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80 de 95 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: Miércoles de Ceniza

 

80 DE 95 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: MIÉRCOLES DE CENIZA

AUDIENCIA GENERAL DEL 22 DE FEBRERO DE 2012

Miércoles de Ceniza

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis quiero hablar brevemente del tiempo de Cuaresma, que comienza hoy con la liturgia del Miércoles de Ceniza. Se trata de un itinerario de cuarenta días que nos conducirá al Triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, el corazón del misterio de nuestra salvación. En los primeros siglos de vida de la Iglesia este era el tiempo en que los que habían oído y acogido el anuncio de Cristo iniciaban, paso a paso, su camino de fe y de conversión para llegar a recibir el sacramento del Bautismo. Se trataba de un acercamiento al Dios vivo y de una iniciación en la fe que debía realizarse gradualmente, mediante un cambio interior por parte de los catecúmenos, es decir, de quienes deseaban hacerse cristianos, incorporándose así a Cristo y a la Iglesia.

Sucesivamente, también a los penitentes y luego a todos los fieles se les invitaba a vivir este itinerario de renovación espiritual, para conformar cada vez más su existencia a la de Cristo. La participación de toda la comunidad en los diversos pasos del itinerario cuaresmal subraya una dimensión importante de la espiritualidad cristiana: la redención, no de algunos, sino de todos, está disponible gracias a la muerte y resurrección de Cristo. Por tanto, sea los que recorrían un camino de fe como catecúmenos para recibir el Bautismo, sea quienes se habían alejado de Dios y de la comunidad de la fe y buscaban la reconciliación, sea quienes vivían la fe en plena comunión con la Iglesia, todos sabían que el tiempo que precede a la Pascua es un tiempo demetánoia, es decir, de cambio interior, de arrepentimiento; el tiempo que identifica nuestra vida humana y toda nuestra historia como un proceso de conversión que se pone en movimiento ahora para encontrar al Señor al final de los tiempos.

Con una expresión que se ha hecho típica en la liturgia, la Iglesia denomina el período en el que hemos entrado hoy «Quadragesima», es decir, tiempo de cuarenta días y, con una clara referencia a la Sagrada Escritura, nos introduce así en un contexto espiritual preciso. De hecho, cuarenta es el número simbólico con el que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento representan los momentos más destacados de la experiencia de la fe del pueblo de Dios. Es una cifra que expresa el tiempo de la espera, de la purificación, de la vuelta al Señor, de la consciencia de que Dios es fiel a sus promesas. Este número no constituye un tiempo cronológico exacto, resultado de la suma de los días. Indica más bien una paciente perseverancia, una larga prueba, un período suficiente para ver las obras de Dios, un tiempo dentro del cual es preciso decidirse y asumir las propias responsabilidades sin más dilaciones. Es el tiempo de las decisiones maduras.

El número cuarenta aparece ante todo en la historia de Noé. Este hombre justo, a causa del diluvio, pasa cuarenta días y cuarenta noches en el arca, junto a su familia y a los animales que Dios le había dicho que llevara consigo. Y espera otros cuarenta días, después del diluvio, antes de tocar la tierra firme, salvada de la destrucción (cf. Gn 7, 4.12; 8, 6). Luego, la próxima etapa: Moisés permanece en el monte Sinaí, en presencia del Señor, cuarenta días y cuarenta noches, para recibir la Ley. En todo este tiempo ayuna (cf. Ex 24, 18). Cuarenta son los años de viaje del pueblo judío desde Egipto hasta la Tierra prometida, tiempo apto para experimentar la fidelidad de Dios: «Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años… Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años», dice Moisés en el Deuteronomio al final de estos cuarenta años de emigración (Dt 8, 2.4). Los años de paz de los que goza Israel bajo los Jueces son cuarenta (cf. Jc 3, 11.30), pero, transcurrido este tiempo, comienza el olvido de los dones de Dios y la vuelta al pecado. El profeta Elías emplea cuarenta días para llegar al Horeb, el monte donde se encuentra con Dios (cf. 1 R 19, 8). Cuarenta son los días durante los cuales los ciudadanos de Nínive hacen penitencia para obtener el perdón de Dios (cf. Gn 3, 4). Cuarenta son también los años de los reinos de Saúl (cf. Hch 13, 21), de David (cf. 2 Sm 5, 4-5) y de Salomón (1 R 11, 41), los tres primeros reyes de Israel. También los Salmos reflexionan sobre el significado bíblico de los cuarenta años, como por ejemplo el Salmo 95, del que hemos escuchado un pasaje: «Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras”. Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: “Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino”» (vv. 7c-10).

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En el Nuevo Testamento Jesús, antes de iniciar su vida pública, se retira al desierto durante cuarenta días, sin comer ni beber (cf.Mt 4, 2): se alimenta de la Palabra de Dios, que usa como arma para vencer al diablo. Las tentaciones de Jesús evocan las que el pueblo judío afrontó en el desierto, pero que no supo vencer. Cuarenta son los días durante los cuales Jesús resucitado instruye a los suyos, antes de ascender al cielo y enviar el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 3).

Con este número recurrente —cuarenta— se describe un contexto espiritual que sigue siendo actual y válido, y la Iglesia, precisamente mediante los días del período cuaresmal, quiere mantener su valor perenne y hacernos presente su eficacia. La liturgia cristiana de la Cuaresma tiene como finalidad favorecer un camino de renovación espiritual, a la luz de esta larga experiencia bíblica y sobre todo aprender a imitar a Jesús, que en los cuarenta días pasados en el desierto enseñó a vencer la tentación con la Palabra de Dios. Los cuarenta años de la peregrinación de Israel en el desierto presentan actitudes y situaciones ambivalentes. Por una parte, son el tiempo del primer amor con Dios y entre Dios y su pueblo, cuando él hablaba a su corazón, indicándole continuamente el camino por recorrer. Dios, por decirlo así, había puesto su morada en medio de Israel, lo precedía dentro de una nube o de una columna de fuego, proveía cada día a su sustento haciendo que bajara el maná y que brotara agua de la roca. Por tanto, los años pasados por Israel en el desierto se pueden ver como el tiempo de la elección especial de Dios y de la adhesión a él por parte del pueblo: tiempo del primer amor. Por otro lado, la Biblia muestra asimismo otra imagen de la peregrinación de Israel en el desierto: también es el tiempo de las tentaciones y de los peligros más grandes, cuando Israel murmura contra su Dios y quisiera volver al paganismo y se construye sus propios ídolos, pues siente la exigencia de venerar a un Dios más cercano y tangible. También es el tiempo de la rebelión contra el Dios grande e invisible.

Esta ambivalencia, tiempo de la cercanía especial de Dios —tiempo del primer amor—, y tiempo de tentación —tentación de volver al paganismo—, la volvemos a encontrar, de modo sorprendente, en el camino terreno de Jesús, naturalmente sin ningún compromiso con el pecado. Después del bautismo de penitencia en el Jordán, en el que asume sobre sí el destino del Siervo de Dios que renuncia a sí mismo y vive para los demás y se mete entre los pecadores para cargar sobre sí el pecado del mundo, Jesús se dirige al desierto para estar cuarenta días en profunda unión con el Padre, repitiendo así la historia de Israel, todos los períodos de cuarenta días o años a los que he aludido. Esta dinámica es una constante en la vida terrena de Jesús, que busca siempre momentos de soledad para orar a su Padre y permanecer en íntima comunión, en íntima soledad con él, en exclusiva comunión con él, y luego volver en medio de la gente. Pero en este tiempo de «desierto» y de encuentro especial con el Padre, Jesús se encuentra expuesto al peligro y es asaltado por la tentación y la seducción del Maligno, el cual le propone un camino mesiánico diferente, alejado del proyecto de Dios, porque pasa por el poder, el éxito, el dominio, y no por el don total en la cruz. Esta es la alternativa: un mesianismo de poder, de éxito, o un mesianismo de amor, de entrega de sí mismo.

Esta situación de ambivalencia describe también la condición de la Iglesia en camino por el «desierto» del mundo y de la historia. En este «desierto» los creyentes, ciertamente, tenemos la oportunidad de hacer una profunda experiencia de Dios que fortalece el espíritu, confirma la fe, alimenta la esperanza y anima la caridad; una experiencia que nos hace partícipes de la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte mediante el sacrificio de amor en la cruz. Pero el «desierto» también es el aspecto negativo de la realidad que nos rodea: la aridez, la pobreza de palabras de vida y de valores, el laicismo y la cultura materialista, que encierran a la persona en el horizonte mundano de la existencia sustrayéndolo a toda referencia a la trascendencia. Este es también el ambiente en el que el cielo que está sobre nosotros se oscurece, porque lo cubren las nubes del egoísmo, de la incomprensión y del engaño. A pesar de esto, también para la Iglesia de hoy el tiempo del desierto puede transformarse en tiempo de gracia, pues tenemos la certeza de que incluso de la roca más dura Dios puede hacer que brote el agua viva que quita la sed y restaura.

Queridos hermanos y hermanas, en estos cuarenta días que nos conducirán a la Pascua de Resurrección podemos encontrar nuevo valor para aceptar con paciencia y con fe todas las situaciones de dificultad, de aflicción y de prueba, conscientes de que el Señor hará surgir de las tinieblas el nuevo día. Y si permanecemos fieles a Jesús, siguiéndolo por el camino de la cruz, se nos dará de nuevo el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la alegría: será el alba nueva creada por Dios mismo. ¡Feliz camino de Cuaresma a todos vosotros!

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114 de 121 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: Miércoles de Ceniza

114 DE 121 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: MIÉRCOLES DE CENIZA

AUDIENCIA GENERAL DEL 21 DE FEBRERO DE 2007

Miércoles de Ceniza

Queridos hermanos y hermanas:

El miércoles de Ceniza, que hoy celebramos, es para nosotros, los cristianos, un día particular, caracterizado por un intenso espíritu de recogimiento y de reflexión. En efecto, iniciamos el camino de la Cuaresma, tiempo de escucha de la palabra de Dios, de oración y de penitencia. Son cuarenta días en los que la liturgia nos ayudará a revivir las fases destacadas del misterio de la salvación.

Como sabemos, el hombre fue creado para ser amigo de Dios, pero el pecado de los primeros padres rompió esa relación de confianza y de amor y, como consecuencia, hizo a la humanidad incapaz de realizar su vocación originaria. Sin embargo, gracias al sacrificio redentor de Cristo, hemos sido rescatados del poder del mal. En efecto, como escribe el apóstol san Juan, Cristo se hizo víctima de expiación por nuestros pecados (cf. 1 Jn 2, 2); y san Pedro añade:  murió una vez para siempre por los pecados (cf. 1 P 3, 18).

También el bautizado, al morir en Cristo al pecado, renace a una vida nueva, restablecido gratuitamente en su dignidad de hijo de Dios. Por esto, en la primitiva comunidad cristiana, el bautismo era considerado como “la primera resurrección” (cf. Ap 20, 5; Rm 6, 1-11; Jn 5, 25-28).
Por tanto, desde los orígenes, la Cuaresma se vive como el tiempo de la preparación inmediata al bautismo, que se administra solemnemente durante la Vigilia pascual. Toda la Cuaresma era un camino hacia este gran encuentro con Cristo, hacia esta inmersión en Cristo y esta renovación de la vida. Nosotros ya estamos bautizados, pero con frecuencia el bautismo no es muy eficaz en nuestra vida diaria. Por eso, también para nosotros la Cuaresma es un “catecumenado” renovado, en el que salimos de nuevo al encuentro de nuestro  bautismo  para  redescubrirlo y volver a vivirlo en profundidad, para  ser de nuevo realmente cristianos.

Así pues, la Cuaresma es una oportunidad para “volver a ser” cristianos, a través de un proceso constante de cambio interior y de progreso en el conocimiento y en el amor de Cristo. La conversión no se realiza nunca de una vez para siempre, sino que es un proceso, un camino interior de toda nuestra vida. Ciertamente, este itinerario de conversión evangélica no puede limitarse a un período particular del año:  es un camino de cada día, que debe abrazar toda la existencia, todos los días de nuestra vida.

Desde esta perspectiva, para cada cristiano y para todas las comunidades eclesiales, la Cuaresma es el tiempo espiritual propicio para entrenarse con mayor tenacidad en la búsqueda de Dios, abriendo el corazón a Cristo. San Agustín dijo una vez que nuestra vida es un ejercicio del deseo de acercarnos a Dios, de ser capaces de dejar entrar a Dios en nuestro ser. “Toda la vida del cristiano fervoroso —dice— es un santo deseo”. Si esto  es así, en Cuaresma se nos invita con mayor fuerza a arrancar “de nuestros deseos las raíces de la vanidad” para educar el corazón a desear, es decir, a amar a Dios. “Dios —dice también san Agustín—, es todo lo que deseamos” (cf. Tract. in Iohn., 4). Ojalá que  comencemos  realmente a desear a Dios, para desear así  la  verdadera  vida, el amor mismo y la verdad.

Es muy oportuna la exhortación de Jesús, que refiere el evangelista san Marcos:  “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). El deseo sincero de Dios nos lleva a evitar el mal y a hacer el bien. Esta conversión del corazón es ante todo un don gratuito de Dios, que nos ha creado para sí y en Jesucristo nos ha redimido:  nuestra verdadera felicidad consiste en permanecer en él (cf. Jn15, 4). Por este motivo, él mismo previene con su gracia nuestro deseo y acompaña nuestros esfuerzos de conversión.

Pero, ¿qué es en realidad convertirse? Convertirse quiere decir buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo, de Jesucristo; convertirse no es un esfuerzo para autorrealizarse, porque el ser humano no es el arquitecto de su propio destino eterno. Nosotros no nos hemos hecho a nosotros mismos. Por ello, la autorrealización es una contradicción y, además, para nosotros es demasiado poco. Tenemos  un destino más alto. Podríamos decir que la conversión consiste precisamente en no considerarse “creadores” de sí mismos, descubriendo de este modo la verdad, porque no somos autores de nosotros mismos.

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La conversión consiste en aceptar libremente y con amor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador; que dependemos del amor. En realidad, no se trata de dependencia, sino de libertad. Por tanto, convertirse significa no buscar el éxito personal —que es algo efímero—, sino, abandonando toda seguridad humana, seguir con sencillez y confianza al Señor a fin de que Jesús sea para cada uno, como solía repetir la beata Teresa de Calcuta, “mi todo en todo”. Quien se deja conquistar por él no tiene miedo de perder su vida, porque en la cruz él nos amó y se entregó por nosotros. Y precisamente, perdiendo por amor nuestra vida, la volvemos a encontrar.

En el mensaje para la Cuaresma publicado hace pocos días, puse de relieve el inmenso amor que Dios nos tiene, para que los cristianos de todas las comunidades se unan espiritualmente durante el tiempo de la Cuaresma a María y Juan, el discípulo predilecto, en la contemplación de Cristo, que en la cruz consumó por la humanidad el sacrificio de su vida (cf. Jn 19, 25).

Sí, queridos hermanos y hermanas, la cruz es la revelación definitiva del amor y de la misericordia divina también para nosotros, hombres y mujeres de nuestra época, con demasiada frecuencia distraídos por preocupaciones e intereses terrenos y momentáneos. Dios es amor y su amor es el secreto de nuestra felicidad. Ahora bien, para entrar en este misterio de amor no hay otro camino que el de perdernos, entregarnos:  el camino de la cruz. “Si alguno quiere venir en pos de mí —dice el Señor—, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8, 34). Por eso, la liturgia cuaresmal, además de invitarnos a reflexionar y orar, nos estimula a valorar más la penitencia y el sacrificio, para rechazar el pecado y el mal, y vencer el egoísmo y la indiferencia. De este modo, la oración, el ayuno y la penitencia, las obras de caridad en favor de los hermanos se convierten en sendas espirituales que hay que recorrer para volver a Dios, respondiendo a los repetidos llamamientos a la conversión, presente también en la liturgia de hoy (cf. Jl 2, 12-13; Mt 6, 16-18).

Queridos hermanos y hermanas, que el período cuaresmal, que hoy iniciamos con el austero y significativo rito de la imposición de la Ceniza, sea para todos una  renovada  experiencia  del  amor misericordioso de Cristo, que en la cruz derramó  su  sangre por nosotros.

Sigamos dócilmente su ejemplo para “volver a dar” también nosotros su amor al prójimo, especialmente a los que sufren y atraviesan dificultades. Esta es la misión de todo discípulo de Cristo, pero para cumplirla es necesario permanecer a la escucha de su Palabra y alimentarse asiduamente de su Cuerpo y de su Sangre. Que el itinerario cuaresmal, que en la Iglesia antigua era itinerario hacia la iniciación cristiana, hacia el bautismo y la Eucaristía, sea para nosotros, los bautizados, un tiempo “eucarístico”, en el que participemos con mayor fervor en el sacrificio de la Eucaristía.

La Virgen María, que, después de compartir la pasión dolorosa de su Hijo divino, experimentó la alegría de la resurrección, nos acompañe en esta Cuaresma hacia el misterio de la Pascua, revelación suprema del amor de Dios.

¡Buena Cuaresma a todos!

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69 de 121 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: La Cuaresma, itinerario de reflexión y oración intensa

69 DE 121 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: LA CUARESMA, ITINERARIO DE REFLEXIÓN Y ORACIÓN INTENSA

AUDIENCIA GENERAL DEL 1 DE MARZO DE 2006

La Cuaresma, itinerario de reflexión y oración intensa

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, con la liturgia del miércoles de Ceniza, iniciamos el itinerario cuaresmal de cuarenta días, que nos llevará al Triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, centro del misterio de nuestra salvación. Este es un tiempo favorable, en el que la Iglesia invita a los cristianos a tomar una conciencia más viva de la obra redentora de Cristo y a vivir con más profundidad su bautismo. En efecto, en este tiempo litúrgico el pueblo de Dios, desde los primeros tiempos, se alimenta con la abundancia de la palabra de Dios, para fortalecerse en la fe, recorriendo toda la historia de la creación y de la redención.

Con su duración de cuarenta días, la Cuaresma encierra una indudable fuerza evocadora. En efecto, alude a algunos de los acontecimientos que marcaron la vida y la historia del antiguo Israel, volviendo a proponer, también a nosotros, su valor paradigmático:  pensemos, por ejemplo, en los cuarenta días del diluvio universal, que concluyeron con el pacto de alianza establecido por Dios con Noé, y así con la humanidad, y en los cuarenta días de permanencia de Moisés en el monte Sinaí, tras los cuales tuvo lugar el don de las tablas de la Ley. El tiempo de Cuaresma quiere invitarnos sobre todo a revivir con Jesús los cuarenta días que pasó en el desierto, orando y ayunando, antes de emprender su misión pública.

También nosotros hoy iniciamos un camino de reflexión y oración con todos los cristianos del mundo para dirigirnos espiritualmente hacia el Calvario, meditando los misterios centrales de la fe. Así nos prepararemos para experimentar, después del misterio de la cruz, la alegría de la Pascua de resurrección.

En todas las comunidades parroquiales se realiza hoy un gesto austero y simbólico:  la imposición de la ceniza; este rito va acompañado de dos fórmulas muy densas de significado, que constituyen una apremiante llamada a reconocerse pecadores y a volver a Dios.

La primera fórmula reza:  “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás” (cf. Jn 3, 19). Estas palabras, tomadas del libro del Génesis, evocan la condición humana, marcada por la caducidad y el límite, y quieren impulsarnos a volver a poner nuestra esperanza únicamente en Dios.

La segunda fórmula remite a las palabras que pronunció Jesús al inicio de su ministerio itinerante:  “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Es una invitación a poner como fundamento de la renovación personal y comunitaria la adhesión firme y confiada al Evangelio. La vida del cristiano es una vida de fe, fundada en la palabra de Dios y alimentada por ella. En las pruebas de la vida y en todas las tentaciones, el secreto de la victoria radica en escuchar la Palabra de verdad y rechazar con decisión la mentira y el mal.

Este es el programa verdadero, central, del tiempo de Cuaresma:  escuchar la Palabra de verdad; vivir, hablar y hacer la verdad; evitar la mentira, que envenena a la humanidad y es la puerta de todos los males.

Por tanto, urge volver a escuchar, en estos cuarenta días, el Evangelio, la palabra del Señor, palabra de verdad, para que en todos los cristianos, en cada uno de nosotros, se refuerce la conciencia de la verdad que nos ha sido concedida, para que la vivamos y demos testimonio de ella. La Cuaresma nos impulsa a dejar que la palabra de Dios penetre en nuestra vida para conocer así la verdad fundamental:  quiénes somos, de dónde venimos, a dónde debemos ir, cuál es el camino que hemos de seguir en la vida. De este modo, el tiempo de Cuaresma nos ofrece un itinerario ascético y litúrgico que, a la vez que nos ayuda a abrir los ojos a nuestra debilidad, nos estimula a abrir el corazón al amor misericordioso de Cristo.

cuaresma krouillong comunion en la mano sacrilegioEl camino cuaresmal, al acercarnos a Dios, nos permite mirar de un modo nuevo a nuestros hermanos y sus necesidades. Quien comienza a ver a Dios, a ver el rostro de Cristo, ve de una forma diferente también a los hermanos, descubre a los hermanos, su bien, su mal, sus necesidades.
Por esto, la Cuaresma, como escucha de la verdad, es un tiempo favorable para convertirse al amor, porque la verdad profunda, la verdad de Dios, es al mismo tiempo amor. Al convertirnos a la verdad de Dios, necesariamente debemos convertirnos al amor, un amor que sepa hacer propia la actitud de compasión y misericordia del Señor, como quise recordar en el Mensaje para la Cuaresma, que tiene por tema las palabras evangélicas:  “Jesús, al ver a la multitud, se compadeció de ella” (Mt 9, 36).

La Iglesia, consciente de su misión en el mundo, no cesa de proclamar el amor misericordioso de Cristo, que sigue dirigiendo su mirada conmovida hacia los hombres y los pueblos de todos los tiempos.

“Ante los terribles desafíos de la pobreza de gran parte de la humanidad —escribí en el citado Mensaje cuaresmal—, la indiferencia y el encerrarse en el propio egoísmo están en un contraste intolerable con la “mirada” de Cristo. El ayuno y la limosna, que, junto con la oración, la Iglesia propone de modo especial en el período de Cuaresma, son una ocasión propicia para configurarnos con esa misma “mirada”” (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de febrero de 2006, p. 4), con la mirada de Cristo, y vernos a nosotros mismos, ver a la humanidad, a los demás, con esta misma mirada. Con este espíritu entremos en el clima austero y orante de la Cuaresma, que es precisamente un clima de amor a los hermanos.

Que sean días de reflexión e intensa oración, en los que nos dejemos guiar por la palabra de Dios, que la liturgia nos propone abundantemente. Que la Cuaresma sea, además, un tiempo de ayuno, de penitencia y de vigilancia sobre nosotros mismos, convencidos de que la lucha contra el pecado no termina nunca, pues la tentación es una realidad de cada día, y la fragilidad y el engaño son experiencias de todos.

Por último, que la Cuaresma, a través de la limosna, haciendo el bien a los demás, sea ocasión de compartir sinceramente con los hermanos los dones recibidos y de mostrarnos solícitos a las necesidades de los más pobres y abandonados.

Que en este itinerario penitencial nos acompañe María, la Madre del Redentor, que es maestra de escucha y de fiel adhesión a Dios. Que la Virgen santísima nos ayude a llegar, purificados y renovados en la mente y en el espíritu, a celebrar el gran misterio de la Pascua de Cristo. Con estos sentimientos, deseo a todos una buena y fructífera Cuaresma.

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Cuaresma: Día 39

CUARESMA: DÍA 39

Hoy revisaremos Los pecados capitales

Para evitar caer en pecado y ofender a Dios debemos primero saber qué es pecado y para ello recomendamos la GUÍA PARA UNA BUENA CONFESIÓN para que revisando los Mandamientos de Dios y de la Iglesia conozcamos mejor que lo que hacemos es pecado.

¿Por qué pecamos? La naturaleza humana está, a causa del pecado original, debilitada e inclinada al mal, pero no necesariamente vencida pues podemos evitar el pecado con la voluntad y la rectitud, para ello basta saber qué acciones son pecado que ofenden los Mandamientos de Dios y a Dios mismo y evitarlas, pero si no lo sabemos muchas de nuestras acciones terminarán siendo pecado y no por no saberlo nos libra del justo castigo.

Los pecados capitales son aquellos a los que  la naturaleza humana caída está principalmente inclinada. Santo Tomás de Aquino los llamó también “vicios” definiéndolos así “un vicio capital es el que tiene un fin excesivamente deseable, para que en su deseo para él, un hombre pasa a la comisión de muchos pecados, todos los cuales se dicen que se originan en aquel vicio como su fuente principal” (Summa Theologiae,II-II, 153, 4). Aquí Santo Tomás de Aquino destacó la disposición o el hábito que inclina a una persona al pecado. Para él, el término capital viene de “cabeza” pues verán que los definen como el principio de muchos pecados que se originan a partir de aquél.

Los pecados capitales enumerados por Santo Tomás de Aquino (I-II:84:4) son siete:

  • Orgullo
  • Avaricia
  • Gula
  • Lujuria
  • Pereza
  • Envidia
  • Ira.

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El número siete fue dado por San Gregorio el Grande, y así los han enumerado la mayoría de teólogos de la Edad Media.

1. Soberbia: Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios (Catecismo Iglesia Católica 1866)

2. La Avaricia: Es la Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC 2514, 2534)

3. La Lujuria: Es el deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación. Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la castidad.

La lujuria se vence cuando guardamos la mente pura y dedicamos toda nuestra energía a servir a Dios y al prójimo según nuestra vocación. Si nos tomamos en serio nuestra vida en Cristo podremos comprender el gravísimo daño que la lujuria ocasiona y, aunque seamos tentados estaremos dispuestos a luchar y sufrir para liberarnos. Un ejemplo es San Benito, quien al ser tentado con lujuria se arrojó a unos espinos. Así logró vencer la tentación.

4. La Ira: Es el sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo, suscitado por un daño real o aparente. La ira puede llegar a ser pasional cuando las emociones se excitan fuertemente.

5. La Gula: Es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida. Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas:
1- Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita.
2- Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en detrimento de la salud.
3- Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico
4- Comer o beber vorazmente dándole mas atención a la comida que a los que nos acompañan.
5- Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total de la razón. La intoxicación injustificada que termina en una completa pérdida de la razón es un pecado mortal.

6. La Envidia: Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento. (CIC 2539)

7. La Pereza: Falta culpable de esfuerzo físico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno de los pecados capitales. (CIC 1866, 2094, 2733)

La manera de hacer frente a los pecados capitales es practicando las virtuales que nos ayudan a vencerlos, las cuales son:

Humildad (vence al pecado de la Soberbia): Es la virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio.

La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

Generosidad (vence al pecado de la Avaricia): Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.

Castidad (vence al pecado de la Lujuria): Es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo.

Paciencia (vence al pecado de la Ira): Es sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

Caridad (vence al pecado de la Envidia): Es la tercera y principal de las Virtudes Teologales. La caridad es el amor de Dios habitando en el corazón.

Templanza (vence al pecado de la Gula): Es la moderación en el comer y en el beber. La virtud de la templanza nos conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por aficción inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente culpables (CIC 2290).

Diligencia (vence al pecado de Pereza): Es la prontitud de ánimo para obrar el bien.

Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. Conociendo los que es pecado y las acciones que nos hacen cometerlo, teniendo claro contra qué Mandamiento de Dios estamos pecando, y sabiendo que el pecado es ofensa contra Dios… lo evitaremos.

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios, de la Iglesia y los pecados con los cuales pecamos contra estos mandamientos.

Los Mandamientos de Dios son 10:

Primer Mandamiento de Dios

Segundo Mandamiento de Dios

Tercer Mandamiento de Dios

Cuarto Mandamiento de Dios

Quinto Mandamiento de Dios

Sexto Mandamiento de Dios

Séptimo Mandamiento de Dios

Octavo Mandamiento de Dios

Noveno Mandamiento de Dios

Décimo Mandamiento de Dios

Los Mandamientos de la Iglesia son 5:

Primer Mandamiento de la Iglesia

Segundo Mandamiento de la Iglesia

Tercer Mandamiento de la Iglesia

Cuarto Mandamiento de la Iglesia

Quinto Mandamiento de la Iglesia

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 38

CUARESMA: DÍA 38

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos los Mandamientos de la Iglesia.

Además de los mandamientos de la ley de Dios, la Iglesia tiene cinco mandamientos.

En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.

Los mandamientos de la Iglesia son de dos clases:

Los tres primeros mandan oír Misa, confesar y comulgar; pero de esto ya hemos tratado (en los Mandamientos de Dios).

El cuarto manda el ayuno y la abstinencia en los días determinados por la Iglesia.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. Pero se puede tomar algo por la mañana y por la noche.

En el desayuno se puede tomar, por ejemplo, leche, café o té, o un poco de chocolate, con unos 60 gramos de pan, churros, tortas, etc. En la cena se puede tomar hasta 250 gramos de alimentos. Si te parece esto muy complicado, puedes atender a la norma práctica de algunos moralistas que dicen que quien tiene obligación de ayunar basta con que en el desayuno y en la cena tome la mitad de lo que tiene por costumbre tomar. Y si lo que se suele tomar es poco, la cantidad que se suprima puede ser menor. Otra norma práctica es que sumando lo que se toma en el desayuno y en la cena, no llegue a lo que se suele tomar al mediodía.

En la comida principal se puede tomar toda la cantidad que se quiera.

Pero durante el día no se puede tomar nada (comida o bebida) que sea alimento. Sí se pueden tomar líquidos no alimenticios como refrescos, café, té y bebidas alcohólicas; y también alguna pequeña tapa con que éstas suelen acompañarse; aunque sería mejor abstenerse de ella.

La abstinencia consiste en no tomar carne; pero no está prohibido el caldo de carne ni la grasa animal, si es condimento. También se pueden tomar huevos y productos lácteos.

Tienen obligación de ayunar todos los católicos que han cumplido dieciocho años y no han cumplido los cincuenta y nueve.

La abstinencia obliga desde los catorce años cumplidos hasta el final de la vida. «No están obligados al ayuno y abstinencia los verdaderamente pobres, los enfermos y los obreros»).

Tampoco están obligados los que no tienen habitualmente uso de razón.

El párroco y algunos confesores pueden dispensar cuando haya motivo suficiente.

Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Son días de sólo abstinencia todos los viernes del año, que no caigan en festivo. La abstinencia de los viernes fuera de cuaresma puede ser sustituida total o parcialmente por otras formas de penitencia, piedad o caridad, como limosnas, visitas a enfermos, privarse de tabaco o espectáculos, o cualquier otro gusto. La abstinencia de los viernes de cuaresma, y el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo no pueden ser sustituidos por propia iniciativa.

No debe considerarse pecado grave cualquier violación esporádica de la ley; pero sí el dejar de cumplirla habitualmente o por menosprecio.

Lo importante es el espíritu de la ley. Se trata de que en esos pocos días del año te quedes con un poco de hambre para hacer un sacrificio por Nuestro Señor.

La observancia sustancial de la disciplina eclesiástica sobre la penitencia es gravemente obligatoria.

Pero adviértase que la Iglesia no quiere precisar con medidas y pormenores los límites que determinarían en cada caso la gravedad de las faltas, porque desea que los fieles no caigan en la servidumbre y en la rutina de una observancia meramente externa, y prefiere, al contrario, que ellos mismos, sin omitir el oportuno consejo, formen deliberadamente su conciencia en cada caso según las indicaciones y el espíritu de la ley, con sentido de responsabilidad ante el Señor que ha de juzgar la sinceridad y diligencia de nuestras actitudes. Pero, sin duda, el desprecio y la inobservancia habitual de los preceptos de la Iglesia constituiría pecado grave.

La Conferencia Episcopal Española espera que «la presente disciplina penitencial, adaptada a España, servirá para aumentar en todos el sentido de sacrificio, la autenticidad de una vida sinceramente cristiana, y la práctica, más personal y consciente, de la mortificación y la caridad».

El Secretario del Episcopado francés ha propuesto a los católicos privarse del tabaco o bebidas alcohólicas un día a la semana, como una nueva modalidad de abstinencia.

Hacer penitencia es obligación de todo cristiano. Cada vez que cumplimos con nuestro deber y se lo ofrecemos a Dios hacemos penitencia. Cuando, en obsequio a Dios, nos privamos de algo que nos gusta o hacemos algo que nos desagrada, hacemos penitencia. Cuando, por Dios, aceptamos la vida y sus dificultades, hacemos penitencia.

Cuando, también por Dios, somos justos y luchamos contra las injusticias de la vida, hacemos penitencia. Arrepentirnos de nuestros pecados y hacernos amigos de Dios, es hacer penitencia.

La penitencia necesita de algo interior: Dios quiere el corazón, no sólo las obras externas. Si nuestra intención se detuviese en cumplir la ley, sin ofrenda a Dios, no haríamos penitencia. La primera y obligatoria penitencia que tenemos que hacer es cumplir la ley de Dios. Si no cumplimos lo que se nos manda, no hacemos penitencia. El principal lenguaje de un hombre son las obras.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano

El quinto mandamiento de la Iglesia manda que la ayudemos en sus necesidades y en sus obras.

No hay que olvidar que es deber de los fieles atender, según las posibilidades de cada uno, con su ayuda económica al culto y al decoroso sustento de los ministros de Dios.

Todos los bienes los hemos recibido de Dios. El contribuir con ellos para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es una manera de agradecer a Dios lo que nos ha dado, y rogarle que nos siga bendiciendo. Los sacerdotes han consagrado su vida a trabajar exclusivamente por el bien espiritual de los hombres, por lo tanto, de ellos deben recibir lo necesario para satisfacer sus necesidades humanas, y poder seguir estudiando y estar siempre bien preparados para el desempeño de su ministerio.

Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros».

Los buenos católicos deben también contribuir al sostenimiento del Seminario de la Diócesis, donde se están formando los futuros sacerdotes que han de atender a las almas.

Como en otras naciones, también es España, se puede hoy ayudar a la Iglesia destinando a ella la pequeña parte asignada de lo que hay que pagar a Hacienda.

Todos hemos de sentir la Iglesia como propia. Es un deber de justicia ayudar a la Iglesia en todo lo relativo al apostolado, porque de la Iglesia recibimos el mayor bien que se puede recibir en este mundo: los medios para ir al cielo.

Nuestra colaboración a la Iglesia no debe limitarse a lo económico; debemos también prestar nuestra colaboración personal, en la medida que nos sea posible.

Además de estos mandamientos más generales, la Iglesia tienen también otros, como por ejemplo, la prohibición de asistir a escuelas ateas o a centros en los que se enseñen cosas contrarias a la doctrina católica.

«Los padres católicos que envían a sus hijos a estas escuelas, aunque sea con el pretexto de que enseñan muy bien otras materias profanas, pecan gravísimamente y son indignos de la absolución sacramental, por el grave peligro a que exponen a sus hijos».

El Concilio Vaticano II «recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, en el tiempo y lugar que puedan, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas, y de colaborar con ellas en bien de sus propios hijos».

Por eso «deben disponer, y aun exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y progresar en la formación cristiana a la par que en la profana».

Dicen los Obispos Españoles:«La clase de Religión en España, carente hoy del debido rigor académico, se ve sometida a un proceso de deterioro que repercutirá negativamente en los aspectos humanos y éticos de todo el marco educativo». Leí en el ABC de Madrid, en la misma página, estos dos titulares:«El gobierno socialista margina la asignatura de Religión». «En Suecia la clase de Religión es obligatoria».

Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas.

Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos una escuela que corresponda a sus propias convicciones, y los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio».

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su visita a España en 1982: «Los padres deben elegir para sus hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana». Los padres tienen obligación de preocuparse de que sus hijos sean educados en la religión católica. Si se desentienden de esto, que no se quejen después cuando sus hijos les salgan torcidos.

No te contentes con solicitar la enseñanza de la Religión en el colegio de tus hijos. Comprueba lo que les enseñan; y si les dan gato por liebre, protesta enérgicamente como cualquier consumidor estafado.

La Comisión Episcopal de Enseñanza recuerda que «todos debemos exigir que se pueda recibir educación católica en los centros de enseñanza»:

La formación religiosa católica en la escuela es un deber y un derecho, cuyo servicio está regulado por las leyes, y cuya realización efectiva debe ser apoyada por toda la comunidad cristiana. Los obispos indican a los padres católicos el deber de inscribir a sus hijos en la asignatura de religión y moral católicas. El mismo texto recuerda la obligación de los profesores cristianos de colaborar en la formación religiosa católica de los alumnos cuyos padres han elegido para ellos este tipo de formación. Por último insisten en el deber de la sociedad y de los gobernantes de respetar el derecho de los padres y de los alumnos en conformidad con los principios de la Constitución Española y de los acuerdos internacionales firmados por el Estado Español con la Santa Sede en materia de enseñanza.

El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado un documento en el que dice que los padres deben retirar a sus hijos de los centros donde se enseñe una moral sexual contraria a la doctrina de la Iglesia.

Otro mandamiento de la Iglesia es no contraer matrimonio opuesto a las leyes de la Iglesia.

En 1917 se publica el Código de Derecho Canónico que sistematiza un cúmulo de leyes eclesiásticas. En 1983 se publica un nuevo Código de Derecho Canónico que actualiza y perfecciona el anterior. El estudio de esta reforma ha durado veinticinco años, desde que lo inició Juan XXIII.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

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Cuaresma: Día 37

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El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos los Mandamientos de la Iglesia.

Además de los mandamientos de la ley de Dios, la Iglesia tiene cinco mandamientos.

En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.

Los mandamientos de la Iglesia son de dos clases:

Los tres primeros mandan oír Misa, confesar y comulgar; pero de esto ya hemos tratado (en los Mandamientos de Dios).

El cuarto manda el ayuno y la abstinencia en los días determinados por la Iglesia.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. Pero se puede tomar algo por la mañana y por la noche.

En el desayuno se puede tomar, por ejemplo, leche, café o té, o un poco de chocolate, con unos 60 gramos de pan, churros, tortas, etc. En la cena se puede tomar hasta 250 gramos de alimentos. Si te parece esto muy complicado, puedes atender a la norma práctica de algunos moralistas que dicen que quien tiene obligación de ayunar basta con que en el desayuno y en la cena tome la mitad de lo que tiene por costumbre tomar. Y si lo que se suele tomar es poco, la cantidad que se suprima puede ser menor. Otra norma práctica es que sumando lo que se toma en el desayuno y en la cena, no llegue a lo que se suele tomar al mediodía.

En la comida principal se puede tomar toda la cantidad que se quiera.

Pero durante el día no se puede tomar nada (comida o bebida) que sea alimento. Sí se pueden tomar líquidos no alimenticios como refrescos, café, té y bebidas alcohólicas; y también alguna pequeña tapa con que éstas suelen acompañarse; aunque sería mejor abstenerse de ella.

La abstinencia consiste en no tomar carne; pero no está prohibido el caldo de carne ni la grasa animal, si es condimento. También se pueden tomar huevos y productos lácteos.

Tienen obligación de ayunar todos los católicos que han cumplido dieciocho años y no han cumplido los cincuenta y nueve.

La abstinencia obliga desde los catorce años cumplidos hasta el final de la vida. «No están obligados al ayuno y abstinencia los verdaderamente pobres, los enfermos y los obreros»).

Tampoco están obligados los que no tienen habitualmente uso de razón.

El párroco y algunos confesores pueden dispensar cuando haya motivo suficiente.

Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Son días de sólo abstinencia todos los viernes del año, que no caigan en festivo. La abstinencia de los viernes fuera de cuaresma puede ser sustituida total o parcialmente por otras formas de penitencia, piedad o caridad, como limosnas, visitas a enfermos, privarse de tabaco o espectáculos, o cualquier otro gusto. La abstinencia de los viernes de cuaresma, y el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo no pueden ser sustituidos por propia iniciativa.

No debe considerarse pecado grave cualquier violación esporádica de la ley; pero sí el dejar de cumplirla habitualmente o por menosprecio.

Lo importante es el espíritu de la ley. Se trata de que en esos pocos días del año te quedes con un poco de hambre para hacer un sacrificio por Nuestro Señor.

La observancia sustancial de la disciplina eclesiástica sobre la penitencia es gravemente obligatoria.

Pero adviértase que la Iglesia no quiere precisar con medidas y pormenores los límites que determinarían en cada caso la gravedad de las faltas, porque desea que los fieles no caigan en la servidumbre y en la rutina de una observancia meramente externa, y prefiere, al contrario, que ellos mismos, sin omitir el oportuno consejo, formen deliberadamente su conciencia en cada caso según las indicaciones y el espíritu de la ley, con sentido de responsabilidad ante el Señor que ha de juzgar la sinceridad y diligencia de nuestras actitudes. Pero, sin duda, el desprecio y la inobservancia habitual de los preceptos de la Iglesia constituiría pecado grave.

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La Conferencia Episcopal Española espera que «la presente disciplina penitencial, adaptada a España, servirá para aumentar en todos el sentido de sacrificio, la autenticidad de una vida sinceramente cristiana, y la práctica, más personal y consciente, de la mortificación y la caridad».

El Secretario del Episcopado francés ha propuesto a los católicos privarse del tabaco o bebidas alcohólicas un día a la semana, como una nueva modalidad de abstinencia.

Hacer penitencia es obligación de todo cristiano. Cada vez que cumplimos con nuestro deber y se lo ofrecemos a Dios hacemos penitencia. Cuando, en obsequio a Dios, nos privamos de algo que nos gusta o hacemos algo que nos desagrada, hacemos penitencia. Cuando, por Dios, aceptamos la vida y sus dificultades, hacemos penitencia.

Cuando, también por Dios, somos justos y luchamos contra las injusticias de la vida, hacemos penitencia. Arrepentirnos de nuestros pecados y hacernos amigos de Dios, es hacer penitencia.

La penitencia necesita de algo interior: Dios quiere el corazón, no sólo las obras externas. Si nuestra intención se detuviese en cumplir la ley, sin ofrenda a Dios, no haríamos penitencia. La primera y obligatoria penitencia que tenemos que hacer es cumplir la ley de Dios. Si no cumplimos lo que se nos manda, no hacemos penitencia. El principal lenguaje de un hombre son las obras.

El quinto mandamiento de la Iglesia manda que la ayudemos en sus necesidades y en sus obras.

No hay que olvidar que es deber de los fieles atender, según las posibilidades de cada uno, con su ayuda económica al culto y al decoroso sustento de los ministros de Dios.

