompañar al Santísimo.

Mientras se administre al enfermo, recen por él los circunstantes.

Como el demonio hace increíbles esfuerzos para perder las almas, especialmente en la hora de la muerte, es de desear que el sacerdote asista al enfermo hasta el último suspiro: caso que esto no fuere posible, toca a los amigos o parientes del paciente ayudarle a pasar santamente el tiempo que media entre la recepción de los sacramentos y la muerte, sugiriéndole algunos actos que le conserven, en la presencia de Dios y en los sentimientos de conformidad con su adorable voluntad. Bueno es poner a su vista un crucifijo, algunas imágenes de la Santísima Virgen, del Ángel de la Guarda, de San José u otros Santos de su devoción; presentarle el crucifijo, para que adore y reverencie las preciosas llagas de nuestro bondadoso Salvador; rociarle a menudo y todo el aposento con agua bendita, la cual ahuyenta a los espíritus infernales (1).

(1) Nota. Es práctica muy recomendable la imposición del Escapulario del Carmen por un Padre, que tenga facultad para ello.

“SOCIEDAD SAN MIGUEL”

AÑO 1928

Fuente: ADELANTE LA FE

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De la Quinta Petición de la Oración Dominica: Y perdónanos, Señor

DE LA QUINTA PETICIÓN DE LA ORACIÓN DOMINICA; Y PERDÓNANOS, SEÑOR

De la quinta peticion de la oracion dominica y perdonanos Señor krouillong adelante la fe

Meditación para el viernes veinte

PUNTO PRIMERO. Considera lo que sobre esta petición meditó san Juan Crisóstomo: lo primero, que habiéndonos instruido el Salvador en que pidiésemos el pan cuotidiano, nos manda luego que diligenciemos la vida eterna y los medios que conducen para ella, que son el perdón de los pecados y vencer las tentaciones. Este cuidado de lo eterno es el que ha de ocupar tu corazón, y en lo que has de poner el último esfuerzo; y como es imposible alcanzar la vida eterna sino es mediante el perdón de los pecados, por eso nos manda Cristo pedirle a su Eterno Padre: piensa pues ahora cuál cuidado es el que ocupa tu corazón, y si es el de los deleites y comodidades del cuerpo, y el de los bienes temporales o el de los eternos; y procura sacudir aquellos de ti, y tomar estos, de manera que este sea tu principal intento y el blanco de tus acciones, y en lo que pongas el mayor esfuerzo: cuida de alcanzar para este fin el perdón de tus pecados, y no hagas caso de lo vano y perecedero de este siglo.

PUNTO II. Considera la segunda razón por qué Cristo nos mandó pedir a su Eterno Padre el perdón de los pecados; conviene saber, como dice el mismo san Juan Crisóstomo, para que supiésemos que nos ha de venir de su mano, y que usa de misericordia con los que se la pide, arrepentidos de sus culpas, y sólo espera que se la pidamos para dárnosla. ¡Oh piadosísimo Señor! tan inclinado a la clemencia y a perdonar sus ofensas, que él mismo solicita a los ofensores para que le pidan perdón, y usar con ellos de misericordia. Saca de aquí un grande gozo de tener un Dios y un Señor tan piadoso, tan liberal, tan clemente y misericordioso, que ruega con la misericordia y el perdón. Alaba y engrandece su bondad cuanto tus fuerzas alcanzaren, y cobra juntamente una grande confianza en su piedad de alcanzar perdón de tus pecados por muchos y grandes que sean.

PUNTO III. Considera la tercera razón por qué nos manda pedir cada día perdón de nuestros pecados, porque nos humillemos y vivamos con cautela viendo nuestra flaqueza y malicia, que todos los días caemos y pecamos muchas veces, y necesitamos del perdón. El justo, dice Salomón[1], cae siente veces al día, esto es muchas veces; ¿Qué hará el pecador? Todos lo somos y todos caemos y por esto nos exhorta Cristo a todos, que diligenciemos con oraciones y plegarias todos los días el perdón de la mano de Dios, que sólo puede perdonar los pecados; mira que fuera de ti si Dios no te perdonará, y si se juntaran todos los pecados que has cometido en toda tu vida, ¿qué mar formarán tan profundo de tantos arroyos como corren cada día? Humíllate en la presencia de Dios, reconociéndote por pecador e indigno de que te sustente la tierra ni te cubra el cielo y de levantar los ojos a él, antes admírate como te han sufrido las criaturas, y no se han levantado todas contra ti, habiendo ofendido continuamente con tan gran número de ofensas a tu Criador; y pídele que se acuerde de tu flaqueza y detenga su ira para que no te aniquile o eche en los abismos del infierno, como lo merecen tus pecados.

PUNTO IV. Considera la cuarta razón porque nos manda Cristo pedir cada día perdón de nuestros pecados: conviene a saber, porque los traigamos cada día a la memoria, y los lloremos con verdadera contrición, y hagamos penitencia por ellos: este es un grande fruto de esta petición, y una lección utilísima: vuelve los ojos a la vida pasada, y mira también la presente, y acuérdate cuántas veces y cuán gravemente has ofendido a Dios: mira quién ha ofendido a quien, la criatura al Criador, y el que recibió merced al que se la hizo, y tú a tu bienhechor, a quien por tantos títulos debías servir; y esto no una vez en la vida, o en el año, o en el mes, sino muchas veces cada día, aún cada hora, sin cesar de ofenderle. Mira otrosí que penas mereces por tantos y tan continuos pecados, y cuanta es la bondad de Dios que te ha sufrido: gime y llora y resuélvete en lágrimas de pura contrición por haber ofendido a un tan grande Dios, y a un Padre tan piadoso y liberal que merece ser servido: pídele perdón con todo el afecto de tu alma, y gracia en adelante para morir millares de muertes antes de cometer la más mínima ofensa contra su Divina Majestad.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] Proverbios 24

Fuente: ADELANTE LA FE

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De la doctrina del Evangelio (Mateo 18)

DE LA DOCTRINA DEL EVANGELIO (MATEO 18)

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Meditación para el domingo veintiuno después de Pentecostés.

Compara Cristo en el evangelio el reino de los cielos a un rey que se puso a cuentas con sus criados, y habiendo perdonado a uno diez mil talentos, él no quiso perdonar a su consiervo ciento que le debía, por lo cual airado el rey le mandó echar en la cárcel hasta que pagase toda la deuda cumplidamente, de lo cual concluye el Salvador diciendo: de la misma manera hará vuestro Padre celestial con vosotros, si no os perdonáis de corazón unos a otros.

PUNTO PRIMERO. Considera la doctrina de este evangelio, que es confirmación y como repetición de la meditación pasada; en que nos enseña Cristo con esta semejanza, que no perdonará Dios en el juicio al que no perdonare en esta vida a sus hermanos: pasa los ojos de la considera por toda esta parábola, y mira cuánto te importa ser misericordioso con tus prójimos, perdonándoles sus deudas, porque Dios lo sea contigo, perdonándote las tuyas; y que si ellos no tienen con qué pagar, tampoco tienes tú con que satisfaces a Dios y resuélvete a perdonarlos, porque Dios te perdone.

PUNTO II. Considera cómo este rey poderoso se puso a cuentas con sus criados, pidiéndosela muy menuda de todo lo que les había entregado. Pondera despacio que ha de llegar aquel día en que el sumo Emperador de los cielos y la Tierra se ponga a cuentas con todos sus criados, y la estrechura con que se las ha de pedir, y cuán riguroso se ha de mostrar aquel día, en que no habrá apelación como la hubo en este, sino que se dará la sentencia final irrevocable, y luego se ejecutará sin dilación, en los buenos para el cielos, y en los malos al infierno para siempre jamás Considera a cuál parte irás tú y qué fuera de ti ahora, si te llamaran a cuentas, y tiembla los juicios de Dios, y prevente para el día de la cuenta.

PUNTO III. Considera lo que dice Cristo, que el primero de estas cuentas fue alcanzado en diez mil talentos, y no tuvo de donde pagar. ¡Oh pecador! Ponte en el lugar este siervo, y mírate en el tribunal de tan gran Dios, cercado por todas partes de acusadores que te hacen los cargos y te alcanzan mucho más que a este, porque son más tus pecados que sus deudas: mira que responderás, y con qué pagarás las deudas que debes a Dios y cuán alcanzado te hallarás; pues como dice el santo Job, de mil cargos no podrás responder a uno: ajusta tus cuentas antes que te las pidan, resuelve los libros de tu vida, repasa los años pasados y las partidas antiguas y las presentes; mira la entrada y la salida, y los cargos y descargos, y ajusta bien la cuenta, porque la des buena el día del juicio.

PUNTO IV. Considera lo que dice el Salvador, que alcanzando el rey a este siervo en la cantidad, dicha, le mandó vender a él, y a su mujer y a sus hijos, y a todos sus bienes y hacienda, cuanto tenía y poseía, para hacerse pago de la deuda: en que nos significa el rigor de aquel juicio y la terribilidad de la sentencia, y cómo le serán confiscados al malo todos sus bienes, en que tenía su esperanza, sin dejarle cosa alguna. Pondera la aflicción del pecador en este trance, y cómo hallará frustradas todas sus esperanzas, y aplica aquí las palabras de Cristo: ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si su alma se condena? Vuelve sobre ti, y mira que al pasar los puertos de esta vida te han de confiscar cuanto hubieres ganado en ella, y que en las cuentas que te han de pedir no podrás hacer pago con la hacienda que llevares de acá, porque toda la han de vender y pasar a otros poseedores; solas tus obras te han de acompañar: la mujer, los hijos, los parientes, los amigos, los censos, las casas, las viñas y las haciendas, todo se ha quedar acá; lo cual supuesto, no seas tan necio como este, sino toma tiempo ahora que te lo da Dios, y atesora riquezas inmortales de muchas y santas obras, que puedan valerte en aquella ocasión.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

Fuente: ADELANTE LA FE

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De la paciencia y benignidad de Dios para con los pecadores

DE LA PACIENCIA Y BENIGNIDAD DE DIOS PARA CON LOS PECADORES

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Meditación para el lunes veintiuno

PUNTO PRIMERO. Considera cómo hallándose alcanzado en las cuentas este siervo, se arrojó a los pies de su rey, pidiéndole con lágrimas que le diese espera, y le pagaría la deuda. Este sólo medio te queda para tu remedio en las deudas que debes a Dios, imposibilitado de pagarle, que es arrojarte a sus pies, y pedirle con lágrimas de verdadera contrición, que alargue los plazos y te espere a penitencia, y te dé tiempo para satisfacer por tus pecados y pagarle lo que le debes; híncate de rodillas y pídele con este siervo: Señor tened paciencia, esperadme como esperáis a tantos, que yo prometo la enmienda y serviros de manera, que pueda con vuestra gracia satisfacer vuestras deudas.

PUNTO II.  Considera cómo mandó el rey confiscarle todos los bienes temporales, la mujer, los hijos y la hacienda para cobrar su deuda: con que nos enseña Cristo, que nos confisca Dios los bienes de la tierra para que le paguemos los que le debemos espirituales y del cielo: la pérdida de los parientes que nos quita, la de la salud, la de la honra y la de la hacienda, son prendas que nos saca Dios para que abramos los ojos y le paguemos las deudas que le debemos por nuestros pecados, hasta que nos cite de remate y nos embargue a nosotros mismos. ¡Oh alma mía! Atiende a tu particular, y mira las voces que te ha dado Dios y las prendas que te ha sacado, y saca cada día por las deudas que le debes y no le pagas, y mira que se van abreviando los plazos, y que muy presto te citará de remate y mandará venderte a ti mismo y entregarte a los tormentos, hasta que pagues en tu persona el más mínimo cuadrante: despierta y no esperes a más plazos, sino procura desde luego satisfacer a tu rey y hacer cuenta con pago.

PUNTO III. Considera la benignidad del rey, que sin más intercesores que sus lágrimas, le dio espera y tuvo paciencia en él: y pondera, que no solamente le esperó como pedía, sino que le perdonó todo el débito; cosa tan grande que no se atrevió a pedirla: en que declara la infinita piedad de Dios para con los pecadores, que no solamente los espera a penitencia, sino que les perdona liberalísimamente todo cuanto le han ofendido: bendito sea tan buen Dios, tan liberal, tan piadoso y misericordioso por siempre jamás. Amén. Saca aquí una grande confianza en Dios y un propósito firme de amarle y servirle eternamente. Contempla la paciencia con que sufre y espera a tantos pecadores como hoy le están ofendiendo en el mundo, y la que ha tenido y tiene en sufrirte a ti, y en esperarte tantos años a penitencia y nunca acabas de venir y rendirte a su servicio: llora tu obstinación y rebeldía, y rompe las cadenas que te tienen y no le hagas esperar más tu conversión, no sea que irrites con la dilación su ira, y venga sobre ti su indignación.