Todos los bienes los hemos recibido de Dios. El contribuir con ellos para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es una manera de agradecer a Dios lo que nos ha dado, y rogarle que nos siga bendiciendo. Los sacerdotes han consagrado su vida a trabajar exclusivamente por el bien espiritual de los hombres, por lo tanto, de ellos deben recibir lo necesario para satisfacer sus necesidades humanas, y poder seguir estudiando y estar siempre bien preparados para el desempeño de su ministerio.

Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros».

Los buenos católicos deben también contribuir al sostenimiento del Seminario de la Diócesis, donde se están formando los futuros sacerdotes que han de atender a las almas.

Como en otras naciones, también es España, se puede hoy ayudar a la Iglesia destinando a ella la pequeña parte asignada de lo que hay que pagar a Hacienda.

Todos hemos de sentir la Iglesia como propia. Es un deber de justicia ayudar a la Iglesia en todo lo relativo al apostolado, porque de la Iglesia recibimos el mayor bien que se puede recibir en este mundo: los medios para ir al cielo.

Nuestra colaboración a la Iglesia no debe limitarse a lo económico; debemos también prestar nuestra colaboración personal, en la medida que nos sea posible.

Además de estos mandamientos más generales, la Iglesia tienen también otros, como por ejemplo, la prohibición de asistir a escuelas ateas o a centros en los que se enseñen cosas contrarias a la doctrina católica.

«Los padres católicos que envían a sus hijos a estas escuelas, aunque sea con el pretexto de que enseñan muy bien otras materias profanas, pecan gravísimamente y son indignos de la absolución sacramental, por el grave peligro a que exponen a sus hijos».

El Concilio Vaticano II «recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, en el tiempo y lugar que puedan, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas, y de colaborar con ellas en bien de sus propios hijos».

Por eso «deben disponer, y aun exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y progresar en la formación cristiana a la par que en la profana».

Dicen los Obispos Españoles:«La clase de Religión en España, carente hoy del debido rigor académico, se ve sometida a un proceso de deterioro que repercutirá negativamente en los aspectos humanos y éticos de todo el marco educativo». Leí en el ABC de Madrid, en la misma página, estos dos titulares:«El gobierno socialista margina la asignatura de Religión». «En Suecia la clase de Religión es obligatoria».

Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas.

Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos una escuela que corresponda a sus propias convicciones, y los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio».

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su visita a España en 1982: «Los padres deben elegir para sus hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana». Los padres tienen obligación de preocuparse de que sus hijos sean educados en la religión católica. Si se desentienden de esto, que no se quejen después cuando sus hijos les salgan torcidos.

No te contentes con solicitar la enseñanza de la Religión en el colegio de tus hijos. Comprueba lo que les enseñan; y si les dan gato por liebre, protesta enérgicamente como cualquier consumidor estafado.

La Comisión Episcopal de Enseñanza recuerda que «todos debemos exigir que se pueda recibir educación católica en los centros de enseñanza»:

La formación religiosa católica en la escuela es un deber y un derecho, cuyo servicio está regulado por las leyes, y cuya realización efectiva debe ser apoyada por toda la comunidad cristiana. Los obispos indican a los padres católicos el deber de inscribir a sus hijos en la asignatura de religión y moral católicas. El mismo texto recuerda la obligación de los profesores cristianos de colaborar en la formación religiosa católica de los alumnos cuyos padres han elegido para ellos este tipo de formación. Por último insisten en el deber de la sociedad y de los gobernantes de respetar el derecho de los padres y de los alumnos en conformidad con los principios de la Constitución Española y de los acuerdos internacionales firmados por el Estado Español con la Santa Sede en materia de enseñanza.

El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado un documento en el que dice que los padres deben retirar a sus hijos de los centros donde se enseñe una moral sexual contraria a la doctrina de la Iglesia.

Otro mandamiento de la Iglesia es no contraer matrimonio opuesto a las leyes de la Iglesia.

En 1917 se publica el Código de Derecho Canónico que sistematiza un cúmulo de leyes eclesiásticas. En 1983 se publica un nuevo Código de Derecho Canónico que actualiza y perfecciona el anterior. El estudio de esta reforma ha durado veinticinco años, desde que lo inició Juan XXIII.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

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Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

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El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos los Mandamientos de la Iglesia.

Además de los mandamientos de la ley de Dios, la Iglesia tiene cinco mandamientos.

En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.

Los mandamientos de la Iglesia son de dos clases:

Los tres primeros mandan oír Misa, confesar y comulgar; pero de esto ya hemos tratado (en los Mandamientos de Dios).

El cuarto manda el ayuno y la abstinencia en los días determinados por la Iglesia.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. Pero se puede tomar algo por la mañana y por la noche.

En el desayuno se puede tomar, por ejemplo, leche, café o té, o un poco de chocolate, con unos 60 gramos de pan, churros, tortas, etc. En la cena se puede tomar hasta 250 gramos de alimentos. Si te parece esto muy complicado, puedes atender a la norma práctica de algunos moralistas que dicen que quien tiene obligación de ayunar basta con que en el desayuno y en la cena tome la mitad de lo que tiene por costumbre tomar. Y si lo que se suele tomar es poco, la cantidad que se suprima puede ser menor. Otra norma práctica es que sumando lo que se toma en el desayuno y en la cena, no llegue a lo que se suele tomar al mediodía.

En la comida principal se puede tomar toda la cantidad que se quiera.

Pero durante el día no se puede tomar nada (comida o bebida) que sea alimento. Sí se pueden tomar líquidos no alimenticios como refrescos, café, té y bebidas alcohólicas; y también alguna pequeña tapa con que éstas suelen acompañarse; aunque sería mejor abstenerse de ella.

La abstinencia consiste en no tomar carne; pero no está prohibido el caldo de carne ni la grasa animal, si es condimento. También se pueden tomar huevos y productos lácteos.

Tienen obligación de ayunar todos los católicos que han cumplido dieciocho años y no han cumplido los cincuenta y nueve.

La abstinencia obliga desde los catorce años cumplidos hasta el final de la vida. «No están obligados al ayuno y abstinencia los verdaderamente pobres, los enfermos y los obreros»).

Tampoco están obligados los que no tienen habitualmente uso de razón.

El párroco y algunos confesores pueden dispensar cuando haya motivo suficiente.

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Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Son días de sólo abstinencia todos los viernes del año, que no caigan en festivo. La abstinencia de los viernes fuera de cuaresma puede ser sustituida total o parcialmente por otras formas de penitencia, piedad o caridad, como limosnas, visitas a enfermos, privarse de tabaco o espectáculos, o cualquier otro gusto. La abstinencia de los viernes de cuaresma, y el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo no pueden ser sustituidos por propia iniciativa.

No debe considerarse pecado grave cualquier violación esporádica de la ley; pero sí el dejar de cumplirla habitualmente o por menosprecio.

Lo importante es el espíritu de la ley. Se trata de que en esos pocos días del año te quedes con un poco de hambre para hacer un sacrificio por Nuestro Señor.

La observancia sustancial de la disciplina eclesiástica sobre la penitencia es gravemente obligatoria.

Pero adviértase que la Iglesia no quiere precisar con medidas y pormenores los límites que determinarían en cada caso la gravedad de las faltas, porque desea que los fieles no caigan en la servidumbre y en la rutina de una observancia meramente externa, y prefiere, al contrario, que ellos mismos, sin omitir el oportuno consejo, formen deliberadamente su conciencia en cada caso según las indicaciones y el espíritu de la ley, con sentido de responsabilidad ante el Señor que ha de juzgar la sinceridad y diligencia de nuestras actitudes. Pero, sin duda, el desprecio y la inobservancia habitual de los preceptos de la Iglesia constituiría pecado grave.

La Conferencia Episcopal Española espera que «la presente disciplina penitencial, adaptada a España, servirá para aumentar en todos el sentido de sacrificio, la autenticidad de una vida sinceramente cristiana, y la práctica, más personal y consciente, de la mortificación y la caridad».

El Secretario del Episcopado francés ha propuesto a los católicos privarse del tabaco o bebidas alcohólicas un día a la semana, como una nueva modalidad de abstinencia.

Hacer penitencia es obligación de todo cristiano. Cada vez que cumplimos con nuestro deber y se lo ofrecemos a Dios hacemos penitencia. Cuando, en obsequio a Dios, nos privamos de algo que nos gusta o hacemos algo que nos desagrada, hacemos penitencia. Cuando, por Dios, aceptamos la vida y sus dificultades, hacemos penitencia.

Cuando, también por Dios, somos justos y luchamos contra las injusticias de la vida, hacemos penitencia. Arrepentirnos de nuestros pecados y hacernos amigos de Dios, es hacer penitencia.

La penitencia necesita de algo interior: Dios quiere el corazón, no sólo las obras externas. Si nuestra intención se detuviese en cumplir la ley, sin ofrenda a Dios, no haríamos penitencia. La primera y obligatoria penitencia que tenemos que hacer es cumplir la ley de Dios. Si no cumplimos lo que se nos manda, no hacemos penitencia. El principal lenguaje de un hombre son las obras.

El quinto mandamiento de la Iglesia manda que la ayudemos en sus necesidades y en sus obras.

No hay que olvidar que es deber de los fieles atender, según las posibilidades de cada uno, con su ayuda económica al culto y al decoroso sustento de los ministros de Dios.

Todos los bienes los hemos recibido de Dios. El contribuir con ellos para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es una manera de agradecer a Dios lo que nos ha dado, y rogarle que nos siga bendiciendo. Los sacerdotes han consagrado su vida a trabajar exclusivamente por el bien espiritual de los hombres, por lo tanto, de ellos deben recibir lo necesario para satisfacer sus necesidades humanas, y poder seguir estudiando y estar siempre bien preparados para el desempeño de su ministerio.

Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros».

Los buenos católicos deben también contribuir al sostenimiento del Seminario de la Diócesis, donde se están formando los futuros sacerdotes que han de atender a las almas.

Como en otras naciones, también es España, se puede hoy ayudar a la Iglesia destinando a ella la pequeña parte asignada de lo que hay que pagar a Hacienda.

Todos hemos de sentir la Iglesia como propia. Es un deber de justicia ayudar a la Iglesia en todo lo relativo al apostolado, porque de la Iglesia recibimos el mayor bien que se puede recibir en este mundo: los medios para ir al cielo.

Nuestra colaboración a la Iglesia no debe limitarse a lo económico; debemos también prestar nuestra colaboración personal, en la medida que nos sea posible.

Además de estos mandamientos más generales, la Iglesia tienen también otros, como por ejemplo, la prohibición de asistir a escuelas ateas o a centros en los que se enseñen cosas contrarias a la doctrina católica.

«Los padres católicos que envían a sus hijos a estas escuelas, aunque sea con el pretexto de que enseñan muy bien otras materias profanas, pecan gravísimamente y son indignos de la absolución sacramental, por el grave peligro a que exponen a sus hijos».

El Concilio Vaticano II «recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, en el tiempo y lugar que puedan, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas, y de colaborar con ellas en bien de sus propios hijos».

Por eso «deben disponer, y aun exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y progresar en la formación cristiana a la par que en la profana».

Dicen los Obispos Españoles:«La clase de Religión en España, carente hoy del debido rigor académico, se ve sometida a un proceso de deterioro que repercutirá negativamente en los aspectos humanos y éticos de todo el marco educativo». Leí en el ABC de Madrid, en la misma página, estos dos titulares:«El gobierno socialista margina la asignatura de Religión». «En Suecia la clase de Religión es obligatoria».

Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas.

Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos una escuela que corresponda a sus propias convicciones, y los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio».

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su visita a España en 1982: «Los padres deben elegir para sus hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana». Los padres tienen obligación de preocuparse de que sus hijos sean educados en la religión católica. Si se desentienden de esto, que no se quejen después cuando sus hijos les salgan torcidos.

No te contentes con solicitar la enseñanza de la Religión en el colegio de tus hijos. Comprueba lo que les enseñan; y si les dan gato por liebre, protesta enérgicamente como cualquier consumidor estafado.

La Comisión Episcopal de Enseñanza recuerda que «todos debemos exigir que se pueda recibir educación católica en los centros de enseñanza»:

La formación religiosa católica en la escuela es un deber y un derecho, cuyo servicio está regulado por las leyes, y cuya realización efectiva debe ser apoyada por toda la comunidad cristiana. Los obispos indican a los padres católicos el deber de inscribir a sus hijos en la asignatura de religión y moral católicas. El mismo texto recuerda la obligación de los profesores cristianos de colaborar en la formación religiosa católica de los alumnos cuyos padres han elegido para ellos este tipo de formación. Por último insisten en el deber de la sociedad y de los gobernantes de respetar el derecho de los padres y de los alumnos en conformidad con los principios de la Constitución Española y de los acuerdos internacionales firmados por el Estado Español con la Santa Sede en materia de enseñanza.

El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado un documento en el que dice que los padres deben retirar a sus hijos de los centros donde se enseñe una moral sexual contraria a la doctrina de la Iglesia.

Otro mandamiento de la Iglesia es no contraer matrimonio opuesto a las leyes de la Iglesia.

En 1917 se publica el Código de Derecho Canónico que sistematiza un cúmulo de leyes eclesiásticas. En 1983 se publica un nuevo Código de Derecho Canónico que actualiza y perfecciona el anterior. El estudio de esta reforma ha durado veinticinco años, desde que lo inició Juan XXIII.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

Googlea “krouillong” y encuéntranos en nuestras redes sociales: Facebook, Twiter, Slideshare, Youtube, Gloria.tv, Ivoox, Soundcloud, Pinterest y May Feelings

Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 35

CUARESMA: DÍA 35

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos los Mandamientos de la Iglesia.

Además de los mandamientos de la ley de Dios, la Iglesia tiene cinco mandamientos.

En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.

Los mandamientos de la Iglesia son de dos clases:

Los tres primeros mandan oír Misa, confesar y comulgar; pero de esto ya hemos tratado (en los Mandamientos de Dios).

El cuarto manda el ayuno y la abstinencia en los días determinados por la Iglesia.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. Pero se puede tomar algo por la mañana y por la noche.

En el desayuno se puede tomar, por ejemplo, leche, café o té, o un poco de chocolate, con unos 60 gramos de pan, churros, tortas, etc. En la cena se puede tomar hasta 250 gramos de alimentos. Si te parece esto muy complicado, puedes atender a la norma práctica de algunos moralistas que dicen que quien tiene obligación de ayunar basta con que en el desayuno y en la cena tome la mitad de lo que tiene por costumbre tomar. Y si lo que se suele tomar es poco, la cantidad que se suprima puede ser menor. Otra norma práctica es que sumando lo que se toma en el desayuno y en la cena, no llegue a lo que se suele tomar al mediodía.

En la comida principal se puede tomar toda la cantidad que se quiera.

Pero durante el día no se puede tomar nada (comida o bebida) que sea alimento. Sí se pueden tomar líquidos no alimenticios como refrescos, café, té y bebidas alcohólicas; y también alguna pequeña tapa con que éstas suelen acompañarse; aunque sería mejor abstenerse de ella.

La abstinencia consiste en no tomar carne; pero no está prohibido el caldo de carne ni la grasa animal, si es condimento. También se pueden tomar huevos y productos lácteos.

Tienen obligación de ayunar todos los católicos que han cumplido dieciocho años y no han cumplido los cincuenta y nueve.

La abstinencia obliga desde los catorce años cumplidos hasta el final de la vida. «No están obligados al ayuno y abstinencia los verdaderamente pobres, los enfermos y los obreros»).

Tampoco están obligados los que no tienen habitualmente uso de razón.

El párroco y algunos confesores pueden dispensar cuando haya motivo suficiente.

Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Son días de sólo abstinencia todos los viernes del año, que no caigan en festivo. La abstinencia de los viernes fuera de cuaresma puede ser sustituida total o parcialmente por otras formas de penitencia, piedad o caridad, como limosnas, visitas a enfermos, privarse de tabaco o espectáculos, o cualquier otro gusto. La abstinencia de los viernes de cuaresma, y el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo no pueden ser sustituidos por propia iniciativa.

No debe considerarse pecado grave cualquier violación esporádica de la ley; pero sí el dejar de cumplirla habitualmente o por menosprecio.

Lo importante es el espíritu de la ley. Se trata de que en esos pocos días del año te quedes con un poco de hambre para hacer un sacrificio por Nuestro Señor.

La observancia sustancial de la disciplina eclesiástica sobre la penitencia es gravemente obligatoria.

Pero adviértase que la Iglesia no quiere precisar con medidas y pormenores los límites que determinarían en cada caso la gravedad de las faltas, porque desea que los fieles no caigan en la servidumbre y en la rutina de una observancia meramente externa, y prefiere, al contrario, que ellos mismos, sin omitir el oportuno consejo, formen deliberadamente su conciencia en cada caso según las indicaciones y el espíritu de la ley, con sentido de responsabilidad ante el Señor que ha de juzgar la sinceridad y diligencia de nuestras actitudes. Pero, sin duda, el desprecio y la inobservancia habitual de los preceptos de la Iglesia constituiría pecado grave.

La Conferencia Episcopal Española espera que «la presente disciplina penitencial, adaptada a España, servirá para aumentar en todos el sentido de sacrificio, la autenticidad de una vida sinceramente cristiana, y la práctica, más personal y consciente, de la mortificación y la caridad».

El Secretario del Episcopado francés ha propuesto a los católicos privarse del tabaco o bebidas alcohólicas un día a la semana, como una nueva modalidad de abstinencia.

Hacer penitencia es obligación de todo cristiano. Cada vez que cumplimos con nuestro deber y se lo ofrecemos a Dios hacemos penitencia. Cuando, en obsequio a Dios, nos privamos de algo que nos gusta o hacemos algo que nos desagrada, hacemos penitencia. Cuando, por Dios, aceptamos la vida y sus dificultades, hacemos penitencia.

Cuando, también por Dios, somos justos y luchamos contra las injusticias de la vida, hacemos penitencia. Arrepentirnos de nuestros pecados y hacernos amigos de Dios, es hacer penitencia.

La penitencia necesita de algo interior: Dios quiere el corazón, no sólo las obras externas. Si nuestra intención se detuviese en cumplir la ley, sin ofrenda a Dios, no haríamos penitencia. La primera y obligatoria penitencia que tenemos que hacer es cumplir la ley de Dios. Si no cumplimos lo que se nos manda, no hacemos penitencia. El principal lenguaje de un hombre son las obras.

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El quinto mandamiento de la Iglesia manda que la ayudemos en sus necesidades y en sus obras.

No hay que olvidar que es deber de los fieles atender, según las posibilidades de cada uno, con su ayuda económica al culto y al decoroso sustento de los ministros de Dios.

Todos los bienes los hemos recibido de Dios. El contribuir con ellos para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es una manera de agradecer a Dios lo que nos ha dado, y rogarle que nos siga bendiciendo. Los sacerdotes han consagrado su vida a trabajar exclusivamente por el bien espiritual de los hombres, por lo tanto, de ellos deben recibir lo necesario para satisfacer sus necesidades humanas, y poder seguir estudiando y estar siempre bien preparados para el desempeño de su ministerio.

Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros».

Los buenos católicos deben también contribuir al sostenimiento del Seminario de la Diócesis, donde se están formando los futuros sacerdotes que han de atender a las almas.

Como en otras naciones, también es España, se puede hoy ayudar a la Iglesia destinando a ella la pequeña parte asignada de lo que hay que pagar a Hacienda.

Todos hemos de sentir la Iglesia como propia. Es un deber de justicia ayudar a la Iglesia en todo lo relativo al apostolado, porque de la Iglesia recibimos el mayor bien que se puede recibir en este mundo: los medios para ir al cielo.

Nuestra colaboración a la Iglesia no debe limitarse a lo económico; debemos también prestar nuestra colaboración personal, en la medida que nos sea posible.

Además de estos mandamientos más generales, la Iglesia tienen también otros, como por ejemplo, la prohibición de asistir a escuelas ateas o a centros en los que se enseñen cosas contrarias a la doctrina católica.

«Los padres católicos que envían a sus hijos a estas escuelas, aunque sea con el pretexto de que enseñan muy bien otras materias profanas, pecan gravísimamente y son indignos de la absolución sacramental, por el grave peligro a que exponen a sus hijos».

El Concilio Vaticano II «recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, en el tiempo y lugar que puedan, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas, y de colaborar con ellas en bien de sus propios hijos».

Por eso «deben disponer, y aun exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y progresar en la formación cristiana a la par que en la profana».

Dicen los Obispos Españoles:«La clase de Religión en España, carente hoy del debido rigor académico, se ve sometida a un proceso de deterioro que repercutirá negativamente en los aspectos humanos y éticos de todo el marco educativo». Leí en el ABC de Madrid, en la misma página, estos dos titulares:«El gobierno socialista margina la asignatura de Religión». «En Suecia la clase de Religión es obligatoria».

Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas.

Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos una escuela que corresponda a sus propias convicciones, y los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio».

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su visita a España en 1982: «Los padres deben elegir para sus hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana». Los padres tienen obligación de preocuparse de que sus hijos sean educados en la religión católica. Si se desentienden de esto, que no se quejen después cuando sus hijos les salgan torcidos.

No te contentes con solicitar la enseñanza de la Religión en el colegio de tus hijos. Comprueba lo que les enseñan; y si les dan gato por liebre, protesta enérgicamente como cualquier consumidor estafado.

La Comisión Episcopal de Enseñanza recuerda que «todos debemos exigir que se pueda recibir educación católica en los centros de enseñanza»:

La formación religiosa católica en la escuela es un deber y un derecho, cuyo servicio está regulado por las leyes, y cuya realización efectiva debe ser apoyada por toda la comunidad cristiana. Los obispos indican a los padres católicos el deber de inscribir a sus hijos en la asignatura de religión y moral católicas. El mismo texto recuerda la obligación de los profesores cristianos de colaborar en la formación religiosa católica de los alumnos cuyos padres han elegido para ellos este tipo de formación. Por último insisten en el deber de la sociedad y de los gobernantes de respetar el derecho de los padres y de los alumnos en conformidad con los principios de la Constitución Española y de los acuerdos internacionales firmados por el Estado Español con la Santa Sede en materia de enseñanza.

El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado un documento en el que dice que los padres deben retirar a sus hijos de los centros donde se enseñe una moral sexual contraria a la doctrina de la Iglesia.

Otro mandamiento de la Iglesia es no contraer matrimonio opuesto a las leyes de la Iglesia.

En 1917 se publica el Código de Derecho Canónico que sistematiza un cúmulo de leyes eclesiásticas. En 1983 se publica un nuevo Código de Derecho Canónico que actualiza y perfecciona el anterior. El estudio de esta reforma ha durado veinticinco años, desde que lo inició Juan XXIII.

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

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Cuaresma: Día 34

CUARESMA: DÍA 34

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos los Mandamientos de la Iglesia.

Además de los mandamientos de la ley de Dios, la Iglesia tiene cinco mandamientos.

En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.

Los mandamientos de la Iglesia son de dos clases:

Los tres primeros mandan oír Misa, confesar y comulgar; pero de esto ya hemos tratado (en los Mandamientos de Dios).

El cuarto manda el ayuno y la abstinencia en los días determinados por la Iglesia.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. Pero se puede tomar algo por la mañana y por la noche.

En el desayuno se puede tomar, por ejemplo, leche, café o té, o un poco de chocolate, con unos 60 gramos de pan, churros, tortas, etc. En la cena se puede tomar hasta 250 gramos de alimentos. Si te parece esto muy complicado, puedes atender a la norma práctica de algunos moralistas que dicen que quien tiene obligación de ayunar basta con que en el desayuno y en la cena tome la mitad de lo que tiene por costumbre tomar. Y si lo que se suele tomar es poco, la cantidad que se suprima puede ser menor. Otra norma práctica es que sumando lo que se toma en el desayuno y en la cena, no llegue a lo que se suele tomar al mediodía.

En la comida principal se puede tomar toda la cantidad que se quiera.

Pero durante el día no se puede tomar nada (comida o bebida) que sea alimento. Sí se pueden tomar líquidos no alimenticios como refrescos, café, té y bebidas alcohólicas; y también alguna pequeña tapa con que éstas suelen acompañarse; aunque sería mejor abstenerse de ella.

La abstinencia consiste en no tomar carne; pero no está prohibido el caldo de carne ni la grasa animal, si es condimento. También se pueden tomar huevos y productos lácteos.

Tienen obligación de ayunar todos los católicos que han cumplido dieciocho años y no han cumplido los cincuenta y nueve.

La abstinencia obliga desde los catorce años cumplidos hasta el final de la vida. «No están obligados al ayuno y abstinencia los verdaderamente pobres, los enfermos y los obreros»).

Tampoco están obligados los que no tienen habitualmente uso de razón.

El párroco y algunos confesores pueden dispensar cuando haya motivo suficiente.

Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Son días de sólo abstinencia todos los viernes del año, que no caigan en festivo. La abstinencia de los viernes fuera de cuaresma puede ser sustituida total o parcialmente por otras formas de penitencia, piedad o caridad, como limosnas, visitas a enfermos, privarse de tabaco o espectáculos, o cualquier otro gusto. La abstinencia de los viernes de cuaresma, y el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo no pueden ser sustituidos por propia iniciativa.

No debe considerarse pecado grave cualquier violación esporádica de la ley; pero sí el dejar de cumplirla habitualmente o por menosprecio.

Lo importante es el espíritu de la ley. Se trata de que en esos pocos días del año te quedes con un poco de hambre para hacer un sacrificio por Nuestro Señor.

La observancia sustancial de la disciplina eclesiástica sobre la penitencia es gravemente obligatoria.

Pero adviértase que la Iglesia no quiere precisar con medidas y pormenores los límites que determinarían en cada caso la gravedad de las faltas, porque desea que los fieles no caigan en la servidumbre y en la rutina de una observancia meramente externa, y prefiere, al contrario, que ellos mismos, sin omitir el oportuno consejo, formen deliberadamente su conciencia en cada caso según las indicaciones y el espíritu de la ley, con sentido de responsabilidad ante el Señor que ha de juzgar la sinceridad y diligencia de nuestras actitudes. Pero, sin duda, el desprecio y la inobservancia habitual de los preceptos de la Iglesia constituiría pecado grave.

La Conferencia Episcopal Española espera que «la presente disciplina penitencial, adaptada a España, servirá para aumentar en todos el sentido de sacrificio, la autenticidad de una vida sinceramente cristiana, y la práctica, más personal y consciente, de la mortificación y la caridad».

El Secretario del Episcopado francés ha propuesto a los católicos privarse del tabaco o bebidas alcohólicas un día a la semana, como una nueva modalidad de abstinencia.

Hacer penitencia es obligación de todo cristiano. Cada vez que cumplimos con nuestro deber y se lo ofrecemos a Dios hacemos penitencia. Cuando, en obsequio a Dios, nos privamos de algo que nos gusta o hacemos algo que nos desagrada, hacemos penitencia. Cuando, por Dios, aceptamos la vida y sus dificultades, hacemos penitencia.

Cuando, también por Dios, somos justos y luchamos contra las injusticias de la vida, hacemos penitencia. Arrepentirnos de nuestros pecados y hacernos amigos de Dios, es hacer penitencia.

La penitencia necesita de algo interior: Dios quiere el corazón, no sólo las obras externas. Si nuestra intención se detuviese en cumplir la ley, sin ofrenda a Dios, no haríamos penitencia. La primera y obligatoria penitencia que tenemos que hacer es cumplir la ley de Dios. Si no cumplimos lo que se nos manda, no hacemos penitencia. El principal lenguaje de un hombre son las obras.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano

El quinto mandamiento de la Iglesia manda que la ayudemos en sus necesidades y en sus obras.

No hay que olvidar que es deber de los fieles atender, según las posibilidades de cada uno, con su ayuda económica al culto y al decoroso sustento de los ministros de Dios.

Todos los bienes los hemos recibido de Dios. El contribuir con ellos para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es una manera de agradecer a Dios lo que nos ha dado, y rogarle que nos siga bendiciendo. Los sacerdotes han consagrado su vida a trabajar exclusivamente por el bien espiritual de los hombres, por lo tanto, de ellos deben recibir lo necesario para satisfacer sus necesidades humanas, y poder seguir estudiando y estar siempre bien preparados para el desempeño de su ministerio.

Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros».

Los buenos católicos deben también contribuir al sostenimiento del Seminario de la Diócesis, donde se están formando los futuros sacerdotes que han de atender a las almas.

Como en otras naciones, también es España, se puede hoy ayudar a la Iglesia destinando a ella la pequeña parte asignada de lo que hay que pagar a Hacienda.

Todos hemos de sentir la Iglesia como propia. Es un deber de justicia ayudar a la Iglesia en todo lo relativo al apostolado, porque de la Iglesia recibimos el mayor bien que se puede recibir en este mundo: los medios para ir al cielo.

Nuestra colaboración a la Iglesia no debe limitarse a lo económico; debemos también prestar nuestra colaboración personal, en la medida que nos sea posible.

Además de estos mandamientos más generales, la Iglesia tienen también otros, como por ejemplo, la prohibición de asistir a escuelas ateas o a centros en los que se enseñen cosas contrarias a la doctrina católica.

«Los padres católicos que envían a sus hijos a estas escuelas, aunque sea con el pretexto de que enseñan muy bien otras materias profanas, pecan gravísimamente y son indignos de la absolución sacramental, por el grave peligro a que exponen a sus hijos».

El Concilio Vaticano II «recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, en el tiempo y lugar que puedan, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas, y de colaborar con ellas en bien de sus propios hijos».

Por eso «deben disponer, y aun exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y progresar en la formación cristiana a la par que en la profana».

Dicen los Obispos Españoles:«La clase de Religión en España, carente hoy del debido rigor académico, se ve sometida a un proceso de deterioro que repercutirá negativamente en los aspectos humanos y éticos de todo el marco educativo». Leí en el ABC de Madrid, en la misma página, estos dos titulares:«El gobierno socialista margina la asignatura de Religión». «En Suecia la clase de Religión es obligatoria».

Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas.

Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos una escuela que corresponda a sus propias convicciones, y los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio».

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su visita a España en 1982: «Los padres deben elegir para sus hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana». Los padres tienen obligación de preocuparse de que sus hijos sean educados en la religión católica. Si se desentienden de esto, que no se quejen después cuando sus hijos les salgan torcidos.

No te contentes con solicitar la enseñanza de la Religión en el colegio de tus hijos. Comprueba lo que les enseñan; y si les dan gato por liebre, protesta enérgicamente como cualquier consumidor estafado.

La Comisión Episcopal de Enseñanza recuerda que «todos debemos exigir que se pueda recibir educación católica en los centros de enseñanza»:

La formación religiosa católica en la escuela es un deber y un derecho, cuyo servicio está regulado por las leyes, y cuya realización efectiva debe ser apoyada por toda la comunidad cristiana. Los obispos indican a los padres católicos el deber de inscribir a sus hijos en la asignatura de religión y moral católicas. El mismo texto recuerda la obligación de los profesores cristianos de colaborar en la formación religiosa católica de los alumnos cuyos padres han elegido para ellos este tipo de formación. Por último insisten en el deber de la sociedad y de los gobernantes de respetar el derecho de los padres y de los alumnos en conformidad con los principios de la Constitución Española y de los acuerdos internacionales firmados por el Estado Español con la Santa Sede en materia de enseñanza.

El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado un documento en el que dice que los padres deben retirar a sus hijos de los centros donde se enseñe una moral sexual contraria a la doctrina de la Iglesia.

Otro mandamiento de la Iglesia es no contraer matrimonio opuesto a las leyes de la Iglesia.

En 1917 se publica el Código de Derecho Canónico que sistematiza un cúmulo de leyes eclesiásticas. En 1983 se publica un nuevo Código de Derecho Canónico que actualiza y perfecciona el anterior. El estudio de esta reforma ha durado veinticinco años, desde que lo inició Juan XXIII.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

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Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 33

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El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Décimo Mandamiento de Dios: No Codiciarás los Bienes Ajenos.

Este mandamiento está contenido en el séptimo. Pero insiste en que también se puede pecar deseando tomar lo ajeno. Se trata, naturalmente, de un deseo desordenado y consentido. Eso no quiere decir que sea pecado el desear tener, si pudieras lícitamente, una cosa como la de tu prójimo.

Este mandamiento no prohíbe un ordenado deseo de riquezas, como sería una aspiración a un mayor bienestar legítimamente conseguido; manda conformarnos con los bienes que Dios nos ha dado y con los que honradamente podamos adquirir.

Pero sí sería pecado murmurar con rabia contra Dios porque no te da más; y tener envidia de los bienes ajenos.

No dejes que la amargura de corazón corroa la paz de tu alma.

Aunque la vida sea dura y la queja asome a tus labios, no dejes que la amargura se apodere de tu corazón. Esfuérzate por mejorar tu situación y satisfacer tus necesidades, pero sin amargura. Dios lo quiere y la Iglesia -como madre tuya- es la primera que lo procura, enseñando a todos lo que el trabajador se merece. Recuerda lo que te he dicho en el cuarto mandamiento. Esfuérzate, sí; pero siempre por medios lícitos; no con espíritu de rebeldía, ni de odios, sino con espíritu cristiano, con fe en la Providencia de Dios, y sin olvidar que en esta vida no se puede hacer desaparecer el sufrimiento.

Por otra parte, no olvides que no consiste todo en amontonar dinero.

Es mucho más importante hacer buenas obras, pues el premio eterno del cielo vale más que todo el oro del mundo. Si creyéramos esto de verdad, pondríamos mucho más empeño en practicar el bien.

La autoridad debe poner los medios para fomentar una mejor prosperidad pública y mejorar el nivel de vida del pueblo, con una justa distribución de la riqueza. Los padres deben procurar los bienes convenientes para asegurar a sus hijos un buen porvenir. Los poseedores de riquezas deben cuidar de su mayor rendimiento y de su acertada inversión para crear otras fuentes de riqueza y nuevos puestos de trabajo, en conformidad con las necesidades del bien común.

Todos debemos cooperar, con nuestro trabajo, al mayor bienestar y prosperidad pública y privada.

Pero el deseo de riquezas debe estar moderado por la virtud de la justicia distributiva y social. Y no podemos aspirar a ellas sino por medios lícitos y con fines honestos. El deseo inmoderado de riquezas con fines egoístas y medios injustos provoca luchas sociales e incluso guerras entre las naciones.

Codicia es la idolatría del dinero. Es un deseo de poseer sin límites que lleva a la explotación del prójimo, o a no compartir los bienes propios con los necesitados.

El ansia de dinero puede esclavizar lo mismo al que lo tiene que al que no lo tiene.

La Iglesia exalta el desprendimiento de los bienes de este mundo. Pero esto no se opone al progreso que tiende a hacer desaparecer la miseria que impide practicar la virtud de algunos sectores sociales.

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Los trabajos fisiológicos de Bert sobre el oxígeno, necesario para nuestras células, han demostrado que si están faltas de él, padecen y mueren; pero un exceso, también les es nocivo, porque les resulta convulsivo.

Es decir, que nuestro organismo está hecho para una medida; y lo mismo resulta nocivo una carencia que un exceso. Lo mismo que ocurre con el oxígeno, ocurre con el azúcar, el calor o la libertad. Tan perjudicial es una carencia como un exceso. Y también con los bienes materiales.

Lo mismo que hay un mínimo económico vital, debería fijarse un máximo vital no sobrepasable para poder permanecer en el equilibrio humano.

En los países donde el progreso ha alcanzado metas altísimas, y una libertad de costumbres sin freno, han resultado hombres cansados de vivir. Por eso en ellos se multiplican tanto los suicidios. La Iglesia tiene sus razones cuando enseña una ascética de lucha y de vencimiento propio. Esta superación del hombre sobre sí mismo, aunque exige esfuerzo y sacrificio, llena también de satisfacciones la vida.

La felicidad no está en tener muchas cosas, sino en saber disfrutar de lo que se tiene. La felicidad brota de lo más íntimo de nuestro ser.

Quien busca la felicidad fuera de sí mismo es como un caracol en busca de casa. La alegría es posible en todas las circunstancias de la vida.

Los que no la encuentran es porque la buscan donde no está. En lugar de buscarla en uno mismo, la buscan en cosas exteriores que dejan el corazón vacío, y después viene el tedio y la tristeza. La felicidad no depende de lo que nos pasa, sino de cómo lo percibimos. La felicidad está en disfrutar de lo que tenemos, y no en desear lo que no podemos tener. La persona feliz siempre encuentra algo positivo en lo negativo.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 32

CUARESMA: DÍA 32

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Noveno Mandamiento de Dios: No Consentirás Pensamientos ni Deseos Impuros.

Este mandamiento se refiere a los pecados internos contra la castidad: pensamientos y deseos.

Completa al sexto. Dice Jesucristo: «El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su corazón».

Nuestra moral cristiana no es una moral hipócrita, que se fija sólo en lo externo; al contrario, exige una congruencia entre el acto interno de la voluntad y la acción externa.

Hoy la televisión propaga las fantasías sexuales. Es un modo de difundir la inmoralidad, pues dicen los psicólogos que la idea lleva al acto. Por eso la moral católica manda rechazar los pensamientos y deseos deshonestos.

Quien sinceramente desea evitar un acto prohibido, debe evitar también el camino que lleva a él. Se trata, naturalmente, de deseos de cosas prohibidas. Para los esposos son lícitos los deseos de todo aquello a lo que tienen derecho. Igualmente los novios pueden desear que llegue el día de su matrimonio.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano

Es claro que para que haya pecado en este mandamiento, como en cualquier otro, es necesario desear o recrearse voluntariamente en lo que está prohibido hacer. Quien tiene malos pensamientos, imaginaciones o deseos contra su voluntad, no peca. Sentir no es consentir. El sentir no depende muchas veces de nosotros; el consentir, siempre. El pecado está en el consentir, no en el sentir.

Siente el cuerpo, consiente el alma. Y quien peca es el alma, no el cuerpo.

No creas que has consentido en un mal pensamiento porque haya durado más o menos. Puede ocurrir que te presente la imaginación toda una película de cosas, que si se piensan sin querer, no son pecado ninguno.

Puede un pensamiento molestarte durante mucho tiempo, incluso durante días. Como una mosca pegajosa que vuelve una y otra vez. Por muchas vueltas que te dé un mosquito, mientras tú no le dejes, no te pica. Si tú no aceptas el mal pensamiento, y haces todo lo posible por rechazarlo, no sólo no pecas, sino que mereces, y mucho, a los ojos de Dios.

Debes también distinguir entre el gusto y el consentimiento. Es muy posible que sientas atracción por la cosa, que veas que te gusta, incluso que sufras conmoción orgánica, y sin embargo tu voluntad esté rechazando todo esto. Mientras tu voluntad no consienta en disfrutar de esa sensación, o en deleitarte en ese mal pensamiento, no hay pecado ninguno. No es lo mismo sentir una atracción que paladear un gusto. No es lo mismo experimentar una sensación, que aprovecharla.

Para vencer los malos pensamientos que importunan, lo mejor es despreciarlos y distraerse con otra cosa. La mejor arma contra un mal pensamiento es otro pensamiento, que sea bueno. Ponte a silbar o a cantar. Lee un libro. Coge un lápiz y ponte a hacer una multiplicación de muchas cifras.

Si no tienes lápiz, procura hacerla mentalmente. Piensa en algo concreto totalmente distinto. Aunque sea un absurdo; por ejemplo, en formar un equipo de fútbol con los once hombres más gordos que conozcas. Piensa que les arbitras el partido, o que eres el árbitro de un partido internacional, o que estás practicando un deporte que te entusiasma. Algo que te absorba el entendimiento, por ejemplo, recordar los nombres de las provincias de España, imaginarte las diez catedrales más bonitas que conozcas, llamar por teléfono a un amigo, etc. Incluso podrías pensar: y si me muriera ahora mismo?. Entra dentro de lo posible. El caso es ocupar la mente en algo concreto. Y si puedes emprender una ocupación que te absorba toda la atención, todavía mejor. Quizás pueda ayudarte el que salgas a dar una vuelta para distraerte. En fin, tú búscate alguna triquiñuela para borrar de tu imaginación ese pensamiento que te está molestando. Pero lo primero, acudir brevemente a Dios o a la Virgen pidiéndoles la gracia de triunfar, por ejemplo, con una jaculatoria. Inmediatamente después desprecia esos pensamientos y dístraete. Es necesario adquirir la costumbre de reaccionar rápidamente contra las tentaciones: lo mismo que te sacudes automáticamente una chispa del cigarro que te cae en tu chaqueta nueva.

Muchas veces circunstancias exteriores, como las malas conversaciones, las lecturas peligrosas, las diversiones y espectáculos deshonestos y la televisión, suscitan imaginaciones, pensamientos o deseos de cosas impuras. En estos casos el primer recurso es huir de aquellas circunstancias. Quien voluntariamente se pone, sin causa justa, en circunstancias que constituyen grave peligro y ocasión próxima de consentir en pensamientos o deseos malos, comete pecado grave.

Contra este mandamiento son pecado grave los malos pensamientos y deseos si se han consentido complaciéndose en ellos voluntariamente.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

Googlea “krouillong” y encuéntranos en nuestras redes sociales: Facebook, Twiter, Slideshare, Youtube, Gloria.tv, Ivoox, Soundcloud, Pinterest y May Feelings

Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 31

CUARESMA: DÍA 31

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Noveno Mandamiento de Dios: No Consentirás Pensamientos ni Deseos Impuros.

Este mandamiento se refiere a los pecados internos contra la castidad: pensamientos y deseos.

Completa al sexto. Dice Jesucristo: «El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su corazón».

Nuestra moral cristiana no es una moral hipócrita, que se fija sólo en lo externo; al contrario, exige una congruencia entre el acto interno de la voluntad y la acción externa.

Hoy la televisión propaga las fantasías sexuales. Es un modo de difundir la inmoralidad, pues dicen los psicólogos que la idea lleva al acto. Por eso la moral católica manda rechazar los pensamientos y deseos deshonestos.

Quien sinceramente desea evitar un acto prohibido, debe evitar también el camino que lleva a él. Se trata, naturalmente, de deseos de cosas prohibidas. Para los esposos son lícitos los deseos de todo aquello a lo que tienen derecho. Igualmente los novios pueden desear que llegue el día de su matrimonio.

Es claro que para que haya pecado en este mandamiento, como en cualquier otro, es necesario desear o recrearse voluntariamente en lo que está prohibido hacer. Quien tiene malos pensamientos, imaginaciones o deseos contra su voluntad, no peca. Sentir no es consentir. El sentir no depende muchas veces de nosotros; el consentir, siempre. El pecado está en el consentir, no en el sentir.

Siente el cuerpo, consiente el alma. Y quien peca es el alma, no el cuerpo.

No creas que has consentido en un mal pensamiento porque haya durado más o menos. Puede ocurrir que te presente la imaginación toda una película de cosas, que si se piensan sin querer, no son pecado ninguno.