PUNTO IV. Pondera últimamente que este rey dilató la cuenta, para que multiplicándose la deuda del criado campease más su liberalidad, dándole mayor perdón: en que se descubre la liberalidad de Dios que espera a los pecadores muchos años, sabiendo que se multiplican sus ofensas, para darles mayor perdón y ostentar más su piedad: de lo cuál has de sacar dos cosas: la primera, es alabar y engrandecer la benignidad y misericordia de Dios, que tiene por caso de menos valer ser vencido de nuestras ofensas, y por timbre perdonar más, y a más que le hayan ofendido. La segunda no desmayar por muchos que sean tus pecados, antes cobra nueva confianza en su piedad de que la tendrá de ti, y no sólo te perdonará, sino que te recibirá en su gracia y te hará muchas mercedes por su infinita bondad, que sea alabada y ensalzada por todos los siglos de los siglos, sin fin.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

Fuente: ADELANTE LA FE

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Del pan supersustancial que pedimos en la oración dominica

DEL PAN SUPERSUSTANCIAL QUE PEDIMOS EN LA ORACIÓN DOMINICA

Del pan supersustancial que pedimos en la oración dominica krouillong adelante la fe

Meditación para el jueves veinte

PUNTO PRIMERO. Considera que, como escribe san Mateo, Cristo nos mandó pedir el pan sobresustancial todos los días, que es su santísimo cuerpo sacramentado en especie de pan, como dicen muchos santos citados de santo Tomás, sobre lo cual has de meditar: lo primero cómo este divino manjar sobresustancial, porque  él sólo es de sustancia para el alma y contiene la sustancia de todos los manjares; por lo cual dijo el mismo Cristo que su carne era el verdadero manjar, y su sangre la verdadera bebida; porque las demás no lo son como esta, en que se nos da la gracia y el autor de la misma gracia. Contempla el valor de este manjar, y la sustancia y la virtud que comunica a el alma, y dale muchas gracias a Dios por la merced que nos hizo en dárnosla para nuestro consuelo y remedio; y enséñate a despreciar todos los manjares por este, que es de sustancia y virtud sobre todos los demás.

PUNTO II. Considera por qué le llamo nuestro: lo primero porque le sazonó Cristo para nosotros y no para los ángeles, a quienes no hizo la merced que a nosotros. Considera los agradecimientos que le dieran los del cielo, si les hiciera esta merced de darles su cuerpo como a nosotros, y no seas tú más corto en agradecérsele que ellos, y en estimar tan singular favor; lo segundo porque no es singular, sino merced hecha a todos igualmente. Pondera aquí la equidad con que Cristo da tan soberano don a todos, chicos  y grandes, nobles y plebeyos, ricos y pobres, sin excluir a alguno, sin distinción ni singularidad, comunicándoles su gracia a cada uno conforme a su devoción y a las disposición que lleva; y que muchas veces la dará más copiosa al pobre y humilde por ir más dispuesto, que al rico y levantado porque va menos; y alaba las maravillas de Dios y la rectitud de su justicia, y estudia en merecer más aumentos de su gracia por tu mayor disposición.

PUNTO III. Considera que siendo este divino pan de tan subido valor, le llama cuotidiano y nos manda pedir cada día, como el maná que bajaba del cielo: porque como dice san Agustín, cada día nos hemos de preparar para merecer recibirle, y cuando es de nuestra parte purificar nuestras almas, y hacerlas dignas moradas de tan alto Señor; en figura de lo cual todos los días al amanecer enviaba Dios un viento blando, que limpiaba la tierra donde había de caer el maná, porque ha de estar limpia el alma de toda imperfección para recibir este maná del cielo: mete la mano en tu conciencia, y mira si está tan limpia que le merezcas recibir, y procura acrisolarla de cualquier imperfección: toma el consejo de san Agustín, y vive de tal suerte que merezcas recibirle cada día.

PUNTO IV. Considera que nos manda Cristo pedir este divino pan, porque como tal nos sustenta y alimenta, y con él reparamos lo que perdemos cada día pecando, y cada día necesitamos de reparar por este celestial alimento lo que perdemos por el pecado: cada día necesitamos de ofrecerle este sacrificio para aplacarle y satisfacerle por nuestros pecados: cada día enfermamos en el alma, y cada día tenemos necesidad de esta saludable medicina para curar nuestras dolencias. Contempla pues los bienes y riquezas inestimables que tienes en este celestial bocado, y estímale y venérale como debes: ofrécele cada día a Dios en satisfacción de  tus pecados: recíbele con hacimiento de gracias para reparo de tu alma; pídele que como médico celestial te cure de tus enfermedades, y que te preserve de caídas, y te de perseverancia en su gracia.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

Fuente: ADELANTE LA FE

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¡Ay de aquel que comienza por callar pecados en la confesión!

¡AY DE AQUÉL QUE COMIENZA POR CALLAR PECADOS EN LA CONFESIÓN!

callar pecados en la confesión krouillong adelante la fe blogspot san miguel arcangel

Discípulo. —Padre, ¿acaso la causa de que antes se dejen engañar del demonio para callar sus pecados en la confesión y repetir tales sacrilegios, no serán los sacerdotes y confesores que no indagan, no interrogan, no impiden que se hagan malas confesiones?

Maestro. — ¡Pobres sacerdotes y confesores! — Ellos saben y ven muchas veces que ciertas almas dejan bastante que desear, pero frecuentemente temen faltar al recato, temen faltar por falta de delicadeza al interrogar para poner en claro ciertas cosas. Y así, con ciertas personas, no se atreven del todo a interrogarlas, por si no es prudente: se deja correr el agua por su cauce, y Dios proveerá. Del mismo modo, que un padre y una madre siempre quieren pensar bien de sus hijos, y sienten al tener que dudar de su conducta de su inocencia, así el pobre párroco, el confesor con respecto a sus hijos espirituales.

Discípulo. –– ¿Y entonces?

Maestro — Entonces se tira adelante hasta que Dios ponga su mano. He aquí por qué en ocasión de ejercicios espirituales, de misiones, por Pascua y en otras semejantes, se hallan frecuentemente algunos que habiendo tenido la desgracia de callar alguna vez ciertos pecados en la confesión, han continuado cometiendo tales sacrilegios por años y más años, hasta que tocados por una gracia especial, y habiendo encontrado un confesor paciente y experimentado pueden, finalmente, abrir los ojos, y tranquilizar su conciencia atormentada largo tiempo por crueles remordimientos.

Se predicaban los ejercicios espirituales en una importante parroquia de Piamonte. En aquellos días se confesaba a más no poder, y observé a cierta persona de aspecto muy triste y compungido, que merodeaba alrededor de los confesonarios. No le di importancia; mas de aquí, que una tarde se arrodilla a mis pies y me dice:

—Padre: ayúdeme, soy muy desgraciada. Hace quince años me confieso mal, no he hecho más que sacrilegios… y prorrumpió en llanto.

—Bueno, anímese Ud., repásele, Dios tendrá misericordia de Ud., Jesús, será también infinitamente misericordioso y bueno para con Ud. Dígame: ¿Cuántos años tiene? — ¿Cómo fue a enredarse en estos pecados?

—Tengo 27 años; a los 12 apenas, por causa de una curiosidad ilícita, cometí mi primer pecado, el cual no me atreví confesar. Con aquel sacrilegio me acerqué a la Comunión, y desde aquel día fue una no interrumpida cadena de pecados y sacrilegios hasta el presente. Mucho he rogado, mucho he llorado, he hecho peregrinaciones, más todo inútilmente. Me confesaba cada mes y aún con más frecuencia; en ocasión de ejercicios espirituales, he hecho confesiones generales, pero siempre este pecado lo he callado de pura vergüenza.

—Y ¿quedaba usted satisfecha de sus confesiones, tranquila en sus comuniones?

— Oh, padre, si supiese qué agudos remordimientos, qué espinas punzaban mi corazón cada vez

— ¿Y por qué pasó tanto tiempo en esta forma?

— ¡Porque fui una estúpida, por eso! Un tremendo miedo de las reprensiones del confesor, me cerraba la boca y un gran respeto humano de mis compañeras, me empujaba a la Comunión en este estado.

— ¿Cuánto tiempo hace que se confesó?

— ¡Ah, Padre! me he confesado ya tres veces en esta misión, con tres diversos confesores, siempre con el propósito firme de resolverme de una vez a decirlo todo, mas llegado el momento, sentí como un cruel nudo que me apretaba la garganta y siempre callé tal pecado.

— Y ahora, ¿cómo lo ha podido manifestar?

— Padre, su sermón de esta tarde sobre la necesidad de confesarse bien, aquellas palabras que usted repetía: “probadlo y veréis cuan bueno es Jesús”, me han conmovido y me he decidido a ello a toda costa.

Ayudada por el confesor, hizo una de aquellas confesiones generales, las más consoladoras, y recibida la absolución, no acababa de repetir:

— Basta ya de pecados y de sacrilegios. Lo diré a todos que he probado y he visto cuan bueno es Jesús.

Discípulo. — Estos casos son consoladores, ¿no es verdad Padre? y menos mal que todavía se corrigen a tiempo.

Maestro. — Mas ¡cuántos no se enmiendan ni siquiera en la hora de la muerte! Es cosa para llorar, pero muy cierto. No es raro encontrar moribundos que ya con un pie en la sepultura, se obstinan en callar los pecados no confesados o mal confesados desde su juventud, y en este estado entran en la eternidad.

Discípulo. — ¡Pobrecitos!

Maestro. — Llámales, más bien desgraciados. ¡Ay del que comienza!

Discípulo. — Y la misericordia infinita de Dios ¿no vendrá en su ayuda?

Maestro. — ¿Se puede suponer que siempre quiera Dios usar de misericordia en el trance de la muerte con quienes durante su vida, abusando de su misma misericordia, le han injuriado con tales sacrilegios? Y además, la mayor parte de las veces, no invocan la misericordia divina, antes la desprecian frecuentemente.

Varios hechos te persuadirán de lo que te voy diciendo:

El Padre Del Río, refiere de una joven sirvienta que se confesaba con frecuencia, porque así lo deseaba su señora, más por vergüenza, se obstinaba en callar los pecados deshonestos. Cayó gravemente enferma por primera vez y a ruegos de la señora se confesó, pero sacrílegamente, una vez que sanó, después de muchos cuidados, solía con frecuencia burlarse de sus compañeras, y poner en ridículo el celo de su ama y el del confesor, por inducirla a que se confesase bien. Recayó por segunda vez más gravemente enferma, y la señora mandó de nuevo llamar al sacerdote, el cual vino y con toda la piedad y paciencia que Dios concede en semejantes casos procuró inducir a aquella desgraciada a que hiciera una sincera y dolorosa confesión. Todo fué inútil. Siempre obstinada durante su larga agonía en defenderse y callar los pecados, rehusaba hasta el repetir las jaculatorias e invocaciones que le sugería el confesor, mostrándose fastidiada de aquellas cosas y aún de la presencia del sacerdote. Y cuando, por fin, éste viéndola en el término de su vida, le ruega que bese el crucifijo, ella, con un esfuerzo supremo, lo aleja de mal modo de sí y mirándolo con desprecio dice: “Quitad de mi vista ese Cristo, que no tengo necesidad de Él”. Luego volviéndose de espaldas, con un horrible suspiro, expiró aquella alma impenitente y sacrílega. ¡Ay del que comienza!

Otro caso semejante refiere el Padre Agustín de Pusignano, del que fue testigo él mismo. Una infeliz mujer callaba en la confesión los pecados más graves. No obstante los sermones que oía contra esta vergüenza sacrílega, no obstante las más amorosas exhortaciones, y los más agudos remordimientos de conciencia, no le decidían a aprovecharse. Agotada la misericordia de Dios, la hirió una violenta enfermedad que la puso en trance de muerte. Se llamó en seguida al confesor, más la infeliz apenas lo vio exclamó:

— Padre, habéis llegado a tiempo de ver bajar al infierno a una falsa penitente. Me confesaba con frecuencia, mas dejándome siempre los pecados más graves.

— Pues bien, confiésalos ahora le responde el sacerdote.

— No puedo, no puedo, gritó desesperada. Pasó ya el tiempo de la misericordia y ha llegado ya el de la justicia.

Y enfureciéndose y contorciendo rabiosamente su cuerpo, expiró, dejando en todos los presentes la más triste y horrible impresión.

Refiere San Alfonso de un señor que en apariencia tenía buena conducta, pero que se confesaba mal, que habiendo caído gravemente enfermo, fue a visitarlo el Párroco, el cual le exhortó a que recibiera los Sacramentos, pues se encontraba en peligro de muerte. El enfermo, no obstante, rehusaba confesarse.

— ¿y por qué, mi caro señor, no se quiere confesar?

— Ah, responde el enfermo: ¡porque estoy condenado! Dios, en castigo de mis sacrilegios, me quita la voluntad y la fuerza para repararlos.

Dicho esto, empezó a morderse la lengua, y a revolverse desesperadamente y a gritar: “¡Maldita lengua, maldito silencio, malditos sacrilegios!”

Más terrible aún es el hecho siguiente que se lee en la vida de San Francisco de Borja.

Un gentilhombre, que vivía habituado a los vicios más abominables, fue atacado de una enfermedad mortal. Los parientes y amigos, estaban alrededor para inducirlo a pensar y proveer por su alma y para que se dispusiera a hacer una buena confesión; mas el solo nombre de la confesión bastaba para ponerlo furioso. Se llamaron varios sacerdotes y finalmente el mismo San Francisco de Borja, el cual, viendo la obstinación de aquel moribundo, pensó en recurrir al Crucifijo. Tomándolo, pues, con la mano, se acerca al lecho y en nombre del mismo Jesús, que murió por nosotros, le conjura a que doblegue su obstinación y se confiese. El enfermo no quiere saber nada, sacude la cabeza y se vuelve de espaldas. Entonces San Francisco se va frente al enfermo y le repite con mayor dulzura las exhortaciones e insistencias de antes, pero el enfermo de nuevo se vuelve a la otra parte para no escucharlo, y ¡oh terrible prodigio! El crucifijo que tenía el Santo en la mano, desclavó su mano derecha y tomando de la sangre que en aquel momento brotó de su costado abierto como si estuviera vivo, la arrojó al rostro de aquel obstinado, diciendo en voz alta: “Esta sangre que no quieres para tu salvación, que sea para tu condenación eterna”. A tales palabras y a vista de tales cosas el moribundo lanza un grito desgarrador y muere en el acto.

Discípulo. —Basta, Padre, son cosas que le llenan a uno de espanto. Yo por mi parte, jamás querré cometer sacrilegios.

Maestro. — ¡Muy bien! mantén tan santa resolución. ¿Y por qué dejarse dominar del demonio mudo, pisotear la Sangre de Jesucristo, trocar la medicina en veneno y obligarle a condenarnos, cuando su deseo más ardiente es salvarnos?

Presbítero. José Luis Chiavarino

“CONFESAOS BIEN”

Fuente: BLOGSPOT SAN MIGUEL ARCANGEL

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Novena de las Tres Avemarías

NOVENA DE LAS TRES AVEMARÍAS

Esta novena consiste en rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla, bien para alcanzar algún favor por su mediación. Tiene como fin honrar tres principales atributos de María Santísima, a saber: el poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría de que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.

La Novena consiste en rezar tres veces el Avemaría durante nueve días. Como hemos indicado en su lugar, la Santísima Virgen prometió a Santa Matilde asistirla en la hora de la muerte si rezaba cada día en su honor tres Avemarías para celebrar los atributos de Poder, Sabiduría y Misericordia con que la enriqueció la Beatísirna Trinidad.

Mas los devotos de María, entendiendo con esto cuán de su agrado es este obsequio, juzgaron que repitiéndolo durante nueve días, quizás alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de su poderosa intercesión. Este es el origen de la Novena eficaz de las Tres Avemarías.

Esas Tres Avemarías son como otras tantas aldabadas que damos a las puertas del misericordioso y compasivo corazón de Nuestra Señora; son como tres aclamaciones angustiosas con que el alma implora su Poder, Sabiduría y Misericordia para el remedio de las múltiples necesidades que la aquejan.

Cuán del agrado de Nuestra Señora sea este piadoso ejercicio, dícenlo muy elocuentemente los muchos y diversos favores, tanto espirituales como materiales, que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las personas que se han servido de ella para implorar la protección de la Santísima Virgen.

Pero lo más consolador son los beneficios espirituales que dispensa la Santísima Virgen por medio de esta Novena. Diríamos que esa bendita devoción es el anzuelo con que María Santísima pesca innumerables almas para el cielo; muchas, ciertamente, serán deudoras de su eterna felicidad en la gloria a la eficacia de esa devota práctica.

Conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que se logró recibieran los últimos Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes extraviados, devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había arrancado la perversión; matrimonios que han recuperado el tesoro de la paz y unión, que hacia tiempo habían perdido; almas atormentadas por los escrúpulos y otras penas interiores, que recobraron la paz de conciencia y el sosiego de su espíritu; en fin, devoto lector, que esta Novena parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como del alma.

Si quieres convencerte de ello, pruébalo; haz una Novena o varias para el remedio de tus necesidades o las de tu familia; pero hazla con fe y confianza, y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que experimentarás su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio de tan corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que se lo hace.

santa maria krouillong

NOVENA DE LAS TRES AVEMARÍAS

La novena puede comenzarse en cualquier día del año, si se desea puede comenzarla nueve días antes de una fiesta mariana de su preferencia para terminarla en el día de dicha fiesta.

Se conforma de tres oraciones y en cada una ser reza tres avemarías, terminando con una jaculatoria tres veces y una oración final.

ORACIÓN PRIMERA

Oh María, Virgen poderosa, a quien nada es imposible! Os suplico, por el poder con que os distinguió Dios Padre Omnipotente, que me socorráis en la presente necesidad. ¡Oh Abogada de las causas más desesperadas, ayudadme! En ello están interesados la gloria de Dios, vuestra honra y el bien de mi alma.
Si la gracia que pido está conforme con la amabilísima y santísima voluntad de Dios, interceded, omnipotencia suplicante, interced por mí ante vuestro Hijo, que nada os puede negar. Os lo pido por ese poder ilimitado que os comunicó el Padre Celestial, ya que, para celebrarlo, os digo con Santa Matilde a quien revelasteis la práctica saludable de las Tres Avemarías:

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)

Coronacion de la Virgen Maria krouillong comunion en la mano es sacrilegio

ORACIÓN SEGUNDA

Purísima Virgen, justamente llamada Trono de la sabiduría, porque en Vos moró la Sabiduría increada, el Verbo de Dios, y os comunicó toda la plenitud de su divina ciencia en la medida que podía participarla a la más perfecta de las criaturas. Vos sabéis bien cuán grande es mi miseria y la necesidad que tengo de vuestro auxilio.
Me abandono del todo en vuestras manos, confiando en que vuestra divina Sabiduría lo ordenará todo con fuerza y suavidad a mayor gloria de Dios y provecho de mi alma, y que, por los medios más convenientes, acudiréis a socorrer mi necesidad.
¡Oh María, Madre de la divina sabiduría! Dignaos alcanzarme el favor que solicito. Os lo pido por esa inefable sabiduría con que el Verbo, Hijo vuestro, ilustró vuestra inteligencia, ya que, para celebrarla, os digo con San Antonio de Padua y San Leonardo de Puerto Mauricio, celosísimos propagadores de las Tres Avemarías:

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)

Santa Maria Reina krouillong comunion en la mano sacrilegio

ORACIÓN TERCERA

¡Oh tierna y verdadera Madre de Misericordia, que en estos últimos tiempos os habéis llamado Vos misma “Madre la más misericordiosa”! A Vos acudo para que uséis conmigo de compasión y bondad, con tanta mayor razón cuanto es mayor mi miseria.
No soy acreedor a la gracia que de Vos espero, ya que tantas veces os he contristado, ofendiendo a vuestro divino Hijo; pero estoy sinceramente arrepentido de haber traspasado con mis pecados el amante Corazón de Jesús y el vuestro. ¿No sois Vos, según lo revelasteis a vuestra sierva Santa Brígida, la “Madre de los pecadores arrepentidos”? Perdonadme, pues, mis pasadas ingratitudes; y teniendo sólo en cuenta vuestra misericordiosa bondad y la gloria que de ello resultará para Dios y para Vos misma, obtenedme la gracia que os pido.
¡Oh Vos, a quien nadie ha implorado en vano! ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Dignaos socorrerme. Os lo pido por esa misericordiosa bondad de que en favor nuestro os ha llenado el Espíritu Santo, ya que, para celebrarla, os digo con San Alfonso María de Ligorio, incomparable Apóstol de vuestra misericordia y doctor de las Tres Avemarías:

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)

santa maria krouillong

JACULATORIA: María, Madre mía, preservadme de pecado mortal. (3 veces)

La siguiente oración se reza cada día al terminar la Novena de las Tres Avemarías.

ORACIÓN FINAL

Acordaos, ¡oh clementísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección invocando vuestro Poder, vuestra Sabiduría y vuestra Misericordia para el remedio de sus males, haya visto defraudadas sus esperanzas. Animado con esta confianza a Vos también acudo, ¡oh Poderosísima Reina!, ¡oh Sapientísima Virgen!, ¡oh Misericordiosísima Madre!, os suplico vengáis a socorrerme con estos tres atributos de que os adornó la Beatísima Trinidad para consuelo de los desvalidos. ¡Oh piadosísima Señora! ¡Oh trono de la Sabiduría! ¡Oh clementísima Abogada!, no despreciéis las súplicas de este pobre pecador, que implora vuestro poder para que le defendáis y protejáis, vuestra sabiduría para que le guiéis y enseñéis y vuestra misericordia para que, benigna, le amparéis en todo peligro y le favorezcáis en sus necesidades.

¡Oh María, Hija del Padre, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del Espíritu Santo!, no despreciéis mi humilde oración; antes bien, acogedla piadosa, interceded para que sea despachada favorablemente y brille más a los ojos de todos vuestro gran poder, vuestra admirable sabiduría y vuestra inagotable misericordia, y sea todo a gloria de la adorabilísima Trinidad, que os enriqueció con tan preciosos dones. Amén.

Que Dios les conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora, las Gracias que necesiten.

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Villancico de la Reina Isabel La Católica

VILLANCICO DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA

Hacia el Portal de Belén
desde su inmortalidad
la Reina Isabel camina
llena de triste pesar.

A Belén llega la Reina
revestida de humildad
y el Niño-Dios la recibe
en su infinita bondad.

– ¿Qué quieres, Reina Isabel,
gloria de la Hispanidad…?
Tú que hiciste a España mía,
¿qué ocasiona tu pesar?

– Niño Dios, que hoy has nacido
en este humilde portal,
Tú que eres Rey de los Cielos
y en pobre pesebre estás…
mira mi querida España
a punto de naufragar,
afligida por el paro,
la decadencia moral,
las deudas y el despilfarro,
la anarquía territorial
y el odio a la religión.

No dejes que una vez más
España caiga en el trágico
pesimismo nacional.

Al escuchar a Isabel
el Niño se echó a llorar.
Y al fin, tras muchos sollozos,
el Niño-Dios pudo hablar:

– Gran Reina fuiste de España,
modelo de santidad,
por tu noble intercesión
y por mi excelsa bondad,
a la gran nación de España
la tengo que remediar.
Yo restauraré la fe,
la conciencia y la moral
y habrá trabajo y justicia
y habrá bienestar social…

Y yo haré que tu buen nombre
de Reina santa e impar
resplandezca en los altares
con toda solemnidad.

Contenta vuelve Isabel
a la patria celestial.
En España la esperanza
de nuevo vuelve a brillar.

José María Gómez Gómez, Gran Maestre.

Reina Isabel La Catolica krouillong 6

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Una Feliz y Santa Navidad

Al Nacimiento de Jesús

Hoy nos viene a redimir
un niño, nuestro pariente,
¡mira, que es Dios omnipotente!

Pues si es Dios, ¿cómo es vendido
y muere crucificado?
¿No ves que mató el pecado,
padeciendo el inocente?
¡Oye, que es Dios omnipotente!

Mi fe, yo lo vi nacido
de una muy linda doncella.
Pues si es Dios, ¿cómo ha querido
estar con tan pobre gente?
¿No ves que es Dios omnipotente?

Déjate de esas preguntas,
muramos por le servir,
y pues que Él viene a morir,
muramos nosotros con Él,
¡pues es Dios omnipotente!

(Santa Teresa de Jesús)

navidad natividad murillo krouillong

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Novena para casos difíciles a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya

NOVENA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE POMPEYA PARA ALCANZAR LAS GRACIAS EN LOS CASOS MAS DIFÍCILES Y DESESPERADOS

Por el Beato Bartolo Longo

Esta Novena se puede rezar en cualquier momento del año y consta una oración inicial, cinco oraciones a Nuestra Señora y una oración final, las cuales se rezan igual durante nueve días.

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya

Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro. + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN INICIAL

¡Oh Santa Catalina de Siena, mi protectora y maestra! Tú que proteges a tus devotos cuando rezan el Rosario de María, asísteme en este instante, y dígnate rezar conmigo la Novena en honor de la Reina del Rosario, que ha colocado el trono de sus favores en el Valle de Pompeya, para que por tu intercesión obtenga yo la gracia que deseo. Así sea.

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya 5

Luego se dice:

V. Dios, venid en mi ayuda.
R. Señor apresuraos a socorrerme.
V. Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Así sea.

 ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

I.