Puede un pensamiento molestarte durante mucho tiempo, incluso durante días. Como una mosca pegajosa que vuelve una y otra vez. Por muchas vueltas que te dé un mosquito, mientras tú no le dejes, no te pica. Si tú no aceptas el mal pensamiento, y haces todo lo posible por rechazarlo, no sólo no pecas, sino que mereces, y mucho, a los ojos de Dios.

Debes también distinguir entre el gusto y el consentimiento. Es muy posible que sientas atracción por la cosa, que veas que te gusta, incluso que sufras conmoción orgánica, y sin embargo tu voluntad esté rechazando todo esto. Mientras tu voluntad no consienta en disfrutar de esa sensación, o en deleitarte en ese mal pensamiento, no hay pecado ninguno. No es lo mismo sentir una atracción que paladear un gusto. No es lo mismo experimentar una sensación, que aprovecharla.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano

Para vencer los malos pensamientos que importunan, lo mejor es despreciarlos y distraerse con otra cosa. La mejor arma contra un mal pensamiento es otro pensamiento, que sea bueno. Ponte a silbar o a cantar. Lee un libro. Coge un lápiz y ponte a hacer una multiplicación de muchas cifras.

Si no tienes lápiz, procura hacerla mentalmente. Piensa en algo concreto totalmente distinto. Aunque sea un absurdo; por ejemplo, en formar un equipo de fútbol con los once hombres más gordos que conozcas. Piensa que les arbitras el partido, o que eres el árbitro de un partido internacional, o que estás practicando un deporte que te entusiasma. Algo que te absorba el entendimiento, por ejemplo, recordar los nombres de las provincias de España, imaginarte las diez catedrales más bonitas que conozcas, llamar por teléfono a un amigo, etc. Incluso podrías pensar: y si me muriera ahora mismo?. Entra dentro de lo posible. El caso es ocupar la mente en algo concreto. Y si puedes emprender una ocupación que te absorba toda la atención, todavía mejor. Quizás pueda ayudarte el que salgas a dar una vuelta para distraerte. En fin, tú búscate alguna triquiñuela para borrar de tu imaginación ese pensamiento que te está molestando. Pero lo primero, acudir brevemente a Dios o a la Virgen pidiéndoles la gracia de triunfar, por ejemplo, con una jaculatoria. Inmediatamente después desprecia esos pensamientos y dístraete. Es necesario adquirir la costumbre de reaccionar rápidamente contra las tentaciones: lo mismo que te sacudes automáticamente una chispa del cigarro que te cae en tu chaqueta nueva.

Muchas veces circunstancias exteriores, como las malas conversaciones, las lecturas peligrosas, las diversiones y espectáculos deshonestos y la televisión, suscitan imaginaciones, pensamientos o deseos de cosas impuras. En estos casos el primer recurso es huir de aquellas circunstancias. Quien voluntariamente se pone, sin causa justa, en circunstancias que constituyen grave peligro y ocasión próxima de consentir en pensamientos o deseos malos, comete pecado grave.

Contra este mandamiento son pecado grave los malos pensamientos y deseos si se han consentido complaciéndose en ellos voluntariamente.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 30

CUARESMA: DÍA 30

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Octavo Mandamiento de Dios: No Mentirás.

Este mandamiento manda no mentir, ni contar los defectos del prójimo sin necesidad, ni calumniarlo, ni pensar mal de él sin fundamento, ni descubrir secretos sin razón suficiente que lo justifique.

Este mandamiento prohíbe manifestar cosas ocultas que sabemos bajo secreto. Hay cosas que caen bajo secreto natural. No se puede revelar, sin causa grave, algo de lo que tenemos conocimiento, que se refiere a la vida de otra persona, y cuya revelación le causaría un daño. Esta obligación subsiste aunque no se trate de un secreto confiado, y aunque no se haya prometido guardarlo.

Para que sea un secreto legítimo no es necesario que se refiera a materias graves: secretos de Estado, secreto profesional, etc. Aunque el nombre de secreto no sea el más adecuado, cae también en este ámbito la legítima reserva que toda persona guarda sobre su vida privada y familiar. En la mayoría de los casos se trata de cosas conocidas en el círculo de los amigos, es decir, más que de ocultar algo se trata de no darle una publicidad innecesaria.

Es lícito revelar un secreto (aun el confiado) para evitar un daño muy grave al que lo posee, o al que lo confió, o a tercera persona inocente injustamente perjudicada por el que confió el secreto, o por necesidad del bien común. Pero lo que el sacerdote sabe bajo secreto de confesión no lo puede revelar por nada del mundo, ni para salvar su vida, ni para evitar una guerra mundial.

Leer cartas no dirigidas a nosotros puede ser pecado grave.

Nos exponemos a enterarnos de cosas graves que no tenemos derecho a conocer; a no ser que se suponga permiso del remitente o del destinatario. Pero es lícito a los padres leer las cartas de los hijos que aún están bajo su potestad, aunque no deberían hacerlo sin causa justificada. Lo mejor es que los hijos espontáneamente se las lean cuando parezca conveniente.

También pueden los Superiores leer las cartas de sus súbditos cuando sospechan fundadamente que en ellas se contiene algo malo, o si la Regla les concede este derecho. Se exceptúan, sin embargo, las cartas dirigidas a los Superiores Mayores, y las destinadas a los confesores, que nunca deben ser leídas por nadie que no sea el destinatario.

Murmurar es difundir defectos del prójimo en su ausencia.

En materia de murmuración es posible llegar a pecado grave si se quita la fama, aunque las cosas que se dicen sean verdaderas, si son graves y no son públicas; a no ser que haya causa que lo justifique, como sería evitar un daño. Además, muchas veces, después, no se puede restituir bien la fama que se ha quitado. Pasa como cuando se derrama un cubo de agua, que nunca se puede recoger de nuevo todo el agua.

Quien con sus preguntas, interés, etc., induce eficazmente a otro para que difame injustamente al prójimo, peca, grave o levemente, contra la justicia, según la gravedad de lo que se diga.

Quien al oírlo se alegra, peca contra la caridad. Quien pudiendo impedirlo, no lo hace, peca si es un superior: por ejemplo, el padre en la familia. Un igual generalmente no tiene obligación de impedirlo, al menos obligación de pecado grave. Y si prevé que su intervención sólo ha de servir para empeorar la cosa, es mejor no decir nada; pero desde luego, tampoco puede dar muestras de aprobación a la falta. Se puede mostrar desagrado guardando silencio, no prestando atención, e incluso defendiendo o excusando al prójimo, si esto no es contraproducente. Hay personas que tienen el mal gusto de estar siempre revolviendo los defectos de los demás: se parecen a los escarabajos peloteros. En cambio, en una ocasión oí este elogio de cierta persona: «Siempre habla bien de todo el mundo». Verdad que esto segundo es mucho más bonito?

Siempre que puedas, elogia lo digno de elogio. A todo el mundo le gusta verse estimado. Y, además, todos tienen derecho a que se les reconozcan sus méritos.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano

Los responsables de los medios de comunicación social tienen obligación de servir a la verdad y de no ofender a la caridad.

No deberíamos hablar mal de nadie. A no ser con causa justificada, como sería al aconsejar a otro, prevenirle, etc. No es falta de caridad atacar al lobo, sino caridad con las ovejas.

Hay que saber ver el lado bueno de las cosas. Ante media botella, uno se entristece porque está medio vacía; pero otro se alegra porque todavía le queda media botella.

Una persona a quien estaban criticando de otra pidió una hoja de papel y en el centro puso un punto.

Entonces preguntó a la criticona:

– Tú qué ves aquí?

– Un punto negro.

– Pues yo veo una hoja blanca.

Eso de «piensa mal y acertarás», aunque a veces dé resultado, es muy poco cristiano. Es mil veces mejor esto otro: «piensa bien de todos mientras no tengas razones claras que justifiquen el pensar mal».

Aparte de que la experiencia nos enseña que el hombre más mentiroso dice mayor número de verdades que de mentiras, y que el más malvado hace muchas más acciones buenas o indiferentes que malas. Por eso dijo Jesucristo: «No juzguéis y no seréis juzgados».

Se trata naturalmente de un juicio ligero. No se han de juzgar sin motivo desfavorablemente las acciones de los demás o las intenciones de ellas.

Es muy difícil juzgar con justicia a los demás. Las apariencias, a veces, engañan. La verdad queda oculta en el corazón. Y sólo Dios conoce el corazón de los hombres.

Algunas personas necesitan estar siempre en el candelero. Que todos las miren y admiren. Como los Gigantes y Cabezudos en algunas procesiones: se buscan un armatoste para sobresalir y ser mirados por todos. Aunque este muñeco sea de cartón-piedra y por dentro esté vacío. Pero ellos quieren sobresalir, aparecer grandes, mayores que los demás. Por eso se meten dentro de esos gigantes de feria. Y si no encuentran el muñeco que les aúpe, se ponen una gran cabeza de cartón como los cabezudos: critican todo y a todos; porque sólo ellos tienen siempre la verdad en todo. Los demás son ignorantes, ingenuos o malvados. Todos riegan fuera del tiesto. Los únicos que saben lo que hay que hacer para acertar son ellos. Lo malo es que hay una gran desproporción entre su cabezota de cartón y su corazón, que, quizás, tiene también mucho de cartón.

La calumnia es quitar la fama al prójimo atribuyéndole pecados o defectos que no tiene, o faltas que no ha cometido.

Hay obligación de restituir la fama o la honra que se ha quitado, y reparar los daños que se hayan seguido, si han sido previstos, al menos, en confuso.

La calumnia será grave o leve según que la materia de la calumnia sea grave o leve. Pero advierten los moralistas que en esto es muy fácil llegar a la gravedad, por lo mucho que el hombre estima su propia fama. Todo el mundo da más valor a su propia honra que a un puñado de monedas.

Puedes restituir la fama hablando bien de la persona de quien antes hablaste mal, alabándola en otras cosas -si lo que dijiste era verdadero-, o diciendo que te has enterado de que aquello que contaste no es verdad -si lo que dijiste fue falso-. A no ser que parezca más prudente dejar ya todo en el olvido.

La mentira debe evitarse porque es pecado. Pero generalmente es pecado venial. La mentira será grave si hace daño grave a otros.

La mentira debe evitarse, además, por el daño que nos hace a nosotros mismos. Al embustero nadie le cree, aunque diga la verdad.

La confianza entre las personas es un gran valor. Sólo puede haber confianza cuando reina la verdad.

La mentira perturba el orden social y la pacífica convivencia entre los hombres. Sin la mutua confianza, fundada en la verdad, no es posible la sociedad humana. Todos los hombres sentimos gran atracción por la verdad, aunque a veces nos cuesta vivir siendo fieles a la verdad.

Una cosa es mentir y otra ocultar la verdad. Nunca se puede mentir.

Pero, a veces, hay que ocultar la verdad. Por ejemplo, si a un abogado le preguntan sobre asuntos secretos que no puede descubrir. Esta manera de ocultar la verdad se llama restricción mental .

Se dice que una persona habla con restricción mental, cuando da a sus palabras un sentido distinto del que naturalmente tienen.

A veces hay obligación de ocultar la verdad (sacerdotes, médicos), y otras no hay obligación de decirla: por ejemplo, a quien hace preguntas indiscretas. «Mentir es negar la verdad a quien tiene derecho de saberla».

Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho de conocerla.

En filosofía cristiana son posibles y aceptadas dos nociones de mentira: la de la negación de la verdad, sin más; y la de la negación de la verdad al que tiene derecho de saberla. Tanto una como otra definición se apoyan en los mismos datos ontológico-morales. La primera admite las restricciones mentales. En el segundo caso, cuando uno pregunta sin derecho, se le puede contestar cualquier cosa; pues a su indiscreción, en preguntar lo que no debe, se le puede oponer nuestra discreción en no responderle. De suyo el interlocutor tiene derecho a la verdad. Es la base de las relaciones humanas. Pero hay casos en los que hay que ocultar la verdad a quien no tiene derecho de saberla.

Entre los bienes que posee el hombre se encuentra la capacidad de expresar y comunicar los pensamientos y afectos mediante la palabra… El buen empleo de la palabra es para todos un deber de justicia. Sin este recto empleo no sería posible convivir… La maldad de la falta de veracidad es algo patente: incluso los que mienten ven mal que se utilice contra ellos la mentira… El prójimo tiene derecho a que hablemos con verdad, pero no tiene derecho -salvo en casos excepcionales- a que revelemos lo que puede ser materia de legítima reserva… La ocultación de la verdad es lícita cuando existe causa proporcionada.

Conviene, finalmente, advertir que no es pecado ninguno la mentira jocosa, que ni beneficia ni perjudica a nadie, que se dice para divertir, que todos pueden caer en la cuenta de que la cosa no fue así, sino que se trata de una broma que se aclara después. Por ejemplo, las inocentadas del 28 de diciembre, que todo el mundo sabe que se trata de una broma.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

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Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 29

CUARESMA: DÍA 29

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Octavo Mandamiento de Dios: No Mentirás.

Este mandamiento manda no mentir, ni contar los defectos del prójimo sin necesidad, ni calumniarlo, ni pensar mal de él sin fundamento, ni descubrir secretos sin razón suficiente que lo justifique.

Este mandamiento prohíbe manifestar cosas ocultas que sabemos bajo secreto. Hay cosas que caen bajo secreto natural. No se puede revelar, sin causa grave, algo de lo que tenemos conocimiento, que se refiere a la vida de otra persona, y cuya revelación le causaría un daño. Esta obligación subsiste aunque no se trate de un secreto confiado, y aunque no se haya prometido guardarlo.

Para que sea un secreto legítimo no es necesario que se refiera a materias graves: secretos de Estado, secreto profesional, etc. Aunque el nombre de secreto no sea el más adecuado, cae también en este ámbito la legítima reserva que toda persona guarda sobre su vida privada y familiar. En la mayoría de los casos se trata de cosas conocidas en el círculo de los amigos, es decir, más que de ocultar algo se trata de no darle una publicidad innecesaria.

Es lícito revelar un secreto (aun el confiado) para evitar un daño muy grave al que lo posee, o al que lo confió, o a tercera persona inocente injustamente perjudicada por el que confió el secreto, o por necesidad del bien común. Pero lo que el sacerdote sabe bajo secreto de confesión no lo puede revelar por nada del mundo, ni para salvar su vida, ni para evitar una guerra mundial.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano (29)

Leer cartas no dirigidas a nosotros puede ser pecado grave.

Nos exponemos a enterarnos de cosas graves que no tenemos derecho a conocer; a no ser que se suponga permiso del remitente o del destinatario. Pero es lícito a los padres leer las cartas de los hijos que aún están bajo su potestad, aunque no deberían hacerlo sin causa justificada. Lo mejor es que los hijos espontáneamente se las lean cuando parezca conveniente.

También pueden los Superiores leer las cartas de sus súbditos cuando sospechan fundadamente que en ellas se contiene algo malo, o si la Regla les concede este derecho. Se exceptúan, sin embargo, las cartas dirigidas a los Superiores Mayores, y las destinadas a los confesores, que nunca deben ser leídas por nadie que no sea el destinatario.

Murmurar es difundir defectos del prójimo en su ausencia.

En materia de murmuración es posible llegar a pecado grave si se quita la fama, aunque las cosas que se dicen sean verdaderas, si son graves y no son públicas; a no ser que haya causa que lo justifique, como sería evitar un daño. Además, muchas veces, después, no se puede restituir bien la fama que se ha quitado. Pasa como cuando se derrama un cubo de agua, que nunca se puede recoger de nuevo todo el agua.

Quien con sus preguntas, interés, etc., induce eficazmente a otro para que difame injustamente al prójimo, peca, grave o levemente, contra la justicia, según la gravedad de lo que se diga.

Quien al oírlo se alegra, peca contra la caridad. Quien pudiendo impedirlo, no lo hace, peca si es un superior: por ejemplo, el padre en la familia. Un igual generalmente no tiene obligación de impedirlo, al menos obligación de pecado grave. Y si prevé que su intervención sólo ha de servir para empeorar la cosa, es mejor no decir nada; pero desde luego, tampoco puede dar muestras de aprobación a la falta. Se puede mostrar desagrado guardando silencio, no prestando atención, e incluso defendiendo o excusando al prójimo, si esto no es contraproducente. Hay personas que tienen el mal gusto de estar siempre revolviendo los defectos de los demás: se parecen a los escarabajos peloteros. En cambio, en una ocasión oí este elogio de cierta persona: «Siempre habla bien de todo el mundo». Verdad que esto segundo es mucho más bonito?

Siempre que puedas, elogia lo digno de elogio. A todo el mundo le gusta verse estimado. Y, además, todos tienen derecho a que se les reconozcan sus méritos.

Los responsables de los medios de comunicación social tienen obligación de servir a la verdad y de no ofender a la caridad.

No deberíamos hablar mal de nadie. A no ser con causa justificada, como sería al aconsejar a otro, prevenirle, etc. No es falta de caridad atacar al lobo, sino caridad con las ovejas.

Hay que saber ver el lado bueno de las cosas. Ante media botella, uno se entristece porque está medio vacía; pero otro se alegra porque todavía le queda media botella.

Una persona a quien estaban criticando de otra pidió una hoja de papel y en el centro puso un punto.

Entonces preguntó a la criticona:

– Tú qué ves aquí?

– Un punto negro.

– Pues yo veo una hoja blanca.

Eso de «piensa mal y acertarás», aunque a veces dé resultado, es muy poco cristiano. Es mil veces mejor esto otro: «piensa bien de todos mientras no tengas razones claras que justifiquen el pensar mal».

Aparte de que la experiencia nos enseña que el hombre más mentiroso dice mayor número de verdades que de mentiras, y que el más malvado hace muchas más acciones buenas o indiferentes que malas. Por eso dijo Jesucristo: «No juzguéis y no seréis juzgados».

Se trata naturalmente de un juicio ligero. No se han de juzgar sin motivo desfavorablemente las acciones de los demás o las intenciones de ellas.

Es muy difícil juzgar con justicia a los demás. Las apariencias, a veces, engañan. La verdad queda oculta en el corazón. Y sólo Dios conoce el corazón de los hombres.

Algunas personas necesitan estar siempre en el candelero. Que todos las miren y admiren. Como los Gigantes y Cabezudos en algunas procesiones: se buscan un armatoste para sobresalir y ser mirados por todos. Aunque este muñeco sea de cartón-piedra y por dentro esté vacío. Pero ellos quieren sobresalir, aparecer grandes, mayores que los demás. Por eso se meten dentro de esos gigantes de feria. Y si no encuentran el muñeco que les aúpe, se ponen una gran cabeza de cartón como los cabezudos: critican todo y a todos; porque sólo ellos tienen siempre la verdad en todo. Los demás son ignorantes, ingenuos o malvados. Todos riegan fuera del tiesto. Los únicos que saben lo que hay que hacer para acertar son ellos. Lo malo es que hay una gran desproporción entre su cabezota de cartón y su corazón, que, quizás, tiene también mucho de cartón.

La calumnia es quitar la fama al prójimo atribuyéndole pecados o defectos que no tiene, o faltas que no ha cometido.

Hay obligación de restituir la fama o la honra que se ha quitado, y reparar los daños que se hayan seguido, si han sido previstos, al menos, en confuso.

La calumnia será grave o leve según que la materia de la calumnia sea grave o leve. Pero advierten los moralistas que en esto es muy fácil llegar a la gravedad, por lo mucho que el hombre estima su propia fama. Todo el mundo da más valor a su propia honra que a un puñado de monedas.

Puedes restituir la fama hablando bien de la persona de quien antes hablaste mal, alabándola en otras cosas -si lo que dijiste era verdadero-, o diciendo que te has enterado de que aquello que contaste no es verdad -si lo que dijiste fue falso-. A no ser que parezca más prudente dejar ya todo en el olvido.

La mentira debe evitarse porque es pecado. Pero generalmente es pecado venial. La mentira será grave si hace daño grave a otros.

La mentira debe evitarse, además, por el daño que nos hace a nosotros mismos. Al embustero nadie le cree, aunque diga la verdad.

La confianza entre las personas es un gran valor. Sólo puede haber confianza cuando reina la verdad.

La mentira perturba el orden social y la pacífica convivencia entre los hombres. Sin la mutua confianza, fundada en la verdad, no es posible la sociedad humana. Todos los hombres sentimos gran atracción por la verdad, aunque a veces nos cuesta vivir siendo fieles a la verdad.

Una cosa es mentir y otra ocultar la verdad. Nunca se puede mentir.

Pero, a veces, hay que ocultar la verdad. Por ejemplo, si a un abogado le preguntan sobre asuntos secretos que no puede descubrir. Esta manera de ocultar la verdad se llama restricción mental .

Se dice que una persona habla con restricción mental, cuando da a sus palabras un sentido distinto del que naturalmente tienen.

A veces hay obligación de ocultar la verdad (sacerdotes, médicos), y otras no hay obligación de decirla: por ejemplo, a quien hace preguntas indiscretas. «Mentir es negar la verdad a quien tiene derecho de saberla».

Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho de conocerla.

En filosofía cristiana son posibles y aceptadas dos nociones de mentira: la de la negación de la verdad, sin más; y la de la negación de la verdad al que tiene derecho de saberla. Tanto una como otra definición se apoyan en los mismos datos ontológico-morales. La primera admite las restricciones mentales. En el segundo caso, cuando uno pregunta sin derecho, se le puede contestar cualquier cosa; pues a su indiscreción, en preguntar lo que no debe, se le puede oponer nuestra discreción en no responderle. De suyo el interlocutor tiene derecho a la verdad. Es la base de las relaciones humanas. Pero hay casos en los que hay que ocultar la verdad a quien no tiene derecho de saberla.

Entre los bienes que posee el hombre se encuentra la capacidad de expresar y comunicar los pensamientos y afectos mediante la palabra… El buen empleo de la palabra es para todos un deber de justicia. Sin este recto empleo no sería posible convivir… La maldad de la falta de veracidad es algo patente: incluso los que mienten ven mal que se utilice contra ellos la mentira… El prójimo tiene derecho a que hablemos con verdad, pero no tiene derecho -salvo en casos excepcionales- a que revelemos lo que puede ser materia de legítima reserva… La ocultación de la verdad es lícita cuando existe causa proporcionada.

Conviene, finalmente, advertir que no es pecado ninguno la mentira jocosa, que ni beneficia ni perjudica a nadie, que se dice para divertir, que todos pueden caer en la cuenta de que la cosa no fue así, sino que se trata de una broma que se aclara después. Por ejemplo, las inocentadas del 28 de diciembre, que todo el mundo sabe que se trata de una broma.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

Googlea “krouillong” y encuéntranos en nuestras redes sociales: Facebook, Twiter, Slideshare, Youtube, Gloria.tv, Ivoox, Soundcloud, Pinterest y May Feelings

Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 28

CUARESMA: DÍA 28

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Octavo Mandamiento de Dios: No Mentirás.

Este mandamiento manda no mentir, ni contar los defectos del prójimo sin necesidad, ni calumniarlo, ni pensar mal de él sin fundamento, ni descubrir secretos sin razón suficiente que lo justifique.

Este mandamiento prohíbe manifestar cosas ocultas que sabemos bajo secreto. Hay cosas que caen bajo secreto natural. No se puede revelar, sin causa grave, algo de lo que tenemos conocimiento, que se refiere a la vida de otra persona, y cuya revelación le causaría un daño. Esta obligación subsiste aunque no se trate de un secreto confiado, y aunque no se haya prometido guardarlo.

Para que sea un secreto legítimo no es necesario que se refiera a materias graves: secretos de Estado, secreto profesional, etc. Aunque el nombre de secreto no sea el más adecuado, cae también en este ámbito la legítima reserva que toda persona guarda sobre su vida privada y familiar. En la mayoría de los casos se trata de cosas conocidas en el círculo de los amigos, es decir, más que de ocultar algo se trata de no darle una publicidad innecesaria.

Es lícito revelar un secreto (aun el confiado) para evitar un daño muy grave al que lo posee, o al que lo confió, o a tercera persona inocente injustamente perjudicada por el que confió el secreto, o por necesidad del bien común. Pero lo que el sacerdote sabe bajo secreto de confesión no lo puede revelar por nada del mundo, ni para salvar su vida, ni para evitar una guerra mundial.

Leer cartas no dirigidas a nosotros puede ser pecado grave.

Nos exponemos a enterarnos de cosas graves que no tenemos derecho a conocer; a no ser que se suponga permiso del remitente o del destinatario. Pero es lícito a los padres leer las cartas de los hijos que aún están bajo su potestad, aunque no deberían hacerlo sin causa justificada. Lo mejor es que los hijos espontáneamente se las lean cuando parezca conveniente.

También pueden los Superiores leer las cartas de sus súbditos cuando sospechan fundadamente que en ellas se contiene algo malo, o si la Regla les concede este derecho. Se exceptúan, sin embargo, las cartas dirigidas a los Superiores Mayores, y las destinadas a los confesores, que nunca deben ser leídas por nadie que no sea el destinatario.

Murmurar es difundir defectos del prójimo en su ausencia.

En materia de murmuración es posible llegar a pecado grave si se quita la fama, aunque las cosas que se dicen sean verdaderas, si son graves y no son públicas; a no ser que haya causa que lo justifique, como sería evitar un daño. Además, muchas veces, después, no se puede restituir bien la fama que se ha quitado. Pasa como cuando se derrama un cubo de agua, que nunca se puede recoger de nuevo todo el agua.

Quien con sus preguntas, interés, etc., induce eficazmente a otro para que difame injustamente al prójimo, peca, grave o levemente, contra la justicia, según la gravedad de lo que se diga.

Quien al oírlo se alegra, peca contra la caridad. Quien pudiendo impedirlo, no lo hace, peca si es un superior: por ejemplo, el padre en la familia. Un igual generalmente no tiene obligación de impedirlo, al menos obligación de pecado grave. Y si prevé que su intervención sólo ha de servir para empeorar la cosa, es mejor no decir nada; pero desde luego, tampoco puede dar muestras de aprobación a la falta. Se puede mostrar desagrado guardando silencio, no prestando atención, e incluso defendiendo o excusando al prójimo, si esto no es contraproducente. Hay personas que tienen el mal gusto de estar siempre revolviendo los defectos de los demás: se parecen a los escarabajos peloteros. En cambio, en una ocasión oí este elogio de cierta persona: «Siempre habla bien de todo el mundo». Verdad que esto segundo es mucho más bonito?

Siempre que puedas, elogia lo digno de elogio. A todo el mundo le gusta verse estimado. Y, además, todos tienen derecho a que se les reconozcan sus méritos.

 

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Los responsables de los medios de comunicación social tienen obligación de servir a la verdad y de no ofender a la caridad.

No deberíamos hablar mal de nadie. A no ser con causa justificada, como sería al aconsejar a otro, prevenirle, etc. No es falta de caridad atacar al lobo, sino caridad con las ovejas.

Hay que saber ver el lado bueno de las cosas. Ante media botella, uno se entristece porque está medio vacía; pero otro se alegra porque todavía le queda media botella.

Una persona a quien estaban criticando de otra pidió una hoja de papel y en el centro puso un punto.

Entonces preguntó a la criticona:

– Tú qué ves aquí?

– Un punto negro.

– Pues yo veo una hoja blanca.

Eso de «piensa mal y acertarás», aunque a veces dé resultado, es muy poco cristiano. Es mil veces mejor esto otro: «piensa bien de todos mientras no tengas razones claras que justifiquen el pensar mal».

Aparte de que la experiencia nos enseña que el hombre más mentiroso dice mayor número de verdades que de mentiras, y que el más malvado hace muchas más acciones buenas o indiferentes que malas. Por eso dijo Jesucristo: «No juzguéis y no seréis juzgados».

Se trata naturalmente de un juicio ligero. No se han de juzgar sin motivo desfavorablemente las acciones de los demás o las intenciones de ellas.

Es muy difícil juzgar con justicia a los demás. Las apariencias, a veces, engañan. La verdad queda oculta en el corazón. Y sólo Dios conoce el corazón de los hombres.

Algunas personas necesitan estar siempre en el candelero. Que todos las miren y admiren. Como los Gigantes y Cabezudos en algunas procesiones: se buscan un armatoste para sobresalir y ser mirados por todos. Aunque este muñeco sea de cartón-piedra y por dentro esté vacío. Pero ellos quieren sobresalir, aparecer grandes, mayores que los demás. Por eso se meten dentro de esos gigantes de feria. Y si no encuentran el muñeco que les aúpe, se ponen una gran cabeza de cartón como los cabezudos: critican todo y a todos; porque sólo ellos tienen siempre la verdad en todo. Los demás son ignorantes, ingenuos o malvados. Todos riegan fuera del tiesto. Los únicos que saben lo que hay que hacer para acertar son ellos. Lo malo es que hay una gran desproporción entre su cabezota de cartón y su corazón, que, quizás, tiene también mucho de cartón.

La calumnia es quitar la fama al prójimo atribuyéndole pecados o defectos que no tiene, o faltas que no ha cometido.

Hay obligación de restituir la fama o la honra que se ha quitado, y reparar los daños que se hayan seguido, si han sido previstos, al menos, en confuso.

La calumnia será grave o leve según que la materia de la calumnia sea grave o leve. Pero advierten los moralistas que en esto es muy fácil llegar a la gravedad, por lo mucho que el hombre estima su propia fama. Todo el mundo da más valor a su propia honra que a un puñado de monedas.

Puedes restituir la fama hablando bien de la persona de quien antes hablaste mal, alabándola en otras cosas -si lo que dijiste era verdadero-, o diciendo que te has enterado de que aquello que contaste no es verdad -si lo que dijiste fue falso-. A no ser que parezca más prudente dejar ya todo en el olvido.

La mentira debe evitarse porque es pecado. Pero generalmente es pecado venial. La mentira será grave si hace daño grave a otros.

La mentira debe evitarse, además, por el daño que nos hace a nosotros mismos. Al embustero nadie le cree, aunque diga la verdad.

La confianza entre las personas es un gran valor. Sólo puede haber confianza cuando reina la verdad.

La mentira perturba el orden social y la pacífica convivencia entre los hombres. Sin la mutua confianza, fundada en la verdad, no es posible la sociedad humana. Todos los hombres sentimos gran atracción por la verdad, aunque a veces nos cuesta vivir siendo fieles a la verdad.

Una cosa es mentir y otra ocultar la verdad. Nunca se puede mentir.

Pero, a veces, hay que ocultar la verdad. Por ejemplo, si a un abogado le preguntan sobre asuntos secretos que no puede descubrir. Esta manera de ocultar la verdad se llama restricción mental .

Se dice que una persona habla con restricción mental, cuando da a sus palabras un sentido distinto del que naturalmente tienen.

A veces hay obligación de ocultar la verdad (sacerdotes, médicos), y otras no hay obligación de decirla: por ejemplo, a quien hace preguntas indiscretas. «Mentir es negar la verdad a quien tiene derecho de saberla».

Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho de conocerla.

En filosofía cristiana son posibles y aceptadas dos nociones de mentira: la de la negación de la verdad, sin más; y la de la negación de la verdad al que tiene derecho de saberla. Tanto una como otra definición se apoyan en los mismos datos ontológico-morales. La primera admite las restricciones mentales. En el segundo caso, cuando uno pregunta sin derecho, se le puede contestar cualquier cosa; pues a su indiscreción, en preguntar lo que no debe, se le puede oponer nuestra discreción en no responderle. De suyo el interlocutor tiene derecho a la verdad. Es la base de las relaciones humanas. Pero hay casos en los que hay que ocultar la verdad a quien no tiene derecho de saberla.

Entre los bienes que posee el hombre se encuentra la capacidad de expresar y comunicar los pensamientos y afectos mediante la palabra… El buen empleo de la palabra es para todos un deber de justicia. Sin este recto empleo no sería posible convivir… La maldad de la falta de veracidad es algo patente: incluso los que mienten ven mal que se utilice contra ellos la mentira… El prójimo tiene derecho a que hablemos con verdad, pero no tiene derecho -salvo en casos excepcionales- a que revelemos lo que puede ser materia de legítima reserva… La ocultación de la verdad es lícita cuando existe causa proporcionada.

Conviene, finalmente, advertir que no es pecado ninguno la mentira jocosa, que ni beneficia ni perjudica a nadie, que se dice para divertir, que todos pueden caer en la cuenta de que la cosa no fue así, sino que se trata de una broma que se aclara después. Por ejemplo, las inocentadas del 28 de diciembre, que todo el mundo sabe que se trata de una broma.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 27

CUARESMA: DÍA 27

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Séptimo Mandamiento de Dios: No Robarás.

Este mandamiento prohíbe quitar, retener, estropear o destrozar lo ajeno contra la voluntad razonable de su dueño.

Por ejemplo: le quito a un compañero su reloj de pulsera y lo vendo a otro; o no quiero devolverlo a quien me lo ha prestado; o en un momento de enfado le doy al reloj un fuerte martillazo para vengarme de mi amigo: todo esto está incluido en la prohibición del séptimo mandamiento.

Contraer deudas sabiendo que no se podrán pagar en el plazo adecuado, es un pecado muy frecuente en nuestros tiempos, en que tanta gente vive por encima de sus posibilidades.

Este mandamiento prohíbe también el fraude: robar con apariencias legales, con astucia, falsificaciones, mentiras, hipocresías, pesos falsos, ficciones de marcas y procedencias, etcétera.

Algunos modos modernos de robar son la emisión de cheques sin fondo, o la firma de letras de cambio que no podrán nunca ser pagadas.

Tan ladrón es el atracador con metralleta, como el que roba con guante blanco aprovechándose de la necesidad para sacar el dinero abusivamente. Pueden ser pecado grave los precios injustos que se ponen al abrigo de ciertas circunstancias.

Ladrones con guante blanco son también aquellos que exigen dinero por un servicio al que por su cargo estaban obligados. Es distinto recibir un regalo hecho libremente por quien está agradecido a tu servicio.

Roban igualmente los que cobran sueldo por un puesto, cargo, destino, servicio, etc., y no lo desempeñan o lo desempeñan mal.

Puede haber robos que la justicia humana no pueda castigar, pero que no dejará Dios sin castigo.

Por ejemplo, el que se niega a pagar una deuda cierta porque al acreedor se le ha extraviado el documento y no tiene testigos.

Otras clases de robo son la usura, las trampas jugando dinero y en las compraventas, etc. Para la justicia en las compraventas hay que tener en cuenta que ninguno de los contratantes quiere hacer un regalo al otro; sino que ambos aspiran a un servicio recíproco, cambiando objetos de igual valor, pero de distinta utilidad para cada uno. En todo intercambio de bienes, cada una de las partes ha de recibir la justa y correspondiente contrapartida.

Cuando el robo ha sido con violencia personal, el pecado es más grave, y por lo tanto debe manifestarse esta circunstancia en la confesión.

Lo mismo cuando se trata de un robo sacrílego: por ejemplo, robar un cáliz consagrado.

También se falta a la justicia, y a veces gravemente, cuando por negligencia se retrasan los salarios o pagos, pudiendo hacerlos a tiempo. Mientras se pueda, convendría pagar al contado, sobre todo a los que lo necesitan.

Las cosas perdidas tienen dueño, por lo tanto, no pueden guardase sin más. Hay que procurar averiguar quién es el dueño y devolverlas, pudiendo deducir los gastos que se hayan hecho (anuncios, etc.), para encontrar al dueño. Y tanta más diligencia habrá que poner en buscar al dueño, cuanto mayor sea el valor de la cosa. Solamente puedo quedarme con lo encontrado, cuando, después de una diligencia proporcionada al valor de la cosa, no he podido saber quién es su dueño.

Cuidar bien las cosas que usamos (autobuses, ferrocarriles, jardines, etc.) es señal de buena educación y cultura. Maltratarlas es propio de gamberros. Y además queda la obligación de reparar!

Lo robado hay que devolverlo. No se puede ni vender ni comprar.

Quien adquiere objetos que sabe son robados se hace cómplice del robo y está obligado a la restitución. Quien compra a un ladrón, carga con la obligación de devolver lo robado a su verdadero dueño o dar a los pobres el dinero de su valor.

Quien peca contra este mandamiento debe tener propósito de devolver lo robado y reparar los daños ocasionados, para que se le pueda perdonar el pecado. La restitución no es siempre fácil. El confesor puede orientar sobre el modo más a propósito para hacerla.

Sobre la restitución conviene tener presente:

1) Debe restituirse a las personas que han sido injustamente perjudicadas. Si éstas han muerto, a sus herederos. Y si no hay herederos, a los pobres o a obras piadosas. Pero nadie puede beneficiarse de lo que robó.

2) Si uno no puede restituir todo lo que debe, tiene que restituir, al menos, lo que pueda; y procurar llegar cuanto antes a la restitución total.

3) El que no puede restituir enseguida, debe tener el propósito firme de restituir cuando le sea posible.

4) El que no pueda hacer la restitución personalmente, o prefiere hacerla por medio de otro, puede consultar con el confesor.

5) El que pudiendo no restituye, o no repara los daños causados injustamente al prójimo, no obtiene el perdón de Dios: no puede ser absuelto.

No obliga la restitución si por hacerla perdemos la fama o el nivel social justamente adquirido.

Si no puedes restituir de momento, debes evitar gastos inútiles y superfluos para poder restituir todo cuanto antes. Quien se halle en absoluta imposibilidad de restituir, que procure hacer el bien al damnificado y orar por él.

Hay personas que roban cosas pequeñas por un impulso interior. Se trata de una enfermedad que recibe el nombre de cleptomanía. Conviene curarla pues puede poner, al que la padece, en situaciones vergonzosas. Pero hay otras personas que roban en Hoteles y Comercios por puro deporte, por la vanidad de presumir de ingeniosos. Esto es inmoral, vergonzoso y rebaja al que lo realiza. Y además queda la obligación de restituir al perjudicado; y si esto no es posible dando de limosna el importe de lo robado.

También peca contra este mandamiento el que en alguna manera coopera al robo, ya sea mandando, aconsejando, alabando, ayudando, encubriendo o consintiendo, pudiendo y debiendo impedirlo.

Por ejemplo: Un día a las 5:10 de la tarde, aprovechando la poca concurrencia en la calle, un taxi se detiene delante de una joyería.

Descienden del automóvil tres individuos enmascarados, pistola en mano. Entran en el establecimiento y se apoderan de joyas por valor de muchos miles de pesetas.

Suben de nuevo al taxi y desaparecen veloces. En este ejemplo han pecado gravemente:

1 . El jefe de la banda de atracadores, que no iba en el taxi, pero fue quien los mandó.

2 . Otro atracador, que tampoco estuvo en el robo, pero animó a los otros, algo indecisos, a hacerlo.

3 . El taxista, que libre y voluntariamente se ofreció a llevarlos con una buena participación en el negocio.

4 . Desde luego los tres atracadores.

5 . El pariente de uno de los atracadores que ocultó el maletín de joyas en su casa, sabiéndolo todo de antemano.

6 . Incluso el transeúnte que les vio entrar armados en la joyería y, pudiendo fácilmente telefonear a la policía, prefirió sentarse en un banco un poco alejado, para ver cómo terminaba aquel curioso espectáculo.

Como el robo fue grave, todos éstos pecaron gravemente. Si el robo hubiera sido leve, también hubieran pecado todos ellos; pero su pecado hubiera sido venial.

La colaboración al pecado tiene diversos aspectos:

Se llama cooperación formal cuando se desea el hecho pecaminoso. Esto siempre es pecado.

Se llama cooperación material cuando no se desea el hecho pecaminoso, aunque se coopere a él.

Esta cooperación material puede ser inmediata o mediata. Inmediata será si esta cooperación es necesaria para el hecho pecaminoso. Esta cooperación también es pecado. Será mediata, si esa cooperación no es necesaria para el hecho pecaminoso. La cooperación mediata puede ser lícita con tal de que:

  1. La acción del cooperante sea, en sí misma, buena o indiferente.
  2. La intención del cooperante no apruebe el pecado al que coopera.
  3. Haya un motivo para cooperar, pues lo que se desea es un efecto bueno.
  4. El efecto bueno no sea consecuencia del efecto malo.

El séptimo mandamiento defiende el derecho de propiedad. Prohíbe robar, porque no es justo quitarle a otro lo que le pertenece lícitamente.

Si el hombre tiene el deber de conservar su vida, ha de tener derecho a procurarse los medios necesarios para ello. Estos medios se los procura con su trabajo. Luego el hombre tiene derecho a reservar para sí y para los suyos lo que ha ganado con su trabajo. Este derecho del hombre exige en los demás el deber de respetar lo que a él le pertenece: esto se llama derecho de propiedad.

El derecho de propiedad, en sentido cristiano, no es la facultad de disponer de las riquezas según el libre antojo o capricho, atendiendo únicamente al propio placer o utilidad. Este concepto, que es el de la escuela liberal, está altamente reprobado por la moral católica; que si bien reconoce por uno de sus principios fundamentales el respeto a la propiedad legítima, también cuenta entre sus terminantes enseñanzas la ley de la justicia social y la de que el rico debe ser, sobre la Tierra, la providencia del pobre. Es cierto que la justa posesión de los bienes lleva consigo la obligación del uso justo de los mismos; pero aunque el abuso en el uso sea pecado, no anula la realidad del derecho. Y si los propietarios, faltando a su obligación, no hacen buen uso de su propiedad, corresponde al Estado -guardián del bien común- poner sanciones convenientes que pueden llegar, si las circunstancias lo requieren, a la expropiación y a la confiscación. Ya se entiende que esta intervención del Estado no debe ser arbitraria, sino que siempre debe estar subordinada al bien común de la nación.

La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad.

La propiedad privada vincula a determinados individuos los bienes de este mundo. Estos bienes tienen de por sí un fin esencial puesto por Dios, que no puede frustrarse; por tanto, siempre la propiedad privada debe atender a este fin. De lo contrario es desordenada. Este fin consiste en que los bienes de la Tierra fueron creados para que todos y cada uno de los hombres pudiesen satisfacer sus necesidades. Bien lo expresó Pío XII : «Dios, Supremo Proveedor de las cosas, no quiere que unos abunden en demasiadas riquezas mientras que otros vienen a dar en extrema necesidad, de manera que carezcan de lo necesario para los usos de la vida». Quien no quiere distribuir la riqueza es como el que no quiere que otros entren en el teatro para disfrutar él solo de lo que se ha hecho también para los demás. La comparación es de San Basilio.

Los animales están al servicio del hombre. Por eso es indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar, más bien, las miserias de los hombres.

El buen uso del dinero en ricos y pobres es el punto central de la cuestión social. Pero de esto ya te he hablado en el cuarto mandamiento.

Digamos aquí algo del deber de dar limosna. «El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad le cierra las entrañas, cómo mora en él la caridad de Dios?».

No confundamos los deberes de caridad con los deberes de justicia.