¡Oh Virgen Inmaculada y Reina del Santo Rosario! en estos tiempos en que, apagada la fe en las almas, domina la impiedad, has querido levantar tu trono de Reina y Madre sobre la antigua Pompeya, morada de muertos paganos y desde aquel lugar, donde eran adorados los ídolos y demonios, Tú hoy, cual Madre de la divina gracia, derramas por doquiera los tesoros de las celestiales misericordias; ¡ah! desde aquel trono donde reinas vuelve, también a mí, oh María, esos tus ojos benignos, y ten piedad de mi, que tanto necesito de tu socorro. Muéstrate también conmigo cual te mostraste con tantos otros, verdadera Madre de misericordia, “Monstra te esse Matrem”, mientras de todo corazón Te saludo e invoco por mi Soberana y
por Reina del Santísimo Rosario. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia.

II.

Mi alma rendida al pie de tu trono, oh grande y gloriosa Señora, te venera entre los gemidos y angustias que sobremanera la oprimen. En medio de las penas y agitaciones en que me hallo, levanto confiado los ojos hacia Ti, que te dignaste elegir para tu morada las campiñas de pobres y desamparados labriegos; y que frente a la ciudad y anfiteatro de deleites paganos, en donde reinan el silencio y las ruinas, cual Señora de las Victorias elevaste tu poderosa voz llamando de todas partes de Italia y del mundo católico a tus devotos hijos para que te levantasen un templo. ¡Oh! apiádate finalmente de está alma que yace aletargada bajo el polvo y las sombras de la muerte! Ten piedad de mi, ¡oh! Señora; ten piedad de mí que me hallo abrumado de miserias y humillaciones. Tú que eres exterminio de los demonios defiéndeme de los enemigos que me asedian. Tú que eres el Auxilio de los cristianos, sácame de las tribulaciones en que me hallo sumido. Tú que eres nuestra vida, triunfa de la muerte que amenaza mi alma en los peligros a que se halla expuesta. Devuélveme la paz, la tranquilidad, el amor, la salud. Así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia.

III.

¡Ay!… el oír que tantos han sido colmados de favores sólo porque a Ti acudieron con fe, me infunde nuevo aliento y valor para llamarte en mi socorro. Tú prometiste a Santo Domingo que el que deseara gracias las obtendría con tu Rosario; y yo con el Rosario en la mano, te llamo, oh
Madre, al cumplimiento de tus maternales promesas. Aún más: Tú misma, oh Madre, has obrado continuos prodigios para excitar a tus hijos a que te levantaran un templo en Pompeya. Tú, pues, quieres enjugar nuestras lágrimas y aliviar nuestros afanes; y yo con el corazón en los labios, con fe viva te llamo e invoco: ¡Madre mía! ¡Madre querida! ¡Madre bella!… ¡Madre dulcísima, ayúdame! Madre y Reina del Santo Rosario, no tardes más en tender hacía mí tu poderosa mano y salvarme; porque la tardanza, como ves, me llevaría a la ruina. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia.

IV.

¿Y a quién he de acudir yo sino a Ti, que eres el alivio de los miserables, el refugio de los desamparados, el consuelo de los afligidos? ¡Ah, si; lo confieso: abrumada miserablemente mi alma bajo el enorme peso de las culpas, no merece más que el infierno y es indigna de recibir tus favores! Mas, ¿no eres Tú la esperanza de quién desespera, la poderosa Medianera entre Dios y el hombre, la Abogada ante el trono del Altísimo, el Refugio de los pecadores? ¡Ah, basta que digas una sola palabra en mi favor a tu divino Hijo, para que El te escuche! Pídele, pues, oh Madre, la gracia que tanto necesito… (se pide la gracia que se desea). Sólo Tú puedes obtenérmela. Tú que eres mi única esperanza, mi consuelo, mi alegría, mi vida. Así lo espero, así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia.

V.

¡Oh Virgen y Reina del Santo Rosario! Tú que eres la Hija del Padre celestial, la Madre del Hijo divino, la Esposa del Espíritu Santo; Tú que todo lo puedes ante la Trinidad Santísima, debes obtenerme esta gracia para mi tan necesaria, a no ser que sea de obstáculo para mi eterna salvación… (aquí se especifica la gracia que se desea). Te la pido por la Concepción Inmaculada, por tu divina Maternidad, por tus gozos, por tus dolores, por tus triunfos. Te la pido por el Corazón de tu amoroso Jesús, por aquellos nueve meses que lo llevaste en tu seno, por los trabajos y sinsabores de su vida, por su acerba Pasión y Muerte de Cruz, por su santísimo Nombre y por su sangre preciosísima. Te la pido, finalmente, por tu dulcísimo Corazón, por tu glorioso Nombre, ¡oh María! que eres Estrella del mar, Señora
poderosísima, Puerta del paraíso y Madre de todas las gracias. En Ti confío.., todo lo espero de Ti: Tú me has de salvar. Así sea.

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya 2

ORACIÓN FINAL

Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros,
esos tus ojos misericordiosos.
Y, después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, OH piadosa,
OH dulce Virgen María!
Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos
de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

V. Hazme digno de alabarte, oh Virgen Sagrada.
R. Dame fortaleza contra tus enemigos.
V. Ruega por nosotros, Reina del Santísimo Rosario.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración. Oh Dios, cuyo Hijo Unigénito con su vida, muerte y resurrección nos adquirió el premio de la salvación eterna, concédenos, os suplicamos, que meditando estos misterios en el Santísimo Rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos las virtudes que contienen y alcancemos los bienes que prometen. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.

Que Dios les conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, las Gracias que necesiten.

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Novena en honor a la Virgen María

NOVENA EN HONOR DE LA VIRGEN MARÍA

Comenzamos la Novena el 1 de Enero, día de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y la terminamos el día 9.

Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro.                           + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN DE SAN BERNARDO (PARA TODOS LOS DÍAS)

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado.  Yo, pecador, animado con tal confianza, acudo a vos oh Madre, Virgen de las vírgenes: a vos vengo, delante de vos me presento gimiendo. No queráis, oh Madre del Verbo, despreciar mis palabras; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Amén.

virgen maria stella maris krouillong comunion en la mano

ORACIONES PARA CADA DÍA

PRIMER DÍA

Oración de Santo Tomás de Aquino. 
Concededme, oh Reina del cielo, que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo santísimo; que por tantos beneficios recibidos, no por mis méritos, sino por la largueza de su piedad, no cese de alabarle con humildes acciones de gracias; que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión y un firmísimo y doloroso arrepentimiento, y, finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia. Suplico también, oh puerta del cielo y abogada de pecadores, no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la fe, pero particularmente que en la hora postrera me mantenga con ella abrazado; si el enemigo esforzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran piedad. Por la confianza que tengo en ti puesta, alcánzame de tu santísimo Hijo el perdón de todos mis pecados y que viva y muera gustando las delicias de tu santo amor.

SEGUNDO DÍA

Oración de San Atanasio de Alejandría.
Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor, Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo, no apartes de nosotros tu memoria, habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor, es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides, pues eres llamada llena de gracia y de alegría por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo. Por esto, aun los ricos de la nación, los más favorecidos en justicia y santidad, claman a ti e invocan tu protección. No nos cierres las puertas de tu pecho, y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra.

TERCER DÍA

Oración de San Anselmo.
No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre, han conseguido la eterna salvación; ¿y quieres que, invocándote yo, sea defraudado en mis esperanzas? Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran maldad; pero, aun así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma: pues eres tan noble y benigna de condición, da oídos a quien humildemente llama a tus puertas y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación, ni le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado. Sana con tus celestiales medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas, desátame de los carnales lazos que me aprisionan en la tierra y abrígame siquiera con un jirón del espléndido
manto de tu gloria. Amén.

inmaculado corazon de maria krouillong (27)

CUARTO DÍA

Oración antigua de autor anónimo.
Ven, oh gloriosa Reina María; ven y visítanos; ilumina nuestras almas dolientes y danos el vivir santamente. Ven, salud del mundo, a lavar tantas manchas que nos afean, a disipar tantas tinieblas que nos envuelven. Ven, Señora de los pueblos, y apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan, arrójanos el manto de tu pureza y señala el seguro camino que nos ha de llevar al puerto. Ven a visitar a los enfermos, a fortalecer a los débiles, a dar firmeza a los que fluctúan entre mares de dudas. Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos paz, gozo y devoción. Ven, oh cetro de reyes, poderío de las naciones, y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de su unidad, a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que conviene a su salud. Ven, trayéndonos en tus manos los dones de tu casto, eterno esposo, el Espíritu Santo, para que vivamos por su lumbre y calor, y sean nuestro sustento aquellos frutos eternos que nos han de merecer entrar en la unidad de la vida bienaventurada. Amén.

QUINTO DÍA

Oración de San Sofronio.
Amansa, oh piadosa Madre, las olas de tristeza y de congoja que combaten mí corazón; apaga las llamas enemigas que me cercan; embota los dardos que manos crueles vienen arrojando contra mi alma, amenazando atravesarla y envenenarla y meter en ella la muerte. Oh alegría
bienaventurada, oh paz, oh serenidad de los que te invocan, oh escudo y fortaleza de tus fieles servidores, ven y tiende tu mano sobre las llagas recibidas y sobre las angustias que me atormentan; da suavidad y paz a mi entendimiento, para que mi lengua engrandezca siempre la alteza de la merced recibida. Devuélvenos en lluvias de gracias las alabanzas que te dirigimos; abre ese manantial de gracias que por nosotros quiso encerrarse en ti y no vivamos ya entre noches, incertidumbres y temores; a ti seremos deudores de mercedes que jamás labios humanos podrán agradecer ni ponderar. Amén.

SEXTO DÍA

Oración de San Ildefonso.
Oh clementísima Virgen, que con mano piadosa repartes vida a los muertos, salud a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados y consuelo a los que lloran. Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado, alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho. Sé vida y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi espíritu. Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, madre llena de compasión, endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos, hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio, enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón, salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén.

inmaculada (9)

SÉPTIMO DÍA

Oración de San Juan Damasceno.
Nadie está en el cielo más cerca de la Divinidad simplicísima que tú, que tienes asiento sobre la cumbre de los querubines y sobre todos los ejércitos de los serafines, y por esto no es posible que tu intercesión sufra repulsa, ni que sean desatendidos tus ruegos. No nos falte tu auxilio mientras vivamos en este mundo perecedero; alárganos tu mano, para que, obrando las obras de salud y huyendo de los caminos del mal, demos seguro el paso de la eternidad. Por ti esperamos que, al cerrar a este destierro los ojos de la carne, se abrirán los del alma para anegarse en aquel piélago de soberana hermosura, de suavísimos deleites, por el cual ansiosamente suspiran las almas regeneradas y que nos anunció y mereció Cristo Señor
nuestro haciéndonos ricos y salvos. A El por ti, Señora, rendimos gloria y alabanza, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

OCTAVO DÍA

Oración de San Efrén de Siria. 
Oh Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo criado, levantada sobre todos los cortesanos del cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol: tú eres más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines y sin comparación más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo. Tú eres la esperanza de los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles, honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías, corona de las vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad, princesa y guía de todos y doncella sacratísima; por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor. Guárdame debajo de tus alas; y apiádate de mí, que estoy sucio con mis pasiones y manchado con los innumerables males que he cometido contra mi Juez y Criador. No tengo otra confianza sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza, el puerto de mi salud y socorro oportuno en la tribulación.

NOVENO DÍA

Oración de San Germán.
Ninguno se salva sino por ti, oh Virgen Santísima.’Ninguno se libra de males sino por ti, oh Virgen purísima. Ninguno recibe gracias de Dios sino por ti, oh Virgen castísima. Ninguno obtiene misericordia sino por ti, oh Virgen venerabilísima. ¿Quién, después de tu bendito Hijo, tiene tanto cuidado del linaje humano como tú? ¿Quién así nos defiende en nuestras tribulaciones?
¿Quién tan presto nos socorre y nos libra de las tentaciones que nos acosan y persiguen? ¿Quién, con sus piadosos ruegos, intercede por los pecadores y los libra de las penas que por sus pecados merecen? Por esto recurrimos a ti, oh purísima y dignísima de toda alabanza y de todo obsequio.
Haz que, por medio de tus oraciones, que tanto pueden con el Señor, las cosas eclesiásticas sean bien gobernadas y tú misma las conduzcas a puerto seguro. Viste ricamente a los sacerdotes de justicia y de la gloria de la fe probada, inmaculada y sincera. Dirige en estado próspero y tranquilo los cetros de los soberanos cristianos. Sé, en tiempo de guerra, la protección del ejército, que siempre milita bajo tu amparo, y confirma al pueblo para que, conforme Dios lo tiene mandado, persevere en el obsequio suave de la obediencia. Sé el muro inexpugnable de este pueblo que te tiene a ti como a torre de refugio y cimiento que la sostiene. Preserva la habitación de Dios y el decoro del templo de todo mal; libra a cuantos te
alaban, da redención a los cautivos y sé refugio para el peregrino y consuelo para el desamparado. Extiende, por fin, a todo el orbe tu mano auxiliadora, para que, así como celebramos con alegría esta festividad, celebremos también todas las demás que te dedicamos, en Cristo Jesús, Rey de todas las cosas y verdadero Dios nuestro; a quien sea la gloria y la fortaleza, junto con el Padre Eterno, que es principio de la vida, y con el Espíritu coeterno, consubstancial, y que reina con los dos, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

nuestra señora del monte carmelo krouillong (21)

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana; alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu, la paz en la familia y la suficiencia de
medios para la vida; concédenos, en fin, una santa muerte en la santa Iglesia católica.
¡Oh Virgen, que superas toda alabanza! Todo lo que tú quieres, lo puedes ante Dios, de quien eres Madre; y, aun cuando nosotros somos pecadores, tú eres dulce madre del Redentor y dulce madre nuestra, y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor; a tu nombre se abren las puertas del cielo; en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia; óyenos, oh plácida Virgen y Madre, y, si nos conviene, concédenos las
gracias que te pedimos en esta novena.

Petición. Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oremos. Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Que Dios les conceda a todos , por la intercesión de la Santísima Virgen María, las Gracias que necesiten.

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Triduo en Honor de Santa María de Guadalupe

TRIDUO EN HONOR DE SANTA MARIA DE GUADALUPE

El Triduo en Honor de Nuestra Señora de Guadalupe comienza el día 9 y termina el día 11 de diciembre, un día antes de su Fiesta: el 12 de diciembre.

Está formado por tres oraciones, una para cada día, por medio de las cuales se pide una Gracia especial a Nuestra Señora de Guadalupe.

nuestra señora de guadalupe krouillong (43)

Hecha la señal de la cruz y el acto de contrición, se hace la petición a Nuestra Señora de Guadalupe de la Gracia que se pide a Dios nos conceda.

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro.
† En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre, Redentor mío,
por ser vos quien sois, bondad infinita
y por que os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberos ofendido,
también me pesa porque podéis castigarme con
las penas del infierno.
Animado con tu divina gracia,
propongo firmemente
nunca mas pecar, confesarme
y cumplir la penitencia que me fuera impuesta,
para el perdón de mis pecados. Amén.

Aquí cada uno pide la gracia que desee alcanzar,
por intercesión de Santa María de Guadalupe…

Luego se rezan cuatro Salves, en memoria de las cuatro Apariciones y se reza la oración del día.

SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida y dulzura y esperanza nuestra:
Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
y, después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros santa Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

nuestra señora de guadalupe krouillong (2)

PRIMER DÍA
¡Oh Santísima Señora de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas cienes, publica que eres dueña del universo. Lo eres, Señora, pues como Hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes un absoluto poder y un justísimo derecho sobre todas las criaturas.
Siendo esto así, yo también soy tuyo: también pertenezco a ti por mil títulos; pero no me contento con ser tuyo por esta tan alta jurisdicción que tienes sobre todos: quiero ser tuyo por otro título más, esto es, por la elección de la voluntad.
Ves, aquí, pues, que postrado delante del trono de tu Majestad, te elijo por mi Reina y mi Señora , y con este motivo, quiero doblar el señorío, y dominio que tienes sobre mí; quiero depender de ti y quiero que los designios que tiene sobre mi la Divina Providencia pasen por tus manos.

Dispón de mí como te agrade; los sucesos y lances de mi vida quiero que todos corran por tu cuenta. Confío de tu benignidad, que todos se enderezarán al bien de mi alma y honra y gloria de aquel Señor que tanto se complace en que todo el mundo te reconozca por su Reina.
¡Qué puedo creer al verte cerca de los rayos del sol, sino que estás tan íntimamente unida al Sol de la Divinidad, que no hay en ti cosa ninguna que no sea luz, que no sea gracia y que no sea santidad.
¡Qué puedo creer sino que estas anegada en el piélago de las divinas perfecciones y atributos, y que Dios te tiene siempre en su corazón! Sea para bien, Señora, tan alta felicidad.

Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ella me causa, me presento delante del trono de tu soberanía, suplicándote te dignes enviar uno de sus ardientes rayos hacia mi corazón: ilumina con su luz mi entendimiento: enciende con su luz mi voluntad: haz que acabe yo de persuadirme de que vivo engañada todo el tiempo que no empleo en amarte a Ti y en amar a mi Dios; haz que acabe de persuadirme de que me engaño miserablemente cuando amo alguna cosa que no sea a mi Dios, y cuando no te amo a Ti por Dios.

Qué bien se conoce que eres Abogada nuestra en el tribunal de Dios pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de beneficiarnos, las juntas ahora ente el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a ver, que desde el trono de la gloria donde existes como Reina de los ángeles y de lo hombres, haces también el oficio de abogada, rogando y procurando a favor nuestro.

¿Con qué afectos de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza? Más pues no hay en mi corazón suficiente caudal para pagarlo, a Ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, de una humildad profunda, y de una obediencia pronta al Señor. Esfuerza tus súplicas, multiplica tus ruegos, y no ceses de pedir al Todopoderoso que me haga suyo, y me conceda ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu intercesión en la gloria. Amén.

nuestra señora de guadalupe krouillong (31)

SEGUNDO DÍA
¡Oh Santísima María de Guadalupe! Si un ángel del cielo tiene por honra tan grande estar a tus pies, que en prueba de gozo abre los brazos y extiende las alas para formar con ellas repisa a tu Majestad, ¡Qué deberé yo hacer para manifestar mi veneración a tu persona, sino ofrecerte, no ya la cabeza, ni los brazos, sino el corazón y mi alma para que santificándola con tus divinas plantas se haga trono digno de tu soberanía?

Dígnate, Señora, admitir este obsequio: no lo desprecies por indigno, pues el mérito que le falta por mi miseria y pobreza, lo recompenso con la buena voluntad y los deseos.
Entra a registrar mi corazón y verás que no lo mueven otras alas sino las del deseo de ser tuyo, y el temor de ofender a tu Hijo divinísimo.
Forma tu trono de mi corazón y ya no se envilecerá dándole entrada a la culpa, y haciéndose esclavo del demonio. Haz que no vivan en él, sino Jesús y María.

Bendita la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible.
¿Qué otro vestido le correspondería a quien es un cielo por su hermosura, sino uno, todo de estrellas? ¿Con qué podría adornarse una belleza toda celestial, sino con los brillos de unas virtudes tan elevadas y resplandecientes como las tuyas?

Bendita mil veces la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible.
Yo quedo, Señora, absorto de hermosura tan amable y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en ti para que mi corazón no se dejara arrastrar en otro afecto sino sólo en amor tuyo.
No podré lograr este deseo, si esos resplandecientes astros de que estás adornada, no infunden una ardiente y fervorosa caridad, con que ame con todo mi corazón y con todas mis fuerzas a mi Dios, y después de Dios a Ti como único objeto digno de que lo amemos todos.

¡Qué bien dice a tu soberanía esa alfombra que la luna forma a tus sagrados pies! Hollaste con invicta planta las vanidades del mundo, y quedando superior a todo lo creado, jamás padeciste el menguante de la más ligera imperfección: antes de tu primer instante estuviste llena de gracia.
Miserable de mí, Señora, que no sabiendo mantenerme en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud, y sólo soy constante en mis malas costumbres.

Duélete de mí, Madre amorosa y tierna; y, ya que soy como la luna en mi inconstancia, sea como la luna que está a tus pies; esto es, firme siempre en tu devoción y amor, para no padecer los menguantes de la culpa.
Haz que esté yo siempre a tus plantas por el amor y devoción, y ya no temeré los menguantes del pecado sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones, detestando de corazón todo lo que es ofensa a Dios. Amén.

nuestra señora de guadalupe krouillong (40)

TERCER DÍA

¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! nada, nada veo en este hermosísimo retrato que no me lleve a conocer las altas perfecciones con que dotó el Señor  tu alma inocentísima.  Este lienzo grosero y despreciable; ese pobre, pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad  que le sirvió de cabeza y fundamento a tu asombrosa santidad.  No te desdeñaste de tomar la tilma pobre de Juan Diego, para que en ella se estampase tu rostro, que es encanto de los ángeles, hechizo de los hombres y admiración de todo el universo.   Pues ¿Cómo no he de esperar yo de tu benignidad, que la pobreza y la miseria de mi alma  no sean estorbo para que estampes en ella  tu imagen graciosísima?  Yo te lo pido, Señora, y para esto te ofrezco las telas de mi corazón.  Tómalo, Señora, en tus manos, y no lo dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa  que en amarte  y amar a Dios.

Qué misteriosa y qué  acertada  anduvo  la mano del Artífice  Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo,  que le sirve de guarnición.  Aludió sin duda a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas todas  tus obras. ¿Y quién  duda, Señora,  que esa tu encendida caridad y amor de Dios estuvo siempre acompañada del amor del prójimo y que no por verte triunfante en la Patria, te has olvidado de nosotros?  Acoge en tu piadoso corazón  a quien es tan miserable; dale la mano a quien caído te invoca para levantarse; procúrate la gloria de haber encontrado en mí una miseria proporcionada, más que todas, a  tu compasión y misericordia. ¿Qué cosa habrá imposible a tu poder,  cuando multiplicando los prodigios,  ni la tosquedad,  ni la grosería del ayate le sirve de impedimento para formar  tan primoroso tu retrato, ni la voracidad del tiempo, casi cinco siglos, ha sido capaz de  destrozarlo ni borrarle?

¡Qué motivo tan fuerte  para alentar mi confianza y suplicarte,  que abriendo tu corazón,  y  acordándote  del amplio poder que te dio la   omnipotencia del Señor, para favorecer a los mortales, te dignes estampar en mi alma la imagen del Altísimo que han borrado mis culpas!  No tomes en cuenta mi indignidad,  dígnate sólo mirarme,  y ya con esto alentaré mis  esperanzas;  porque yo no puedo creer que si me miras, no se conmuevan tus entrañas a favorecerme.  Mi única esperanza, después de Jesús, eres Tú sagrada Virgen María.  Amén.

Que Dios les conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, las Gracias que necesiten.

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Novena a Nuestra Señora de Guadalupe en Youtube

—/—

Recuerda que la comunión en la mano es sacrilegio.

No seas parte del problema cometiendo sacrilegio. Siendo ministro extraordinario de la comunión solo te haces parte del problema.

La comunión se recibe de manos del sacerdote.

La obediencia se debe siempre y cuando lo que se mande no sea pecado y la comunión en la mano es sacrilegio.

¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos

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Consejos del Padre Carlos Cancelado para hacer una buena Confesión

CONSEJOS DEL PADRE CARLOS CANCELADO PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN

padre carlos cancelado krouillong comunion en la mano es sacrilegio (2)

El Padre Carlos Cancelado recomienda REZAR para pedir a tu Santo Ángel de la Guarda que te ayude a recordar todos tus pecados, luego debes hacer tu EXAMEN DE CONCIENCIA revisando los MANDAMIENTOS DE DIOS, uno por uno, y escribirlos para no olvidarlos.

Debes tener verdadero DOLOR DE TUS PECADOS y firme PROPÓSITO DE ENMIENDA, es decir, que luego de conocer y recordar tus pecados debes no querer volverlos a cometer jamás, porque has comprendido que con ellos has ofendido a Dios.

Antes de ir a confesarte debes orar a Dios y pedirle un BUEN SACERDOTE QUE TE COMPRENDA Y TE ACONSEJE BIEN, pedirle a tu Santo Ángel de la Guarda y a San Miguel Arcángel que te guíen en tu camino para encontrar el Confesor que Dios quiere para ti, que te protejan en el camino y que no permitan que los demonios se interpongan e impidan tu confesión.

Debes ir primero al SAGRARIO y leerle todos tus pecados a JESÚS, tal y como se los vas a decir al Sacerdote; luego debes ir al Confesionario y debes CONFESAR TODOS TUS PECADOS QUE HAS RECORDADO sin ocultar ninguno ni justificarte, solo lee la lista que has hecho y los que hayas olvidado los recordarás ahí mismo.

Por último, deberás cumplir la PENITENCIA que te dé el Sacerdote Confesor y LISTO.

Espera la Santa Misa y comulga con tu alma limpia, sé constante y fuerte para no volver a pecar.

No olvides romper la lista hecha luego de tu confesión.

padre carlos cancelado krouillong comunion en la mano es sacrilegio (1)

En tu juicio personal habrán solo tres testigos: Dios que te juzgará, tu Santo Ángel de la Guarda que presentará tus obras buenas y Satanás que estará listo para reclamarte por tus obras malas. Tú responderás solo en tu juicio personal, que tus obras buenas respondan por ti es la Gracia que te deseo.