Sería una equivocación querer suplir con obras de caridad los deberes de justicia. Pero siempre habrá lugar para la caridad, porque siempre habrá desgracias en este mundo. Y desde luego, mejor que dar pan hoy, es dar la posibilidad de que no tengan que pedirlo mañana: puestos de trabajo, escuelas, etc.

Siempre será verdad aquello de que: «la limosna beneficia más al que la da que al que la recibe».

A la caridad están obligados todos los hombres. Los que tienen mucho, mucho. Los que tienen poco, poco. Cada cual, según sus posibilidades, debe cooperar a remediar las necesidades de los que tienen menos. Dice el Concilio Vaticano II que la limosna debe darse no sólo de los bienes superfluos, sino también de los necesarios. Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Todos tienen el deber de promover la justicia social, así como ayudar a los pobres con sus propios bienes».

Quizás la limosna callejera se preste a abusos y engaños; aunque muchas veces se presentan necesidades reales que no deberíamos desoír.

Pero hoy día hay una caridad organizada que permite encauzar las limosnas hacia necesidades reales y urgentes.

Dice el Concilio Vaticano II: «Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos».

Afortunadamente el deber de dar limosna va entrando poco a poco en la conciencia de los católicos.

Aunque algunos todavía no acaban de comprender que ellos son meros administradores de los bienes que Dios ha puesto en sus manos. Y que Dios, que es el Dueño de todo, desea que esos bienes ayuden también a otros, después de haber remediado sus propias necesidades. No es justo que la primera parcela que recibe el agua para regar la absorba toda y se encharque, impidiendo que el agua fluya a otras parcelas que también la necesitan. Dar cifras concretas sobre la cantidad de limosna, resulta siempre algo arriesgado; pero peor es no darlas. Algo se puede orientar.

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Para una orientación de lo que se puede dar, voy a poner aquí un porcentaje sacado de diversas consultas a moralistas, economistas y obreros auténticamente cristianos. No es para que se tome como norma obligatoria, sino orientadora. Las circunstancias particulares de alguno le impedirán llegar a ella; pero la generosidad de otros la superará con creces.

Llamo ganancias a lo que queda después de haber liquidado a Hacienda.

Según la Comunidad Económica Europea, se consideran pobres los que disponen menos del 50% de la renta «per cápita» de su país. Como en España la renta per cápita es de 12.000 dólares, es decir, de 1.200.000 ptas. al año, todo el que gane menos de 60.000 ptas. al mes, puede considerarse exento de dar limosna. Aunque la generosidad cristiana nunca debe tener cerrada la puerta.

Ganancias inferiores al millón de pesetas anuales, dar del 1 al 5%.

Ganancias de 1.000.000 a 5.000.000 de ptas. anuales: dar del 5 al 10%.

Ganancias de 5.000.000 a 10.000.000 de ptas. anuales: dar del 10 al 20%.

Ganancias superiores a 10.000.000 de ptas. anuales: dar del 20 al 50%.

Los matrimonios que tengan hasta tres hijos pueden reducir en un 10% la cantidad que resulte de aplicar estos porcentajes. De cuatro a siete hijos pueden reducir esta cantidad en un 25%. Los que tengan más de ocho hijos, pueden reducirla en un 50%. Pueden presentarse circunstancias de gastos excepcionales que requieran consulta particular. Y también la generosidad de cristianos ejemplares aumentará estas cantidades orientadoras. Conozco a personas que dan hasta el 25% de sus ingresos.

Otra forma de calcular lo que se debe dar de limosna, podría ser:

separar los gastos fijos (casa, electricidad, gas o butano, alimentación, limpieza, servicio doméstico, teléfono, coche, transporte, seguros, letras, parroquia, peluquería, asignación de los hijos, colegios y material de enseñanza); de lo que sobre de estos gastos fijos, gastar la mitad en vestir, diversiones, etcétera; y de la otra mitad, el 50% para ahorro o gastos extraordinarios y el otro 50% para limosna.

Los españoles deberíamos dar mucha más limosna de la que damos. Lo que cada español da de dinero, por término medio, es setenta pesetas al año; y deberíamos dar unas quince mil, dado el consumo de bienes superfluos. Reuniendo lo que damos para la Campaña del Hambre, Cáritas, Cáncer, Cruz Roja y Domund, según la Memoria de estos Organismos, se suman veinte mil millones de pesetas al año ; mientras que al año gastamos en:

1.- Bebidas alcohólicas………………….272.000 millones de pesetas ”

2.- Tabaco ……………………………………. 455.000 ”

3.- Bingo, Lotería…………………………1.342.000 ”

4.- Tragaperras……………………………1.076.000 ”

Estos datos de 1996 se pueden comprobar en la Contabilidad Nacional de España que publica el Instituto Nacional de Estadística.

Desde que se ha permitido en España el juego, éste se ha convertido en un vicio nacional. El hecho de que los españoles se gasten en juegos de azar en un año 4.000.000.000.000 de pesetas ( doce ceros!) es una atrocidad. España es el país del mundo que más gasta en juegos de azar, por persona, después de Filipinas.

Hay personas que se gastan en el bingo lo que necesitan en su casa.

Esto es una inmoralidad. Y si lo que gastan es lo que les sobra, que lo den de limosna a personas que lo necesiten. Pero el dinero no es para jugárselo. A no ser que sea en pequeñas cantidades.

Pero el juego es un vicio en el que se empieza por cantidades pequeñas y a veces se termina jugándose lo inconcebible. La ludopatía (adicción al juego) es hoy en España un problema tan grave como las drogas. Los juegos de azar, están convirtiendo a España en un pueblo de ludópatas.

Con tanta lotería el vicio cunde hasta el punto de que el Hospital Ramón y Cajal ha puesto en marcha el ensayo de un medicamento para tratar la ludopatía.

Casi dos millones de españoles tienen adicción a los juegos de azar.

Según Ramón Marrero, Consejero de Trabajo y Asuntos Sociales, el 5% de la población andaluza -unas 350.000.personas- padece ludopatía. El año 1994 gastaron en juegos de azar 500.000 millones de pesetas. Un solo ludópata, Angel Asenjo, de 58 años, se autodenunció de estar esclavizado por el juego. Llegó a robar del Banco donde trabajaba 243 millones de pesetas. Habitualmente jugaba 70.000 pts. diarias El Dr. Román Fernández, Presidente de ACOJER, una asociación para la rehabilitación de jugadores empedernidos, afirma que hoy hay en España 380.000 enfermos por adicción al juego.

La ludopatía provoca problemas familiares, laborales, económicos y sociales, ya que el enfermo necesita jugarse todo el dinero que encuentra, y por ello llega a romper con su trabajo, sus amigos y su familia. La necesidad de dinero para jugárselo le lleva hasta a robar.

Los ludópatas experimentan una necesidad de jugar como la que tiene un heroinómano de pincharse. La ludopatía es una enfermedad mental. Es una enfermedad que esclaviza.

José Sánchez León, atracó veintidós Bancos para gastárselo todo en el juego. Él mismo afirma que se pasaba diez horas seguidas en la mesa, y se jugaba millones cada noche. El fiscal pidió para él 154 años de cárcel.

Elfriede Blauensteiner asesinó a dieciséis amantes, ricos y ancianos, envenenándolos, después de lograr su testamento a favor de ella, para jugarse el dinero a la ruleta en diversos casinos.

En el programa televisivo «Cita con la vida» de Nieves Herrero en Antena 3, salió Asunción González el miércoles, 27 de Septiembre de l995, a las once y media de la noche. Manifestó que se quedó viuda y empezó a ir al bingo por entretenimiento, pero terminó enganchada por el vicio del juego hasta el punto de arruinarse, perdiendo varios millones; y lo que es peor, perdiendo el cariño de su hija, a quien no ve desde hace ocho años.

La moral católica ha admitido tradicionalmente dos posibilidades en las que un acto aparentemente en contra de la propiedad privada no es considerado como robo: son los casos de extrema necesidad y de compensación oculta.

«Quien se haya en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí, con tal de no poner al dueño en el mismo grado de necesidad».

Extrema necesidad es más que «grave y apremiante necesidad»; es una situación tal en la que no sería posible continuar viviendo si no es a costa de los bienes del prójimo apropiados por su propia cuenta.

Oculta compensación es la posibilidad mediante la cual uno mismo toma lo que en justicia se le debe, adueñándose ocultamente de los bienes propios del deudor y equivalentes a esta deuda. La deuda ha de ser clara, la voluntad de no satisfacerla también, los otros medios para recuperar lo debido han de estar agotados, y la compensación no ha de dañar a un tercero.

Es pecado grave, ordinariamente hablando, el robar a una persona una cantidad igual a su salario diario. Los robos pequeños pueden llegar a ser pecado grave, cuando se acumulan: bien por tener intención de robar mucho, poco a poco (uno solo o entre varios); bien por ir guardando lo robado; bien por robar en pequeño espacio de tiempo, aunque en diversas veces, una cantidad que, sumando las partes, llegue a ser grave. El robo será pecado grave o leve según el perjuicio que se haga. Hay que tener en cuenta la cantidad que se roba y la persona a quien se roba. Aunque hay una cantidad -llamada por los teólogos «absolutamente grave»- que, por ser grande, el robarla siempre es pecado grave.

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Cuaresma: Día 26

CUARESMA: DÍA 26

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Séptimo Mandamiento de Dios: No Robarás.

Este mandamiento prohíbe quitar, retener, estropear o destrozar lo ajeno contra la voluntad razonable de su dueño.

Por ejemplo: le quito a un compañero su reloj de pulsera y lo vendo a otro; o no quiero devolverlo a quien me lo ha prestado; o en un momento de enfado le doy al reloj un fuerte martillazo para vengarme de mi amigo: todo esto está incluido en la prohibición del séptimo mandamiento.

Contraer deudas sabiendo que no se podrán pagar en el plazo adecuado, es un pecado muy frecuente en nuestros tiempos, en que tanta gente vive por encima de sus posibilidades.

Este mandamiento prohíbe también el fraude: robar con apariencias legales, con astucia, falsificaciones, mentiras, hipocresías, pesos falsos, ficciones de marcas y procedencias, etcétera.

Algunos modos modernos de robar son la emisión de cheques sin fondo, o la firma de letras de cambio que no podrán nunca ser pagadas.

Tan ladrón es el atracador con metralleta, como el que roba con guante blanco aprovechándose de la necesidad para sacar el dinero abusivamente. Pueden ser pecado grave los precios injustos que se ponen al abrigo de ciertas circunstancias.

Ladrones con guante blanco son también aquellos que exigen dinero por un servicio al que por su cargo estaban obligados. Es distinto recibir un regalo hecho libremente por quien está agradecido a tu servicio.

Roban igualmente los que cobran sueldo por un puesto, cargo, destino, servicio, etc., y no lo desempeñan o lo desempeñan mal.

Puede haber robos que la justicia humana no pueda castigar, pero que no dejará Dios sin castigo.

Por ejemplo, el que se niega a pagar una deuda cierta porque al acreedor se le ha extraviado el documento y no tiene testigos.

Otras clases de robo son la usura, las trampas jugando dinero y en las compraventas, etc. Para la justicia en las compraventas hay que tener en cuenta que ninguno de los contratantes quiere hacer un regalo al otro; sino que ambos aspiran a un servicio recíproco, cambiando objetos de igual valor, pero de distinta utilidad para cada uno. En todo intercambio de bienes, cada una de las partes ha de recibir la justa y correspondiente contrapartida.

Cuando el robo ha sido con violencia personal, el pecado es más grave, y por lo tanto debe manifestarse esta circunstancia en la confesión.

Lo mismo cuando se trata de un robo sacrílego: por ejemplo, robar un cáliz consagrado.

También se falta a la justicia, y a veces gravemente, cuando por negligencia se retrasan los salarios o pagos, pudiendo hacerlos a tiempo. Mientras se pueda, convendría pagar al contado, sobre todo a los que lo necesitan.

Las cosas perdidas tienen dueño, por lo tanto, no pueden guardase sin más. Hay que procurar averiguar quién es el dueño y devolverlas, pudiendo deducir los gastos que se hayan hecho (anuncios, etc.), para encontrar al dueño. Y tanta más diligencia habrá que poner en buscar al dueño, cuanto mayor sea el valor de la cosa. Solamente puedo quedarme con lo encontrado, cuando, después de una diligencia proporcionada al valor de la cosa, no he podido saber quién es su dueño.

Cuidar bien las cosas que usamos (autobuses, ferrocarriles, jardines, etc.) es señal de buena educación y cultura. Maltratarlas es propio de gamberros. Y además queda la obligación de reparar!

Lo robado hay que devolverlo. No se puede ni vender ni comprar.

Quien adquiere objetos que sabe son robados se hace cómplice del robo y está obligado a la restitución. Quien compra a un ladrón, carga con la obligación de devolver lo robado a su verdadero dueño o dar a los pobres el dinero de su valor.

Quien peca contra este mandamiento debe tener propósito de devolver lo robado y reparar los daños ocasionados, para que se le pueda perdonar el pecado. La restitución no es siempre fácil. El confesor puede orientar sobre el modo más a propósito para hacerla.

Sobre la restitución conviene tener presente:

1) Debe restituirse a las personas que han sido injustamente perjudicadas. Si éstas han muerto, a sus herederos. Y si no hay herederos, a los pobres o a obras piadosas. Pero nadie puede beneficiarse de lo que robó.

2) Si uno no puede restituir todo lo que debe, tiene que restituir, al menos, lo que pueda; y procurar llegar cuanto antes a la restitución total.

3) El que no puede restituir enseguida, debe tener el propósito firme de restituir cuando le sea posible.

4) El que no pueda hacer la restitución personalmente, o prefiere hacerla por medio de otro, puede consultar con el confesor.

5) El que pudiendo no restituye, o no repara los daños causados injustamente al prójimo, no obtiene el perdón de Dios: no puede ser absuelto.

No obliga la restitución si por hacerla perdemos la fama o el nivel social justamente adquirido.

Si no puedes restituir de momento, debes evitar gastos inútiles y superfluos para poder restituir todo cuanto antes. Quien se halle en absoluta imposibilidad de restituir, que procure hacer el bien al damnificado y orar por él.

Hay personas que roban cosas pequeñas por un impulso interior. Se trata de una enfermedad que recibe el nombre de cleptomanía. Conviene curarla pues puede poner, al que la padece, en situaciones vergonzosas. Pero hay otras personas que roban en Hoteles y Comercios por puro deporte, por la vanidad de presumir de ingeniosos. Esto es inmoral, vergonzoso y rebaja al que lo realiza. Y además queda la obligación de restituir al perjudicado; y si esto no es posible dando de limosna el importe de lo robado.

También peca contra este mandamiento el que en alguna manera coopera al robo, ya sea mandando, aconsejando, alabando, ayudando, encubriendo o consintiendo, pudiendo y debiendo impedirlo.

Por ejemplo: Un día a las 5:10 de la tarde, aprovechando la poca concurrencia en la calle, un taxi se detiene delante de una joyería.

Descienden del automóvil tres individuos enmascarados, pistola en mano. Entran en el establecimiento y se apoderan de joyas por valor de muchos miles de pesetas.

Suben de nuevo al taxi y desaparecen veloces. En este ejemplo han pecado gravemente:

1 . El jefe de la banda de atracadores, que no iba en el taxi, pero fue quien los mandó.

2 . Otro atracador, que tampoco estuvo en el robo, pero animó a los otros, algo indecisos, a hacerlo.

3 . El taxista, que libre y voluntariamente se ofreció a llevarlos con una buena participación en el negocio.

4 . Desde luego los tres atracadores.

5 . El pariente de uno de los atracadores que ocultó el maletín de joyas en su casa, sabiéndolo todo de antemano.

6 . Incluso el transeúnte que les vio entrar armados en la joyería y, pudiendo fácilmente telefonear a la policía, prefirió sentarse en un banco un poco alejado, para ver cómo terminaba aquel curioso espectáculo.

Como el robo fue grave, todos éstos pecaron gravemente. Si el robo hubiera sido leve, también hubieran pecado todos ellos; pero su pecado hubiera sido venial.

La colaboración al pecado tiene diversos aspectos:

Se llama cooperación formal cuando se desea el hecho pecaminoso. Esto siempre es pecado.

Se llama cooperación material cuando no se desea el hecho pecaminoso, aunque se coopere a él.

Esta cooperación material puede ser inmediata o mediata. Inmediata será si esta cooperación es necesaria para el hecho pecaminoso. Esta cooperación también es pecado. Será mediata, si esa cooperación no es necesaria para el hecho pecaminoso. La cooperación mediata puede ser lícita con tal de que:

  1. La acción del cooperante sea, en sí misma, buena o indiferente.
  2. La intención del cooperante no apruebe el pecado al que coopera.
  3. Haya un motivo para cooperar, pues lo que se desea es un efecto bueno.
  4. El efecto bueno no sea consecuencia del efecto malo.

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El séptimo mandamiento defiende el derecho de propiedad. Prohíbe robar, porque no es justo quitarle a otro lo que le pertenece lícitamente.

Si el hombre tiene el deber de conservar su vida, ha de tener derecho a procurarse los medios necesarios para ello. Estos medios se los procura con su trabajo. Luego el hombre tiene derecho a reservar para sí y para los suyos lo que ha ganado con su trabajo. Este derecho del hombre exige en los demás el deber de respetar lo que a él le pertenece: esto se llama derecho de propiedad.

El derecho de propiedad, en sentido cristiano, no es la facultad de disponer de las riquezas según el libre antojo o capricho, atendiendo únicamente al propio placer o utilidad. Este concepto, que es el de la escuela liberal, está altamente reprobado por la moral católica; que si bien reconoce por uno de sus principios fundamentales el respeto a la propiedad legítima, también cuenta entre sus terminantes enseñanzas la ley de la justicia social y la de que el rico debe ser, sobre la Tierra, la providencia del pobre. Es cierto que la justa posesión de los bienes lleva consigo la obligación del uso justo de los mismos; pero aunque el abuso en el uso sea pecado, no anula la realidad del derecho. Y si los propietarios, faltando a su obligación, no hacen buen uso de su propiedad, corresponde al Estado -guardián del bien común- poner sanciones convenientes que pueden llegar, si las circunstancias lo requieren, a la expropiación y a la confiscación. Ya se entiende que esta intervención del Estado no debe ser arbitraria, sino que siempre debe estar subordinada al bien común de la nación.

La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad.

La propiedad privada vincula a determinados individuos los bienes de este mundo. Estos bienes tienen de por sí un fin esencial puesto por Dios, que no puede frustrarse; por tanto, siempre la propiedad privada debe atender a este fin. De lo contrario es desordenada. Este fin consiste en que los bienes de la Tierra fueron creados para que todos y cada uno de los hombres pudiesen satisfacer sus necesidades. Bien lo expresó Pío XII : «Dios, Supremo Proveedor de las cosas, no quiere que unos abunden en demasiadas riquezas mientras que otros vienen a dar en extrema necesidad, de manera que carezcan de lo necesario para los usos de la vida». Quien no quiere distribuir la riqueza es como el que no quiere que otros entren en el teatro para disfrutar él solo de lo que se ha hecho también para los demás. La comparación es de San Basilio.

Los animales están al servicio del hombre. Por eso es indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar, más bien, las miserias de los hombres.

El buen uso del dinero en ricos y pobres es el punto central de la cuestión social. Pero de esto ya te he hablado en el cuarto mandamiento.

Digamos aquí algo del deber de dar limosna. «El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad le cierra las entrañas, cómo mora en él la caridad de Dios?».

No confundamos los deberes de caridad con los deberes de justicia.

Sería una equivocación querer suplir con obras de caridad los deberes de justicia. Pero siempre habrá lugar para la caridad, porque siempre habrá desgracias en este mundo. Y desde luego, mejor que dar pan hoy, es dar la posibilidad de que no tengan que pedirlo mañana: puestos de trabajo, escuelas, etc.

Siempre será verdad aquello de que: «la limosna beneficia más al que la da que al que la recibe».

A la caridad están obligados todos los hombres. Los que tienen mucho, mucho. Los que tienen poco, poco. Cada cual, según sus posibilidades, debe cooperar a remediar las necesidades de los que tienen menos. Dice el Concilio Vaticano II que la limosna debe darse no sólo de los bienes superfluos, sino también de los necesarios. Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico:«Todos tienen el deber de promover la justicia social, así como ayudar a los pobres con sus propios bienes».

Quizás la limosna callejera se preste a abusos y engaños; aunque muchas veces se presentan necesidades reales que no deberíamos desoír.

Pero hoy día hay una caridad organizada que permite encauzar las limosnas hacia necesidades reales y urgentes.

Dice el Concilio Vaticano II: «Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos».

Afortunadamente el deber de dar limosna va entrando poco a poco en la conciencia de los católicos.

Aunque algunos todavía no acaban de comprender que ellos son meros administradores de los bienes que Dios ha puesto en sus manos. Y que Dios, que es el Dueño de todo, desea que esos bienes ayuden también a otros, después de haber remediado sus propias necesidades. No es justo que la primera parcela que recibe el agua para regar la absorba toda y se encharque, impidiendo que el agua fluya a otras parcelas que también la necesitan. Dar cifras concretas sobre la cantidad de limosna, resulta siempre algo arriesgado; pero peor es no darlas. Algo se puede orientar.

Para una orientación de lo que se puede dar, voy a poner aquí un porcentaje sacado de diversas consultas a moralistas, economistas y obreros auténticamente cristianos. No es para que se tome como norma obligatoria, sino orientadora. Las circunstancias particulares de alguno le impedirán llegar a ella; pero la generosidad de otros la superará con creces.

Llamo ganancias a lo que queda después de haber liquidado a Hacienda.

Según la Comunidad Económica Europea, se consideran pobres los que disponen menos del 50% de la renta «per cápita» de su país. Como en España la renta per cápita es de 12.000 dólares, es decir, de 1.200.000 ptas. al año, todo el que gane menos de 60.000 ptas. al mes, puede considerarse exento de dar limosna. Aunque la generosidad cristiana nunca debe tener cerrada la puerta.

Ganancias inferiores al millón de pesetas anuales, dar del 1 al 5%.

Ganancias de 1.000.000 a 5.000.000 de ptas. anuales: dar del 5 al 10%.

Ganancias de 5.000.000 a 10.000.000 de ptas. anuales: dar del 10 al

20%.

Ganancias superiores a 10.000.000 de ptas. anuales: dar del 20 al 50%.

Los matrimonios que tengan hasta tres hijos pueden reducir en un 10% la cantidad que resulte de aplicar estos porcentajes. De cuatro a siete hijos pueden reducir esta cantidad en un 25%. Los que tengan más de ocho hijos, pueden reducirla en un 50%. Pueden presentarse circunstancias de gastos excepcionales que requieran consulta particular. Y también la generosidad de cristianos ejemplares aumentará estas cantidades orientadoras. Conozco a personas que dan hasta el 25% de sus ingresos.

Otra forma de calcular lo que se debe dar de limosna, podría ser:

separar los gastos fijos (casa, electricidad, gas o butano, alimentación, limpieza, servicio doméstico, teléfono, coche, transporte, seguros, letras, parroquia, peluquería, asignación de los hijos, colegios y material de enseñanza); de lo que sobre de estos gastos fijos, gastar la mitad en vestir, diversiones, etcétera; y de la otra mitad, el 50% para ahorro o gastos extraordinarios y el otro 50% para limosna.

Los españoles deberíamos dar mucha más limosna de la que damos. Lo que cada español da de dinero, por término medio, es setenta pesetas al año; y deberíamos dar unas quince mil, dado el consumo de bienes superfluos. Reuniendo lo que damos para la Campaña del Hambre, Cáritas, Cáncer, Cruz Roja y Domund, según la Memoria de estos Organismos, se suman veinte mil millones de pesetas al año ; mientras que al año gastamos en:

1.- Bebidas alcohólicas………………….272.000 millones de pesetas ”

2.- Tabaco ……………………………………. 455.000 ”

3.- Bingo, Lotería…………………………1.342.000 ”

4.- Tragaperras……………………………1.076.000 ”

Estos datos de 1996 se pueden comprobar en la Contabilidad Nacional de España que publica el Instituto Nacional de Estadística.

Desde que se ha permitido en España el juego, éste se ha convertido en un vicio nacional. El hecho de que los españoles se gasten en juegos de azar en un año 4.000.000.000.000 de pesetas ( doce ceros!) es una atrocidad. España es el país del mundo que más gasta en juegos de azar, por persona, después de Filipinas.

Hay personas que se gastan en el bingo lo que necesitan en su casa.

Esto es una inmoralidad. Y si lo que gastan es lo que les sobra, que lo den de limosna a personas que lo necesiten. Pero el dinero no es para jugárselo. A no ser que sea en pequeñas cantidades.

Pero el juego es un vicio en el que se empieza por cantidades pequeñas y a veces se termina jugándose lo inconcebible. La ludopatía (adicción al juego) es hoy en España un problema tan grave como las drogas. Los juegos de azar, están convirtiendo a España en un pueblo de ludópatas.

Con tanta lotería el vicio cunde hasta el punto de que el Hospital Ramón y Cajal ha puesto en marcha el ensayo de un medicamento para tratar la ludopatía.

Casi dos millones de españoles tienen adicción a los juegos de azar.

Según Ramón Marrero, Consejero de Trabajo y Asuntos Sociales, el 5% de la población andaluza -unas 350.000.personas- padece ludopatía. El año 1994 gastaron en juegos de azar 500.000 millones de pesetas. Un solo ludópata, Angel Asenjo, de 58 años, se autodenunció de estar esclavizado por el juego. Llegó a robar del Banco donde trabajaba 243 millones de pesetas. Habitualmente jugaba 70.000 pts. diarias El Dr. Román Fernández, Presidente de ACOJER, una asociación para la rehabilitación de jugadores empedernidos, afirma que hoy hay en España 380.000 enfermos por adicción al juego.

La ludopatía provoca problemas familiares, laborales, económicos y sociales, ya que el enfermo necesita jugarse todo el dinero que encuentra, y por ello llega a romper con su trabajo, sus amigos y su familia. La necesidad de dinero para jugárselo le lleva hasta a robar.

Los ludópatas experimentan una necesidad de jugar como la que tiene un heroinómano de pincharse. La ludopatía es una enfermedad mental. Es una enfermedad que esclaviza.

José Sánchez León, atracó veintidós Bancos para gastárselo todo en el juego. Él mismo afirma que se pasaba diez horas seguidas en la mesa, y se jugaba millones cada noche. El fiscal pidió para él 154 años de cárcel.

Elfriede Blauensteiner asesinó a dieciséis amantes, ricos y ancianos, envenenándolos, después de lograr su testamento a favor de ella, para jugarse el dinero a la ruleta en diversos casinos.

En el programa televisivo «Cita con la vida» de Nieves Herrero en Antena 3, salió Asunción González el miércoles, 27 de Septiembre de l995, a las once y media de la noche. Manifestó que se quedó viuda y empezó a ir al bingo por entretenimiento, pero terminó enganchada por el vicio del juego hasta el punto de arruinarse, perdiendo varios millones; y lo que es peor, perdiendo el cariño de su hija, a quien no ve desde hace ocho años.

La moral católica ha admitido tradicionalmente dos posibilidades en las que un acto aparentemente en contra de la propiedad privada no es considerado como robo: son los casos de extrema necesidad y de compensación oculta.

«Quien se haya en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí, con tal de no poner al dueño en el mismo grado de necesidad».

Extrema necesidad es más que «grave y apremiante necesidad»; es una situación tal en la que no sería posible continuar viviendo si no es a costa de los bienes del prójimo apropiados por su propia cuenta.

Oculta compensación es la posibilidad mediante la cual uno mismo toma lo que en justicia se le debe, adueñándose ocultamente de los bienes propios del deudor y equivalentes a esta deuda. La deuda ha de ser clara, la voluntad de no satisfacerla también, los otros medios para recuperar lo debido han de estar agotados, y la compensación no ha de dañar a un tercero.

Es pecado grave, ordinariamente hablando, el robar a una persona una cantidad igual a su salario diario. Los robos pequeños pueden llegar a ser pecado grave, cuando se acumulan: bien por tener intención de robar mucho, poco a poco (uno solo o entre varios); bien por ir guardando lo robado; bien por robar en pequeño espacio de tiempo, aunque en diversas veces, una cantidad que, sumando las partes, llegue a ser grave. El robo será pecado grave o leve según el perjuicio que se haga. Hay que tener en cuenta la cantidad que se roba y la persona a quien se roba. Aunque hay una cantidad -llamada por los teólogos «absolutamente grave»- que, por ser grande, el robarla siempre es pecado grave.

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 25

CUARESMA: DÍA 25

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy continuamos revisando el Sexto Mandamiento de Dios: No Cometerás Actos Impuros.

Parte 01 – Sexto Mandamiento de Dios

Parte 02 – Sexto Mandamiento de Dios

Parte 03 – Sexto Mandamiento de Dios

Continuación…

La homosexualidad es una aberración duramente castigada en la Biblia. Es el caso de Sodoma y Gomorra. Y por eso a los homosexuales se les llama sodomitas.

«La legalización jurídica de parejas homosexuales va en contra de la naturaleza humana, y revela una corrupción grave de la conciencia moral ciudadana» ha dicho D. Elías Yanes, Presidente de la Conferencia Episcopal Española. Equiparar las «uniones homosexuales» al matrimonio es una aberración contra la ley natural. Se hace responsable de los graves efectos negativos que tendría para la sociedad la legitimación de un mal moral. Permitir que esas personas adopten niños es atentar contra los derechos de estos niños que el día de mañana, cuando caigan en la cuenta de la realidad, sufrirán taras psíquicas al compararse con el resto de sus compañeros. Según el ABC de Madrid del 4 de Septiembre de 1994 (pg. 52) destacados científicos están en contra de la adopción de niños por parejas homosexuales, por los traumas psíquicos que esto sería para el niño.

No hay que confundir los homosexuales auténticos, que no tienen ningún interés en corregirse, con el hombre de apariencia feminoide de lo cual no es responsable, y que puede no ser homosexual.

La homosexualidad es una anormalidad, pero no es pecado, a no ser que se ejerza. Si se ejerce y además hay corrupción de menores, constituye peligrosidad social. No es lo mismo el homosexual por vicio, que el que nace así, o sufrió el impacto de una desgraciada experiencia de su infancia.

El homosexual de nacimiento que domina su tendencia y no es corruptor del ambiente, pervertidor de menores o escandaloso público, no hay por qué considerarlo como peligro social. La peligrosidad social no depende de lo que la persona es, sino de lo que hace. El homosexual de nacimiento es tan responsable de su tendencia, como lo puede ser de su defecto el miope o el tartamudo. Por lo tanto, al homosexual que domina su inclinación no hay que considerarlo corruptor, perverso ni degradante; si domina su inclinación, puede alcanzar notable virtud.

Debe poner todo su empeño en dominarse. Y que confíe en Dios que le ayudará. Él lo ve todo y es justo.

Ser comprensivo con los homosexuales, que luchan por dominarse, no es justificar su actuación homosexual. El homosexual tiene que dominar su tendencia lo mismo que el heterosexual, que no puede irse con todas las mujeres que le apetecen. El homosexual tiene que dominar su tendencia desordenada lo mismo que el cleptómano tiene que dominar su tendencia a apropiarse de lo ajeno.

Pero este respeto que debemos tener hacia el homosexual que no es peligro social porque no atenta contra el bien común, no significa que consideremos al homosexual como una persona normal que tiene derecho a ejercer su tendencia de acuerdo con su inclinación. Si el homosexual tiene derecho a vivir como él es, y no como debe ser, lo mismo podríamos decir del ladrón y del asesino. El hombre debe acomodar su conducta a los auténticos valores humanos.

El respeto a la persona del homosexual no considerándolo perverso o peligroso mientras su conducta sea correcta, no elimina el que no se pueda considerar al homosexual como una persona normal. Es como si el jorobado quisiera que consideráramos natural el tener joroba.

El Papa Juan Pablo II, en respuesta al Parlamento Europeo que equiparaba la unión homosexual al matrimonio natural, ha dicho: «La Iglesia rechaza la discriminación de los homosexuales, pero considera moralmente inadmisible la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivo con quien peca no equivale a aprobar el pecado. Cristo perdonó a la adúltera, pero le dijo que no pecara más».

La Comisión Permanente del Episcopado Español publicó una nota el 24 de junio de 1994 donde se dice: «El homosexual, como persona humana que es, es digno de todo respeto inherente a la persona humana; pero la inclinación homosexual, aunque no sea en sí misma pecaminosa, debe ser considerada como objetivamente desordenada; ya que es una tendencia, más o menos fuerte, a un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral».

La razón del aparato genital es la generación. Y el ejercicio del sexo en un homosexual no tiene nada que ver con la generación. Dice Marc Oraison : «No vacilo en afirmar que la realización de la pareja homosexual es de por sí imposible».

Para el Dr. John Loraine, de la Universidad de Edimburgo, donde está encargado de la Cátedra de Endocrinología, el homosexual es un enfermo cuyas hormonas sexuales se han desquiciado. Tras sus experimentos, Loraine, afirma que el homosexual es un paciente para los endocrinólogos, pues sufre una serie de trastornos fisiológicos gonadales que hoy pueden medirse a la perfección.

Hay que reconocer que, fuera de algunos casos de perversión voluntaria, en la mayor parte de los homosexuales, su tendencia desviada debe ser considerada como una enfermedad. De aquí que, por una parte, se merezca todo el respeto y la ayuda que como a personas humanas les es debida; pero, por otra, la sociedad, por todos los medios adecuados, deba defenderse de su devastador contagio, tan pernicioso y destructivo para la naturaleza humana en su presente y en su futuro.

Hay mujeres que tienen el vicio de saciar su apetito sexual con otras mujeres. Esto es una aberración. El afecto de dos muchachas no debe repercutir en los órganos genitales. Si es así, esa amistad es desaconsejable.

La homosexualidad en la mujer se conoce desde seiscientos años antes de Cristo en la isla griega de Lesbos. Por eso a la mujer homosexual se le llama lesbiana.

Hay que distinguir entre la auténtica homosexual que busca otra mujer para su actividad sexual, y el afecto muy frecuente en adolescentes hacia mujeres mayores que ellas por las que llegan a sentir verdadera adoración; pero con ausencia total de actividad sexual. Esta tendencia desaparecerá en cuanto se enamoren de un hombre La heterosexualidad es una inclinación de la misma naturaleza personal del hombre. Pero el homosexual aunque no sea un pervertido, es un invertido, que ha sufrido una desviación del instinto sexual natural.

Los defensores de la homosexualidad generalizan esta tendencia queriéndola hacer pasar como una sexualidad distinta pero natural, y así poder actuar libremente sin restricciones a su tendencia.

Para eso incluyen entre los homosexuales a todos los que han tenido alguna vez alguna experiencia homosexual. Pero esto no es serio. Con este mismo criterio podríamos considerar no homosexual a todos los homosexuales que hayan tenido un contacto heterosexual. Puede una persona, por una circunstancia casual y transitoria, haber practicado la homosexualidad, lo cual, aunque es inmoral, no la constituye en homosexual.

Lo que caracteriza al homosexual no es haber tenido más o menos contactos homosexuales, sino la tendencia hacia las personas del mismo sexo y la consiguiente repugnancia hacia la relación heterosexual.

Según la encuesta Kinsey el número de los homosexuales es un 4%.

Para que un homosexual cambie, lo primero, es indispensable que quiera cambiar, y después que quiera someterse a un tratamiento psicoterápico: «sólo la psicoterapia le podrá ayudar» ha dicho Marc Oraison.

El Dr. Juan Antonio Vallejo-Nájera, en su preciosa obra «La puerta de la esperanza», afirma que «la educación en la castidad es sanísima y ayuda mucho a superar los problemas de la edad juvenil. En cambio, la presunta libertad sexual que se predica ahora, ésa sí que llena de pacientes la consulta del psiquiatra. Y no digamos, la moda de decir que la homosexualidad es una alternativa tan válida como cualquier otra. Mentira. El ser homosexual es complicadísimo. Deben merecer toda nuestra comprensión y cariño, pero para intentar curarlos; no para animarlos a serlo».

Se dice que la inversión sexual es constitucional, de carácter congénito biológico. Otros buscan las causas en factores de orden psíquico, como falsa educación, ambiente, experiencias que se remontan a la infancia, etc. Para otros, los factores de la homosexualidad son innatos y ambientales juntamente .

Por supuesto que la homosexualidad no tiene la misma importancia en la edad adulta que en la infantil. Entre niños puede ser casi un juego que puede no significar desviación enfermiza. Aunque sí puede perjudicar a su psicología.

Algunos terminan en homosexuales como consecuencia del alcoholismo y las drogas.

En 1983 el Vaticano ha publicado un documento sobre la educación sexual donde dice: «No hay ninguna justificación moral a los actos homosexuales. (…) Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y no pueden recibir aprobación en ningún caso».

La homosexualidad se condena en la Biblia en varios pasajes.

La Biblia en el Antiguo Testamento manda castigar con pena de muerte a los que realizan actos homosexuales.

Y San Pablo dice que los homosexuales no entrarán en el Reino de los Cielos.

Se entiende, naturalmente, a los que no se dominan y ejercen de homosexuales.

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La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona. La castidad cristiana supone superación del propio egoísmo, capacidad de sacrificio por el bien de los demás, nobleza y lealtad en el servicio y en el amor .

La castidad es el gran éxito de los jóvenes antes del matrimonio. Es, además, la mejor forma de comprender y, sobre todo, de valorar el amor. No es una negación de la sexualidad, sino la mejor de las preparaciones para la vida conyugal. Porque es un entrenamiento en la generosidad, en el deber y en el dominio de sí mismo, cualidades tan importantes para el ejercicio de la sexualidad humana.

En los jóvenes, la castidad entrena y forma la personalidad. Supone un esfuerzo que va dotando a la persona de solidez en la voluntad y de una sensación de posesión y dominio de sí mismo, que, a su vez, es fuente de profunda paz y alegría. Los jóvenes castos, normalmente, son más constantes en el trabajo y en el estudio, tienen más ilusiones, son más idealistas.

La pureza es una virtud eminentemente positiva y constructiva que templa el carácter y lo fortalece.

Produce paz, equilibrio de espíritu, armonía interior. Purifica el amor y lo eleva; es causa de alegría, de energía física y moral; de mayor rendimiento en el deporte y en el estudio, y prepara para el amor conyugal.

El Papa Juan Pablo II dijo a los jóvenes en Lourdes el 15 de agosto de 1983: «Los que os hablan de un amor espontáneo y fácil os engañan. El amor según Cristo es un camino difícil y exigente.

El ser lo que Dios quiere, exige un paciente esfuerzo, una lucha contra nosotros mismos. Hay que llamar por su nombre al bien y al mal». También Juan Pablo II dijo a los miles de jóvenes reunidos en Rímini (Italia) en agosto de 1985: «Quieres encerrarte en el círculo de tus instintos? En el hombre, a diferencia de los animales, el instinto no tiene derecho a tener la última palabra».

Los jóvenes reciben de la oración fuego y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí y con una donación generosa a los demás .

Lo que es imposible es guardar la pureza de cuerpo sin guardarla también de corazón y de pensamiento. Si no vigilas tu imaginación y tus pensamientos, es imposible que guardes castidad.

El apetito sexual es sobre todo psíquico. Si no se arrancan las raíces de la imaginación es imposible contener las consecuencias en la carne.

Por eso es necesario saber dominar la imaginación y los deseos. El apetito sexual aumenta según la atención que se le preste. Como los perros que ladran cuando se les mira, y se callan si no se les hace caso.

Dice el gran moralista belga José Creusen: «La impureza, sin ser el más grave de los pecados, es el más frecuente de los pecados graves.

La castidad, sin ser la más perfecta de las virtudes, es una de las más necesarias. (…). En materia de castidad lo más fácil es el dominio completo. Andar a medias es muy peligroso».

Muchos quieren liberarse de la moral católica que consideran represiva, y lo que hacen es caer en la esclavitud del pecado que degrada al hombre. El yugo de Cristo es suave y ligero, si se lleva con amor y voluntad corredentora.

La pureza no puede guardarse sin la mortificación de los sentidos.

Quien no quiere renunciar a los incentivos de la sensual vida moderna, que exaltan la concupiscencia, es natural que sea víctima de tentaciones perturbadoras, y que la caída sea inevitable. La pureza no se puede guardar a medias.

Con nuestras solas fuerzas, tampoco; pero con el auxilio de Dios, sí.

Quien -con la ayuda de Dios- se decide a luchar con todas sus fuerzas, vence seguro. No es que muera la inclinación, sino que será gobernada por las riendas de la razón.

En la vida hay que entrenarse. Entrenarse es hacer un esfuerzo cuando no hace falta, para saber esforzarse cuando haga falta. El que no sabe decir no cuando pudiera decir sí, no sabrá decir no cuando tenga que decir no. El que no sabe privarse de lo lícito por ensayo, no sabrá privarse de lo ilícito cuando sea necesario.

La explotación de la sexualidad por sí misma y sobre todo, con el único fin de conseguir la satisfacción sexual, es funesta, tanto para la vida individual como colectiva.

Aunque los pornócratas, para defender su negocio, dicen que la virginidad ha dejado de ser virtud, y nos presentan la homosexualidad y la masturbación como cosas naturales, por encima de todas las palabras de los hombres está la ley de Dios que nos señala lo que es bueno y lo que es malo.

Hoy se oyen con frecuencia palabras de menosprecio hacia la virginidad. Generalmente provienen de personas que la han perdido.

Como en el cuento de la zorra y las uvas, es natural menospreciar lo que uno no es capaz de conseguir. Pero las joyas no pierden valor porque haya personas que son incapaces de apreciarlas.

Ha escrito el P. Lebrato, dominico: «Si hubiéramos de responder ateniéndonos a duros hechos externos que definen masivamente nuestra sociedad, tal vez hubiéramos de concluir que, a juicio de muchos, la castidad, hoy, es todo lo contrario de un valor: es un antivalor que hay que arrumbar para siempre. Si fue un valor, hoy es un lastre.

Pero si la respuesta la damos analizando la naturaleza misma de la castidad, contrastada con el concepto filosófico del valor para el hombre, entonces hay que concluir que la castidad es un valor, un valor por sí mismo, primario y absoluto por su bondad intrínseca y por la conveniencia esencial con la naturaleza humana.

Acaso todo depende del concepto que tengamos de castidad. Si la entendemos como una represión, una mutilación, un comportamiento negativo, una actitud desnaturalizante, entonces no es ni puede ser un valor. Qué es entonces la castidad? Sencillamente, la castidad es el ordenamiento de la potencialidad sexual del hombre en consonancia con su condición específica de persona racional, inteligente y autodeterminativa…

Ser un esclavo de los instintos en el campo sexual, le convierte en animal, lo desnaturaliza de su condición de persona libre y de su condición de sujeto autodeterminativo. Usar mal de la capacidad sexual, es una traición a la sexualidad humana. Al ser la castidad la recta ordenación de las fuerzas sexuales y de la afectividad en el hombre en consonancia con los fines específicos de la sexualidad y con la condición integral de la persona como ser inteligente y dueño de sus instintos, no cabe duda que la castidad perfecciona al hombre en su misma condición de hombre. Una perfección en lo esencial siempre es un bien. El bien, en sus múltiples formas, es un valor.

Una joven de 16 años dice:

Con la castidad yo pienso que aprendemos a respetarnos a nosotros mismos y a no hacernos animales. Los animales lo hacen todo por instinto. Si nosotros no tuviéramos un principio regulador, un medio para dominar nuestros instintos nos haríamos como ellos. Es bonito que aprendamos a valorar algo que nosotros tenemos y ellos no tienen. Es una satisfacción disfrutar de algo adquirido por tu propio esfuerzo, por tu decisión, por tu voluntad. Con la castidad voluntaria yo me hago superior a los animales. Esto creo que tiene su belleza y su valor…

– Te es fácil vivir la castidad a los dieciséis años?

-En principio, me cuesta, como creo que les cuesta a los demás. Pero debo confesar que a mí me es fácil vivirla.

– Por qué te es fácil?

-En primer lugar, me doy cuenta de que no merece la pena perder la castidad por el placer sexual de un momento. Pero acaso me cueste poco por la educación que he recibido desde mi infancia…

– Encuentras valores en la castidad?

-El saber que nuestro cuerpo tiene un destino superior al de dejarlo aquí en la tierra. Los planes de Dios sobre los hombres nos hablan de una glorificación de nuestro cuerpo en la vida futura. Aparte de la glorificación corporal donada por Dios, tiene que ser también un don de este cuerpo, el haber sabido conservarlo íntegro, inmaculado, como Él nos lo dio.

Y una joven madre soltera contesta:

-En realidad, no ha sido la castidad mi fuerte. Para mí prácticamente no ha existido. No he sido casta. Pero hoy, que me he dado cuenta, la considero maravillosa. Para mí la castidad no ha entrado en mi vida por el hecho de haberme apartado de Dios. Hoy creo que la encontré y la veo fenomenal.

– Te atreverías a decirme por qué no has sido casta?

-Sí. No he sido casta por el hecho de no pensar, por vivir al margen de todo. Tal vez por comodidad, por dejadez. Te dejas llevar por cualquier impulso.

– Cuándo diste el cambio?

-Al mes de dar a luz tuve la oportunidad de estar sola, pensar mucho, y me di cuenta de que había algo más que todo aquello que había vivido. Y vi claro que aquel Dios que mis padres y mi colegio me habían enseñado, existía realmente y era algo verdadero… Si amo ahora la castidad es porque le amo a Él… Dios importa mucho para mi vida.

– Qué otros valores crees que tiene la castidad?

-Creo que hay otros valores. Antes, que no era casta, que me dejaba llevar por los impulsos, no era libre. En cambio, ahora que tiendo más a ser casta, me siento más libre, me he liberado de mis impulsos. Al dejar esos impulsos a un lado, el mismo cuerpo gana serenidad, dominio, salud, belleza. Y hasta dignidad, porque el cuerpo no debe ser sólo un instrumento del placer, sino un medio de realizarse en la vida cumpliendo una misión».

Por otra parte, la castidad es fácil de guardar, si se busca el auxilio de la gracia de Dios, y se fortifica el alma con los sacramentos de la confesión y la comunión.

El mejor consejo que se puede dar al que ha empezado a rodar por la pendiente del vicio es comunión frecuente y confesión con un Director Espiritual fijo. Es un remedio seguro para corregirse y salir del pecado. No hay pecador que resista. El sacramento de la confesión, además de ser un remedio curativo, es un remedio preventivo. La Comunión y la Dirección Espiritual dan fuerza y luz para obrar con eficacia.

Dice Charboneau:«Se puede, por tanto, hablar, y hay que hacerlo, de un imperativo de la pureza que se impone a los novios, no como una coacción penosa cuya única finalidad sería crearles molestias, sino como una fuerza interior que vivifica el amor elevándolo y manteniéndolo en un plano superior. Esta pureza pretende estar libre de todo desprecio hacia el cuerpo y se basa, al contrario, sobre el respeto soberano a la carne, a la que restituye su equilibrio, eliminando los elementos de defección que son un peligro para ella. En cuanto al amor mismo, lo consolida; y prepara así la felicidad de que gozará la pareja cuando se halle ligada por la vida común».

Manuel Viera escribe: «El que la castidad prematrimonial sea perjudicial a la salud es ya un mito descartado hace tiempo por la ciencia médica y la psicología, y algo en que sólo tratan de creer los que buscan una excusa para no ser castos.

Para Freud toda neurosis era de origen sexual. Hoy sus mismos discípulos no sostienen esta doctrina. Adler afirma: “No siendo verdad que la libido reprimida sea causa de la neurosis, el dar salida al instinto sexual no cura por sí mismo esta neurosis”. La castidad educa la voluntad por el vencimiento que supone. Una educación que no exige esfuerzos, conduce a la anarquía, no forma adultos sino desequilibrados, sin aptitud para hacer frente a las dificultades de la vida. El vencimiento propio es indispensable para la formación del ser humano. Decir que los impulsos sexuales son irresistibles no es científico. La biología moderna declara que los reflejos genitales pueden dominarse con el ejercicio de la voluntad. El poder del espíritu sobre el cuerpo, de lo psíquico sobre lo físico es muy grande. Esto lo confirma la psicología actual».

Dice Robinson: «La castidad protege vuestro futuro amor. Los jóvenes que han sabido estar a la altura de su deber son los que sabrán después estar a la altura de su amor. El amor conyugal, les va a exigir entrega, generosidad y sacrificio, y ellos ya traen un buen entrenamiento en todo esto. Además, el mejor regalo que podréis haceros unos esposos es el de un cuerpo y un alma íntegros.

La castidad juvenil es un esfuerzo. Pero es un esfuerzo que lleva consigo una recompensa inmensa.

Un esfuerzo que va reforzando y madurando tu personalidad. Es un esfuerzo que lleva consigo una profunda alegría. Un esfuerzo que comprenden y practican los que saben qué es el amor».

Los jóvenes reciben de la oración fuerza y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí y con una donación generosa a los demás.

El mundo se ríe de la pureza y de la castidad, como si se tratara de cosas trasnochadas y pasadas de moda. El mundo dice: «Hay que darse el máximo de satisfacciones en la vida». Pero Cristo dice: «Véncete a ti mismo, toma tu cruz, procura entrar por la puerta estrecha». El mundo dice: «Hay que liberarse de viejos tabúes!». Pero Cristo dijo:

«Bienaventurados los limpios de corazón».

El mundo dice: «El amor no es pecado. Lo que se hace por amor es bueno». Pero la Biblia limita las relaciones sexuales al matrimonio:

«Absteneos de la fornicación». «Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros».

El pudor es un mecanismo de defensa, propio de la castidad, que protege instintivamente la intimidad sexual con la vergüenza. Es un muro protector de la pureza.

Pudor no es miedo al cuerpo desnudo, sino respeto a él. No es casto el que trata de ignorar lo sexual, sino el que sabe mirarlo con ojos limpios.

El pudor distingue al hombre de los animales.

El pudor ayuda a evitar eficazmente excesos y peligros morales de todo tipo en materia sexual.

Además, evita aquellos aspectos de vulgaridad, chabacanería y desorden que acompañan a ciertas expresiones sexuales.

Alfonso López Quintás, en su libro «El amor humano» escribe: «El pudor no indica gazmoñería, apego irracional a costumbres pacatas. Supone respeto a lo más personal del hombre. Protegerse de la mirada ajena, no indica ñoñería sino salvaguardar su sexo del uso posesivo de los demás. Palpar algo es, en cierta medida, un acto de posesión. Ver es como tocar a distancia. Ofrecer a la mirada ajena las partes íntimas del cuerpo supone dejarse poseer en lo que tiene uno de más íntimo.

Toda exhibición sugiere un acto de entrega. Hacerlo en público se asemeja a la prostitución».

Dice el psicopedadogo Bernabé Tierno:

«La educación del pudor sólo es posible allí donde imperan ideas nobles y sentimientos limpios.

El pudor sólo es sentido por quien todavía es sensible a las amenazas que sufre la virtud. En medio de un ambiente que apenas distingue la línea divisoria entre lo que es bueno y lo que es malo, hay que devolver a los jóvenes el sentido de dignidad personal, y a la opinión pública una mayor sensibilidad. Pero no podemos cometer el error pedagógico de atribuir a toda realidad sexual una sensación de vileza o un sentimiento de vergüenza que se identifica muchas veces con el pudor.

Los educadores hemos de poner el acento, no sobre la educación sexual, sino sobre la educación de la persona. No educamos la sexualidad del muchacho; es él el verdadero artífice de su educación como persona, que, en consecuencia, se expresa también en sus comportamientos sexuales. Lo que debe ser educado, no es la sexualidad, sino la persona.

La actitud egocéntrica de la persona hace neuróticamente compulsiva, especialmente en la adolescencia, la necesidad de autoafirmación que se manifiesta claramente en el sector de la sexualidad. La compulsión se hace tanto más fuerte cuanto más se convence el joven de su falta de valía, lo que le hace aferrarse al sexo como único medio de autoafirmación…

Está claro que una atmósfera cargada de hedonismo sexual que se nos cuela de rondón en casa a través de la “ventana televisiva”, envuelve al joven por doquier, y no contribuye lo más mínimo a una higiene mental que favorezca el dominio normal sobre los propios impulsos.

La trivialización de la sexualidad conduce a la desvalorización de las relaciones heterosexuales, cada vez más frecuentes y precoces. En el fondo es la desvalorización misma de la persona del “otro” que queda reducida a la condición de simple instrumento al servicio del placer…

La apología que ciertos medios de comunicación hacen de aberrantes conductas sexuales contribuye a deformar el concepto y la naturaleza de los papeles sexuales con los que deben identificarse los jóvenes».

Esforcémonos por ver todo lo que tiene el vicio de repugnante y abominable. Esto nos ayudará a amar la castidad. Todo lo que tiene ella de grande y de noble, de dominio propio y de respeto, lo tiene el vicio impuro de bajo y despreciable.

La persona impura es una persona sin voluntad. La razón, que debería ser la señora, se vuelve esclava de los instintos animales; el hábito vicioso se convierte en el peor de los tiranos, exige cada vez más y vuelve a la persona egoísta, con un egoísmo de la peor especie: la persona impura lo sacrifica todo para satisfacer su propia pasión. El vicio impuro quita a la persona la tranquilidad de conciencia, la alegría, la libertad, la fe, la esperanza, el verdadero amor, la honra, la fortuna, la salud y, en fin, la gloria del cielo.

No es raro que a la persona que se deja dominar del vicio impuro le sobrevenga, antes o después, la dureza de corazón, la pérdida de la fe, y al fin la condenación eterna. No podemos olvidarnos que el buen cristiano, además de la virtud de la pureza, debe tener la de la justicia y la caridad. Hay entre nosotros demasiada ambición, avaricia, egoísmo, soberbia, odio, envidia, ruindad de corazón y falta de honradez profesional.

Los fieles tienen derecho a ser informados fielmente en la doctrina católica.

El 7 de enero de 1987 la Comisión Episcopal Española para la Doctrina de la Fe, publicó un documento donde dice: «A quienes elaboran materiales catequéticos, de enseñanza religiosa o de divulgación teológica, les pedimos que pongan un empeño especial en transmitir con fidelidad e integridad la enseñanza de la Iglesia sobre estos temas. A los fieles cristianos les asiste el derecho a que no sean difundidas, con ligereza y arbitrariedad, doctrinas parciales o hipótesis relacionadas con la moral, y en concreto con la moral sexual, sin que previamente hayan sido sometidas al estudio y al parecer de la comunidad teológica y, en última instancia, al discernimiento de los pastores… El fin de las normas objetivas morales no es la represión de la sexualidad, sino proteger y favorecer que el dinamismo profundo de la sexualidad llegue a su plenitud y sentido».

Rafael Gómez Pérez resume la concepción cristiana de la sexualidad así:

«a) Dios estableció la institución matrimonial como principio y fundamento de la familia y de la sociedad.

  1. b) El sexto precepto del Decálogo -no fornicar- protege el amor humano y señala el camino moral para que el individuo coopere libremente en el plan de la creación, usando la capacidad de engendrar, que ha recibido de Dios, solamente dentro del matrimonio.
  2. c) El sexo es un don de Dios abierto a la vida, al amor y a la fecundidad. Su ámbito natural y exclusivo es el matrimonio. Jesucristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento.
  3. d) La generación no es el resultado de una fuerza irracional, sino de una entrega libre y responsable -es decir, humana- de acuerdo con la dignidad natural de la persona creada por Dios.
  4. e) Como los demás mandamientos, el sexto precepto del Decálogo está impreso en la naturaleza humana, es parte de la ley natural, y, por tanto, obliga a todos los hombres.
  5. f) La virtud de la castidad consiste esencialmente en la ordenación de la función sexual al fin que Dios le ha señalado; por eso es una virtud positiva que se ha de vivir según las características de la vocación regida por Dios: virginidad o matrimonio.
  6. g) Con frecuencia, la corrupción de las costumbres comienza por los pecados contra la castidad; se tiende a querer justificarlos, de modos diversos, a través de la deformación del juicio de la conciencia.
  7. h) Por tratarse de una exigencia de la ley natural, todos los hombres reciben de Dios la ayuda necesaria para cumplir este precepto del Decálogo. Por otra parte se señala la necesidad de medios sobrenaturales que Dios no niega nunca a los creyentes que los imploran por medio de la oración».

Nada tiene de particular que sientas fuertemente el instinto sexual. Lo que no puedes permitir es que te domine. Todo en este mundo tiene su tiempo y su medida. A los animales los regula el instinto:

fuera de los períodos de celo sienten frigidez absoluta. Como no tienen inteligencia, Dios ha regulado su reproducción con una ley fisiológica. Pero como el hombre es un ser racional, Dios no ha querido sujetar esta importante función a leyes puramente fisiológicas, sino que ha dejado en esto el influjo de la libertad.

La sexualidad es mucho más que una tendencia instintiva para la transmisión de la vida. La sexualidad penetra toda la persona y especifica la comunicación entre las personas.

El hombre debe gobernar esta tendencia con la razón y la voluntad.

Dios fiándose del hombre ha dejado en sus manos el instinto sexual, marcándole con las barreras infranqueables de su ley el único camino lícito para el ejercicio de su función reproductora: el matrimonio.

El instinto sexual es tan fuerte que necesita una ley que lo encauce.

Lo mismo que es necesario una ley que controle la energía atómica. El sexto mandamiento es un beneficio de Dios en bien de la humanidad.

Dios ha querido que la transmisión de la vida humana se realice por la unión de los órganos sexuales de los dos esposos de modo que el marido derrame dentro del cuerpo de su mujer las semillas de la vida que han de germinar en un nuevo ser, si encuentran el organismo de ella preparado con un óvulo reciente.

Este acto sexual, realizado dentro del matrimonio, conforme a la ley de Dios, no tiene nada de malo. Todo lo contrario. Puesto según la ley de Dios es meritorio ; pues es cumplir una ley puesta por Dios. Y el placer que Dios ofrece como aliciente al cumplimiento del fundamental deber conyugal, es lícito y bueno, y está santificado por Jesucristo que elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento. Poner este acto fuera del matrimonio es pecado grave.

Para que el género humano no se acabe es necesario que sigan naciendo niños. El acto, pues, de la generación es un acto necesario en el matrimonio, instituido por Dios para la perpetuidad de la especie humana. Esta misión perpetuadora del matrimonio, en cuanto a la crianza y educación de los hijos, lleva consigo gran esfuerzo y sacrificio. Para que el hombre no rehuyera este sacrificio y se garantizara la conservación del género humano, Dios imprimió en el hombre y en la mujer un impulso que les moviera a amarse y unirse en matrimonio.

El placer es bueno cuando lo usamos para el fin que Dios lo estableció; pero es malo cuando, por buscarlo, nos apartamos de la voluntad de Dios.

Dios pudo haber creado a los hombres directamente, por sí mismo, como lo hizo con los ángeles; pero no quiso. Fue su voluntad que el hombre mismo se encargara de procrear al hombre. Dando al hombre una prueba de confianza, le asoció a su obra creadora. Le da poder de transmitir la vida.

Con ello llenó la vida terrena de encanto. Qué diferente sería la vida, si Dios hubiese dispuesto que los hombres viniesen al mundo ya mayores! No se oiría la risa alegre de los niños. No habría amor de padres, de hijos, de hermanos. Cada cual se encontraría sólo en el mundo; sin amor y sin familia.

La pureza es una virtud que salvaguarda este poder creador del hombre.

Es una virtud positiva, que ennoblece y que requiere el valor de los héroes y de los mártires. Virtud noble que defiende este acto sagrado que Dios ha querido santificar con un sacramento: el sacramento del matrimonio, que es una fuente de gracias sobrenaturales; por eso el matrimonio es, en el cristianismo, un camino de santidad, de unión con Dios. San Pablo habla de sacramento grande, símbolo de la unión perfecta e indisoluble de Cristo con la Iglesia.

Por eso es infame burlarse de la paternidad y del amor; y la pornografía es una perversidad, pues traiciona uno de los deberes más sagrados del hombre.

La pornografía, como dice Emilio Romero, es el recurso de anormales sexuales. Un hombre bien constituido no necesita esa excitación.

La transmisión de la vida es un poder sagrado que Dios ha dado al hombre. Es una participación del poder creador de Dios. Por eso se llama procreación de los hijos. A este acto humano colabora Dios con un acto divino, y crea un alma humana e inmortal, para que habite en el nuevo ser en el momento de su concepción.

De aquí la responsabilidad que supone para el hombre todo lo relacionado con el acto que engendra la vida. Profanar este poder del hombre es traicionar uno de los deberes y responsabilidades más sagrados.

La sexualidad por su misma naturaleza está ordenada a la procreación y educación de los hijos, a establecer entre padres e hijos una comunidad de vida: una familia. La familia es la primera y definitiva muestra de la dimensión socio-cultural de la sexualidad. La familia es la institución natural para la formación de la personalidad en su aspecto cultural y social…

La familia es la esencia de la sociedad -su “célula básica” según una terminología que se remonta a los griegos y romanos- y por eso puede decirse que, según sea la familia, así es la sociedad. Por otro lado, como la familia depende de la concepción que se tenga de la sexualidad, esta última influye indirecta, pero eficazmente, en la configuración social. Siempre se ha dicho que la familia es la célula de la sociedad, el crisol donde se forja la educación de los hijos.

Hoy hay algunos que anuncian la desaparición de la familia, diciendo que es una reliquia del pasado, y que debe desaparecer en una sociedad progresista. Pero cuando no quede ni el eco de las voces que anuncian su destrucción, la familia seguirá en pie, pues siempre ha sobrevivido a todas las crisis, porque la familia es una forma permanente de la vida humana. La familia vuelve por encima de las ideologías.

Son pecados graves contra el sexto mandamiento todas las acciones -hechas a solas o con otra persona- que tiendan a buscar el placer sexual completo fuera del uso lícito del matrimonio.

También es pecado ponerse voluntariamente, y sin razón que los justifique, a sí mismo o a otros, en peligro próximo de cometerlas.

El condescender con pensamientos, deseos o caricias íntimas apasionadas es pecaminoso, porque este tipo de actividad sexual tiene la finalidad natural de preparar los órganos generativos para la unión y producir el deseo de esta unión. Por tanto, las acciones directamente venéreas, es decir, aquellas que por su naturaleza están íntimamente relacionadas con el apetito sexual y tienen por finalidad única estimular o provocar la función generadora, son siempre deshonestas para los no casados.

Los actos indirectamente venéreos son lícitos con tal de que se den las circunstancias siguientes:

1) Que la intención del que los realiza no sea impura, es decir, que no se realicen con intención de excitar la propia pasión sexual.

2) Que no encierren un peligro próximo de pecado grave.

3) Que exista relativa razón suficiente, la cual no puede medirse matemáticamente sino teniendo en cuenta el carácter más o menos estimulante de la acción en cuestión, ya que cuanto más estimulante sea ésta, tanto más fuerte debe ser el motivo, porque habitualmente el peligro de pecar y la inseguridad crecen con la vehemencia de la pasión.

Teniendo en cuenta estos principios, podemos afirmar que dos personas que se aman y pretenden casarse pueden darse testimonio físico de su afecto con la seguridad razonable de dominar sus pasiones en el caso de que se exciten contra su voluntad.

Para dar una respuesta más concreta y satisfactoria hay que tener en cuenta la frecuencia de los actos, el temperamento de los interesados, sus vicios y virtudes, etc. De ahí la necesidad en este punto, como en tantos otros, de un director espiritual personal.

El adulterio es siempre pecado grave. Se comete, no solamente cuando una persona casada tiene relaciones sexuales con quien no es su consorte, sino también con cualquier otra acción que despierte el instinto sexual hacia tercera persona, y voluntariamente se consienta en el deseo pasional, aunque no se llegue al acto sexual propiamente dicho: «Quien mira a un mujer con intención deshonesta – dice Jesucristo – ya ha cometido adulterio en su corazón».

Entre casados es pecado grave desear tener el acto conyugal fuera del matrimonio, o imaginarse que se hace con quien no es su consorte.

Pero muchas cosas que en los solteros son pecado grave, son lícitas a los casados, siempre que se hagan en orden al acto conyugal, o lo acompañen.

El placer venéreo completo, el orgasmo, buscado directamente, sólo está permitido dentro del matrimonio, dentro del acto conyugal o enlazado inmediatamente con el mismo, de suerte que forme parte de las relaciones matrimoniales normales.

Son lícitos a los esposos los pensamientos, imaginaciones y deseos que tienen por objeto las relaciones permitidas entre casados. No es lícito en el matrimonio ni la masturbación ni la relación anal.

Podría ser pecado grave negarse al acto conyugal sin motivo cuando el propio cónyuge lo pide razonablemente.

El acto conyugal está permitido en todo tiempo. Pueden elegirse los días que se quieran, aunque sean de ayuno o cuaresma.

Pero el marido debe tener consideración con la esposa los días en que ésta se encuentre indispuesta.

Las relaciones sexuales en el matrimonio son lícitas en todo momento, pero por razones de higiene es mejor evitarlas en los días de la menstruación.

Deben abstenerse, sobre todo, unas semanas después de haber dado a luz. Lo mejor es esperar alrededor de un mes. Nunca hacerlo antes de los quince días.

Pero con permiso del médico quizás no sea necesario esperar un mes entero. También hay que abstenerse, por lo menos, el último mes del embarazo.

Los médicos desaconsejan el embarazo después de los cuarenta años.

Al hablar del matrimonio expongo los métodos lícitos del control de la natalidad.

En general, hay que recomendar a los casados moderación, porque la mortificación cristiana es también para los casados; y porque una sexualidad desenfrenada puede serles muy peligrosa en momentos difíciles.

Pero siempre teniendo ideas muy claras de todo lo que abarca el campo de lo lícito y dónde empieza el pecado. Si hay dudas, preguntar a un sacerdote.

Mientras no haya pecado, los esposos no deben considerar los actos de su vida matrimonial como un obstáculo para recibir la Sagrada Comunión.

Las cosas que Dios ha hecho, no tienen nada indigno del respeto debido a la Sagrada Eucaristía.

Fin del Sexto Mandamiento de Dios

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 24

CUARESMA: DÍA 24

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy continuamos revisando el Sexto Mandamiento de Dios: No Cometerás Actos Impuros.

Parte 01 – Sexto Mandamiento de Dios

Parte 02 – Sexto Mandamiento de Dios

Continuación…

Con frecuencia se oyen hoy ideas sobre sexualidad tendenciosas y corruptoras que pretenden «mentalizar» a la gente para llevarlas al libertinaje sexual que es el negocio de los pornócratas. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define la pornografía como la comercialización del sexo .

No decimos que el sexo sea pecado, si se usa correctamente; lo que no es lícito es ese consumo de sexo que han montado los pornócratas, para hacer su negocio, con revistas, libros y películas en las que se hace del sexo un vicio. A fuerza de verlo en el cine muchos jóvenes juegan a hacer el amor, como los niños juegan a los indios. Pero la sexualidad es una cosa muy seria; no es para jugar.

Proclamar la absoluta libertad sexual puede parecer progresista pero de hecho se opone a los resultados de la mejor investigación contemporánea. Y el que se enfrenta a la investigación no es realista, es un iluso que pretende tal vez seducir, pero no convencer, y menos ayudar!

Hoy se prodiga hacer el coito a nivel de camaradería. Se habla mucho de «hacer el amor», pero esta frase es falsa; el amor no se hace, se da. Las cosas se hacen. El amor se tiene. El amor brota de la mutua estima entre dos personas. Por eso estamos asistiendo a una verdadera crisis del amor. Es notable el fracaso de las comunas de sexo libre.

Por querer disfrutar de la vida, lo que se hace es incapacitarse para el amor, que es la única felicidad de la vida. Las prostitutas, que viven del sexo sin amor, son un claro ejemplo de que sin amor no es posible la felicidad. Se las llama «Esclavas del siglo XX», «La esclavitud de la mujer». Son títulos de libros que tratan de la prostitución.

Una ninfomaníaca escribe: «Con todos los hombres que he conocido me he prestado a acostarme con ellos. Tengo una aventura tras otra. Ésta es la historia de mi vida, y la odio con toda mi alma».

Reducir el amor a sensaciones placenteras es degradarlo. El amor tiene una vertiente espiritual que es superior a todas las técnicas de manipulación de los órganos. El amor es una fuente de ternura, mientras que el cuerpo lo más que da es el estremecimiento de un orgasmo. Encuestas realizadas por un médico demuestran que muchos jóvenes hacen el coito para poder demostrar su masculinidad; y ellas, porque lo hacen otras. Es decir, que hoy muchos se avergüenzan de su pureza y alardean de su libertinaje sexual.

Incluso hay quienes llaman civilizada y madura a la persona que rompe moldes morales, para vivir según le apetece. Me parece una falsedad.

Es mucho más civilizada y madura la persona que tiene dominio propio, y sabe mantener su comportamiento dentro de una rectitud moral. Llamar represión atávica a la rectitud moral es querer poner una etiqueta peyorativa a valores que no se quieren reconocer. Pero las joyas que valen, no pierden valor porque haya personas que no saben apreciarlas.

La madurez se muestra plenamente cuando no elegimos aquello que satisface nuestras apetencias del momento, sino que permite conseguir el ideal que hemos asumido como meta de nuestra vida.

El ambiente erotizado que nos ha tocado vivir, hace suponer que el ejercicio del sexo es la mayor felicidad del mundo, y después resulta que no es así; pues las sensaciones de tipo físico carnal dan menos que la felicidad espiritual. Dicen los sexólogos: «La actividad sexual no es lo más importante en la vida». Por mucho sexo que viva una mujer, cuando encuentra a otra que vive el amor, siente una enorme envidia, pues echa de menos lo que el sexo solo no puede darle.

Ha sido V.Frankl el que ha venido a explicar, contra lo que decía su maestro Freud, que la dimensión más importante del hombre no es el sexo, sino el sentido religioso, transcendente, la posibilidad de poseer un sentido último que dé razón de todo lo que hacemos. Cuando el hombre carece de este sentido que le hace capaz de vencer el dolor y de superar la muerte, enferma. Y es así como la enfermedad típica de nuestro tiempo es la angustia; angustia que surge de la pérdida del sentido transcendente. Y es profundo lo que afirma V. Frankl de la felicidad: «La felicidad no se puede buscar nunca directamente, sólo puede venir como consecuencia de haber dado lo mejor de nosotros mismos a una causa noble, capaz de superar la limitación, el desánimo y la muerte, a una causa transcendente».

Éste es el problema del hombre de hoy, que vive más que nunca sin raíces, sin valores que le lleven más allá de sí mismo. Es cierto que toda acción humana tiene que tener la prerrogativa de la libertad, pero el hombre de hoy ha hecho de la libertad, que es un instrumento, un fin de sí misma; y, de este modo, está ya experimentando algo sabido desde siempre: que la libertad no libera, libera la verdad.

Hay quienes en nombre de la libertad quieren desasirse de toda clase de trabas. Para ellos es aleccionadora la inscripción debajo de un dibujo en la Abadía de Pannonhalma donde representa un barril de vino sin anillos de hierro, y el vino saliendo por las rendijas. El letrero ponía: «Se perdió por la libertad».

La prensa nacional y extranjera viene haciéndose eco últimamente de la atmósfera de erotismo y del ambiente sexualizado que nos está obligando a respirar la moderna civilización, que presume de haber enterrado mitos, y que prometía librar al hombre de las neurosis y obsesiones de ciertas represiones ciegas y voluntaristas, que querían hacer del hombre un ser angélico.

Pero en vez de liberar al hombre, su fragilidad ha quedado sometida al asedio omnipresente de cuanto dice relación con el sexo y se le está dejando indefenso en la lucha por integrar el instinto sexual y ponerlo al servicio de la vida y del auténtico amor. La iniciación sexual que necesitan nuestros jóvenes nada tiene que ver con la enciclopédica ilustración de todos los abusos y perversiones sexuales, con la ola de erotismo, con las escenas íntimas de alcoba, ni con los supermercados del amor.

«Bajo el hipócrita lema de la “liberación de tabúes” se está produciendo, a escala mundial, una desconcertante exaltación del nudismo, del naturalismo y de la obscenidad que lo invade todo, originando una escandalosa quiebra de la moralidad pública y privada.

Vamos, si no se pone remedio a tiempo, hacia un pansexualismo degradante de la naturaleza humana. Y lo peor es que apenas si hay reacción social contra la agresiones morales que por doquier se dan contra la limpieza de costumbres, como si una general abdicación del sentido natural y cristiano de lo lícito prevaleciera incluso entre personas e instituciones que deberían velar activamente por la moral pública. La pasividad ante la progresión de iniciativas eróticas y pornográficas acusa una general dimisión de derechos y deberes frente a un estado de cosas cada vez más deprimente».

De todo esto resultan casos como.el de aquella muchacha que se quedó embarazada, y no podía saber quién era el padre de la criatura porque aquel mes se había entregado a tres muchachos distintos. Triste situación, pero lógica consecuencia para una muchacha que no tenía escrúpulos anticuados y no se negaba nada de lo que le apetecía. Estas cosas pasan cuando no se respeta la moral. O aquel otro caso de un jovenzuelo que fue a estrenar su vida sexual con una señora, y después se enteró que era la madre de su mejor amigo. O aquel caso en que dos enamorados descubren que no pueden casarse porque resulta que, sin saberlo, son hermanos: el padre de él se acostó con la madre de ella.

O la de aquel muchacho que se acostaba con todas sus amigas, y el día que se enamoró de verdad recibió un enorme mazazo moral, que le dejó destrozado, al enterarse que su padre se había acostado antes con la muchacha que él amaba. Esto es lo que ocurre cuando el libertinaje sexual se salta las barreras de la moral católica. Si Dios manda castidad a la juventud y fidelidad a los matrimonios, no es por el gusto de molestarnos, sino porque eso es necesario para la felicidad del hogar. Cómo un hombre va a ir con ilusión al matrimonio sabiendo que la que va a ser su esposa ha pertenecido antes totalmente a cuantos lo han deseado? Es lógico que esos matrimonios acaben en divorcio. Cómo va un hombre a amar a sus hijos, si no puede saber si esos hijos son suyos o de cualquiera de los que han estado con su mujer? Ni amor de esposa, ni amor de hijos. Es que en una sociedad en que la juventud no es casta y el matrimonio no guarda fidelidad, se ha matado el amor del hogar que es la suprema de las felicidades naturales que Dios ha puesto en esta vida.

La libertad sexual de la juventud está atrofiando su sexualidad. Tanta sexualidad está disminuyendo la capacidad de respuesta sexual y el impulso sexual cada vez necesita mayores estímulos por aumentar cada vez más la impotencia. Así lo afirma el Dr. López Ibor .

Por eso cada vez son más los jóvenes que acuden al médico con problemas de impotencia sexual, como se dijo en una entrevista en Radio Nacional de España. Y es que Dios ha hecho la sexualidad para que esté al servicio del amor en el matrimonio. Pero quienes hacen de la sexualidad un vicio, es lógico que la destrocen. En la revista de medicina JANO, se afirma que muchas disfunciones sexuales e impotencias masculinas se deben a experiencias sexuales precoces y premaritales.

Dice el Dr. Juan Rof Carballo: «Algunos reducen el amor a la “mecánica” de la genitalidad. Es una aberración. La satisfacción fisiológica de unos órganos nada tiene que ver con el amor, que es de la persona entera, incluyendo el alma espiritual. La trivialización de la sexualidad en la juventud está dando orígenes a muchos matrimonios jóvenes ya hastiados de genitalidad, precisamente cuando lo lógico es que estuvieran viviendo la cumbre de su ilusión amorosa. El libertinaje sexual de la juventud está dando origen a un aumento de la impotencia y de la frigidez.

Hay “maestros” de sexología que cifran todo el éxito de la pareja en que el sexo “funcione” bien.

Tienen una visión de la pareja unidimensional. Lo reducen todo a lo meramente biológico-zoológico. El hombre es mucho más que un animal.

El hombre puede amar, puede comunicar ideas e ideales, puede sentir una armonía espiritual; y todo esto le lleva a una plenitud gratificante. La felicidad humana es mucho más que un mero placer sensitivo. Entender la sexualidad sin amor, sólo como un “instinto básico” es animalizar al hombre.

El libertinaje sexual con el que muchos han querido superar lo que ellos llaman tabúes y represiones arcaicas, sólo ha conseguido animalizar la sexualidad humana, separándola del amor y por lo tanto, privándola de la felicidad. Afirman los sexólogos que la sexualidad sin amor llena el alma de vacío, y a veces necesita el placer de la agresividad (violaciones), unida a las más diversas formas de impotencia y frigidez sexuales. Por eso, hoy, muchos sexólogos modernos opinan que hay que volver al restablecimiento de los llamados “tabúes sexuales”».

Hoy hay quienes se ríen de las cautelas de la moral sexual y presumen de ser muy modernos defendiendo más libertad sexual. Las consecuencias ya están asustando a las personas conscientes.

El libertinaje sexual tiene consecuencias lamentables, como son las violaciones y las madres adolescentes. En 1983 en Nueva York, uno de cada tres nacimientos fue extramatrimonial. En Estados Unidos quedan embarazadas al año más de un millón de quinceañeras.

John Hamilton considerado como uno de los sociólogos más acreditados de Estados Unidos, en un estudio sobre los problemas sexuales de la juventud, dice que en 1976 quedaron embarazadas 750.000 muchachas menores de 17 años. La mayoría no sabía quién era el padre de la criatura. Muy pocas se casan después. Los matrimonios entre adolescentes casi siempre fracasan.

Éste es el resultado de la liberación sexual y el olvido de las normas morales de la Iglesia. El sexo es una cosa muy seria. No es para jugar. Tanto embarazo irresponsable es para pensar. Traer hijos al mundo no puede ser el resultado de un juego. Tomar precauciones no basta. La prueba está en tanto embarazo no deseado. La única solución es la moral de la Iglesia.

La persona tiene derecho a recibir una información y una educación que respeten las dimensiones morales y espirituales de la vida humana .

Hoy está de moda la filosofía del placer sin riesgo: sin riesgo de SIDA, sin riesgo de embarazo.

Esto, además de rebajar el sexo, que no es sólo para el placer, es causa de muchísimos fracasos: como enfermos de SIDA que usaron preservativos, y embarazos no deseados, a pesar de usar anticonceptivos.

Las autoridades de Puerto Rico están alarmadas y buscan solución al número de madres adolescentes. Según las estadísticas suministradas por el Departamento de Salud, en 1986 hubo mil madres de doce a quince años, en un población de tres millones de habitantes.

En España quedan embarazadas 20.000 adolescentes al año.

En España es cada vez mayor el número de adolescentes embarazadas. Así se afirmó en el XIX Congreso Nacional de la Asociación Española de Ginecología. En los últimos diez años, en España, ha aumentado en el 500% el número de adolescentes solteras embarazadas. Ultimamente crece en España el número de adolescentes afectados por enfermedades venéreas de transmisión sexual.

Hoy en España se han duplicado las enfermedades de transmisión sexual.

Ultimamente empieza a preocupar un cáncer de transmisión sexual llamado HPV por sus siglas en inglés.

Esta degradación sexual de la juventud española es debida a la campaña llevada a cabo por el gobierno socialista fomentando el libertinaje sexual para pervertir a la juventud y apartarla de la Iglesia.

Dice Alfonso López Quintás: «La forma de tratar el problema sexual en los medios de comunicación estatal y en ciertos escritos publicados por la Administración Socialista indica que no se intenta sólo informar sobre sexualidad, sino incitar a la práctica de relaciones eróticas. (…) En folletos sobre información sexual publicados por ciertas Autonomías, e incluso por el Ministerio de Sanidad, se orienta a los niños y jóvenes al ejercicio de una sexualidad que tiene por fin obtener un goce sensible. Y esto se presenta como una liberación frente a generaciones anteriores reprimidas por normas morales. De estos folletos son estas frases: “no hay nada que se anormal, si os gusta”, “tienes derecho a disfrutar de tu cuerpo”, “aceptar que te atraen las personas de tu mismo sexo no es delito, es un derecho de cada uno”. Cuesta trabajo pensar que esto lo hagan personas que son responsables del gobierno de un pueblo».

El célebre psico-pedagogo Dr. Bernabé Tierno , comentando la publicación del Ministerio de Asuntos Sociales socialista sobre información sexual, dice lo siguiente: «Tras una detenida lectura del texto, la primera impresión es que lo que aparentemente se presenta como información, más bien parece una clara incitación. Por eso mi crítica va dirigida fundamentalmente a la superficialidad con que se explican una serie de técnicas y métodos que impiden las consecuencias no deseadas de unas relaciones sexuales a las que, de manera demasiado “alegre”, se alienta a los jóvenes más o menos directamente. La facilidad, tranquilidad y desparpajo con que se pretende ayudar a los adolescentes al exponer las distintas advertencias, métodos y técnicas, constituye un arma de doble filo: el conocimiento y uso de las mismas se convertirá en un incentivo más para que las relaciones sexuales sigan incrementándose y, con ello, el número de madres adolescentes. Mi larga experiencia educativa me dice que de poco o nada sirven las técnicas extrínsecas si falta la motivación interna del individuo. (…). Mientras el placer sea el valor predominante en la sociedad y el valor subyacente en toda esta campaña informativa cuyo mensaje es “disfrutar del sexo” evitando sus peligros, creo que no podemos quejarnos de que aumenten las consecuencias negativas al incrementarse la actividad sexual de los adolescentes. (…). Los impulsos sexuales no se gobiernan con técnicas sino con la decisión de la voluntad. Así pues, toda esta avalancha informativa no va a servir de nada si no va acompañada de una formación interior, de unos valores morales, de un entrenamiento de la voluntad para que el individuo sepa dar a su sexualidad el horizonte moral que le corresponde. (…).

Aquí, más que en ninguna otra área de la personalidad, es imprescindible que no separemos el aspecto informativo de la dimensión educativa. Sin este complemento educativo de la sexualidad, como valor humano que debe ponerse al servicio de valores más altos, carece de significado toda información que pretendamos dar al adolescente. Dejo en el aire una pregunta a los organizadores de esta campaña: dónde está la dimensión educativa de la misma? Yo no la he encontrado por ningún sitio.

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«Las relaciones prematrimoniales son perturbadoras y no aconsejables.

(…). Cuando se dan cuenta de que el amor erótico da poco de sí, este descubrimiento provocará en ambos, primero desilusión y apatía, después aburrimiento y, tal vez, al final, ruptura. Dirán -como es frecuente hoy día- que el amor se terminó y que hay que buscar nuevos horizontes. Lo grave es que no se percatan de que el amor no existió nunca. Fue suplantado por el mero erotismo. (…). Tendrán momentos de euforia, que pasan como una llamarada que quema pero no construye, sólo deja algunas cenizas tras de sí. (…). El amor no es como el hambre, que basta comer para saciarla. (…). La relación sexual, en cambio, no satisface la necesidad de crear una relación amorosa auténtica. Es insuficiente».

Uno de los psiquiatras contemporáneos más célebres, Víctor Frankl, ha dicho: «Con el sexo, como con la moneda, después de la inflación viene la devaluación. Después de la sexolatría viene el hastío y las desviaciones sexuales. Con el sexo no se juega. Este juego puede resultar catastrófico, porque el sexo puede llegar a ser incontrolable. Puede convertirse en un gran tirano acosando al individuo y emponzoñando todas sus relaciones humanas».

El erotismo desenfrenado es signo de civilización decadente.

Si queremos que la juventud ordene su conducta sexual, es necesario crear un ambiente socio-cultural que haga esto posible. Una sociedad de índole permisiva que erotiza el ambiente hasta provocar una especie de fijación casi obsesiva sobre lo sexual, no puede luego sostener, sin incurrir en una contradicción manifiesta, una norma de castidad prematrimonial.

Se van difundiendo cada vez más entre los adolescentes y jóvenes ciertas manifestaciones de tipo sexual que, de suyo, disponen a la relación completa. Estas manifestaciones genitales son un desorden moral porque se dan fuera de un contexto matrimonial.

En una sociedad en la que la juventud no es casta, y el matrimonio no guarda la fidelidad, se ha matado el amor del hogar que es la suprema de las felicidades naturales que Dios ha puesto en esta vida. El hombre es algo más que un animal. A los animales les basta el instinto sexual, pero el hombre necesita además amor. Para saciar el instinto, basta cualquiera. Por eso el perro va indistintamente con todas las perras del barrio. Pero el amor exige exclusividad. De ahí el tormento de los celos que no pueden permitir la intromisión de un tercero. No hay amor sin celos dice Proust. El doctor en Psicología, Alfonso María Ruiz-Mateos, C.SS.R. , en una conferencia que pronunció en Cádiz el 20 de diciembre de 1979, dijo: «Los celos no siempre son patológicos. Son sencillamente prueba de amor». Donde hay amor hay celos. La ausencia de celos se debe a una total confianza en la otra persona, o a una total indiferencia por no amar a la otra persona.