Escuchen al Santo Cura de Ars hablándonos del JUICIO PARTICULAR

Confiesa tus pecados al sacerdote de manera recta y honesta, clara y puntual, con una sinceridad “salvaje”, sin miedos ni culpas. Sé valiente y ¡Confiésate bien! con ayuda de tu Guía para una buena confesión.

Consigue tu GUIA PARA UNA BUENA CONFESION y ¡Confiésate Bien!

Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado.
Además, los demonios te quitan la culpa para que peques y luego cuando te quieres confesar te la regresan.

Asume y ahora ¡Confiésate bien!

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera conversión y una buena confesión.

Karla Rouillon Gallangos

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Plan de vida cristiana para quien quiera servir bien a Dios y santificarse

ESTAMPA PATER NOSTER

PLAN DE VIDA CRISTIANA PARA QUIEN QUIERA SERVIR BIEN A DIOS Y SANTIFICARSE

No dejes pasar mucho tiempo sin encomendarte de alguna manera a Dios, especialmente al salir a trabajar y a la hora de dormir.

Practica la oración diaria del Santo Rosario, el Rosario de San Miguel Arcángel y/o la Coronilla de la Divina Misericordia.

No dejes de asistir a Misa cada domingo y en las fiestas de precepto. Si te es posible asistir todos los días hazlo, antes o después del trabajo, y recuerda que cada Santa Misa escuchada con atención y devoción produce en nuestra alma efectos maravillosos, abundantes gracias espirituales y materiales, que ni nosotros mismos conocemos y que debes estar ahí con las mismas disposiciones que la Virgen Santísima estaba en el Calvario, tratándose de la presencia de un mismo Dios y de la consumación de igual sacrificio.

Cumple con la Confesión y Comunión Pascual, nuestra Santa Madre Iglesia nos lo recomienda para garantizar un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en relación con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana.

Evita todo pecado mortal, y la mejor manera es conociendo lo que es pecado y reconociendo que eso que tú haces en tu vida es pecado, a fin de confesarlo bien y dejar de cometerlo.  Para ello debes conocer los Mandamientos de Dios y de la Iglesia y reflexionar si estás pecando contra ellos. De ser el caso, debes confesarte bien, con ayuda de tu  GUIA PARA UNA BUENA CONFESION

Lee cada día lahttp://GUIA PARA UNA BUENA CONFESIÓNs Sagradas Escrituras durante 10 minutos. Te recomiendo para ello una GUIA PARA LA LECTURA DIARIA DE LA SANTA BIBLIA de esta manera podrás terminarla en un año.

Visita todos los días a Jesús Sacramentado por 15 minutos. Para tus visitas te recomiendo esta lectura QUINCE MINUTOS CON JESÚS SACRAMENTADO – ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Cada noche debes hacer un examen de conciencia sobre tus acciones del día.

Practica, según tus posibilidades, las Obras de Misericordia Corporales y Espirituales que son las siguientes:

Obras de Misericordia Corporales:
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos

Obras de Misericordia Espirituales:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Y no olvides nunca, que en todo momento, estás en presencia de Dios.

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten

Karla Rouillon Gallangos

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Del Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo, por San Antonio María Claret

DEL CAMINO RECTO Y SEGURO PARA LLEGAR AL CIELO

Del Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo, por San Antonio María Claret

Hasta ahora te he propuesto, amado cristiano, el camino que debes seguir y el modo de poderte levantar, si por desgracia cayeres, que es el sacramento de la Penitencia. Exige, sin embargo, este Sacramento mucha disposición para acercarse a él debidamente, porque, de otra suerte, en lugar de levantarte te hundirás más en la iniquidad, añadiendo a tus pecados el peso enorme del sacrilegio; y si así, mal confesado, te acercases a la sagrada Mesa, ¡ay de ti!, ¡qué otra nueva maldad cometerías! Te harías reo del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, y te tragarías, como dice San Pablo, la condenación. A fin, pues, de apartarte de tan enorme delito, voy a referirte algunos ejemplos de varios estados, copiados de San Alfonso Ligorio en su libro titulado Instrucción al pueblo.

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1.º Ejemplo de un hombre que hacía malas confesiones, y después, cuando quiso confesarse debidamente, no pudo; porque bien lo expresa el mismo Dios cuando dice: Me buscaréis y no me hallaréis y moriréis en vuestro pecado. Dice San Ligorio que en los anales de los Padres Capuchinos se refiere de uno que era tenido por persona de virtud, pero se confesaba mal. Habiendo enfermado de gravedad, fue advertido para confesarse, e hizo llamar a cierto Padre, al cual dijo desde luego: -Padre mío: Decid que me he confesado, mas yo no quiero confesarme. -¿Y por qué?, replicó admirado el Padre. –Porque estoy condenado -respondió el enfermo-, pues no habiéndome nunca confesado enteramente de mis pecados, Dios, en castigó, me priva ahora de poderme confesar bien. Dicho esto comenzó a dar terribles aullidos y a despedazarse la lengua, diciendo: -¡Maldita lengua, que no quisiste confesar los pecados cuando podías! Y así, haciéndose pedazos la lengua y aullando horriblemente, entregó el alma al demonio, y su cadáver quedó negro como un carbón y se oyó un rumor espantoso, acompañado de un hedor intolerable.

2.º Ejemplo de una doncella, que murió también impenitente y desesperada. –Cuenta el Padre Martín del Río que en la provincia del Perú había una joven india llamada Catalina, la cual servía a una buena señora que la redujo a ser bautizada y a frecuentar los Sacramentos. Confesábase a menudo, pero callaba pecados. Llegado el trance de la muerte se confesó nueve veces, pero siempre sacrílegamente, y acabadas las confesiones, decía a sus compañeras que callaba pecados; éstas lo dijeron a la señora, la cual sabía ya por su misma criada moribunda que estos pecados eran algunas impurezas. Avisó, pues, al confesor, el cual volvió para exhortar a la enferma a que se confesase de todo; pero Catalina se obstinó en no querer decir aquellas sus culpas al confesor, y llegó a tal grado de desesperación, que dijo por último: -Padre, dejadme, no os canséis más porque perderéis el tiempo y volviéndose de espaldas al confesor se puso a cantar canciones profanas. Estando para expirar y exhortándola sus compañeras a que tomase el Crucifijo, respondió: -¡Qué Crucifijo, ni Crucifijo! No le conozco ni le quiero conocer. Y así murió. Desde aquella noche empezaron a sentirse tales ruidos y fetidez, que la señora se vio obligada a mudar de casa, y después se apareció Catalina, ya condenada, a una compañera suya, diciendo que estaba en los infiernos por sus malas confesiones.

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3.º Ejemplo de un joven. –En este ejemplo se deja ver claramente aquel principio: o confesión o condenación para el que ha pecado mortalmente, y que todas las obras buenas y penitencias, sin preceder la confesión, de nada sirven para salir del miserable estado de la culpa, a no ser que se tenga un deseo eficaz y verdadero de confesarse, si entonces no se puede. La razón es evidente: el pecado mortal tiene una malicia infinita; para curar esta llaga infinita es absolutamente necesario un remedio infinito; este remedio infinito son los méritos de Jesucristo aplicados por medio de los Sacramentos; resulta, pues, que si pudiéndose recibir los Sacramentos no se reciben, o a lo menos no se desean eficazmente recibir para cuando se pueda jamás se alcanza el remedio, como desgraciadamente sucedió al infeliz Pelagio.

Cuéntase en la crónica de San Benito de un cierto ermitaño llamado Pelagio, que, puesto por sus padres a guardar ganados, todos le daban el nombre de santo, y así vivió por muchos años. Muertos sus padres, vendió todos aquellos cortos haberes que le habían dejado, y se puso a ermitaño. Una vez, por desgracia, consintió en un pensamiento de impureza. Caído en el pecado viose abismado en una melancolía profunda, porque el infeliz no quería confesarlo para no perder el concepto de santidad. Durante esta obstinación pasó un peregrino que le dijo: -Pelagio, confiésate, que Dios te perdonará y recobrarás la paz que perdiste, y desapareció. Después de esto resolvió Pelagio hacer penitencia de su pecado, pero sin confesarlo, lisonjeándose de que Dios quizá se lo perdonaría sin la confesión. Entró en un monasterio, en donde fue al momento muy bien recibido por su buena fama, y allí llevó una vida áspera mortificándose con ayunos y penitencias. Vino finalmente la muerte, y confesóse por última vez; más así como por rubor había dejado en vida de confesar su pecado, así lo dejó también en la muerte. Recibió el Viático, murió y fue sepultado en el mismo concepto de santo. En la noche siguiente, el sacristán encontró el cuerpo de Pelagio sobre la sepultura; lo sepultó de nuevo; mas tanto en la segunda como en la tercera noche, lo halló siempre insepulto, de manera que dio aviso al Abad, el cual, unido con los otros monjes, dijo: “Pelagio, tú que fuiste obediente en vida, obedece también después de la muerte; dime de parte de Dios: ¿Es quizá su divina voluntad que tu cuerpo se coloque en lugar reservado?” Y el difunto, dando un aullido espantoso, respondió: -¡Ay de mí, que estoy condenado por una culpa que dejé de confesar; mira, Abad, mi cuerpo! Y al instante apareció su cuerpo como un hierro encendido, que centelleaba horriblemente. Al punto echaron todos a huir; pero Pelagio llamó al Abad para que le quitase de la boca la partícula consagrada que aún tenía. Hecho esto, dijo Pelagio que le sacasen de la iglesia y le arrojasen a un muladar, y así se ejecutó.

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4.º Ejemplo de la hija de un rey de Inglaterra: este caso es muy semejante al que antecede. –Refiere el P. Francisco Rodríguez que en Inglaterra, cuando allí dominaba la religión católica: el rey Auguberto tenía una hija de tan rara hermosura que fue pedida por muchos príncipes. Preguntada por el padre si quería casarse respondió que había hecho voto de perpetua castidad. Pidió su padre la dispensa de Roma, pero ella permanecía firme en no aceptarla, diciendo que no quería otro esposo que a Jesucristo; tan sólo pidió a su padre que la dejase vivir retirada en una casa solitaria, y como el padre la amaba, trató de no disgustarla, asegurándole una pensión cual a su rango convenía. Luego que estuvo en su retiro, se puso a hacer una vida santa de ayunos, oraciones y penitencias; frecuentaba los Sacramentos y asistía muy a menudo a un hospital para servir a los enfermos. Llevando tal género de vida, y joven todavía, cayó enferma y murió. Cierta señora que había sido su aya, haciendo oración una noche, oyó un gran estrépito, y vio luego un alma en figura de mujer en medio de un gran fuego y encadenada por muchos demonios, la cual le dijo: “Has de saber que yo soy la desdichada hija de Auguberto.” “¡Cómo!”, respondió la aya, “¿tú condenada después de una vida tan santa?” “Justamente soy condenada por mi culpa”, has de saber que siendo niña gustaba que uno de mis pajes, a quien tenía afición, me leyese algún libro. Una vez este paje, después de la lectura, me tomó la mano y me la besó. Empezó a tentarme el demonio, hasta que finalmente con él mismo ofendí a Dios. Fui a confesarme; empecé a decir mi pecado, y mi indiscreto confesor me interrumpió: “¡Cómo! ¿Esto hace una reina?” Entonces yo, por vergüenza, dije que había sido un sueño. Empecé después a hacer penitencias y limosnas, a fin de que Dios me perdonase, pero sin confesarme. Estando para morir dije al confesor que yo había sido una gran pecadora; respondiéndome el confesor que debía desechar aquel pensamiento como una tentación; después expiré, y ahora me veo condenada por toda una eternidad.” Y diciendo esto desapareció con tal estruendo, que parecía que se hundía el mundo, dejando en aquel aposento tal hediondez, que duró por muchos días.

Si esta infeliz se hubiese acercado debidamente al Sacramento de la Penitencia, cantaría al Señor cánticos de alabanza en el cielo; mas ahora, por su despreciable y maldita vergüenza, sirve de tizón en el infierno… ¡Y cuántas personas hay de todo estado, sexo y condición que experimentarán igual castigo si no acuden contritas a este Sacramento!

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5.º Ejemplo de una casada, muy parecido al antecedente; también lo refiere San Ligorio. –Cuenta el P. Serafín Razzi que en una ciudad de Italia había una noble señora casada que era tenida por santa. A punto de morir, recibió todos los Sacramentos, dejando muy buena fama de su virtud. Su hija rogaba de continuo a Dios por el descanso de su alma. Cierto día, estando en oración, oyó un gran ruido a la puerta; volvió la vista y vio la horrible figura de un cerdo de fuego, que exhalaba un hedor insufrible, y tal fue su terror, que se hubiera tirado por la ventana; mas la detuvo una voz que le dijo: “Hija, detente; yo soy tu desventurada madre, a quien tenían por santa; mas por los pecados que cometí con tu padre, y que por rubor nunca confesé, Dios me ha condenado al infierno; no ruegues, pues, más a Dios por mí, porque me das mayor tormento.” Y dicho esto, bramando, desapareció.