Aunque los celos excesivos son contraproducentes, pues pueden provocar aquello que temen -porque el amor se gana, no se impone a la fuerza; y la fidelidad es una exigencia del que ama, no del amado-, sin embargo, los celos demuestran que el que ama necesita poseer al amado en exclusividad. Esta misma exclusividad del amor, hace que la persona amada sea insustituible. A una madre no se la consuela sustituyendo su hijo muerto por otro doble perfecto.

Incluso el chulo que explota a una prostituta y no le importa que ella se acueste con todos por dinero, no tolera que lo haga con otro por amor. El enamorado quiere el amor de la otra persona en exclusiva, y para siempre. Quien cambia fácilmente de amor, lo que tiene son caprichos sentimentales y sexuales, pero no amor. Como quien se encapricha con un juguete y luego lo deja por otro. El amor es otra cosa. El auténtico amor quiere ser eterno: «te querré siempre», «te querré hasta la muerte» .

Para examinar tu amor en orden a tu futuro matrimonio puede ayudarte el siguiente cuestionario:

1) Crees que nunca y por nadie podrás sentir un amor más grande que el que ahora sientes?

2) Crees que la firmeza del amor que ahora sientes no disminuirá con el tiempo según vayas conociendo más a la persona amada, sino que, por el contrario, aumentará cada vez más según le vayas conociendo mejor?

3) Te ilusiona hacer feliz a la persona que amas, o vas al matrimonio buscando sólo tu propia felicidad?

4) Crees que aunque esa persona sufra un accidente o enfermedad que la dejara afeada o lisiada, la seguirías amando como ahora?

5) Te sientes con fuerza para renunciar a tus gustos para hacerla feliz?

6) Aunque la belleza no es necesaria para el amor, encuentras en la persona que amas algún encanto que te llena de ilusión?

7) Aunque la sexualidad no sea el factor más importante en el matrimonio, sientes atractivo por las manifestaciones de amor de esta persona concreta (aunque comprendas que antes del matrimonio tienes que dominarte), o lo que sientes por esta persona es verdadera repugnancia?

8) Tenéis centros de interés común, o vuestros gustos son diametralmente opuestos y os aburrís mutuamente con las cosas que interesan al otro?

9) Sospechas que después de casados necesitaréis de la presencia de otros amigos para no aburriros, o esperas que no necesitaréis a nadie para encontraros plenamente a gusto?

10) Tienes la paciencia suficiente para sobrellevar los posibles defectos de tu futuro cónyuge?

11) Puedes prever que el matrimonio con esta persona te va a proporcionar obstáculos a tu labor profesional, o de afición, que tanto te entusiasma?

12) Puedes confiar que el matrimonio con esta persona no va a ser obstáculo para que vivas en gracia de Dios, que es la suprema de las aspiraciones que debes tener?

La rotundidad de tus respuestas a estas doce preguntas te puede orientar cómo será tu amor en el matrimonio con esa persona.

Examina ahora las preguntas siguientes que te orientarán sobre las probabilidades del éxito en tu matrimonio con esa persona.

Crees que si el matrimonio pasa por una tribulación (pobreza, enfermedad, etc.) esta persona te ayudará a llevarla con resignación cristiana? Encuentras en esa persona virtudes y cualidades que te producen admiración y te animan a ser mejor? Tiene enfermedades o vicios que te van a convertir en perpetua enfermera? Bebe mucho?

Domina su genio? Tiene espíritu de trabajo? Te gusta su educación? Es de tu nivel religioso? Armonizáis en ideas, costumbres y gustos? Tiene modales o expresiones que atacan tus nervios? Simpatizas con su familia? Simpatizan ellos contigo? Cuando tienes una dificultad, te apetece comunicársela o prefieres ocultársela? Toleras sus faltas? Las reconoce y muestra voluntad de corregirlas? Acepta sus equivocaciones, o se empeña en salir siempre con la suya? Está siempre al acecho de cualquier descuido tuyo para echártelo en cara? Comprende los males del prójimo, o siempre saca a relucir los suyos propios?

Leí en una revista, de una encuesta juvenil:

Los chicos nos gustan así:

Educado, y no grosero.

Simpático, pero no atrevido.

Caballero, y no golfo.

Elegante, pero no extravagante.

Varonil, y no feminoide.

Trabajador, y no gandul.

Pero, sobre todo, muy cristiano.

Las chicas nos gustan así:

Elegante, pero decente.

Presumidilla, pero no provocativa.

Moderna, pero no libre.

Dulce, pero no acaramelada.

Femenina y delicada, no facilona.

Por favor, no me desilusiones!

Te necesito para ser mejor

En una encuesta realizada entre un centenar de chicas, las cualidades de ellos más repetidas por las chicas eran: Educado, atento, caballero, delicado, con personalidad, muy hombre, que la proteja y la domine, que no sea un pelele; pero que tampoco sea grosero y despótico. Y sobre todo que sea un buen cristiano.

Y por supuesto, que la persona con la que te cases que sea católica.

Los matrimonios mixtos son desaconsejables . Se llaman matrimonios mixtos aquellos en que los dos son de distinta religión. El ideal es que los dos sean de la misma religión. Que el católico se case con católico, el protestante con protestante, y el mahometano con mahometano, etc. La discrepancia en una cosa tan seria como son las ideas religiosas, puede ocasionar conflictos muy graves de orden práctico. Además, los hijos son los más perjudicados, pues, al darse cuenta de que sus padres no están de acuerdo en la fe, es fácil que adopten un frío indiferentismo religioso.

El Papa Pablo VI, dijo el 31 de mayo de 1970 sobre los matrimonios mixtos:

«En realidad, son muchas las dificultades inherentes a un matrimonio mixto. Por eso, la Iglesia, consciente de su responsabilidad, desaconseja el contraer matrimonios mixtos». Y más adelante, advierte que todo católico que desee contraer matrimonio mixto debe pedir permiso a su Obispo.

«Para obtener del Obispo la dispensa del impedimento, la parte católica debe declararse dispuesta a alejar de sí el peligro de perder la fe. Además tiene la obligación grave de formular la promesa sincera de que hará todo lo posible para que toda la prole sea bautizada y educada en la Iglesia Católica. De estas promesas, a las que está obligada la parte católica, deberá ser informada, a su debido tiempo, la parte no católica.

Los Testigos de Jehová se negarán a comprometerse a educar a los hijos en la religión católica, pues ésta es su norma. Por eso no parece posible que sea lícito el matrimonio de un católico con un Testigo de Jehová.

El Islam prohíbe que una mujer musulmana se case con un hombre no musulmán.

Los novios deben tratarse íntimamente. Pero en este trato íntimo y con confianza no han de permitirse ciertas confianzas ni intimidades. Es más, deben ser muy discretos en permitirse ciertas manifestaciones amorosas, si no quieren manchar sus relaciones de pecados. No puedes permitirle a tu cariño muchas cosas que él te pide con fuerza. Es necesario que aprendas a llevar tu noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Es muy importante que te propongas firmemente llevar tus relaciones prematrimoniales en gracia de Dios.

Eso será atesorar bendiciones del cielo para el matrimonio. En cambio, si siembras de pecados el camino del matrimonio, cómo puedes esperar con confianza que Dios os bendiga después?

En los muchísimos casos de matrimonios desgraciados, con graves problemas, he tenido la curiosidad de preguntar cómo les fue en el noviazgo. Hasta ahora ni un solo caso ha desmentido esta ley inexorable: fueron noviazgos con grandes descuidos morales y con enormes lagunas en su preparación.

Que tus relaciones sean cariñosas, pero castas . Que tus manifestaciones de cariño sean limpias.

Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión impura, han de redundar, tarde o temprano, en perjuicio de vuestra verdadera y perdurable felicidad.

Cuando unos novios se han revolcado en el cieno de la lujuria, viven un amor sucio, envilecido, que después les amarga. En cambio, unos novios que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen una ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de la vida confirma esto continuamente.

Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar las exigencias de la castidad antes del matrimonio, les ayudarán poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad en el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto tendrá un día su recompensa .

«He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se abrazaban largamente y a cada instante…, y en el momento de su matrimonio estaban ya cansados. Nosotros nos acariciamos de vez en cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano. Tal vez alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices. Todo es fresco entre nosotros.

Nada está enmohecido. Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada, ni lo estará jamás…

Estoy seguro que el respeto es el guardián de la felicidad de los esposos. No gusta lo que no se ha deseado durante mucho tiempo… Los hogares duran en proporción inversa a las concesiones pasionales que los precedieron. Cualquier cosa que se usa sin medida y sin control acaba hartando».

En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que el Sol todos los días se pone tras las montañas. La vida del matrimonio no es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el matrimonio.

Por eso debes tener mucha cautela en tus manifestaciones de amor. Los novios todavía no son esposos. Muchas cosas que entre esposos son perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un peligro de pecar. Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación sexual.

La excitación tiende a la satisfacción completa. Es muy difícil que los novios que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el límite de las intimidades lícitas. Una caricia lleva a otra mayor; y es preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es pecado. Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con que sean breves, delicadas y «tan sólo de los hombros para arriba, bajando sólo por el brazo». Los novios, como todos los demás solteros, pecan gravemente si con sus mutuas caricias se provocan voluntariamente un deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro próximo de provocarlo. Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen obligación de resistirlas y no consentir en ellas. El amor es insaciable; siempre pide más. A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él quiere saltar por encima de todo. Por eso hace falta que la razón controle el amor para mantenerle en la línea de la moralidad.

Los novios todavía no están casados. Su amor les lleva al deseo de la entrega total, pero todavía no tienen ese derecho. Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto y un aprendizaje de la fidelidad.

Reservarán para el matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad». Esto se consigue con la ayuda de Jesucristo. Sin la gracia de Dios es imposible. De ahí la necesidad de una vida sacramental durante el noviazgo.

Te recomiendo que estéis siempre en sitios bien visibles. Nada de sitios solitarios y oscuros. La oscuridad y la soledad son peligrosas.

Una de las mejores defensas morales para el comportamiento de los novios son unos ojos ajenos que los estén mirando. El comportamiento de los novios debe ser tal que en todo momento puedan ser observados por sus padres.

La castidad, aunque a veces es difícil y exigente, es no obstante posible en el noviazgo; pero con ciertas condiciones. Quien quiera conservarla es preciso que pague su precio. Los que no tengan voluntad para hacer los esfuerzos que se necesitan, para echar mano de las fuerzas sobrenaturales mediante la oración y los sacramentos, que no se extrañen de su fracaso y de sus caídas. La experiencia, a Dios gracias, atestigua que muchos novios cristianos han vivido y viven un noviazgo casto.

Por otra parte, si ella fue para él una «mujer fácil» no será raro que, después de casados, a él le atormenten los celos de que también lo pueda ser para otros. Una mujer así no ofrece garantías de fidelidad matrimonial. Desgraciado el hombre que se casa con una mujer lujuriosa. Tendrá dudas horribles sobre si los hijos de su mujer son de él o son de otro hombre. Conozco casos dramáticos.

Además, esas concesiones a la lujuria seguro que os dejan asqueados.

Os sentiríais mucho más felices si vuestro amor os uniera con Cristo en la comunión, que no rebajados en la degradación del pecado. Sé de novios que tuvieron una época de pasión desenfrenada, y que cuando luego orientaron su vida por un camino de rectitud y pureza, me confesaron que este segundo modo de amar les hacía mucho más felices.

Algunos chicos les dicen a las chicas que ellos prefieren a las que ya lo han probado todo. Pero eso es un truco para lograr de ellas más fácilmente lo que quieren sacar, y luego abandonarlas con la misma facilidad, de quien tira un trapo viejo. Es lógico! Un chico sensato no se casa con una chica que el día de mañana puede salirle rana. Si no ha respetado su pureza de soltera, qué garantías tiene de que no resultará adúltera después de casada?

Algunas chicas quieren retener a un chico haciendo concesiones ilícitas. Pero cuando no hay amor, esto puede retrasar la ruptura, no la evita. Y si la ruptura ha de llegar, es mejor que ocurra antes de la boda.

A la mujer, ordinariamente, no le interesa el sexo si no va precedido del amor y la ternura. El hombre es más impulsivo y pasional, y puede separar el sexo del amor.

Las mujeres tienen una gran fuerza natural para amar, pero por su extraordinaria sensibilidad se dejan influir mucho por las impresiones exteriores, y están por lo tanto, expuestas a grandes trastornos en su vida afectiva. Deben estar muy vigilantes para dominar su afectividad.

Y mira, esos chicos y chicas que durante su noviazgo faltaron gravemente a la pureza, están acumulando, sin pretenderlo, una gran cantidad de sufrimientos. Por lo menos sospecharán el uno del otro constantemente. Siempre recuerdan sus caídas anteriores. Sospechan que su cónyuge pueda caer de nuevo; y eso es natural. Porque si alguien no respeta la ley de Dios antes del matrimonio, qué garantía ofrece de que la respetará después de casado? Si hoy cedes a la tentación, tu marido podrá algún día dudar, con razón, de tu fidelidad. En cambio, si ahora eres intransigente, cuando le asalte la duda pensará:

«imposible, si yo no logré nada de novio!»

Y te advierto una cosa: de todas las faltas contra la pureza que cometáis en vuestro noviazgo, la culpable eres tú. Que el chico tenga momentos en que pierda la cabeza y quiera de ti lo que no debe, es natural. Pero si tú no quieres, no pasará nada. Y en estas ocasiones tú eres mucho más serena. Debes por lo tanto imponerte. Y no creas que por eso vas a perderle. Aunque él se enfade, la cosa será pasajera. Si te quiere, volverá a ti. Y si no vuelve, es que no te quería a ti, sino que quería usar de ti para saciar sus apetitos. Y quien te rebaja de esta manera, es indigno de ti. Ése, más vale que se vaya. Si te casaras con él, no serías la reina, sino la esclava. Y antes de ser esclava, más vale quedarse libre.

El quedarse soltera no tiene por qué ser una desgracia; y un matrimonio fracasado, sí lo es. Y de la peor especie. La mujer soltera sólo es desgraciada cuando no sabe llenar su vida con un ideal de servicio al prójimo, que la haga sentirse realizada. La que logra hacerlo puede ser más feliz que una casada.

Oye, además, lo que severamente dice Jesucristo:

Si tu ojo, tu mano o tu pie, son causa de escándalo, es decir, de pecado, arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar con un ojo, una mano o con un pie en el cielo que con los dos ojos, las dos manos o los dos pies, ser arrojada al infierno. Aplícalo a tu caso actual de relaciones: más vale entrar sin novio en el reino de los cielos, que con novio, ser arrojada al infierno.

Que nunca, ante tu conciencia, te avergüences de tus relaciones prematrimoniales. Sé una novia digna, limpia y pura.

No olvides, que tu novio, es únicamente un novio, que puede no llegar a ser tu marido. Ámalo, sí con ilusión y cariño; pero sin mancharte.

Cuanto más cristiana y delicada seas en tus relaciones, más feliz serás el día de tu boda, más bella aparecerás ese día ante Dios y ante él…! No transijas.

Pura hasta el altar!

Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte. Que tus hijas, al contarles tus amores, puedan decirte con orgullo y envidia: «Qué hermoso es el amor así!

Nosotras también queremos ser unas novias tan buenas y puras como tú…»! Tendrás valor para decirles que sean puras, si tú no lo fuiste?

Piensa también en tus futuros hijos. Ellos, no es fácil que sepan cómo se desarrollaron las relaciones de sus padres, pero sí que te verán a ti, su madre, con tus defectos y virtudes. Y éstas no se improvisan.

Si fuiste una novia intachable, serás sin duda alguna una madre ejemplar.

Piensa en el consuelo inmenso que tendrás, si algún día tu hijo te dice que su mayor ilusión es encontrar una novia que sea como tú eres.

No olvides que el encanto de la mujer, le viene de ser pura cuando es joven, y de ser madre cuando es mayor.

Las dos cosas se han reunido en María. Ella, Virgen y Madre. Ella, Inmaculada.

Legiones de jóvenes, puestos sus ojos en María, han conservado íntegro el tesoro de su pureza.

Admirable y encantador el ejemplo de Santa María Goretti, que se deja matar antes de perder la castidad. Y gracias a Dios las goretis son muchas. Recuerda a Josefina Vilaseca y otras muchas en España, menos conocidas pero no menos heroicas.

Hoy se habla mucho de la liberación del sexo; pero de hecho estamos sufriendo una manipulación del sexo para negocio de los pornócratas que explotan el instinto sexual trivializando una de las potencialidades más serias que tiene el hombre: la procreación de un hijo.

El placer no es un fin en sí mismo… La pornografía puede convertirse en un atentado permanente contra el derecho que cada uno tiene a que se respete debidamente el pudor con que desea envolver las manifestaciones de la sexualidad. Lejos de ser ridículo, el pudor es una cualidad que pretende comunicar al cuerpo humano la posibilidad de transparentar el espíritu que habita en su interior…

De aquí que imponer unos límites a la pornografía sea algo a todas luces razonable e incluso necesario. No como una concesión a la ñoñez, sino como un afirmación de un sentido que tenemos derecho a conservar en favor de la sexualidad humana. La pornografía es una falta grave.

Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico.

El Vaticano alerta sobre el aumento de sexo y violencia en los medios de comunicación. El Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales ha publicado un documento donde se dice, entre otras cosas:

«Los medios de comunicación social han tenido y continúan teniendo un importante papel en cada proceso de transformación individual y social. Si bien es cierto que estos medios -como afirma el Concilio Vaticano II- prestan grandes servicios al género humano, lo es igualmente que pueden ser utilizados contra los designios del Creador y convertirlos en instrumentos del mal.

Uno de los fenómenos alarmantes de estos años ha sido la creciente difusión de la pornografía y la generalización de la violencia en los medios de comunicación social. Libros y revistas, cine y teatro, televisión y videocasetes, espacios publicitarios y las propias telecomunicaciones, muestran frecuentemente comportamientos violentos o de sexualidad permisiva que casi llegan al umbral de la pornografía, y que son moralmente inaceptables. Es evidente que uno de los efectos de la pornografía es el pecado. La participación voluntaria en la producción y en la difusión de estos productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal moral. Además, esta producción y difusión, no podría tener lugar si no existiera una demanda. Así, pues, quienes hacen uso de estos productos no sólo se perjudican a sí mismos, sino que también contribuyen a la producción de un comercio nefasto. También la llamada pornografía blanda puede paralizar progresivamente la sensibilidad, ahogando gradualmente el sentido moral de los individuos hasta el punto de hacerles moral y personalmente indiferentes a los derechos y a la dignidad de los demás. La pornografía, como la droga, puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida en que se vaya dando este proceso. Uno de los motivos básicos de la difusión de la pornografía y de la violencia sádica en el ámbito de los medios de comunicación, parece ser la propagación de una moral permisiva, basada en la búsqueda de la satisfacción individual a todo coste. Un nihilismo moral acaba haciendo del placer la sola felicidad accesible a la persona humana. La propagación de la pornografía y de la violencia a través de los medios de comunicación social es una ofensa a los individuos y a la sociedad, y plantea un problema urgente que exige respuestas realistas por parte de las personas y los grupos. El legítimo derecho a la libertad de expresión y al intercambio libre de información ha de ser protegido, pero al mismo tiempo hay que salvaguardar el derecho de los individuos, de las familias y de la sociedad, a la vida privada, a la decencia pública y a la protección de los valores esenciales de la vida. La educación a la vida familiar y a la inserción responsable en la vida social exige la formación a la castidad y a la autodisciplina. La pornografía y la violencia generalizada tienden a ofuscar la imagen divina en cada persona humana, debilitan el matrimonio y la vida familiar, y dañan gravemente a los individuos y a la sociedad».

Los pornócratas, que hacen negocio con la explotación de la pornografía, lanzan al aire, por los medios de comunicación, que «hasta ahora no se ha interpretado científicamente la importancia del sexo, que por fin han cesado los prejuicios creados a lo largo de siglos de represión sexual, que cualquier forma de expresar el amor físicamente es válida, que esto debe considerarse normal entre personas que se aman, y que el sentimiento de culpabilidad es causado por prejuicios morales y religiosos». En todo esto hay mucha falsedad. Es ridículo decir que hasta hoy no hemos descubierto el sexo. La religión y la moral no reprimen el sexo, lo dominan, que no es lo mismo. Reprimir tiene un sentido peyorativo; dominar, no. El sexo hay que dominarlo. En la vida no podemos hacer todo lo que nos apetece.

Hacemos lo que hay que hacer, y cuando hay que hacerlo. Tienes que trabajar, madrugar, etc., aunque no te apetezca. Y otras veces no puedes hacer lo que te apetece. El apetito no es la suprema norma de conducta. A nuestro instinto sexual le apetecen muchas cosas que no podemos hacer. El apetito hay que subordinarlo a un orden superior. No se trata de poner al apetito sexual una camisa de fuerza, sino de encauzar el apetito sexual para que cumpla la finalidad querida por Dios. Las cosas encauzadas son útiles, desbordadas son catastróficas.

El agua encauzada sirve para el riego y la energía eléctrica. Pero si se desborda lo arrasa todo y tenemos una catástrofe. Lo mismo el instinto sexual. Encauzado es fuente de vida y de amor, pero si se desborda esclaviza al hombre, lo animaliza y lo lleva a las perversiones sexuales más monstruosas. El hombre que sólo ansía sensaciones placenteras, para colmar su ansia de satisfacciones, se convierte en un obseso de acumular placeres de forma egoísta .

Influenciados por el ambiente erotizado que nos rodea, la juventud ha hecho de la sexualidad un juego . Esto es gravísimo. Al desvincular la sexualidad de un auténtico amor, se la despersonaliza y se la rebaja al plano puramente animal. El que los dos estén de acuerdo en el juego, no cambia la tragedia. La animalización del sexo produce en la persona humana, vacío, hastío, saturación, aburrimiento, desencanto.

La experiencia sexual se repite incesantemente hasta la frustración total.

De aquí el buscar nuevos estímulos en las perversiones sexuales, anormales, que van en aumento en las naciones de mayor libertad sexual, como confirman las estadísticas .

El sexo causa adicción lo mismo que las drogas. Así pudimos comprobarlo en el espacio de TELE-5, «La vida alrededor» el lunes 17 de octubre de 1994 entre 4 y 4:30 de la tarde: Pablo acudió a una dinámica en Palma de Mallorca para desintoxicarse de su sexo-adicción.

También salió en pantalla Elena que hizo el acto sexual con más de tres mil hombres, y nunca por dinero. La doctora Olga Jiménez, sexóloga, habló de la relación entre las adicciones al sexo, drogas y alcohol.

También trató de la sexo-adicción, como una enfermedad que anula la voluntad, la doctora Elena Ochoa en el programa «Luz Roja» el 20 de octubre de 1994 a las 11:30 de la noche.

La sexualidad desbordada es insaciable : cada vez quiere más, cada vez quiere experimentar cosas nuevas, hasta llegar a las aberraciones más indignantes; como aquella casa de prostitución donde hay niñas de siete años, a disposición de los clientes que las prefieren tiernecitas. En Alemania Federal se cometen cada año cien mil abusos sexuales contra niños.

En la XVI Conferencia de Ministros de Justicia del Consejo de Europa celebrado en Lisboa en junio de 1988, se habló de los abusos sexuales con niños en «Jardines de Infancia» y que la prostitución infantil forma parte del decorado turístico de algunas ciudades como Río de Janeiro, Dakar, Estambul, etc.

El 6 de Marzo de 1996, a las 12:15 de la noche pudimos ver por la Primera Cadena de Televisión Española un programa sobre la prostitución infantil en Manila. Y en Septiembre de este mismo año, todos los medios de comunicación informaron del Congreso de Estocolmo sobre prostitución infantil, pues ha llegado a ser un problema internacional.

La oleada de pornografía está convirtiendo a muchos en auténticos maníacos sexuales, ávidos de toda clase de anormalidades y perversiones sexuales.

En Agosto de 1996 fue condenado en Bélgica Marc Dutroux como organizador de una red de prostitución infantil .

No es raro que los periódicos nos hablen de niñas de nueve y diez años violadas por maníacos sexuales y luego asesinadas .

España entera se conmocionó ante el asesinato, después de violarlas, de tres adolescentes de Alcácer (Valencia). Pero no fueron las únicas.

Antes las precedieron: Sonia en Plasencia, Laura en Burgos, Olga en Villalón, Ana en Huelva, Leticia en Viana, Mari Carmen en Villalba, etc. En cinco años fueron violadas y asesinadas doce adolescentes .

Esto es horrible; pero es la consecuencia de la campaña de libertinaje sexual, patrocinada por el gobierno socialista, con una televisión indecente y unos folletos repartidos en las escuelas públicas enseñando a gozar del sexo.

Estamos haciendo maníacos sexuales. No nos extrañemos de sus tristes consecuencias.

Esta degradación del hombre animalizando el sexo está dando lugar a auténticos psicópatas sexuales, pensando siempre en el sexo, buscando continuamente mayores y nuevas sensaciones, dedicados a las prácticas sexuales más sofisticadas y a las perversiones sexuales más degradantes.

En la habitación 541 del hotel Miguel Angel de Madrid, David B. Noyes , cortó los pechos, que tiró al W.C., a una prostituta llamada Rufina Sanz. Luego la rajó de la vagina al ombligo, y después tiró el cuerpo por la ventana.

Un auténtico Barba Azul se llevaba a su casa a las chicas que encontraba en bares y discotecas, y allí las violaba, asesinaba y luego descuartizaba. La policía encontró en su frigorífico trozos de cuerpos humanos.

Ahora está de moda hablar de la liberación sexual de la mujer; pero por desgracia el resultado es que se la envilece, se la degrada y se la instrumentaliza poniéndola al servicio de hombres irresponsables que la engañan y seducen. Los casos de violaciones van en aumento. En Estados Unidos se comete una violación por minuto. Y las violaciones no suelen realizarse por psicópatas sexuales. La mayoría, las realizan hombres jóvenes que mantienen relaciones sexuales en otro lado.

Casi la mitad de las violaciones son cometidas por alguien que conoce a la mujer, al menos de vista.

Pero no todas las violaciones son a base de fuerza física. También se viola engañándola, prometiéndole mil cosas, y cuando queda embarazada, el otro se quita de en medio. Y esto es la liberación de la mujer? Todo lo contrario! Es su degradación.

Muchas chicas ceden su virginidad por amor a un chico, y después se quedan defraudadas, vacías, desilusionadas, y quizás hasta con un trauma de asco para la vida sexual.

La moral sexual católica es la que libera a la mujer de la instrumentalización del hombre y la dignifica, exigiendo para ella el máximo respeto.

La Iglesia quiere que el acto sexual vaya unido al amor no a la violencia. Por eso una mujer que está en peligro de ser violada puede, en defensa propia, usar medios anticonceptivos no abortivos.

Manteniendo firme su voluntad de no consentir en el acto que se le impone violentamente. Es la opinión generalizada entre los moralistas, y así respondieron, al ser interrogados, tres eminentes moralistas romanos como son: Palazzini, Hürth y Lambruschini. Por eso la Iglesia permitió tomar la píldora a unas monjas que estaban en peligro de ser violadas cuando la revuelta de Lumumba en el Zaire y la desaparición de Yugoslavia.

Dos palabras a la MUJER QUE SE HA QUEDADO SOLTERA:

La soltería en la mujer es una vocación de Dios. No siempre porque ella lo elija, sino porque ha sido elegida para ello por Dios, pues Él ha dispuesto que nazcan muchas más mujeres que hombres.

Señal de que Dios elige a muchas mujeres para la soltería.

Lo primero que debe hacer una mujer soltera es considerar su estado como una vocación de Dios, y por lo tanto no considerarse fracasada, sino aceptar su estado con naturalidad. Buscar una ocupación que sea útil a los demás para sentirse realizada en su vida. Dios tiene una misión para ella. Hay que descubrirla y cumplirla. Cumplir la voluntad de Dios nos hace más felices en esta vida, y además en la eterna.

Hay otro tema del que quiero decir algo.

Es frecuente la crisis de soledad en madres de treinta o cuarenta años cuando los hijos se han emancipado y a ellas les sobra mucho tiempo.

Podría ser el momento de reincorporarse al mundo del trabajo o de los estudios. Incluso buscar alguna ocupación constructiva que la haga sentirse útil.

Dedicarse a obras de caridad o apostolado, etc. Lo que sería un disparate es buscar actividades compensatorias en la ludopatía del bingo, alcohol, vídeos inconvenientes, etc.

Otro de los grandes peligros de pecar contra este mandamiento, es el baile.

La satisfacción sexual buscada directamente fuera del matrimonio, es pecado grave. Y esto es lo que buscan muchos en el abrazo del baile.

Lo que quieren es tener una mujer en sus brazos. Y el baile les proporciona una ocasión estupenda de poder apretarla contra su cuerpo.

El baile moderno suelto puede ser más pasable, si se evitan los movimientos sensuales. Por eso nuestros bailes regionales, como la jota, la sardana, el zortzico, la muñeira, etc., no tienen reparo moral alguno, y sería estupendo que se generalizaran mucho más. Pero esos bailes de parejas abrazadas, tal como se baila hoy día, en los que un chico y una chica ponen en contacto sus cuerpos de arriba-abajo, pegados como lapas, son, por lo menos, un peligro de sentir deseos voluptuosos para todo muchacho normal. Y este peligro hay que evitarlo si no hay causa proporcionada que lo justifique. Claro que hay modos y modos de bailar. No todos bailan con igual mala intención. Pero lo mejor es no bailar apretados: «que circule aire entre los dos». Bailar en sí no sería malo, pero lo hacen malo las circunstancias. Cuántos pecados de pensamiento, de deseo y de obra, antes, durante y después del baile! . Por eso, aunque teóricamente se pueda bailar sin pecar, en la práctica, este baile de parejas pegadas, tal como se baila hoy día, es un semillero de pecados. Y aunque no siempre se peque gravemente, no será ponerse en peligro de pecar? Es una ingenuidad defender el baile como si fuera una diversión angelical e inocente. Todos sabemos que lo que los hombres buscan en el baile es, sobre todo, el contacto de los cuerpos. Y esto no es el medio más seguro para conservar la pureza, a la que estamos obligados por precepto de Jesucristo, y que tanto trabajo cuesta por la rebeldía de la concupiscencia.

Una vez oí una cosa que me hizo gracia, y por eso la pongo aquí. Era sobre la moralidad del baile:

«Depende de la intención del sujeto.

También de la intención de la sujeta.

Pero sobre todo de lo que el sujeto sujete a la sujeta».

No seas fácil en bailar. Piensa en el modo de mantenerte firme en tu propósito de evitarlo. Por qué hemos de andar siempre por el límite del pecado? Andar por el borde de un precipicio es muy peligroso.

Además, es un cristianismo raquítico el que sólo se detiene ante el pecado. Sepamos renunciar a aquellas cosas que nos gustarían mucho, que incluso nos serían lícitas, pero con las que damos mal ejemplo. Es evidente que muchos pecan gravemente en el baile. No contribuyas, con tu cooperación, a que otros pequen.

El Cardenal de Madrid, D. Vicente Enrique Tarancón dice: «Los bailes modernos son peligrosos por sí mismos. Llevan en sí mismos un germen de desorden y un peligro de pecado. La Teología no los puede admitir en principio. La Teología los ha de rechazar y ha de suponer su inmoralidad mientras no se demuestre lo contrario. Los distintos matices que tienen las diversas clases de estos bailes no alteran su naturaleza. Unos serán abiertamente escandalosos. Pero todos son esencialmente peligrosos… Si admitimos que estos bailes modernos son peligrosos por sí mismos, porque encierran ocasión más o menos próxima de pecado, nuestra postura ante ellos ha de ser necesariamente prohibitiva. Y en los casos concretos, se tratará tan sólo de saber si se dan las razones y las circunstancias que la moral exige para que uno pueda ponerse en peligro de pecado…Lo más grave, a mi juicio, es que al baile moderno se le ha dado carta de naturaleza y casi de obligatoriedad en nuestra sociedad que quiere llamarse cristiana… Se impone, por lo tanto, una reacción fuerte contra este criterio erróneo tan común entre católicos. El baile moderno es un mal.

Para autorizarlo se habrán de pesar las razones que justifican la permisión de un mal. En principio, una sociedad cristiana, no puede aceptarlo como un medio normal de diversión. La Teología lo condena por el desorden que lleva en sí mismo».

Dice el célebre moralista Häring: «Son deshonestos, y por lo mismo ilícitos para todos, aquellos bailes que por la manera de abrazarse, por los contactos que permiten, y por las músicas que los acompañan, despiertan generalmente la sensualidad. Además, la persona que sabe por experiencia que ciertos bailes, le causan tentaciones y movimientos malos, tiene que evitarlos».

El vicio solitario (masturbación) consiste en abusar del propio cuerpo excitando los órganos genitales para procurarse voluntariamente el placer hasta el orgasmo. A veces, se comienza por mera curiosidad; pero si no se corrige esta inclinación se convierte en un vicio obsesivo que esclaviza a la persona y le desinteresa por todo lo demás: como le pasa al drogadicto.

La masturbación puede llegar a ser algo obsesivo en la persona. Hace del placer sexual algo egoísta, cuando Dios lo ha hecho para ser compartido dentro del matrimonio. Conozco casos de matrimonios fracasados porque uno de los dos, esclavizado por la masturbación, se negaba a las naturales expresiones de amor dentro del matrimonio.

Quien se deja esclavizar del vicio de la masturbación puede arruinar la armonía sexual de su matrimonio. Una mujer joven se quejaba en la consulta de un médico de que su marido tenía con ella muy pocas relaciones sexuales. Él reconoció, delante de ella, que prefería masturbarse .

Quien tiene la desgracia de verse esclavizado de esta mala costumbre debe poner el mayor esfuerzo en corregirse cuanto antes. Este vicio encadena fuertemente, cada vez es más difícil desligarse de él, y cuando tiene esclavizada a una persona, la envilece, la embrutece, anula su voluntad, destroza su carácter, perturba el desarrollo de su personalidad, debilita la fe, produce desequilibrio nervioso, hace egoístas e incapacita para amar a otra persona.

No se puede abusar del organismo. La naturaleza pasa después la factura. El cuerpo humano tiene sus límites. No se pueden gastar las energías destinadas al desarrollo integral de la persona humana.

Incluso para Freud «el masturbador incurre en riesgo de bloquear el desarrollo y maduración de su psicoafectividad».

«La práctica habitual de la masturbación conduce a graves desequilibrios nerviosos».

Todos los médicos están de acuerdo que cuando la masturbación es frecuente, conduce a la neurastenia.

Y cuando la masturbación es un vicio esclaviza como todos los vicios.

«Cuando la masturbación se convierte en hábito, debe ser calificada como falta de madurez. (…) Cuando la masturbación presenta síntomas de psicosis y neurosis, debe buscarse la ayuda de un profesional que la someta a un tratamiento adecuado. (…) Las fuentes que dan pábulo a la fantasía -lecturas, televisión, cine- han de considerarse como la base de muchas acciones que no deberían haber tenido lugar, si no hubiesen sido estimuladas».

Hay maníacos sexuales que buscan el placer una y otra vez por sí mismo, y caen, como los drogadictos, en el círculo de una insaciable repetición, con el fin de superar en cada nuevo intento, las incesantes frustraciones.

«La masturbación hecha costumbre da por lo general seres psíquicamente replegados sobre sí mismos, especialmente incapaces de elevarse a un auténtico amor sexual».

El vicio de la masturbación es causa de muchos fracasos en los estudios y en el deporte. Esto lo saben muy bien los estudiantes y los deportistas.

Cuando un ser humano se habitúa a satisfacer un instinto en una forma determinada, puede llegar a perder, a través de un mecanismo psicológico, el deseo o la atracción por todas las demás formas.

El hábito de saciar el hambre sexual de una forma anormal y viciosa, puede llegar a provocar la repelencia por el acto natural, con lo cual el masturbador entra de lleno en el campo de la incapacidad sexual psicológica.

El vicio de la masturbación lleva a la eyaculación precoz en el matrimonio, que impide acomodarse al ritmo de la mujer que es más lenta, y es causa de graves problemas en la armonía sexual matrimonial.

Los médicos americanos que habían tratado a muchachas que se masturbaban, descubrieron que después de casarse resultaban esposas frígidas.

Dice el Dr. Luis Riesgo: «No es inteligente considerar la masturbación como algo natural, pues causa una serie de trastornos en el adolescente. No sólo en el campo religioso, sino en el afectivo, psicológico, intelectual, etc., donde se hacen sentir sus malos efectos. (…) El que en plena adolescencia el joven sienta fuertemente el impulso sexual, tiene un profundo valor educativo.

(…). Más tarde en su vida conyugal, muchas veces tendrá que dominar sus inclinaciones».

Estas partes del cuerpo deben respetarse con delicadeza, y sólo tocarlas por necesidad, limpieza, higiene, etc. Pero nunca tocar estos órganos sólo por gusto. Con eso no se juega.

Éste es un pecado degradante, repugnante, inconcebible en una persona delicada. Sin embargo, si después te da vergüenza confesarlo, entonces la desgracia es doble e irreparable. Si tuviste la desgracia de la caída, no permitas la de la vergüenza de confesarlo. Acude a un sacerdote y ábrele tu conciencia para que te perdone y te ayude a salir de tan triste estado. Ten confianza. Tienes remedio.

Muchos empezaron esta mala costumbre sin conocer su importancia. Bien porque lo descubrieron de un modo casual, bien porque fueron enseñados por otra persona que intencionadamente quitó importancia al asunto.

Pero la masturbación es un vicio que puede esclavizar fuertemente y transformar el carácter de la persona, y hasta su ideología religiosa.

La masturbación puede llevar a perder la fe. Muchas incredulidades han empezado en la masturbación. El joven siente inclinación a masturbarse, oye que la Iglesia lo prohíbe, y siente la tentación de dejar la Iglesia que le prohíbe lo que le gusta hacer, y quizás le cuesta trabajo evitar.

Dice José Antonio Sayés:«Pero, por otro lado, no podemos olvidar que la masturbación no contribuye a la superación del problema sexual o de la tensión de un momento dado. Conduce, por sí misma, a la larga, a una erotización mayor y a una obsesión creciente, de modo que a la larga el problema no se soluciona.

El sexo, no lo olvidemos, (Chauchard no se cansa de repetirlo) está sobre todo en la cabeza. Tiene una capacidad obsesionante tal, que la solución del problema sólo se logra cuando el hombre consigue entregar su pensamiento a tareas que le ilusionen. La solución al problema del sexo, y a una obsesión excesiva, sólo se encuentra de modo indirecto, cuando el hombre consigue centrar su pensamiento en algo que le ilusiona. He sido testigo de cómo muchachos que se han entregado con ilusión a una ocupación deportiva, incluso en presencia de chicas, o a otro tipo de ocupación, no tenían problema alguno sexual; mientras éste surgía siempre que se dejaban llevar por el ocio».

Es fácil que quienes han contraído el hábito de la masturbación experimenten un fuerte sentimiento de culpabilidad capaz de destruir todo estímulo de vida y de producir un permanente complejo de inferioridad. El único tratamiento pastoralmente eficaz es el de procurar abrir horizontes hacia expresiones plenas de la afectividad y hacia tareas culturales, profesionales, sociales y religiosas, que den sentido a sus vidas .

La gravedad de cada acto masturbatorio no siempre es fácil determinarla pues depende de muchas circunstancias y pueden darse atenuantes de la responsabilidad. Sin embargo se debe poner un serio empeño en evitarlo por el peligro de caer en la esclavitud del hábito.

Dice Robinson: «Los trastornos afectivos y algunas situaciones neuróticas provocan frecuentemente manifestaciones de autoerotismo, que alcanza, a veces, un carácter convulsivo claramente psicopático…

Está comprobado que la masturbación ejerce siempre una mala influencia, sobre todo en la psicología juvenil. Debilita la fuerza de voluntad, la confianza en sí mismo, y perturba el desarrollo de la personalidad. Crea melancólicos e introvertidos y, en el fondo, egoístas. La masturbación es una satisfacción sexual egoísta, que marca a la persona y la incapacita para el verdadero amor.

La masturbación es, muchas veces, un recurso barato y triste; una compensación, un consuelillo de segunda clase por algún otro éxito de cualquier otro tipo que no hemos sido capaces de conseguir.

Con todo, no todos los actos masturbatorios son de la misma gravedad.

Cuando un joven tiene interés en corregirse y pone los medios que tiene a su alcance aunque tenga caídas, éstas pueden tener atenuantes a su culpabilidad. Siempre se puede acudir a Dios pidiéndole ayuda, pues Él nunca abandona a los que acuden a Él, pidiéndole ayuda para algo bueno y conveniente. Y como dice San Pablo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta».

En la adolescencia, la masturbación puede aparecer como algo pasajero.

Como eso de los granos.

Pero si es repetitivo, puede degenerar en hábito; y esto es grave. Lo lógico es que deje un sentimiento de culpa. Sin duda es mejor dominarse que dejarse vencer. Dominarse es señal de adultez. La victoria es señal de madurez. La caída es señal de debilidad; por eso deja sentimiento de culpa.

En la edad madura, la masturbación puede ser síntoma de algo más serio, sobre todo si es persistente. Puede indicar un estado de adolescencia mental, o alguna otra deficiencia psíquica. Se encuentra, desde luego, en muchos tipos de demencia senil y en el alcoholismo. En general puede aparecer en todos los estados mentales, en los que se dé una descohesión de la personalidad que tenga por consecuencia una pérdida de control de los instintos más primitivos».

A veces las caídas en la masturbación no son por una intención lujuriosa. Son consecuencia de una depresión, una angustia, una ansiedad que no permite conciliar el sueño, etc. Casos así pueden remediarse con algún sedante inofensivo como Huberplex, Librium, etc.

En una conferencia que le oí en 1976 al Dr. D. José M Poveda Ariño, Jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid, titulada «Ciencia y Doctrina Moral Sexual», dijo que la masturbación es un fenómeno evitable por cualquier persona normal. Y en los casos en que esta superación parezca difícil es perfectamente asequible con los productos que un médico puede recomendarle.

En enero de 1976 el Vaticano publicó un documento sobre Moral Sexual donde dice: «El uso deliberado de la facultad sexual, fuera de las relaciones conyugales normales, contradice esencialmente la finalidad de esta facultad». También dice este documento que «la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado».

Y en 1983 el Vaticano ha publicado otro documento sobre la educación sexual donde dice: «La masturbación es un grave desorden moral .Y aunque sólo Dios conoce la responsabilidad moral subjetiva de cada acto, de ningún modo se puede sostener que en el campo sexual no se cometen pecados mortales».

Pero no has de considerar pecado todos los tocamientos en tus órganos genitales. Pueden ser pecado los tactos encaminados a excitar el placer sexual; pero otros actos que se hacen por necesidad o por higiene, no son pecado alguno. Y en las conmociones orgánicas que sientas involuntariamente, reprime el consentimiento, y en paz. No has pecado contra la pureza. Aprende a distinguir entre el sentir y el consentir. Puede ser que a veces sientas movimientos contra tu voluntad en tus órganos genitales. Acostúmbrate a prescindir de esas sensaciones.

El pecado no está en el sentir, sino en el consentir. En el noveno mandamiento te expongo el modo de luchar contra estas tentaciones molestas.

Pero si tuvieras la desgracia de haberte complacido voluntariamente en ese placer sexual, entonces manchaste tu pureza.

El orgasmo, que es la sacudida que experimenta el cuerpo con la satisfacción del placer sexual, es derecho exclusivo de casados. Una persona soltera no puede ni procurárselo voluntariamente ni aceptarlo si lo experimenta involuntariamente. A veces el orgasmo se produce imprevistamente. En ese caso tampoco es lícito saborearlo voluntariamente, aunque no se pueda evitar la sensación placentera.

Pero cuando ocurre durmiendo no es pecado alguno.

El placer venéreo completo, el orgasmo, buscado directamente, sólo está permitido dentro del matrimonio, dentro del acto conyugal.

Continúa…

Parte 04 – Sexto Mandamiento de Dios

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

PARA SALVARTE – PADRE JORGE LORING

Que Dios les conceda a todos la Gracia de una sincera confesión y una verdadera conversión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Cuaresma: Día 23

CUARESMA: DÍA 23

El Padre Jorge Loring (+) nos ha dejado un valioso libro llamado PARA SALVARTE, donde nos explica, entre muchas otras cosas, los Mandamientos de Dios y los pecados con los cuales pecamos contra este mandamiento.

Hoy revisaremos el Sexto Mandamiento de Dios: No Cometerás Actos Impuros.

Parte 01 – Sexto Mandamiento de Dios

Continuación…

El cine ha hecho que la juventud, sin cabeza, sienta idolatría por la belleza física, y así resulta que esa muchachita de tipo estupendo, después de casada sale caprichosa, insoportable; y también aquel chico que enamoraba con locura a las niñas tontas porque se parecía a cierto artista de cine, después de casado sale con un genio insufrible. Los dos son maravillosos para verlos en la pantalla. Pero el matrimonio no es una película de cine, sino una vida que dura muchos años, y con muchos sufrimientos, malos ratos, penas y amarguras. También con sus ratos de felicidad.

Pero desgraciadamente, no todo es felicidad. Si la juventud se preparara para el matrimonio como Dios manda, tendríamos muchos más matrimonios felices.

El tiempo del noviazgo es para conocerse mutuamente, para amarse rectamente. El noviazgo es querido por Dios, pues Dios ha hecho el matrimonio indisoluble, y esa persona a la que vas a unirte para toda la vida, debes conocerla bien antes de casarte con ella. Por lo tanto, es natural – y así lo quiere Dios- que durante cierto tiempo tengáis más confianza entre vosotros y un trato más íntimo para conoceros mejor.

Pero debéis ser muy discretos en las manifestaciones de amor, si no queréis manchar vuestras relaciones. No podéis permitirle a vuestro cariño muchas de las cosas que él os pide con fuerza. Es necesario que aprendáis a llevar vuestro noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Es muy importante que os propongáis firmemente llevar vuestras relaciones prematrimoniales en gracia de Dios. Eso será atesorar bendiciones de Dios para el matrimonio. En cambio, si sembráis de pecados el camino del matrimonio, podréis esperar con confianza que Dios os bendiga después? Cuántos matrimonios lloran los pecados que cometieron de solteros!

Si el noviazgo es conocimiento mutuo, se impone también como necesidad imperiosa la sinceridad.

No deben existir repliegues ni restricciones mentales. Debe hablarse mucho sobre todas las cuestiones, y confiarse mutuamente los problemas para buscar juntos una solución.

Es, por desgracia, demasiado frecuente, que los novios mantengan el uno con respecto al otro, una postura totalmente falsa. Y es triste que, a veces, esa falsedad dé al traste con la íntima compenetración que debe regir el matrimonio. Los novios van al altar, muchas veces, engañados.

No se conocen. El engañar siempre es malo. Los novios deben ser francos, transparentes el uno para el otro.

El amor necesita admiración. Para ver si sientes admiración podrías preguntarte, me gustaría tener un hijo así? No se trata de con menos o más nariz, sino de ese modo de ser, cualidades, etc.

Los novios deben ayudarse a conocerse mutuamente, tanto en las virtudes como en los defectos. Cada uno debe esforzarse en corregirse de sus defectos y en adquirir las virtudes que el otro desea ver en él. Deben ver si armonizan en el carácter, gustos, puntos de vista, modo de ser, educación y costumbres; si tienen las mismas ideas sobre religión, vida de piedad, frecuencia de sacramentos, etc… Deben ponerse de acuerdo en todos los problemas fundamentales. Si en el noviazgo hay discrepancias sobre esto, en el matrimonio habrá disgustos muy graves. Ya dijo Sáint-Exupery : «Amar no es mirarse uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección» ; es decir, tener los dos los mismos ideales.

Y, desde luego, las faltas de armonía y defectos de carácter, es necesario compensarlos con espíritu de mortificación y tolerancia por una parte – siempre que no se trate de cosas ofensivas a Dios- y deseo eficaz de corregirse por la otra. Nadie es perfecto en este mundo; pero todos debemos tener deseos de superación. El esfuerzo mutuo de adaptación es una de las mayores alegrías de la vida conyugal.

Evidentemente que en esta armonía hay grados; pero cuanto mayor sea la armonía, más probabilidades hay para un matrimonio feliz. El ideal sería que esta armonía llegara incluso a detalles como gustos, aficiones, diversiones, hábitos de vida, educación, aseo, orden, modales, lenguaje, etc., etc. El ideal es que los dos sean de ambientes familiares y culturales similares. No por clasismo; sino por armonía. Un notable desnivel de educación, higiene, costumbres, etc., con el tiempo, ocasiona roces que enfrían el amor. Hay una porción de imponderables de educación, higiene, etc., que pueden convertirse en espinas muy desagradables y, con el tiempo, realmente insufribles. Hay personas a quienes se les hace durísimo disminuir de categoría social.

«En general las diferencias de formación y de posición social son obstáculos que impiden llegar en el matrimonio a una completa unión.

La igualdad en las costumbres, resultado de haberse formado en un ambiente parecido, constituye el sólido cimiento de una buena armonía en la vida de cada día, mientras que la disconformidad de las costumbres y una gran divergencia en el grado de cultura pueden actuar como fuerzas disgregadoras. Cuando el estilo de vida difiere ampliamente por proceder los esposos de mundos sociales distintos se va minando poco a poco la solidez del matrimonio. No negamos que ambos esposos puedan ser felices si manda en ellos el corazón, pero con el tiempo nada tiene de extraño que llegue a ser desagradable comer en la misma mesa con una persona cuya educación es discordante con la propia. Pequeñas, pero numerosas diferencias ponen a prueba los nervios de la persona más equilibrada. Para que el hogar sea agradable es necesario cierto grado de educación. Pero si uno de los dos no la tiene, es mejor que tampoco la tenga el otro».

«El amor vence a la muerte; pero un pequeño defecto desagradable, a la larga, puede vencer al amor».

De qué sirve una belleza corporal si esa persona es egoísta, interesada, soberbia, irascible, rencorosa, vengativa, agresiva, cruel, peleona, chismosa, intrigante, maquinadora, displicente, despectiva, hipócrita, falsa, cínica, astuta, posesiva, ambiciosa, dominante, absorbente, autoritaria, impositiva, mandona, insolente, creída, caprichosa, testaruda, arisca, engreída, frívola, superficial, comodona, lujuriosa, alcohólica, etc. etc.? Cualquiera de estos defectos anula una belleza. Por otra parte, es fácil encontrar atractivo en una persona virtuosa.

El carácter ideal es una personalidad comunicativa y amable, un temperamento jovial, una alegría contagiosa, un modo de ser bondadoso y sincero, generoso, amable, cordial, con deseos de hacer el bien a los demás. Con una persona así la convivencia es deliciosa.

Hay otro dato que podrá no ser decisivo ni principal, pero con el que no está mal que contéis desde los primeros días del noviazgo: que no sólo os vais a casar vosotros dos, sino también un poco con sus padres y familiares. Repetimos que éstos rara vez deberán suponer un motivo fundamental en vuestra decisión, pero no está mal que ya desde el noviazgo, sepáis que vais a tener que afrontar esta circunstancia.

Cuantas menos sorpresas se lleve uno en la vida matrimonial tanto mejor .

Sería de desear que el examen médico prenupcial pasase a ser costumbre general . En muchos países ya es obligatorio, hasta el punto de que no se concede la licencia matrimonial sin la presentación del certificado médico.

Todos deberían llevar en su tarjeta de identidad su grupo sanguíneo y su factor Rh . Todo matrimonio debe conocer el grupo sanguíneo al que pertenece, e investigar el factor Rh correspondiente a cada uno de los contrayentes. Se calcula que más del medio millón de subnormales que hay en España proceden de la ignorancia de esta incompatibilidad por Rh, y la falta subsiguiente de tratamiento adecuado cuando se presenta el embarazo . Sólo hay problema si el padre es Rh+ y la madre Rh-.

Suele ser el uno por mil de los casos.

Es muy importante que las chicas conozcan el factor Rh de su sangre, pues si lo tiene negativo es peligroso mezclar su sangre con un Rh positivo: puede tener los hijos subnormales o muertos. Si el hijo sale Rh positivo, durante el embarazo la sangre de la madre destruye los glóbulos rojos de la sangre del hijo, lo cual produce una intensa anemia que puede llevarle a la subnormalidad o a la muerte. Esto ocurre a partir del segundo hijo. En 1960 se descubrió una globulina que ha sido una buena solución. Se trata de una inyección intramuscular de 5cc. Hay que abstenerse de otro embarazo durante seis meses. La inyección debe repetirse después de cada nuevo hijo que salga con Rh positivo y de cada aborto .

Hoy hay una corriente feminista defensora de los derechos de la mujer. La defensa de los derechos de la mujer comenzó cuando San Pablo mandó a los maridos que amen a sus mujeres.

Esto era algo inaudito en un mundo en que la mujer no era nada.

Incluso algunos filósofos de aquel tiempo dudaban de que la mujer tuviera alma.

Una cosa es la igualdad de derechos ante la ley del hombre y de la mujer, lo cual es justo; y otra que la mujer se ponga a imitar en todo al hombre, perdiendo sus características femeninas que tanto la enriquecen. Pretender hacer de la mujer otro hombre es una equivocación. La mujer tiene sus cualidades específicas que no debe perder, y deben ser para ella de gran valor. La familia es el fundamento de la sociedad, y sin verdaderas mujeres no es posible la familia.

Las feministas quieren hacer una sociedad dominada por las mujeres.

Pero esta sociedad tendría los mismos defectos, o más, que la dominada por los hombres. Pues todo hombre bien nacido siente respeto por la mujer, mientras que las feministas, frecuentemente, muestran desprecio por los hombres.

El feminismo que reivindica los mismos derechos para la mujer que para el hombre ante la ley, es normal y sano, pues hombre y mujer tienen la misma dignidad como persona humana . Delante de Dios no hay distinción entre hombre y mujer . Pero hay otro feminismo revanchista que resulta ridículo. Hay mujeres feministas que quieren ocupar el sitio del hombre en todo. Y algunas lesbianas hasta en el uso del sexo. Las lesbianas suelen ser feministas revanchistas. La mujer debe ser mujer.

El querer ser como el hombre es una equivocación, pues es considerarse inferior al hombre. Y la mujer no es inferior al hombre, es diferente, que no es lo mismo. El hombre y la mujer son distintos en su cuerpo y en su psicología.

Dice la Biblia que «Dios los creó hombre y mujer».

La feminidad es un gran valor para la mujer.

Como dice Juan Pablo ll en su documento de agosto del 88, «Mulieris Dignitatem» , la mujer no puede convertirse en objeto de placer y explotación, pero tampoco debe invadir el terreno propio del hombre, masculinizándose y apropiándose de las características masculinas, y haciéndose un marimacho. La igualdad de derechos de la mujer y el hombre no debe consistir en su masculinización, en deterioro de los auténticos valores femeninos . La identidad de la mujer no puede consistir en ser una copia del hombre; puesto que ella está dotada de cualidades y prerrogativas propias, que le confieren una personalidad autónoma, que siempre se ha de promover y alentar . La mujer debe ser femenina, y el hombre masculino. Cada uno tiene su tarea en la vida, en la reproducción humana y en el servicio de la Iglesia, etc.

La igualdad de derechos de la mujer y el hombre tiene aspectos muy razonables. No se ve por qué una mujer que realiza el mismo trabajo que el hombre y con la misma perfección, no va a tener el mismo sueldo. Afortunadamente esta discriminación se va acabando. Pero hay cosas en que el hombre y la mujer son distintos. El mismo cuerpo humano demuestra la distinta misión específica de cada uno. El hombre tiene los hombros más anchos que la mujer, pues está hecho para la fuerza.

En cambio la mujer tiene las caderas más anchas que el hombre, pues está hecha para la maternidad.

La igualdad de derechos es lógica ante la ley.

En teoría, todos los seres humanos, hombres y mujeres, pueden ser jueces, médicos o taxistas. Pero sólo las mujeres pueden dar a luz un hijo. Y esto por biología y por naturaleza. Porque Dios lo ha hecho así. Por eso la mujer es distinta del hombre en psicología y constitución. Negar esto es un desconocimiento de la psicología humana.

Las feministas quieren ser en todo como los hombres. Esto es una equivocación. Y además, con esto, demuestran su complejo de inferioridad. Por eso quieren ser como los hombres.

La mujer no es inferior al hombre. Es distinta.

«Se ha dicho que la diferenciación sexual de los “caracteres” no serían naturales sino culturales, etc.

La objeción no resiste un mínimo examen de los datos obtenidos por la antropología cultural. Es cierto que una educación dirigida expresamente a ese fin puede conseguir masculinizar a la mujer y feminizar al hombre. Pero si se deja obrar a la naturaleza, la diferenciación sexual es inmediata y clara. Por eso, en millares de culturas estudiadas, la mujer y el hombre tienen la psicología que corresponde a los caracteres sexuales primarios y secundarios.

Antropológica e históricamente esta conclusión está demostrada por los hechos. Las “amazonas” son un mito; y es significativo que no exista un mito equivalente para los hombres. El mito de las “amazonas” equivale a las utopías feministas de hoy.

Nunca mejor empleada la palabra utopía: algo que no existe ni puede existir en ninguna parte. En efecto, el feminismo radical desea una total igualdad entre el hombre y la mujer: igualdad biológica, fisiológica, completa. Como esta igualdad no es posible pese a todos los esfuerzos de las feministas, se busca una igualdad cultural: se tiende a vestir como los hombres (o a que no haya diferencias entre la indumentaria femenina y la masculina), y a hablar como los hombres: si era costumbre social que los hombres utilizasen a veces un lenguaje malsonante -el taco- las feministas lo imitarán servilmente.

El feminismo radical no depende sólo de la situación de una cultura, ya que feminismo ha habido en otras épocas. Se trata de un comportamiento psicológicamente patológico, que no acepta la diferente constitución biológica del hombre. La desigualdad sexual hombre-mujer le parece una injusticia de la naturaleza que es preciso corregir.

Pero, como esto no es posible, los movimientos feministas radicales intentan compensarlo con reivindicaciones exaltadas, típicamente femeninas para mayor ironía.

Hacen falta mujeres-madres.

La política la pueden llevar los hombres solos.

La técnica la pueden llevar los hombres solos.

La información, la pueden llevar los hombres solos, etc., etc., etc.

Pero la humanidad no puede subsistir sin mujeres-madres.

La diferenciación sexual masculina y femenina no es obstáculo, en absoluto, para la defensa de la más completa igualdad de derechos en el hombre y la mujer, ya que varón y mujer cumplen plenamente con el contenido biológico y ético del ser humano. La misma diferenciación no es inconveniente para que en determinadas épocas la mujer realice trabajos y funciones hasta entonces sólo confiados a los hombres».

Es evidente que hay cosas más propias del hombre, y otras para las que la mujer está más capacitada. Ignorar las diferencias entre el hombre y la mujer demuestra un desconocimiento total de psicología.

Me parece una equivocación el que algunas mujeres consideren el ocuparse de la casa como una esclavitud, de la que quieren liberarse.

Lo que se hace por amor no se puede llamar esclavitud.

Un mismo trabajo puede hacerse por un sueldo o por amor, y tendrá un valor totalmente distinto.

Muchas mujeres ansían realizarse en una profesión fuera del hogar, pero nada en el mundo las puede realizar más que la maternidad. Las estadísticas dan que gran número de mujeres que evitan los hijos de jóvenes después los desean ardientemente cuando son maduras. Hoy las edades de la mujer en que hay más maternidad es entre los treinta y cuarenta años. Son «madres añosas» , como se las califica en los manuales médicos .

En Estados Unidos las mujeres vuelven al hogar. Según un informe del Departamento de Trabajo, las mujeres estadounidenses no quieren trabajar fuera de casa. Abandonan su empleo remunerado por el de «ama de casa».

Dios quiso que el Redentor viniera al mundo por medio de una mujer:

María . María es, después de Cristo , la primera persona de la humanidad. Pero a María no la hizo sacerdote. Y esto no fue por estar condicionado por la mentalidad de su tiempo. Pensar que Cristo se dejó influenciar por ello sería ofensivo para Él. Además demostró su independencia del «qué dirán» en su trato con la «pecadora» y la adúltera Jesucristo sólo hizo sacerdotes a varones. No lo hizo a su madre.

Por eso la Iglesia no ordena sacerdotes a las mujeres.

Recientemente ha surgido en el anglicanismo un movimiento a favor de la ordenación sacerdotal de las mujeres . Pero, en su carta apostólica «Ordinatio sacerdotalis» del 22 de Mayo de 1994, Juan Pablo II ha afirmado que esto no se puede hacer, pues Jesucristo sólo ordenó sacerdotes a varones; y la Iglesia no puede hacer cambios importantes en los sacramentos instituidos por Jesucristo. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe ha afirmado que esta declaración del Papa sobre la ordenación sacerdotal de las mujeres es una declaración definitiva y próxima al dogma .

Las mujeres tienen una gran misión en la vida de la Iglesia, como muestra la historia; pero no la de ser sacerdote. La Iglesia ha defendido siempre la dignidad de la mujer siguiendo el ejemplo de Cristo que en su predicación y en el trato que daba a las mujeres, fue una clara novedad respecto a las costumbres dominantes entonces, que postergaban a la mujer.

En este trato de Cristo a las mujeres estaba ausente la concupiscencia, de la que Cristo carecía.

Hoy está de moda hablar de la sexualidad de Cristo . Sin embargo, dice la Biblia que Cristo «se hizo en todo igual a los hombres menos en el pecado».

El casarse con una mujer pura tiene para el hombre una ilusión especial . El matrimonio después de unas relaciones puras tiene una ilusión y una felicidad especiales. Y lo mismo le pasa a la mujer.

El mejor regalo de bodas que espera una persona es la virginidad de su pareja.

Toma este precioso lema: «Fieles hasta la muerte y puros hasta el altar» . Convéncete de que mientras más pura y respetuosa sea tu conducta en el noviazgo, mayores serán las garantías que llevaréis al altar, de un matrimonio indisoluble, tranquilo y amoroso.

Dice la Biblia que Amón deseaba a Tamar , y en el mismo momento de violarla la aborreció en su corazón.

Algunas veces las chicas ceden ante las exigencias inmorales del hombre a quien aman; no se atreven a resistirle. Por miedo a perderle, o por no contrariarle, llegan más allá de donde su conciencia cristiana les permite. Y después resulta que todo sale mal: su conciencia manchada, Dios ofendido, y su novio desilusionado.

Conozco varios casos concretos en que unas relaciones se rompieron porque él perdió toda la ilusión con una chica que había cedido a sus solicitaciones pecaminosas. La mujer interesa al hombre mientras es encanto, ideal, ilusión; pero rebajada a ser una cosa, desilusiona Recuerdo una ocasión en que yo quería defenderla a ella y le echaba la culpa a él. Él me respondió: «Muy bien, Padre, me reconozco culpable, pero he perdido en ella la confianza. Ya no puedo casarme con ella» .

Por eso no es raro que un chico pierda la ilusión e incluso abandone a una chica que ha perdido la pureza, aunque sea él el autor de la mancha. Así son las cosas. Puede él sentirse quizás culpable.

Pero también desilusionado. Y esto es superior a su voluntad.

El chico te quiere pura, fragante como una flor. Si te marchitas pierdes tu atractivo. Mi experiencia sacerdotal me ha hecho conocer varios casos que se decidieron a elegir a una chica antes que a otra, atraídos precisamente por la intransigencia en la pureza que en ellas habían observado. Y es que los chicos cuando buscan una «chica-plan» para divertirse y aprovecharse, la quieren fresca; pero cuando lo que buscan es una novia en serio, la quieren de una pureza intachable.

A nadie le gusta comerse las sobras que otro dejó en el plato. Por eso la pureza es uno de los mayores tesoros de una muchacha. Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su mujer haya sido una golfa.

La chica fácil y condescendiente en terreno moral resulta vulgar.

Chicas así se encuentran en todas partes. Cuando el hombre que vale se enamora, lo hace de una mujer excepcional, que se sale de lo corriente, de auténticos valores, sobre todo, espirituales y no de una cualquiera. Lo vulgar, no enamora a nadie que tenga buen gusto.

Un chico que quiere a una chica, en lugar de hundirla, rebajarla, profanarla, degradarla, instrumentalizarla, mancharla con los deseos de su instinto, procura por encima de sus apetencias elevarla, dignificarla, sublimarla. Se preocupa de que sea más piadosa, mejore su formación tanto religiosa como de carácter, voluntad, etc. Es decir, busca siempre lo que a ella la engrandece , nunca lo que la envilece .

Mira lo que decía un chico en una carta: «Cómo me gustaría mi futura esposa? Más bonita de alma que de cuerpo, aunque sin descuidar esto último. Más piadosa que rezadora. Con más cultura religiosa que de cualquier otro tipo, aunque no desdeñe la cultura general» . No he añadido ni una palabra. Así piensan los chicos formales cuando hablan en serio.

Quieres en resumen unas cualidades femeninas que cautivan a los chicos? La sencillez, el encanto, la sonrisa, la delicadeza, la amabilidad, la servicialidad, la dulzura, el candor, unidas todas a una sólida piedad y a una pureza intachable.

Es verdad que en el momento de la tentación están fuera de sí, y piden cosas que serenos jamás pedirían. Pero cuando pasa el torbellino, ellos mismos se avergüenzan de haber estado así. Si negándote le defiendes de la fiera que lleva dentro, te lo agradecerá. Tu intransigencia aumenta la ilusión que siente por ti. Tus condescendencias en este punto, no lo dudes, te rebajan, te estropean, te ensucian, te manchan. Y si de tu parte no sólo hubo condescendencia, sino que hubo culpa, quedaste a la altura de un demonio. Qué horror! Piénsalo. El chico te quiere ángel. Así le ilusionas; su cariño se eleva. Cuando dejas de ser ángel, él pierde la ilusión y lo que era cariño se convierte en otra cosa peor. Creías que cediendo te iba a querer más? Te equivocaste! Te quiere menos. Su verdadero cariño se ha transformado en instinto de bestia. Y al ir perdiendo por ti la ilusión y el cariño, pierde también el respeto.

Quien profanó tu cuerpo no tiene dificultad en profanar tu fama: Lo que hizo contigo se lo contará a sus amigos! Puedes imaginarte los comentarios que harán de ti?

Qué vergüenza! Esto ocurre con mucha frecuencia; créeme.

El hombre que pide libertades impropias a una mujer antes de la boda, puede hacerlo porque la desea con violencia, con pasión desenfrenada, pero ten por cierto que no la ama bastante para protegerla contra el animal que hay en la propia naturaleza masculina. Si tu novio pretende de ti cosas que no admite tu conciencia, recházalo, y cuanto antes, mejor. No te hará feliz. Lo que tiene no es amor a ti, sino a sí mismo, a su concupiscencia y a su egoísmo. Si te amara a ti, buscaría tu bien por encima de sus apetencias. Y si prefiere sacrificar tu pureza, tu conciencia y tu alma a su apetito desordenado, cómo vamos a creernos que te ama a ti? Quien te ame únicamente podrá cegarse en un momento de pasión, pero al chocar con tu rectitud intransigente, reconoce su falta, te pide perdón y se siente orgulloso de tu virtud.

No lo olvides. Los pecados impuros con tu novio, te hunden a ti y le hunden a él. Por eso es mentira cuando te dice para que cedas: «es que no me quieres ; parece que no te intereso ; qué fría eres» . Ataca tus sentimientos para rendirte. Pero esto es un truco muy viejo ; si caes en la trampa, te arrepentirás. Y si él te quiere de verdad, también se arrepentirá de haberte hecho caer, pues, te repito, los chicos no quieren casarse con las frescas. Esto ocurre siempre entre los chicos que valen. Y si algún chico prefiere casarse con una fresca, porque es mona o tiene buen tipo, ese chico es tonto. Creer que la belleza de su mujer le va a hacer feliz en el matrimonio por encima de otras cosas, es no tener cabeza. Y desgraciada la que se casa con un tonto. Pero en fin, tonto él y tonta ella: Tal para cual!

Conozco a una chica que al pararle los pies a su novio, éste le dijo:

«si no me quieres, lo mejor es que lo dejemos» . Ella respondió: «si para convencerte de que te quiero necesitas eso, será que Dios quiere que lo dejemos» . A los pocos pasos él la llama: «Perdóname. No sabía lo que decía. Has hecho muy bien en ser firme. Estoy orgulloso de ti. Ahora te quiero más» . Al poco tiempo se casaron.

En cambio conozco novios que después de lograr de sus novias lo que no debieron conceder, de tal manera perdieron la ilusión que nunca más volvieron a recuperarla. Aparte de que tú no sabes ahora si llegarás a casarte con éste. Si le concedes lo que no debes, quién va a querer después una mujer de segunda mano? No estoy inventando. Conozco chicos que al enterarse de las intimidades de su novia en noviazgos anteriores, decidieron dejarla. No querían una mujer de segunda mano.

Si Dios pide pureza a las chicas, no es por capricho; sino porque es necesario para la felicidad de su matrimonio. Por eso, que no se extrañen las chicas que pisoteando su pudor concedieron a otro lo que no debían, si después esperan inútilmente que alguien las quiera. Lo que les ocurre es consecuencia lógica de su conducta equivocada.

No me digas que cedes por amor a él. Todo lo contrario. Si le amas, no puedes ceder ; pues pecando le haces el peor de los daños: le condenas al infierno. Si le amas, sálvale. Aunque esto exija sacrificios.

Dejarle pecar no es amarle, es matarle.

Con tu resistencia firme y entera le dices: «Te quiero tanto y tengo tantas ganas de casarme contigo, que no quiero cometer ningún pecado, para que Dios nos bendiga y podamos llegar algún día a unirnos para siempre en el altar».

Hay que saber mantener el instinto sexual frenado. El soltero tiene que guardar pureza. El casado también tendrá ocasiones en las que será necesaria la abstención. Y en todo caso el instinto debe servir al amor. No se doma al potro salvaje dejándolo correr por las praderas.

Hay que embridarlo y mantener bien firmes las riendas. Sólo así llegará a ser útil para el servicio. Lo mismo pasa con el instinto sexual. El joven que durante las relaciones no ha aprendido a dominar sus impulsos, no sabemos si lo logrará después de casado. Es más, cuando ellos saben que de novios no han dominado su instinto sexual, después de casados pueden tener dudas de que el otro falte a la fidelidad en los momentos de necesaria abstención (enfermedades, viajes, etc.). En cambio, si uno y otro han dado pruebas de saber dominarse en ese punto, les dará enorme seguridad para tranquilizarse confiando en el dominio propio del otro forzado a una abstinencia sexual.

La prueba sexual previa al amor es la negación del amor, que esencialmente es entrega incondicional e irrevocable. Quien dice «déjame que pruebe contigo para ver si me conviene amarte» , es porque no ama. El lenguaje del amor es todo lo contrario: «porque te amo deseo vivir contigo tal como eres».

Escucha las palabras de Pío XI:

«No puede negarse que tanto el fundamento firme del matrimonio feliz como la ruina del desgraciado, se preparan y se basan en los jóvenes de ambos sexos durante los días de su infancia y de su juventud. Y así hay que temer que quienes antes del matrimonio sólo se buscaron a sí mismos y a sus cosas, y quienes condescendieron con sus deseos aun cuando fueran impuros, sean en el matrimonio como fueron antes de contraerlo, es decir, que cosechen lo que sembraron: o sea, tristeza en el hogar doméstico, llanto, mutuo desprecio, discordias, aversiones, tedio en la vida común, y lo que es peor, encontrarse a sí mismos llenos de pasiones desenfrenadas».

La delicadeza y la ternura son dos de los más importantes componentes del matrimonio. Si faltan antes del matrimonio, no es probable que aparezcan después, y sin ellas el matrimonio puede acabar en desastre.

Cuando lo que hay es sólo apetito sexual, la cosa es pasajera, como un capricho. Mientras dura, parece que todo va bien. Pero con frecuencia al cabo de cierto tiempo cambian las cosas y aquello termina mal.

Sobre todo, cuando se ha pisoteado la conciencia es muy frecuente que esta situación se haga insostenible.

Hoy se dice mucho «hacer el amor». Esto es degradar el amor, cosificarlo. Las cosas se hacen; el amor, no. El amor se tiene. El amor brota espontáneamente de la admiración y estima por una persona.

Cuando no hay amor, «hacer el amor» es lujuria. Hoy se quiere identificar lujuria con amor, pero son dos cosas distintas. La diferencia entre amor y lujuria es que en el amor valoro a la persona por sus cualidades, y esto me lleva a sacrificarme por el bien de ella; en cambio en la lujuria busco a la persona por las gratificaciones que me proporciona. Es decir, la hago objeto de mis satisfacciones egoístas. El erotismo arranca del egoísmo. El amor parte de la generosidad .

El hombre sensual confunde el placer con la felicidad. Su ansia de placer acaba con el verdadero amor, y al rebajar su concepto de la mujer, ha matado la felicidad de su matrimonio .

Es verdad que el amor incluye el sexo ; pero puede haber sexo sin nada de amor: por ejemplo, el que va con una prostituta. Ortega y Gasset en su ensayo «Estudios sobre el amor» analiza la diferencia entre amor y apetito sexual. Dice que no es lo mismo desear que amar: el drogadicto desea la droga, y al mismo tiempo la odia porque sabe que es su ruina.

El deseo es egoísta. El amor es generoso. Cuando deseo, busco algo que me satisface. Cuando amo, busco satisfacer a alguien.

No es lo mismo deseo que amor. Al desear busco para mí, al amar quiero el bien de la persona amada. El sediento desea agua para saciar su sed, y un hombre puede desear a una mujer para saciar su lujuria. Pero ni el sediento ama el agua, ni ese hombre ama a esa mujer. Por eso cuando el sediento deja de tener sed, pierde su interés por el agua, y cuando ese hombre encuentra otra mujer que le apetece más, cambia con facilidad de persona. El amor es estable.

A veces las películas exponen la tragedia, no rara en la vida real, de dos amores cruzados. Una persona ama a otra que no le corresponde, y al mismo tiempo es amada por otra que le deja indiferente. Si uno de estos amores es imposible por tratarse de persona casada, es claro que la solución es centrarse en el único amor posible, para ver si es también razonable. Pero si los dos amores son igualmente posibles, a veces la solución no es fácil. Es difícil acertar. Además de la inclinación del corazón, hay que examinar otras cosas para unir el corazón con la cabeza.

Hay una canción que dice que a todo el mundo le gusta cambiar de comida, de trabajo y de amor; pues toda la vida igual resulta insoportable. Pero el amor no es ni una comida, ni un trabajo. El que necesita cambiar de amor es porque tiene la desgracia de que nunca ha amado, y por lo tanto tiene una total ignorancia de lo que es el amor.

El que ama de verdad es feliz viviendo con la persona amada toda la vida. Por eso las frases de amor son: «te querré siempre» , «te querré hasta la muerte» .

Pero quien dice: «te querré sólo una semana, pero la semana que viene querré a otra» , ése no ama. Lo que tiene se llama un ligue, un capricho pasajero, o lo que sea, pero no es amor. El amor, lo es para siempre o no es amor. Un amor condicionado es un amor putrefacto. Un amor «a ver cómo funciona» es un brutal engaño entre los dos. Un amor sin condiciones puede fracasar, pero un amor con condiciones, no sólo es que nazca fracasado, es que no llega a nacer .

Hay personas para quienes sólo vale el momento presente del amor. No les preocupa qué pasará el día de mañana. Estas personas no saben lo que es amar. El enamorado quiere que su amor dure toda la vida.

Desearía que no se acabase nunca. El amor, o es para siempre o deja de ser amor, para convertirse en aventura pasajera.

El vicioso necesita continuamente cambiar a nuevas experiencias; pero el auténtico amor nunca encuentra rutinario lo que es sincera expresión de cariño.

Y naturalmente los que hacen vida sexual sólo por apetencia, para satisfacer un deseo, donde cada uno busca el placer que el otro le proporciona a él, eso, evidentemente tiene que terminar mal. Amor no es el placer que sienten dos estando juntos. Esto puede ser coincidencia de egoísmos. Uno comienza a amar cuando llega a ser capaz de sacrificarse para hacer feliz a la persona amada. El egoísmo es la muerte del amor; mientras que el sacrificio es la verdadera prueba del amor. Cuando los novios se han templado en el sacrificio por el bien del otro, el matrimonio será una delicia . Pero si lo que han hecho de novios es fomentar su egoísmo, es lógico que su matrimonio sea un fracaso.

El amor nunca es egoísta . Todo lo que sea instrumentalizar en busca de la propia satisfacción, no es amor. Y esta instrumentación puede ser simultánea por ambas partes. Incluso en las verdaderas manifestaciones de cariño hay que tener cuidado de no penetrar en el campo de lo que es derecho exclusivo de casados.

Sin virtud y sin amor no puede haber matrimonio feliz. Muchos matrimonios fracasan porque su noviazgo fue una calamidad. Estos matrimonio tenían que fracasar necesariamente. Lo normal es que de un mal noviazgo salga un mal matrimonio, y que de un buen noviazgo salga un buen matrimonio. Habrá excepciones, pero son las menos. El número de matrimonios felices es proporcional al de las parejas que se casan por amor, y no por lujuria. Cuando un chico y una chica se unen en matrimonio sólo porque se apetecen sexualmente es lógico que ese matrimonio sea un fracaso. La convivencia estable de dos personas es imposible que sea agradable si entre ellas no hay verdadero amor.

Muchos creen que se aman y sólo se desean. En Estados Unidos el 50% de los matrimonio de jóvenes menores de veinte años, se divorcian antes de los dos años.

La experiencia de la vida demuestra que la unión sexual pasajera es mucho menos satisfactoria que la que realiza una pareja estable que se ama. La libertad sexual, la unión sexual episódica, al principio puede parecer gratificante, pero a la larga deja el alma triste. Por eso quienes van de cuerpo en cuerpo buscando ese tipo de satisfacciones es lógico que terminen hartos de todo, sin ilusión por nada, cansados de vivir, incapaces de amar y resignados a no encontrar esa felicidad duradera con la que toda persona sueña.

Las aventuras sexuales pueden durar más o menos, pero por carecer de amor, suelen terminar mal. Sólo el verdadero amor puede proporcionar una felicidad perdurable. Lo que hacen es animalizar a las personas e indisponerlas para la verdadera felicidad que está en el amor espiritual.

La felicidad de la persona humana no puede reducirse a satisfacciones corporales, que no superan el nivel animal. «Es una experiencia humana que el nivel puramente sexual ni le aporta al hombre una felicidad duradera ni es capaz de satisfacer los anhelos más profundos del corazón».

Muchas personas que han pasado por diversas aventuras amorosas, después, reconocen que han perdido el tiempo, pues no han encontrado el verdadero amor, y ahora sueñan con formar una familia estable, pero ya es tarde.

El amor enriquece el sexo. Por eso los novios no deben tener ningún temor a que su vida sexual no vaya a ir bien en el matrimonio. Si se aman de verdad, la vida sexual irá bien. Por eso es un error decir que los novios deben conocerse sexualmente antes del matrimonio. Dice Eduardo López Azpitarte, Catedrático en Granada, que no conoce ningún matrimonio con amor que haya fracasado en su vida sexual. Los fracasos en la vida sexual suelen ocurrir cuando hay falta de armonía en el terreno psíquico pues esto repercute en el terreno sexual.

Algunos dicen que si un chico y una chica se quieren para vivir matrimonialmente no necesitan ningún papeleo burocrático . Eso es muy cómodo, pero no es serio. En la vida todas las cosas serias se

formalizan con un documento. Si tú le prestas a un amigo un millón de pesetas, no te basta su palabra, por muy amigo tuyo que sea. Te quedas más tranquilo si te echa una firmita en un papelito. Pues el matrimonio es una cosa muy seria, en la que se pone en juego la educación de unos hijos que necesitan un hogar, y eso no puede estar a merced de una pareja que no quiere comprometerse a vivir juntos, y por lo tanto en cualquier momento difícil, por los que necesariamente pasan todas las parejas, uno de los dos podría dejar al otro plantado y marcharse, a veces, precisamente en una edad en la que será muy difícil encontrar nueva pareja, y la soledad atormentará al otro todo el resto de su vida.

Aparte de que los hijos tienen derecho a un hogar estable indispensable para su educación. Pero además, los niños pueden traumatizarse al darse cuenta del rechazo de los demás por su situación anómala. Y si se casan después de tener el hijo, el trauma puede ser de alguno de la pareja hacia ese hijo que le ha obligado a casarse contra su voluntad. Por eso la Iglesia no está de acuerdo con esas parejas que quieren vivir matrimonialmente, pero sin formalizar el matrimonio .Un mismo acto (coito), cambia de valoración moral si cambian las circunstancias (matrimonio) que pueden conceder un derecho que antes no se tenía.

La base de la felicidad matrimonial está en el amor espiritual entre ambos cónyuges. Éste es perdurable, el que no hastía nunca. Y cuanto más pongas de carnal en tu cariño, menos sitio dejas para lo espiritual. Unas relaciones en las que hay concesiones a la concupiscencia, se rebajan, pierden elevación y espiritualidad, es decir, pierden fortaleza en su vínculo fundamental. En cambio, cuando el instinto es frenado por la virtud, una aureola de elevación ilumina ese cariño, y un autodominio y mutuo respeto fortalece el vínculo que va a unirlos para toda la vida. Cuando se da este amor espiritual, el noviazgo es un tiempo de mutua educación: él se hace más puro, deja ciertos amigos, etc., por darle gusto a ella; y ella viste con más decencia, vence más su genio y sus caprichos, etc., por darle gusto a él. Pero cuando el amor del noviazgo está basado sobre la carne y el instinto, ese amor es egoísta, busca sólo su propia satisfacción. El egoísmo adquirirá en el matrimonio proporciones insospechadas.

Alegría es la satisfacción por haber alcanzado un deseo. Es saborear algo bueno que esperábamos.

La alegría está sobre el placer. El placer está en los sentidos, y la alegría en el alma. La alegría es el camino hacia la felicidad. La alegría es causa de optimismo, satisfacción y regocijo. La alegría enriquece interiormente y hace que la vida merezca la pena de ser vivida.

La felicidad se lleva en el alma. Dijo Frankl en su obra «El hombre en busca de sentido»: «La felicidad no se puede buscar nunca directamente. Sólo puede venir como consecuencia de haber entregado lo mejor de nosotros mismos por una causa noble».

Como dijo el Dr. Rodríguez Delgado, «no es lo mismo placer que felicidad». El placer está en los sentidos. La felicidad en el alma.

El amor tiene dos vertientes, el cariño, que es amor del alma, y el deseo que es amor del cuerpo. El cariño está hecho de ternura, admiración, respeto, etc. El deseo trata de poseer el cuerpo del otro, culminando en la unión sexual. La diferencia entre amor y deseo está en que el amor se siente atraído por las virtudes de la persona, y el deseo por la belleza corporal. El amor es más espiritual, va más dirigido a la belleza del alma. Va surgiendo poco a poco con el trato de la persona querida. El deseo brota más explosivamente. Va dirigido al atractivo corporal. Es más violento, busca expresarse en abrazos y besos frenéticos, que son maneras de tratar de poseer el cuerpo del otro. Son conatos de la unión sexual. El deseo nace del cuerpo. Se siente en el cuerpo, se dirige al cuerpo del otro. El amor es menos explosivo y violento. Es más profundo, más satisfactorio. Más reconfortante. Está hecho de ternura, admiración, respeto e identificación con la persona querida .

A veces se dan solteros, ya mayorcetes, que han encontrado una pareja con quien hacer vida sexual, y no quieren atarse con el matrimonio.

Son unos egoístas que buscan sólo su propia satisfacción, incapaces de amar a nadie, y por lo tanto incapaces de hacer feliz a nadie. Sólo se quieren a sí mismos, y a la larga es inaguantable convivir con ellos.

Quienes de solteros quisieron siempre satisfacer sus caprichos y de novios no tuvieron inconveniente en ceder a sus pasiones, llegan al matrimonio con un alma ferozmente egoísta y un cuerpo ávido de placeres. Como es natural el matrimonio no puede darles todo lo que ellos quieren, y su falta de sentido cristiano les hace infelices incluso en esta vida.

El resultado de esto son los fracasos matrimoniales que vemos por todas partes.

Muchos se quejan de su matrimonio cuando ya no hay remedio, porque un vínculo indisoluble los ata para toda la vida. Pero pocos caen en la cuenta de que su fracaso matrimonial se debe a que tomaron el noviazgo como una diversión, y contrajeron el matrimonio a la ligera, con frivolidad y sensualidad.

Muchos fracasos matrimoniales , muchos matrimonios desgraciados se deben a haber tenido un falso concepto del amor. El cine, las novelas, las canciones de la radio y los seriales están llenos de ideas paganas sobre el amor. Quien bebe en esas fuentes, es natural que sienta los efectos del veneno. El matrimonio es una cosa muy seria, y como todas las cosas serias, requiere su preparación adecuada.

La frivolidad, la ligereza, la pasión y el jugar al amor han matado el verdadero amor. Los chicos y las chicas se gustan por el atractivo físico, por el instinto sexual, por la satisfacción que el otro les produce a sí mismos. Y esto es egoísmo, no es amor. Y el egoísmo es caprichoso, voluble, pasajero. Estos amores apasionados y egoístas no pueden dar una felicidad estable. Pronto se cansan y ansían cambiar de objeto.