Tal vez, amado cristiano, preguntaras: ¿Es posible que un alma condenada aparezca? A esto te responderé que sí, y para sacarte de la duda quiero explicarte las razones. Escúchame, pues, y vamos por partes: “¿Tú bien crees en las santas Escrituras y en el Credo?” “Cierto que si” me contestarás, o de lo contrario te diría que eres un hereje. Pues de la Escrituras y del Credo, consta que nuestra alma es inmortal. La razón natural nos está clamando que es preciso que sobreviva al cuerpo nuestra alma, para que el pecador pueda recibir de Dios el castigo de sus pecados, que no recibió en este mundo; y el justo, el merecido premio de sus virtudes; de otra suerte, Dios no sería justo. Y se presenta esto tan claro, que aun el mismo Rousseau lo confesó diciendo: “Aunque no existiesen otras pruebas de la inmortalidad de nuestra alma que el triunfo del mal y la opresión de la virtud acá en la tierra, ésta sólo me quitaría cualquier duda que tuviese de ella.”

También sabes y crees, según el Credo, en la Remisión de los pecados, es decir que por muchos pecados que haya cometido una persona, si se confiesa bien de ellos, le quedan todos perdonados; pero si se muere sin haberse confesado debidamente, basta un solo pecado mortal para quedar condenado eternamente. Y así como la bien ordenada justicia de la tierra (que es una participación de la justicia del cielo) tiene cárceles y suplicios para encerrar y castigar a los malhechores, también la justicia del cielo tiene cárceles y suplicios en el purgatorio e infierno para los que mueren en pecado o no del todo purificados.

Sentados estos principios, valgámonos de una semejanza: ¿Has visto u oído referir que a veces el juez o el tribunal decreta que uno de los presos sea expuesto a la vergüenza y que otro sea azotado por los parajes más públicos? Y no todos los demás presos han de salir a la vergüenza, ni cuando sale aquél lo ven todos los habitantes del mundo, ni aun todos los de aquella ciudad por donde es paseado, sino algunos. Aplica ahora la semejanza: Dios Nuestro Señor, Juez supremo y dueño absoluto de vivos y muertos, en cualquier hora puede ordenar, y algunas veces ha ordenado, que algunos de los encerrados en las mazmorras del infierno, para confusión suya y escarmiento y utilidad nuestra, salgan de aquella cárcel y se aparezcan del modo más conforme al fin por el cual les manda aparecer. Y cuando aparecen no es menester que todo el mundo los vea; basta lo vean algunos y éstos participen a los demás, para que, escarmentando todos en cabeza ajena, pongan un grande y especial cuidado en no hacer malas confesiones, y para que por medio de una confesión general, acompañada de un verdadero dolor y firme propósito, se enmienden y hagan de nuevo todas las mal hechas, para no tener que experimentar después la misma desgraciada suerte. Este es el fruto y utilidad que debes sacar de este y otros ejemplos.

6.º Ejemplo de una señora que por muchos años calló en la confesión un pecado deshonesto. –Refiere San Ligorio, y más particularmente el P. Antonio Caroccio, que pasaron por el país en que vivía esta señora dos religiosos, y ella, que siempre esperaba confesor forastero, rogó a uno de ellos que la oyese en confesión, y se confesó. Luego que hubieron partido los Padres, el compañero dijo a aquel confesor haber visto que mientras aquella señora se confesaba, salían muchas culebras de su boca, y que una serpiente enorme había dejado ver fuera su cabeza; mas de nuevo se había vuelto dentro, y entonces vio entrar tras de ella todas las culebras que habían salido. Sospechando el confesor lo que aquello significaba, volvió al pueblo y a la casa de aquella señora, y le dijeron que al momento de entrar en la sala había muerto de repente. Por tres días consecutivos ayunaron y rogaron a Dios por ella, suplicando al Señor les manifestase aquel caso. Al tercer día se les apareció la infeliz señora, condenada y montada sobre un demonio en figura de un dragón horrible, con dos serpientes enroscadas al cuello, que la ahogaban y le comían los pechos; una víbora en la cabeza, dos sapos en los ojos, flechas encendidas en las orejas, llamas de fuego en la boca, y dos perros rabiosos que le mordían y le comían las manos, y dando un triste y espantoso gemido, dijo: “Yo soy la desventurada señora que usted confesó hace tres días; a medida que iba confesando mis pecados, iban saliendo como animales inmundos por mi boca, y aquella serpiente que el compañero de usted vio asomar la cabeza y volverse dentro, era figura de un pecado deshonesto que siempre había callado por vergüenza; quería confesarlo con usted, pero tampoco me atreví: por esto volvió a entrar dentro y con él todos los demás que habían salido. Cansado ya Dios de tanto esperarme, me quitó de repente la vida y me precipitó al infierno, en donde estoy atormentada por los demonios en figuras de horribles animales. La víbora me atormenta la cabeza por mi soberbia y demasiado cuidado en componerme los cabellos; los sapos me cierran los ojos, por las miradas lascivas; las flechas encendidas me lastiman las orejas, por haber escuchado murmuraciones, palabras y canciones obscenas; el fuego me abrasa la boca, por las murmuraciones y besos torpes; tengo las serpientes enroscadas al cuello que me comen los pechos, por haberlos llevado de un modo provocativo, por lo escotado de mis vestidos y por los abrazos deshonestos; los perros me comen las manos, por mis malas obras y tocamientos feos; pero lo que más me atormenta es el formidable dragón en que voy montada, que me abrasa las entrañas, y es en castigo de mis pecados impuros. ¡Ah, que no hay remedio ni misericordia para mí, sino tormentos y pena eterna! ¡Ay de las mujeres! –añadió-, que se condenan muchas de ellas por cuatro géneros de pecados: por pecados de impureza, por galas y adornos, por hechicerías y por callar los pecados en la confesión; los hombres se condenan por toda clase de pecados; pero las mujeres, principalmente por los cuatro.” Dicho esto, se abrió la tierra y se hundió esta desdichada hasta el profundo del infierno, en donde padece y padecerá por toda una eternidad.

Haz reflexión, cristiano, y entiende cómo Dios Nuestro Señor mandó salir a esta infeliz señora de la cárcel del infierno y que pasase por la vergüenza, para que los mortales supiesen la muerte que les esperaba si pecan y no se confiesan bien. Ojala sacases tú de la lectura de este ejemplo el fruto que otros han sacado, haciendo una buena confesión y enmendándote del todo. Un autor dice que este caso ha convertido más gente que doscientas cuaresmas. El misionero P. Jaime Corella hizo voto de predicarlo en todas las misiones, por el grande provecho que causaba a los fieles. Hasta un Prelado hizo una fundación para que en ciertos tiempos del año se predicase o se leyese este caso en la iglesia. Mas, ¡ay de ti si no te aprovechas de él! ¡Ay de ti si no confiesas todos tus pecados! ¡Ay de ti si, mal preparado, vas a recibir la sagrada Eucaristía! Mejor fuera que no hubieses nacido.

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Les recomiendo este artículo APRENDAMOS A CONFESARNOS BIEN

Y este otro que nos habla de la CONFESIÓN GENERAL

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Aprendamos a Confesarnos

APRENDAMOS A CONFESARNOS

Muchos católicos hacen malas confesiones porque no saben que lo que hacen es pecado, por ignorar lo que realmente es el Sacramento de la Confesión y la manera de efectuarla provechosamente.

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¿Qué nos enseña S.S. Juan Pablo II ?

“Tener presente que todavía está vigente y lo estará por siempre en la Iglesia la necesidad de la confesión íntegra de los pecados mortales y la norma en virtud de la cual para la recepción digna de la Eucaristía debe preceder la confesión de los pecados cuando uno es consciente de pecado mortal”, por lo tanto para un cristiano el sacramento de la penitencia es el camino ordinario para obtener el perdón y remisión de todos sus pecados cometidos después del bautismo.

Fundamentalmente nos confesamos para obtener la remisión de los pecados y la reconciliación con Dios; por tanto no nos confesamos para simplemente cumplir un requisito de la Iglesia.

Ante todo debemos concientizarnos sobre qué es pecado y si lo que hacemos en nuestras vidas es pecado, debemos sentir la necesidad de pedir perdón a Dios por ofenderlo con el pecado y deseo sincero de no volver a cometerlos otra vez.  Cuando tenemos conciencia de pecado grave tenemos la obligación de confesamos, no podemos acercamos a recibir la Eucaristía, la confirmación, el orden sagrado, el matrimonio o la unción de enfermos con conciencia de pecado grave, en otras palabras el cristiano debe vivir en estado de Gracia.

Las otras confesiones se hacen por devoción y hay que cuidarse mucho de caer en la rutina: si eres conciente de lo que es pecado y de lo que es falta, podrás hacer una buena confesión. Y si no has cometido pecado ni falta, entonces no tienes nada que confesar y estás en estado de Gracia.

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PREPARACIÓN PARA UNA BUENA CONFESIÓN

Para confesarse bien necesitamos saber cinco cosas:

PRIMERO: HACER UN EXAMEN DE CONCIENCIA, que consiste en recordar todos los pecados que hemos cometido después de la ultima confesión.

Debes recordar cuándo fue tu última confesión pues deberás decirle al sacerdote si fue hace una semana, un mes, un año o más de treinta años desde que no te confiesas. Para ayudarte a recordar todos tus pecados puedes usar esta GUIA PARA UNA BUENA CONFESION con la cual analizarás los 10 Mandamientos de Dios y los 5 Mandamientos de la Iglesia, y podrás sincerarte contigo mismo si has pecado contra ellos.

SEGUNDO: ARREPENTIMIENTO, que consiste en sentir sincero dolor por haber ofendido a Dios con el pecado, pues el pecado es ofensa contra Dios. Debes pedir a Dios te conceda la Gracia del arrepentimiento y

TERCERO: PROPÓSITO DE LA ENMIENDA, que consiste en decidirse firmemente a no volver a pecar, debes estar dispuesto a evitar el pecado, cueste lo que cueste. Tu voluntad tiene que vencer al pecado, tienes que querer detestar ofender a Dios.

CUARTO: CONFESIÓN, que consiste en decirle al sacerdote todos los pecados que hemos descubierto al hacer el examen de conciencia. La confesión es pedirle perdón a Dios, pues Dios no te puede perdonar si tú no le pides perdón.

Debes confesar tus pecados al sacerdote de manera recta y honesta, clara y p.untual, con una sinceridad “salvaje”, sin miedos ni culpas. Sé valiente y ¡Confiésate bien! con ayuda de tu GUIA PARA UNA BUENA CONFESION

Tu confesión debe ser sincera, completa, humilde, prudente y breve: sincera, porque no debe mentirle al sacerdote; completa, porque no debes callar ningún pecado; humilde, porque debes reconocer que los demonios son responsables del pecado en el mundo pero tú eres culpable por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con tus pecados; prudente, porque debes ser puntual en decir lo que hiciste, cuántas veces lo hiciste y si involucraste o hiciste pecar a otras personas (para que el sacerdote conozca la gravedad de tu pecado o si hiciste pecar a otras personas), pero sin decir nombres de otras personas ni señalar pecados ajenos,  breve, porque debes decir lo que hiciste sin explicaciones innecesarias y sin justificar las cosas que hiciste, pues estarías reconociendo que no te has arrepentido de ello.

QUINTO: SATISFACCIÓN, que consiste en cumplir la penitencia que nos haya impuesto el sacerdote, con la intención de reparar los pecados cometidos. No basta con decirle tus pecados al sacerdote y recibir su absolución, debes cumplir la penitencia impuesta porque es parte del sacramento.

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CONSEJOS DEL PADRE CARLOS CANCELADO PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN

El Padre Carlos Cancelado recomienda REZAR para pedir a tu Santo Ángel de la Guarda que te ayude a recordar todos tus pecados, luego debes hacer tu EXAMEN DE CONCIENCIA revisando los MANDAMIENTOS DE DIOS Y DE LA IGLESIA, uno por uno, y si quieres escribirlos para no olvidarlos (luego de tu confesión deberás romper la lista hecha).

Debes tener verdadero DOLOR DE TUS PECADOS y firme PROPÓSITO DE ENMIENDA, es decir, que luego de conocer y recordar tus pecados debes no querer volverlos a cometer jamás.

Antes de ir a confesarte debes orar a Dios y pedirle un BUEN SACERDOTE QUE TE COMPRENDA Y TE ACONSEJE BIEN, pedirle a tu Santo Ángel de la Guarda y a San Miguel Arcángel que te guíen en tu camino para encontrar el Confesor que Dios quiere, que te protejan en el camino y que no permitan que los demonios se interpongan e impidan tu confesión.

Debes ir primero al SAGRARIO y leerle todos tus pecados a JESÚS, tal y como se los vas a decir al Sacerdote; luego debes ir al Confesionario debes CONFESAR TODOS TUS PECADOS QUE HAS RECORDADO sin ocultar ninguno ni justificarte, solo lee la lista que has hecho y los que hayas olvidado los recordarás ahí mismo.

Por último deberás cumplir la PENITENCIA que te dé el Sacerdote Confesor y LISTO. Espera la Santa Misa y comulga con tu alma limpia, sé constante y fuerte para no volver a pecar.

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ORACIONES PARA HACER UN BUEN EXÁMEN DE CONCIENCIA Y UNA BUENA CONFESIÓN

Para pedir a Dios te conceda la Gracia de recordar todos tus pecados puedes rezar esta oración:

ORACIÓN PARA ANTES DEL EXAMEN DE CONCIENCIA

Mirad, oh amado y buen Jesús, un pecador, postrado lleno de confianza a vuestros pies. Mis pecados me llenan de temor y no encuentro otro refugio que vuestro amantísimo Corazón. A la vista de ese divino Corazón, la confianza vuelve otra vez a mi alma. Soy, en verdad, oh Señor, el más ingrato de vuestros hijos, que tan mal ha correspondido a vuestro amor, ofendiéndoos a Vos, que sois mi Padre bondadosísimo. Ya no soy digno de ser llamado hijo vuestro. Pero mi pobre corazón no puede vivir sin Vos. Merezco un juez severo; pero en vez de esto, encuentro un Dios, lleno de ternura y amor, clavado en la cruz, por mi bien, y con los brazos abiertos, dispuesto a recibirme, cual Padre amoroso.

Vuestras cinco llagas son como otras tantas lenguas que me invitan al arrepentimiento y hablan a mi pobre corazón: vuélvete, hijo mío, vuélvete a Mi, arrepiéntete y no dudes de mi amor y de mi perdón.

Acabad, oh dulce Maestro la obra que en vuestra infinita caridad habéis comenzado. Concededme un poco de aquel conocimiento y de aquel dolor que Vos teníais de mis pecados, cuando en el huerto de los Olivos sudasteis sangre a la vista de ellos, y caísteis como muerto sobre vuestro sagrado rostro, para que yo comprenda el peso y la malicia del pecado y conciba un verdadero dolor. Iluminad mi entendimiento para que conozca claramente mis pecados. Fortaleced mi voluntad para aborrecer mis pecados y arrepentirme de todos ellos.

Oh María, Madre de los dolores, ayudadme en esta grande tribulación de mi alma.

Ángel de mi guarda, Patronos míos, rogad por mí, para que haga una buena confesión. Así sea.

ORACIÓN PARA DESPUÉS DEL EXAMEN DE CONCIENCIA 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío: por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa, Señor, de todo corazón de haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme, cumplir la penitencia que me fuere impuesta; os ofrezco mi vida, mis obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados, y así como os lo suplico, así confío en vuestra divina bondad y misericordia infinita me los perdonaréis por los méritos de vuestra preciosa Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Así sea.

¡Mi Jesús, azotado en la columna por mis deshonestidades! ¡Mi Señor, coronado de espinas por mis malos pensamientos! ¡ Mi Dios agonizando de pena en el huerto, por mis ingratitudes! ¡El Rey del cielo y tierra tenido por loco y pospuesto a Barrabás por mi soberbia! ¡El autor de la vida puesto en una cruz por mis malditas culpas! ¿Y yo no lloro? Pero no, que ya se enternece el corazón al considerar que yo fui causa de tantos dolores; ya se angustia mi corazón; ya clamo a las puertas de vuestra clemencia.

Dios mío, fuente de misericordia, tened por bien, de limpiarme de mis pecados. Pequé, Dios mío por flaqueza, contra Vos, Padre Eterno, Todopoderoso; por Ignorancia, contra vuestro Unigénito Hijo, Sabiduría infinita; y por malicia contra el Espíritu Santo. Con estas culpas os ofendí, Trinidad Soberana. Ayudadme, oh mi dulcísimo Jesús, con vuestra gracia que todo lo puede. En Vos pongo toda mi confianza. Oh Jesús mío, para Ti vivo, para Ti muero, oh Jesús mío, soy Tuyo en vida y muerte. Así sea.

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AL MOMENTO DE IR AL SAGRARIO A LEER TUS PECADOS A JESÚS EUCARISTÍA

Padre, he pecado contra Ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Ten compasión de este pecador y concédeme la Gracia de hacer una buena confesión. He pecado contra ti… (leer mentalmente la lista hecha).

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí, Señor, con misericordia, por tu bondad. Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado, pues yo reconozco mí culpa, tengo siempre presente mi pecado.

Misericordia Dios mío por tu bondad. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí, que soy un pecador. Gracias Señor. Amén.

AL MOMENTO DE IR AL CONFESIONARIO

Debes ir en silencio, pensando en lo que acabas de rezar delante del Sagrario. Si alguna persona se te acerca y te conversa le pides gentilmente que te deje rezar en silencio porque estás preparándote para tu confesión.

Mientras esperar tu confesión puedes rezar el YO PECADOR  y el ACTO DE CONTRICIÓN

YO PECADOR
(CONFITEOR)

Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado san Miguel Arcángel, al bienaventurado san Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los santos, y a vosotros, hermanos, que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra; por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. Por tanto, ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado san Miguel Arcángel, al bienaventurado san Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los santos, y a vosotros, hermanos, que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN I

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amen.

ACTO DE CONTRICIÓN II

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, Nuestro Señor.

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AL MOMENTO DE LA CONFESIÓN

El sacerdote comenzará diciendo AVE MARÍA PURÍSIMA y tú debes contestar SIN PECADO CONCEBIDA SANTÍSIMA, luego te preguntará hace cuánto tiempo no te confiesas y luego te preguntará por qué deseas pedir perdón a Dios, a lo que tú leerás la lista de pecados que has hecho. Recuerda no justificar nada, pues ya has comprendido que pecaste y debes pedir perdón a Dios por ello.

Luego de la absolución de tus pecados debes cumplir la penitencia impuesta.

ORACIÓN PARA DESPUÉS DE LA CONFESIÓN

Gracias, oh Padre Celestial, gracias infinitas os doy, por el inmenso beneficio que acabáis de concederme. Habéis purificado mi pobre alma con la Sangre preciosísima de vuestro divino Hijo, mi buen Salvador.

Os ofrezco esta mi confesión y mi penitencia en unión con todos los actos de penitencia que hicieron todos los santos y en especial la de nuestro Señor Jesucristo, su santísima Madre y San José, pidiendo a vuestra bondad paternal que os dignéis aceptarlos y hacerlos meritorios para mi eterna salvación. Lo que haya podido faltar a la sinceridad de mi preparación, a mi contrición y a la acusación de mis pecados, lo pongo todo en el Corazón adorable de mi buen Jesús, tesoro infinito de todo bien y de todas las gracias.

Os ofrezco, oh Padre Eterno el Corazón de vuestro divino Hijo, con todo su infinito amor, todos sus sufrimientos y todos sus méritos para digna satisfacción de mis pecados.

Madre dulcísima de Jesús, María, acordaos que sois también mi madre, Mi pobre alma os fue encomendada por Jesús mismo. En la cruz fue El quien me os dio por Madre. Obtenedme, pues, oh tierna Madre, la gracia de sacar de este santo sacramento todos los frutos que Jesús quiere que yo alcance. Alcanzadme, oh amabilísima Madre, por los dolores que sufristeis al ser separado de Jesús, vuestro divino Hijo, un amor ardiente y fiel a Jesús. ¡Muestra que eres mi Madre!

Angel de mi guarda, mi dulce compañía; mis santos patronos y todos los ángeles y santos de Dios, interceded por mí y alcanzadme la gracia de cumplir fielmente con mis propósitos. Así sea.

Haz una buena confesión y verás que estas serán las mejores palabras que hayas escuchado jamás:

“Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo, por la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia el perdón y la paz. Y  yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.”

 

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos

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Domingo de Pasión, de los discursos de San Juan Crisóstomo

DOMINGO DE PASIÓN

De los discursos de San Juan Crisóstomo

¿Por qué ayunamos durante estos cuarenta días? En el pasado, muchos se acercaban a los sagrados misterios temerariamente y sin ninguna preparación, especialmente en estos días en que Cristo se entregó a sí mismo. Por ese motivo, los Padres, conscientes del daño que podía derivarse de ese acercarse irresponsablemente a los misterios, juzgaron oportuno prescribir cuarenta días de ayuno, de oraciones, de escucha de la palabra de Dios y de reuniones, para que todos, diligentemente purificados por la plegaria, la limosna, el ayuno, las vigilias, las lágrimas, la confesión y las demás obras, podamos acercarnos a los sagrados misterios con la conciencia limpia, según nuestra capacidad receptiva. La experiencia nos dice que, con esta unánime decisión, aseguraron, incluso para los tiempos venideros, algo grande y excelente, consiguiendo hacernos llegar a la habitual observancia del ayuno.

San Juan Crisostomo krouillong comunion en la mano sacrilegio 2

De hecho, aunque durante todo el año, nosotros no nos cansamos de predicar y proclamar el ayuno, nadie presta atención a nuestras palabras. En cambio, al solo anuncio de la Cuaresma, aunque nadie estimule, aunque nadie exhorte, hasta el más negligente se reanima y acoge las exhortaciones y las incitaciones que nos hace el mismo tiempo cuaresmal.

Por tanto, si alguno te pregunta por qué ayunas, no digas que es por la Pascua, ni siquiera por la Cruz. En efecto, no ayunamos ni por la Pascua ni por la cruz, sino a causa de nuestros pecados, pues vamos a acercarnos a los sagrados misterios. Además, la Pascua no es motivo de ayuno o de luto, sino de alegría y de gozo.

Finalmente, la cruz tomó sobre sí el pecado, fue expiación por todo el mundo y reconciliación de un odio inveterado, abrió las puertas del cielo, devolvió a la amistad a los que antes eran enemigos, nos hizo subir al cielo, colocó a nuestra naturaleza a la derecha del trono, y nos concedió otros innumerables bienes.

Así que no debemos llorar y afligirnos por todas estas cosas, sino gozarnos y alegrarnos. El mismo san Pablo dice: Dios me libre de gloriarme sino en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. Y de nuevo: La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

En el mismo sentido se expresa claramente san Juan: Tanto amó Dios al mundo. ¿Cómo le amó? Dejando perder todas las demás cosas, levantó una cruz. Después de haber dicho: Tanto amó Dios al mundo, añadió: que entregó a su Hijo único para que lo crucificaran, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Luego si la Cruz es motivo de amor y de glorificación, no digamos que nos afligimos por ella. Nunca jamás lloremos por la Cruz, sino por nuestros pecados. Por eso ayunamos.

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Poesía a María

POESÍA A MARÍA

Madonna Addolorata delle Sette Spade, Santo Stefano Rotondo, Roma (CIRCONCISIONE)

Madonna Addolorata delle Sette Spade, Santo Stefano Rotondo, Roma (CIRCONCISIONE)

Esta es la Madre más triste
de todas las tristes madres
a quien, cuando muere un hijo,
no queda en el mundo nadie.
Muere Jesús inocente
y, en la cruz agonizante
agudas lanzas y clavos
hácenle derramar sangre;
agua en su agonía anhela
y en sed tan inaplacable
fieros, sin piedad, sus hijos
le ofrecen hiel con vinagre.

Resignado Jesús muere
porque al precio de su sangre
quiere lavar de sus hijos
las faltas imperdonables,
y en las últimas palabras
que eleva al Eterno Padre
dice: «Perdón, Padre mío,
pues no saben lo que se hacen».

María triste, afligida,
sintiendo el dolor de Madre
que ve al Hijo moribundo
en una cruz infamante.
con las sienes taladradas
por las espinas punzantes;
con pies y manos abiertos
por el hierro penetrante
y herido el tierno costado
que la dura lanza abre,
desolada, yerta, sola
vertiendo llanto a raudales
y abrazando la cruz, besa
los pies del frío cadáver
que de ella pende; el del Hijo,
que lloran cielos y mares,
que lloran tristes las fieras
en el bosque impenetrable
y con blanda queja lloran
entre el ramaje las aves.

¡Pobre Madre! ¡espera sólo
que al Hijo de la cruz bajen!
Y cuando, con un sudario
lo envuelven para dejarle
en un sepulcro de piedra,
allí quisiera quedarse
por no apartarse del Hijo
a quien llora inconsolable.
Y afligida, dice entonces,
y con voz que temblar hace
a la tierra conmovida:
«Ved si habrá en alguna parte
dolor que igualarse pueda
a este dolor, que es de madre!»

Concédeme, Madre mía,
por pena tan penetrante,
que tu Corazón traspasa
como un acerado sable,
que de mi alma las heridas
la Sangre de tu Hijo lave.

(Poesía elaborada por una Mercedaria en 1920)

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