Los objetos no se aman . Se utilizan para uno, y luego se tiran o se arrumban. Una chica que no se hace respetar se rebaja a ser un juguete. Y los juguetes duran más o menos, pero terminan arrumbados y olvidados. Me escribía una chica: «Padre, es un asco. Todos los chicos vienen a lo mismo. Si no te dejas, no les interesas». El dejarse instrumentalizar por temor al abandono es un disparate, pues quien instrumentaliza no ama, y quien no ama terminará abandonando. Para algunos chicos, las chicas son como esos objetos que llevan una etiqueta que dice: «Tírese después de usarla».

El amor es otra cosa. El amor es dar. Es enriquecer, dignificar, ennoblecer a la persona amada.

Nunca gozarla para sí mismo. Eso es egoísmo .

Y el egoísmo es la muerte del amor, mientras que el sacrificio es la verdadera prueba del amor.

Cuando los novios se han templado en el sacrificio por el bien del otro, el matrimonio será una delicia. Pero si lo que han hecho de novios es fomentar su egoísmo, es lógico que su matrimonio sea un fracaso.

Ya dijo Aristóteles que ´«amar es buscar el bien de la persona amada». Santo Tomás de Aquino dijo: «Amar es desear el bien de alguien».

Y Sócrates que «el amor es darse».

Jean Guitton aprendió de niño estos versos que expresan la misma idea:

«Por tu felicidad, daría la mía.

Aunque nunca tuvieras que saberlo.

Con tal de oír alguna vez en la distancia la risa de la dicha, nacida de mi sacrificio».

Y el, muy conocido en Nueva York, Dr. Domínguez:

«El amor, al contrario que el dinero, cuanto más se da, más se tiene; cuanto más generoso, es más grande y más hermoso».

«Amor, no es buscar ser comprendido, sino comprender;

no es buscar ser perdonado, sino perdonar;

no es buscar ser alegrado, sino alegrar;

no es buscar ser amado, sino amar.

Amar, es saber sacrificarse, hasta estrujarse el corazón por la felicidad de la persona amada.

Si no quieres sufrir, no ames;

pero, si no amas, para qué quieres vivir?».

El ser humano es persona, no es cosa. El amor integra el respeto a la persona, o no es amor, aunque haya manifestaciones eróticas; pues el amor no consiste en la excitación de los sentidos. El auténtico amor no se dirige sólo al cuerpo, sino a toda la persona.

«El amor es un don en sí mismo y no es posible entregarse a medias. El amor es total, o ya no es amor».

«El amor conyugal es un amor de totalidad. Siendo un amor total, tiene que ser un amor definitivo. Un amor total que tiene reservas en el tiempo, no puede ser un amor total… La totalidad del amor es indivisible… Por su propia esencia es fiel y exclusivo. Un amor total no puede ser compartido con varias personas».

En el sentido más general, puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir…

Dar es más satisfactorio, más dichoso, que recibir; amar, es más importante que ser amado. Al amar, se siente la potencia de producir amor -antes que la dependencia de recibir siendo amado-. El amor infantil sigue el principio: «amo porque me aman». El amor maduro obedece al principio: «me aman porque amo». El amor inmaduro dice: «te amo porque te necesito». La concupiscencia dice: «Te amo porque eres un bien para mí». El auténtico amor dice: «Te amo porque deseo lo que es un bien para ti». El amor recíproco no es el hartazgo de la concupiscencia de cada uno, que es una coincidencia de egoísmos.

La reciprocidad verdadera no puede nacer de dos egoísmos sino que ha de suponer necesariamente el altruismo de cada uno. Amar es darse y darse significa limitar su libertad en provecho de otro. La limitación de la libertad podría ser en sí misma algo negativo y desagradable, pero el amor hace que por el contrario, sea positiva, alegre y creadora. La libertad está hecha para el amor… El hombre desea el amor más que la libertad: la libertad es un medio, el amor es un fin .

El único amor perdurable, el que da una felicidad creciente al paso del tiempo, el único amor que da la máxima felicidad posible en este mundo, es el amor que por encima de la satisfacción propia busca el bien de la persona amada, aunque para ello tenga que renunciar a sus propias apetencias.

Amor que se busca a sí mismo, fracasa irremediablemente. El amor eleva, la pasión envilece. El amor que busca el bien de la persona amada, llegará a encontrar la verdadera dicha. La experiencia de la vida confirma la verdad de todo esto. Por eso vale tan poco enamorarse del cuerpo, que es amor sexual. Y en cambio, hay tantas garantías de éxito en el amor del alma, que es espiritual. Si lo que buscas, en lo que llamas amor, es saciar tu sed, no amas, desengáñate. Si lo que buscas es servir, ennoblecer, perfeccionar a la persona amada, felicítate: has encontrado el camino del verdadero amor. Y cuanto más haya de esto, más feliz te hará ese amor.

Considera despacio estas ideas:

-Si te extasías ante su belleza…, es sólo no es amor: es admiración.

-Si sientes palpitar tu corazón en su presencia…, eso sólo no es amor: es sensibilidad.

– Si ansías una caricia, un beso, un abrazo, poseer de alguna manera su cuerpo…,eso sólo no es amor: es sensualidad.

-Pero si lo que deseas es su bien, aun a costa de tu sacrificio…, enhorabuena: has encontrado el verdadero amor.

Con todo hay que tener en cuenta que uno puede sacrificarse no sólo por amor, sino también por deseo. Se pueden hacer grandes sacrificios para obtener cosas: un automóvil, una prenda de vestir, etc.; y las cosas no se aman. Sólo se desean. Y cuando se consiguen se cambian por otra cosa mejor, más buena o más moderna.

«Bajo el nombre de amor circula una mercancía que es su negación y caricatura. Lo grave es que se está vilipendiando el amor verdadero por parte de todos esos falsarios de la sexualidad humana. Lo grave es que a fuerza de presentar una imagen deformada de la sexualidad, se compromete su valor como ser humano».

El sexo normal ya no atrae; se está echando mano a extravagancias y perversiones. Están en venta el sadismo y el masoquismo, y, junto a ellos, la homosexualidad masculina y femenina, y todo lo demás. Se presentan nuevas formas de cohabitación del hombre y de la mujer, como el sexo en grupo, el cambio de parejas, etc. Pero también de estas novedades se irá cansando el consumidor . El ambiente hedonista que nos invade se ríe del amor desinteresado. Sólo le interesa buscar gratificaciones placenteras. No tiene más horizonte que saciar los instintos. No admite otro valor que lo agradable. Éste es el círculo angosto, asfixiante, del erotismo. Aunque, por fortuna, son muchos los ejemplos de un amor generoso, libre de la tiranía del egoísmo y del reduccionismo envilecedor.

Alfonso López Quintás en su libro «El amor humano» expone estas ideas:

«Erotismo es la separación de la sexualidad del amor conyugal con el fin de procurar gratificaciones placenteras. (…) La mera explicación de cómo se obtienen sensaciones placenteras ya constituye, de hecho, una incitación al mero erotismo. No forma para el amor, deforma. Lanza por una vía contraria al verdadero amor.(…) La caricia erótica acaricia el cuerpo, la caricia amorosa acaricia el alma.

El hombre, por ser sensible, siente atracción hacia los estímulos gratificantes. Y esto es para él un valor. Pero como al mismo tiempo es espiritual, no puede tener como meta el disfrutar de los estímulos sensibles placenteros. Para él son superiores la verdad y el bien.

Orientar su vida según una auténtica jerarquía de valores le hace madurar como persona humana y le otorga paz y felicidad. (…) Un hombre no puede ser feliz cuando se realiza a medias. Cuando se queda por el camino presa de atractivos efímeros. El ser humano se realiza cabalmente cuando pone todas sus potencias al servicio de la realización de las posibilidades más valiosas. (…) El hombre debe elegir en cada momento no lo más apetecible, sino lo más conveniente para su desarrollo personal. (…) Lo agradable es un valor. Pero colocar lo agradable en la cima de la escala de valores es hedonismo, que toma como ideal de la vida acumular gratificaciones fáciles y sensaciones placenteras. (…) Haber perdido el sentido del sacrificio debe ser calificado como una de las mayores calamidades del siglo XX.

Desde hace dos siglos se viene interpretando todo sacrificio como una represión y una amputación del verdadero ser del hombre. Es éste un error que puede destruir de raíz nuestra vida personal. (…).

Conceder la primacía a los valores más elevados constituye el núcleo de la virtud humana de la responsabilidad. (…). La voluntad al servicio de un ideal valioso adquiere una energía indomable (…). El mayor empeño de nuestra existencia debe ser realizarnos como persona humana.

Hay quien dice que son convenientes las experiencias sexuales antes del matrimonio.

Dicen que conviene entrenarse antes de la boda. Esto es falso. Las relaciones sexuales prematrimoniales están prohibidas por Dios, por lo tanto ni son necesarias, ni convenientes, ni lícitas.

Dijo el Dr. López Ibor : «Las relaciones sexuales prematrimoniales no son necesarias para la futura armonía matrimonial».

Si estas experiencias fueran buenas, Dios no las prohibiría. Si las prohíbe es porque no son necesarias. Lo normal es que los matrimonios aprendan el ejercicio de la vida sexual después de la boda. Poco a poco. No es necesario precipitarse. Ni conveniente. Nada tiene de particular que al principio no salga todo a la perfección. Es más, quien desde el primer día demuestra mucha experiencia sexual, no puede causar buena impresión al otro.

Algunos dicen:

– Nos queremos y vamos a casarnos. Si no estamos ya casados, no es por culpa nuestra, sino por las circunstancias. Por qué no vamos a poder hacer lo que nos pide nuestro amor?

– Porque os falta el sacramento que os da ese derecho.

Yo antes de ordenarme sacerdote también deseaba decir misa, pero no pude hacerlo hasta recibir el sacramento que me daba facultades para hacerlo. Y si lo hubiera hecho antes, hubiera sido ilícito e inválido.

Si no es lícito el coito entre los solteros, tampoco lo son aquellos actos que lleven a él. Los solteros deben evitar todos los actos que pongan en marcha el aparato genital. Es absurdo pretender detener una traca. Es mucho más fácil no encenderla.

El ambiente erotizado que nos ha tocado vivir, y la machacona repetición de que es necesaria la liberación sexual, ha lanzado a muchos jóvenes al libertinaje sexual de funestas consecuencias para ellos mismos.

Unos dicen que no hay que reprimirse sexualmente, dando un sentido peyorativo al dominio propio. Sin embargo, el poder dominar los instintos es lo específico del hombre. Cuanto más nos dominamos, más hombres; cuantos menos, más animales. Y convertir al hombre en animal es degradarle.

Hoy algunos quieren presentar como natural toda clase de excesos sexuales. A veces se pone la etiqueta peyorativa de «represión sexual» al dominio del sexo, diciendo que es antinatural y causa de males para la salud. Sin embargo la verdad es todo lo contrario. La historia confirma que «la degeneración sexual ha sido el preámbulo de una generalizada degeneración social unida a graves atentados a la libertad y a la justicia».

Otros dicen que el bien y el mal dependen de la conciencia de cada uno. Eso es falso, pues todos tenemos obligación de ajustar nuestra conciencia a la verdad objetiva. Lo mismo en moral que en todo lo demás: valor del número Pí, fórmula del agua, distancia de la Tierra a la Luna, etc. No es lo que a mí me parezca. Es lo que es objetivamente. No basta ser sincero para estar en la verdad. Se puede estar sinceramente equivocado. El pensamiento subjetivo debe estar de acuerdo con la verdad objetiva.

Eso de que la libertad sexual hace a los jóvenes más maduros es una mentira. Los hace más animales y más esclavos de la lujuria. Dice Tony Anatrella , psicoanalista y Profesor de Psicología Clínica: «Las experiencias sexuales no facilitan la madurez, al contrario, frecuentemente, la retrasan».

Las experiencias sexuales prematrimoniales causan frustraciones psicológicas. Un joven puede estar maduro genitalmente pero no psicológicamente. Y el sexo necesita el complemento psicológico para el ejercicio de forma natural, en condiciones normales. La actividad sexual prematura retrasa su madurez afectiva y esto lo marca para el futuro. Las experiencias sexuales precoces impiden la verdadera virilidad y feminidad falseando la conciencia sexual y el amor.

Reducir el sexo y el amor a la genitalidad es empobrecerlo .

El gran sexólogo español Dr. Gregorio Marañón afirmaba que el mujeriego es un feminoide. La maduración sexual masculina hace al hombre monógamo: hombre de una sola mujer. El mujeriego es que no ha alcanzado la cumbre de la virilidad. Y si es un «play-boy», es un niño juguete de las mujeres, dice el Dr. José Botella .

Además, las relaciones sexuales prematrimoniales son inútiles. No garantizan el éxito en el matrimonio. Porque el matrimonio es mucho más que armonía sexual. La prueba es que la mayoría de los matrimonios fracasados que acuden al psiquiatra han tenido relaciones sexuales antes de casarse. Así se lo oí decir a un psiquiatra por Radio Nacional de España en el programa «Protagonistas Nosotros». Y el 9 de marzo de 1978 a las diez y media de la mañana le oí decir en el mismo programa a D. Carlos Soler, del Tribunal de Causas Matrimoniales de Barcelona, que « la gran mayoría de los matrimonios fracasados que acuden a los tribunales para deshacer su matrimonio (algunos antes del año de casados) habían practicado relaciones sexuales antes de casarse». Luego esto de nada les sirvió. Un estudio llevado a cabo por sociólogos de la Universidad de Wisconsin (EE.UU) sobre una muestra de 13.000 individuos de ambos sexos, ha puesto de manifiesto que las parejas que tuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio fracasaron como cónyuges en un número muy superior al de las parejas que no las tuvieron .

Aunque en las películas vemos continuamente parejas que hacen el coito y no pasa nada, eso es propio de las películas; pero en la vida real, claro que pasa. Si no quieres el embarazo no hagas el coito. Creer que nunca va a pasar nada es una tontería. Al que le divierte adelantar en los cambios de rasante pensando que no va a pasar nada, terminará en el cementerio. En las películas nunca pasa nada, pero en la vida real, sí.

Además, esas experiencias sexuales prematrimoniales son totalmente inhibitorias. El miedo al embarazo y el remordimiento es lógico que produzcan una inhibición que convierte ese acto en algo totalmente distinto de la máxima entrega realizada por amor dentro del matrimonio, con todo derecho e incluso como acto de virtud. La alegría de la tranquilidad de conciencia sublima la felicidad de los actos humanos.

Dice el psico-pedagogo Bernabé Tierno : «Piensan muchas parejas que por hacer el amor de una manera más o menos satisfactoria ya están preparados para el matrimonio, lo cual es un error manifiesto…; las condiciones internas y externas antes del matrimonio son muy distintas de las que se verifican dentro de él».

La moral católica ha reconocido tradicionalmente el estado de noviazgo como una condición especial en la que se legitiman ciertos comportamientos que se considerarían desordenados fuera de una perspectiva conyugal. En todo caso el uso genital del sexo será considerado siempre como derecho exclusivo de los esposos: es un uso matrimonial .El uso deliberado de la facultad generativa está prohibido a los solteros . «El uso de la función sexual, tiene su rectitud moral sólo en el matrimonio legítimo», dijo el Concilio Vaticano II. Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste, constituye siempre un pecado grave, y excluye de la comunión sacramental».

El uso del aparato genital es derecho exclusivo de casados, porque sólo ellos pueden responder a las responsabilidades que su uso lleva consigo. Engendrar hijos es lo más grande que se puede hacer en la vida. Por eso convertir la sexualidad en un juego, es un crimen. Es degradar la misión más sublime del hombre.

Lo que llena el corazón del hombre es el amor. Qué abismo tan grande entre lo que da una prostituta y lo que da la esposa amada! La sexualidad sin amor no puede ser satisfactoria . La experiencia de la vida demuestra que la unión sexual pasajera es mucho menos satisfactoria que la que realiza una pareja estable que se ama. La libertad sexual, la unión sexual episódica, al principio puede ser gratificante, pero a la larga deja el alma triste. Por eso quienes van de cuerpo en cuerpo buscando ese tipo de satisfacciones es lógico que terminen hartos de todo, sin ilusión por nada, cansados de vivir, incapaces de amar y resignados a no encontrar esa felicidad duradera con la que toda persona sueña.

La continencia en el noviazgo es un camino espléndido de maduración.

Es absolutamente necesario para la felicidad del matrimonio que las personas se demuestren en la práctica que la necesidad de poseerse mutuamente queda subordinada a la presencia del amor. Si porque se ama a una persona resulta imposible prescindir de la entrega corporal, existen motivos para preguntarse si el predominio pertenece al cariño o la sexo. El que no es capaz de amar en la continencia, no hay por qué creer que podrá hacerlo en el encuentro matrimonial. Decir, como a veces sucede, «si me amas tienes que entregarme tu cuerpo» es una forma sutil de chantaje. La solicitación sexual no es amor. Si una pareja quiere usar el acto sexual para saber si se aman, hay que decirles: «necesitar esta prueba de amor, significa falta de amor».

El ser humano es persona, no cosa. El amor integra el respeto a la persona, o no es amor; aunque haya manifestaciones eróticas. Pues el amor no consiste en la excitación de los sentidos. El auténtico amor no se dirige sólo la cuerpo, sino a toda la persona .

Reducir el amor al placer genital es degradarlo . El amor es ante todo unión de almas y corazones. El sexo puede entrar en el amor, pero no es esencial, ni lo más importante. No es lo mismo avidez erótica que amor personal, satisfacer un instinto que amor de entrega a una persona.

Desear saciar una impulsión instintiva con una persona es instrumentalizarla, no amarla .

Quien se deja esclavizar del apetito sexual se degrada, se envilece, termina por incapacitarse para amar. A fuerza de instrumentalizar al otro buscando sólo su egoísta satisfacción, termina por no poder amar a nadie. Ni siquiera a una persona excepcional de la cual desearía enamorarse con toda su alma, pero que ya no puede, porque se le ha secado el corazón. Las aventuras sexuales de las que ha disfrutado sin freno le han incapacitado para la mayor felicidad natural que hay en el mundo, que es el amor de un matrimonio y de unos hijos que dan a la persona ilusión para la vida. La sed de placer sexual deja defraudado.

Esta decepción va minando la psicología, produciendo un hastío de la vida, que llega a perder la ilusión por vivir.

Algunos para justificar su conducta repiten que el coito es una cosa natural, que lo hacen todas las parejas que se quieren. Esto es mentira. Las parejas que se quieren y respetan la moral católica, no lo hacen. Y por otra parte lo hacen muchas parejas que no se quieren, sino que lo hacen sólo por apetito y vicio. Y la felicidad del hombre no puede reducirse a sensaciones placenteras corporales, que son de orden animal. Lo específico del hombre es lo espiritual. Por eso el hombre goza y sufre más con lo espiritual con lo material. Se te abofetean en mitad de la calle, te duele más lo que el bofetón tiene de humillación que el dolor que te produce en la cara. Así, el amor espiritual hace mucho más feliz que el goce de sensaciones corporales.

No es lo mismo placer que felicidad. El Dr. Rodríguez Delgado , Neurobiólogo, veintidós años Profesor en la Universidad norteamericana de Yale, y desde 1972 al frente del Departamento de Investigación del Ramón y Cajal, y que dirige el Centro de Estudios Neurobiológicos, dice que «no es lo mismo placer que felicidad. El placer está en los sentidos. Es algo común en los animales. La felicidad es algo muy diferente». El placer es un goce sensitivo y la felicidad un goce espiritual. El placer es goce a nivel animal. La felicidad es goce a nivel humano. Al hombre no le basta lo animal.

Se puede ser muy feliz prescindiendo de goces físicos, y se puede disfrutar de muchos goces físicos y sentir un gran vacío en el alma.

La persona humana no puede prescindir del espíritu para ser feliz. El amor verdadero eleva al hombre. La sexualidad sin amor lo degrada. En eso están de acuerdo todos los que no tengan intereses en la pornografía.

Erich Fromm que ha analizado científicamente, quizás como nadie en nuestro tiempo, la problemática del sexo, afirma: «Hechos clínicos obvios muestran que los hombres y mujeres que dedican su vida a la satisfacción sexual sin restricciones, no son felices, y a menudo sufren graves síntomas y conflictos neuróticos».

Obsesionados por la propaganda pornográfica se dan casos de auténticos maníacos sexuales , que en su deseo de experimentar nuevas y mayores sensaciones placenteras llegan a aberraciones tales como hacerlo entre tres simultáneamente, lo cual es una total ausencia de amor, sustituyéndolo por el goce de sensaciones epidérmicas. El amor no está en la piel. Es imposible que quien degrada de este modo la esencia del hombre pueda encontrarse realizado en la vida. El hombre no se realiza degradándose.

Hay adultos lujuriosos y malvados que disfrutan pervirtiendo a adolescentes, enseñándoles y animándoles a prácticas lujuriosas. Los que se dejan engañar, es posible que algún día lloren por verse esclavizados de un vicio que les obsesiona. Cuánto más felices y tranquilos viven los que se encuentran libres de esta obsesión! Es frecuente encontrarse jóvenes que han vivido tan aprisa que han quemado sus vidas y han llegado a viejos antes de dejar de ser jóvenes. Viven sin ilusión por nada, porque ya lo han probado todo, y todo les aburre, les cansa; viven tristes, entregados al alcohol, a las drogas, a la holgazanería. Hartos de todo se han quedado secos por falta de espíritu.

Las experiencias sexuales precoces e ilegítimas impiden al adolescente madurar en su normal personalidad psicológica, ética y social, inficionándola a base de materialismo escéptico y hedonismo irresponsable . El mismo Freud reconoce que el libertinaje sexual es la muerte del amor: «La libertad sexual ilimitada no conduce a mejores resultados. Nada cuesta comprobar que el valor psíquico de la necesidad sexual desciende desde el momento en que la satisfacción resulta fácil. Para que la libido crezca hacen falta obstáculos… En las épocas en que la satisfacción amorosa no ha encontrado dificultades, el amor ha perdido todo valor, la vida se ha vuelto vacía, y han hecho falta fuertes reacciones para restablecer los valores afectivos indispensables. Desde este punto de vista cabe afirmar que el ascetismo cristiano ha creado para el amor todo un conjunto de valores psíquicos que la antigüedad pagana no había sabido conferirle».

Desgraciadamente el psicoanálisis no fue bien asimilado y arrastró a muchos al desenfreno sexual.

Se confundió el autodominio y la castidad con la represión. Queriendo evitar los peligros de ésta y librarse de los viejos tabúes, cayó el hombre moderno en mayor libertinaje .

No te impresiones con los que confunden la virilidad con la bestialidad. El valor del hombre se mide por el carácter y la fuerza de voluntad; pero no por el instinto sexual, como los sementales de una ganadería.

El célebre doctor español, D. Gregorio Marañón , especialista en estas cuestiones, habla de «la necesidad de decir a los jóvenes, y de que sean los médicos y no los curas los que se lo digan, que la castidad no sólo no es perjudicial a la salud, sino un ahorro de la vitalidad futura; y que la condición de hombre no se mide por el garbo con que se ejecuta el acto sexual. Por el contrario, si hay una virtud específica de esa condición de hombre, es la virtud de la renunciación».

El autodominio, la fuerza de voluntad, el saber dominarse, es lo característico del hombre.

El no dominarse es lo característico del animal. El animal sigue invariablemente el más fuerte de los estímulos que atraen su instinto.

El hombre puede dominar su instinto con la voluntad. El que hace sólo lo que le apetece, obra como un animal. El que hace lo que debe hacer, le apetezca o no, obra como un hombre. Cuanto más hombre, más se domina. Cuanto menos se domina, más animal.

Por eso añade Alexis Carrel , Premio Nobel de Medicina, «los santos han sido hombres fuertemente sexuados».

Es que hace falta mucha más virilidad para vencer el instinto que para dejarse llevar de él.

Añade el doctor Marañón que el mujeriego es un feminoide. Su afán de conquistar mujeres es para hacer alarde de su virilidad, por tener complejo de inferioridad varonil. Quiere compensar su autoconciencia de deficiente masculinidad con conquistas femeninas para demostrarse a sí mismo y a los demás que es de verdad un hombre. Por eso pierde interés por la mujer conquistada. Quiere nuevas conquistas, que supongan nuevos éxitos.

Y lo mismo le pasa a algunas mujeres que se ponen frívolas, coquetas, seductoras para autoconvencerse de que despiertan atractivo en los hombres, y cuando alguno, seducido, pretende entrar a fondo, ella le da un corte: «Te has creído que soy una cualquiera? Soy una mujer decente!», etc. etc. Le bastó autodemostrarse que es deseable. No pretendía llegar a más.

En ambos casos se utiliza a la otra persona para autoafirmarse uno mismo.

cuaresma guia para una buena confesion krouillong pecados capitales comunion en la mano (23)

Es un disparate y una injuria a Dios decir que el hombre no puede dominar su pasión y que por lo tanto debe desahogarla cuando le apetezca. Si Dios nos manda reprimir la lujuria, es porque esto es posible; si no, Dios sería cruel al mandarnos un imposible. Dice San Agustín : «Dios no manda imposibles, sino que te manda que hagas lo que puedas y le pidas lo que no puedas, que Él te ayudará para que puedas».

Pero además, importantes Congresos Internacionales de Medicina han manifestado que la castidad no sólo es posible, sino también muy buena para la salud. Algunos dicen que la masturbación y la libertad sexual son buenas. Pero esto sólo lo pueden decir aquellos para quienes el sexo es un producto de consumo, dada su concepción hedonista de la vida, totalmente al margen de la ley de Dios. Pero Dios no puede prohibir lo que es bueno ni mandar lo que es malo.

Por eso los psicólogos, en su mayor parte, afirman que el autodominio propio, motivado por un ideal, es beneficioso para la maduración de la persona humana. Nadie se pone enfermo por ser casto. En cambio son muchas las enfermedades producidas por la lujuria. La prueba es que ningún médico pone en su puerta una placa que diga: «Especialista en enfermedades de la castidad». En cambio muchos médicos tienen en su puerta una placa donde pone: «Especialista en enfermedades venéreas de transmisión sexual». Y es que no existen enfermedades causadas por la castidad.

Por eso dice el doctor Surbled : «Los males de la lujuria son conocidos, indiscutibles; mientras que los males de la castidad son supuestos e imaginarios. La prueba es que innumerables obras científicas y voluminosas se han consagrado a exponer los males de la lujuria; en cambio, jamás ha existido historiador para los males de la castidad».

Dice el Dr. Juan José López Ibor , Catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Madrid, Académico de la Real Academia Nacional de Medicina y Presidente de la Federación Mundial de Psiquiatría:

«Después de treinta años de experiencia médica, le diré que no conozco ningún caso de neurosis cuya causa sea la represión sexual».

Dice Kraff-Ebing en su libro «Psicopatología sexual»: «Muchos hombres, en cabal estado de salud y bien constituidos, pueden frenar sus propias pasiones sin resentirse lo más mínimo por esta continencia».

Lo que hay que hacer es aceptar la castidad voluntariamente y vivirla con naturalidad. La castidad voluntaria aceptada por un ideal no tiene nada de represión, sino de dominio propio. Y el dominio propio es necesario para la educación de la voluntad.

«Mi opinión personal, fruto de larga experiencia, es que de una continencia libremente aceptada ninguna consecuencia dañosa pueden temer los jóvenes. El deporte y un intenso ejercicio físico son los mejores derivativos»(Profesor A. Assamann).

En una reunión de médicos franceses celebrada en 1970, se dijo que «es falso que el ejercicio de la sexualidad sea indispensable para la salud y el equilibrio».

Lo que hace falta es que los mecanismos psicológicos funcionen con normalidad integrando armónicamente el instinto sexual en el conjunto de la persona.

Por lo tanto, eso de que el dominio de la sexualidad produce neuróticos es un bulo fomentado por los pornócratas que hacen negocio explotando el apetito sexual de la gente. La prueba es que miles y miles de hombres y mujeres que han consagrado a Dios su virginidad viven con inmensa paz, felicidad y salud de cuerpo y mente.

El hecho de que alguna vez se hayan dado neuróticos castos, no significa que la castidad sea causa de neurosis. También a un hombre casto le puede atropellar un automóvil, y no vamos a decir que la causa del atropello fue la castidad. Lo que no es bueno es estar excitando el instinto sexual con imaginaciones, deseos, tactos, etc., y después querer detener el proceso fisiológico. Detener una traca es difícil. Es más fácil no encenderla. Si desde el principio se ponen los medios para evitar esa tensión, el dominio del instinto sexual, puede ser una cosa natural que no presente problemas. Por eso la moral católica quiere que se alejen los peligros de excitación sexual.

Cuando hay dominio del instinto sexual sublimado por el ideal del servicio de Dios y de cumplir su voluntad en la finalidad del sexo, entonces, no sólo no hay nada perjudicial, sino un enriquecimiento de la persona humana.

La prueba está en el inmenso número de personas sanísimas física y psíquicamente que han guardado castidad conforme al ideal cristiano.

Una persona se realiza por el amor, pero no necesariamente por el amor sexual. El sacrificar la vertiente sexual del amor humano no tiene por qué resultar represivo cuando se sublima con la ilusión de vivir un gran ideal. Para realizarse como persona, no es el sexo lo más importante. La persona humana tiene valores espirituales, ideales e ilusiones muy superiores a las satisfacciones de tipo sexual.

Los pornócratas , que hacen los grandes negocios con la pornografía, han lanzado una campaña ridiculizando la moral católica, poniendo la etiqueta peyorativa de reprimido a todo el que domina su apetito sexual. Pero los médicos recomiendan el dominio de la sexualidad.

En el II Congreso General de la Conferencia Internacional de Profilaxis Sanitaria, celebrada en Bruselas, los ciento dos miembros médicos especializados en esta materia, llegados de todo el mundo, votaron unánimemente la siguiente declaración: «Debemos, sobre todo, enseñar a la juventud masculina que la castidad y la continencia no sólo no son perjudiciales, sino que estas virtudes son las más recomendables desde el punto de vista puramente médico».

Por consiguiente, hay que considerar errónea la opinión bastante difundida entre los profanos, y a veces entre los médicos, según la cual la falta de ejercicio de la actividad sexual llevaría a una gradual debilitación de la capacidad generativa. Aun desde el punto de vista neuropsíquico la continencia sexual no provoca daño alguno en el sujeto sano, especialmente si deriva de una orientación ideológica que se traduce en la práctica con la castidad de la vida y del pensamiento.

En el hombre que guarda castidad, las hormonas de esas secreciones glandulares son reabsorbidas por el organismo, para el cual son altamente beneficiosas. Y cuando el organismo no las necesita salen al exterior, de una manera natural y fisiológica, libre de todo pecado, en los derrames nocturnos de semen producidos durante sueños más o menos eróticos, pero que nunca son pecado, pues son involuntarios. Lo que ocurre soñando nunca es pecado. Estos derrames nocturnos periódicos no tienen nada de malo, son como una válvula de escape que aparece cuando el cuerpo lo necesita, y es normal entre los hombres que viven en continencia de modo habitual o temporal .

Quien se despierta en una eyaculación nocturna, no tiene que hacer esfuerzos por reprimir lo que es un simple acto fisiológico . Lo mejor es desentenderse, en lo posible, de tal fenómeno. Si tú no aceptas voluntariamente ese deleite, no hay pecado alguno.

Los solteros no pueden engendrar hijos, pues éstos necesitan un hogar familiar para su educación.

Por eso las relaciones sexuales prematrimoniales están prohibidas por Dios. Dice Armando Palacio Valdés que cuando el corazón quiere una cosa, el entendimiento inventa una teoría.

Cuando nos apetece una cosa, es fácil encontrar razones para justificarla. Pero frente a todas las razones de los que quieren justificar las relaciones sexuales prematrimoniales, está la palabra de Dios en la Biblia que dice:

«El cuerpo no es para la fornicación».

«Huid de la fornicación».

«Absteneos de la fornicación».

«Esta es la voluntad de Dios, que os abstengáis de la fornicación».

«Los fornicarios no entrarán en el reino de los cielos».

«Dios condenará a los fornicarios y a los adúlteros».

«Los fornicarios se irán al infierno».

La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio .

El peor castigo de la lujuria está en la otra vida, pero Dios ha querido que la misma naturaleza se vengue de los que abusan de ella en placeres ilícitos con las enfermedades venéreas de transmisión sexual. Estas enfermedades son gravísimas y hereditarias.

Ultimamente en España han alcanzado proporciones alarmantes. El Dr.

Luis Olmos, Presidente del E.T.S., afirma que desde 1982 las enfermedades de transmisión sexual se han duplicado en España.

La revista «Tribuna Médica» de Madrid, dice que «la sífilis se ha convertido en la enfermedad infecciosa más frecuente en España después del catarro común».

La prostitución constituye una lacra social.

No pises jamás una casa de mujeres públicas, porque es ofensa de Dios y un pecado que mata tu alma y la condena al infierno. Pero, además, porque contraerás enfermedades venéreas, que son hereditarias, que producen frecuentemente complicaciones en el sistema nervioso, afecciones agudas en el corazón, parálisis, locura, etc. Y esto no sólo para ti, sino también para tu mujer y para tus hijos. Y es un crimen que por un placer tuyo momentáneo, hagas desgraciados para toda la vida a esos hijos tuyos a quienes vas a querer con toda tu alma.

Los hijos del sifilítico pueden nacer paralíticos, ciegos, sordomudos, imbéciles: siempre tarados. «Los sifilíticos por herencia son a menudo carne de manicomio»(Doctor Corominas). En los libros de Psiquiatría hay un tipo de locura especial de los sifilíticos que se llama «psicosis sifilítica». «La demencia paralítica se presenta de ordinario a los 10 ó 15 años después de la infección sifilítica… No hay demencia paralítica que no haya sido precedida por la sífilis».

«La sífilis puede persistir en estado latente, es decir, sin dar manifestaciones visibles de su existencia, mientras va minando silenciosamente el organismo y produciendo destrozos que ya serán irreparables, aunque se aplique el mejor de los tratamientos, si se aplica tarde».

El ilustre sifilógrafo Profesor Fournier, dice que la sífilis provoca lesiones desorganizadoras y destructivas de los tejidos orgánicos.

Piel, huesos, ojos, laringe, pulmones, hígado, estómago, intestinos, sistema nervioso; todo órgano puede ser atacado. Y estas lesiones siempre son graves.

Los estragos de la sífilis son especialmente en el cerebro y en la médula. Dolores nerviosos, parálisis, epilepsia, apoplejía, etc. son el patrimonio casi inevitable del sifilítico en su tercer período.

No te fíes de los que te dignan que hoy se curan las enfermedades venéreas. Es cierto que algunas veces se curan, pero no siempre.

Algunos que se creían curados se casaron, y después tuvieron que sufrir con horror las trágicas consecuencias de su enfermedad . El estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra sobre la evolución de la sífilis durante los años 1950-1963 demuestra de un modo impresionante cómo ha aumentado el número de casos.

La sífilis, que pareció completamente aniquilada, vuelve a levantar cabeza, y en forma bastante intranquilizadora .

Lord Stonham, Subsecretario laborista del Ministerio de Gobernación inglés, habló en un discurso, ante la Asamblea de Médicos Británicos, del creciente aumento de las enfermedades venéreas a pesar de los adelantos de la Medicina.

Según recientes declaraciones del Jefe Provincial de Sanidad de Madrid, Dr. Fernández Turégano, las enfermedades venéreas se han disparado . Estadísticas de Sanidad afirman que se dan mil casos mensuales hoy en España.

Cincuenta millones de norteamericanos están infectados de herpes genital, de dolor intenso y terriblemente molesto .

El Dr. Martínez Torres , dermovenerólogo, pronunció una brillantísima conferencia en que citó una estadística de la Organización Mundial de la Salud referente a los Estados Unidos, en donde se registraron en 1971 dos millones de casos de enfermedades venéreas que afectaron, en la proporción de uno de cada cinco a menores de veinte años. Hubo cinco mil casos entre jóvenes menores de catorce años. Dos mil casos entre menores de nueve años. La probabilidad en que un individuo contraiga la enfermedad venérea antes de los veinticinco años alcanza actualmente el 50%.

En casos de duda debe hacerse el test sanguíneo de la sífilis.

Por amor a tu alma, por amor a tu cuerpo, por amor a tu futura mujer y a tus hijos, no te dejes esclavizar del vicio impuro.

El SIDA, llamada la peste del siglo XX por los miles de muertos que ha producido, hoy no tiene remedio eficaz.

Según la Organización Mundial de la Salud van ya más de 61.000 casos de muertes por SIDA.

Según el mismo organismo se cifra entre cinco y diez millones de personas afectadas en el mundo por dicha enfermedad. Y lo peor es que se puede ser portador del SIDA sin saberlo, pues el virus del SIDA se incuba durante un período que oscila entre los cinco y diez años.

España es el país de Europa en el que más se propaga el SIDA. España tiene tres veces más enfermos de SIDA que la media de enfermos de SIDA del resto de los países de Europa. El Ministerio de Sanidad afirmó que en España cada semana hay veinticinco nuevos casos de SIDA.

Son ya 2.723 los muertos por el SIDA en España. Según Francisco Parras, Secretario del Plan Nacional sobre el SIDA, esta enfermedad es la primera causa de muerte en la población española, de veinticinco a treinta y nueve años.

Según el Dr.Diego Dámaso López, Jefe de Microbiología de la Clínica Puerta de Hierro, y Catedrático titular de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid, en el coloquio celebrado en el Club Siglo XXI, sobre la problemática del SIDA, afirmó: «EL SIDA puede convertirse en una especie de “gripe mortal”».

Según la Organización Mundial de la Salud cada año se producen en el mundo más de doscientos cincuenta millones de nuevos casos de enfermedades de transmisión sexual; lo que supone un caso por cada veinte personas.

Montagnier, descubridor del SIDA en 1983, piensa que la batalla contra el SIDA está perdida, pues la velocidad de propagación del virus ha sobrepasado a la velocidad de los científicos que trabajan en la búsqueda de una solución.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Frankfurt ha publicado en la revista de investigación médica «Nature», que el SIDA es mortal para el 75% de los portadores de esta enfermedad.

El Dr. Adamson y sus colaboradores de la Universidad de Hopkins han publicado en la revista científica norteamericana «Science» que el virus del SIDA penetra en el sistema nervioso central y es causa de demencia severa en el 20% de los enfermos del SIDA .

Es curioso que actualmente no sólo son los sacerdotes y moralistas, sino también los médicos, los que recomiendan pureza a la juventud.

Como una de las causas principales de la transmisión del SIDA ha sido la promiscuidad sexual, el Dr.Jonathan Mann, Director del Programa sobre el SIDA de la O.M.S. afirma que «la mejor manera de combatir el SIDA es la abstinencia sexual».

El doctor Justo Aznar, Jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital de la Fe en Valencia, dice que «la única norma segura para evitar el SIDA es la pareja sana y estable: la monogamia y la fidelidad».

Y el Dr. Gómez Lavón, médico psiquiatra: «La única prevención eficaz contra el SIDA y las demás enfermedades venéreas es la castidad en la juventud y la fidelidad conyugal».

El 6 de enero de 1991, dijo el Dr. Alfonso Delgado Rubio por Radio Nacional, a las 10:45 de la mañana, que «la única manera segura de evitar el SIDA es la fidelidad de la pareja»; y que «el virus del SIDA puede quedar oculto en el contagio durante muchos años, sin dar la cara».

En la campaña japonesa contra el SIDA se dice: «Sabes que cada vez que te acuestas con tu amigo te estás acostando con su anterior amiga, con un amigo que ella tuvo antes, y con las amigas de ese amigo? Quizás uno de ellos tenía SIDA, y tú te lo contagias».

Como le pasó a aquella chica -caso histórico- que un día descubrió que tenía SIDA, y después se enteró que hacía un tiempo murió de SIDA un chico que se había acostado con ella.

Harvey Finerberg, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, dice: «Cualquier persona que practique relaciones sexuales fuera del matrimonio se expone a contraer el SIDA.

(…) El virus del SIDA corrompe los fluidos vitales transformando la sangre y el semen de fuentes de vida en instrumentos de muerte. Y durante el período de latencia que puede durar ocho años o más, el paciente se encuentra sano pero puede transmitir el virus a otra persona».

Recientemente Televisión Española y Radio Nacional han estado haciendo insistentemente propaganda del uso de preservativos a los jóvenes en sus relaciones sexuales para evitar el SIDA, como si este remedio fuera seguro. Sin embargo, los sexólogos norteamericanos Masters, Johnson y Kolodny afirman que conocen casos de contaminación del SIDA por vía sexual a pesar de haber usado el preservativo.

Carlos Domat, ministro de Sanidad italiano, en una carta a veinte millones de familias, recomienda la castidad contra el SIDA, pues «el preservativo no es remedio seguro para prevenir el contagio».

La Audiencia Nacional en una sentencia de 1993 anuló la campaña PONTELO, PONSELO porque ocultaba a la población los riesgos asociados al uso del preservativo, por el alto porcentaje de fallos en la prevención del SIDA.

El Dr.Jerónimo Lejeune, Catedrático de Genética Fundamental de la Universidad de París, ha afirmado que: «todos los responsables de la salud saben perfectamente que los preservativos no pueden parar la epidemia del SIDA».

Está comprobado que en el 10% de los casos el uso del preservativo no evita el contagio del SIDA.

El 10% de los que se han contagiado del SIDA ha sido usando el preservativo.

Un estudio publicado en «The New England Journal of Medicine» se indica que el fallo del preservativo para prevenir la trasmisión del SIDA pude llegar al 17%.

El mismo Ministerio de Sanidad reconoce en el Boletín Epidemiológico (n 2802 de Enero de 1988) que el preservativo no elimina el riesgo de contagio del SIDA. En la revista «Farmacéuticos» del Consejo General de los Colegios Oficiales de esta profesión dice D. Rafael Muñoz, Presidente del Colegio Oficial de Jaén, que el preservativo no evita el SIDA; por eso siendo España el país de la Comunidad Europea donde se venden más preservativos, es también el que tiene más enfermos de SIDA.

El profesor Polaino, Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid, ha dicho: «Es un error combatir la difusión del SIDA mediante el uso del preservativo. Yo he tratado a muchos pacientes con SIDA que habían usado preservativos. Probablemente si no los hubieran utilizado, no habrían tenido esas relaciones sexuales, y ahora, no tendrían el SIDA».

André Frossard, célebre comunista, después convertido al catolicismo, autor del libro «Dios existe, yo me lo encontré», refiriéndose a la campaña que recomienda el preservativo para luchar contra el SIDA, dice: «Puede servir la mentira para luchar contra el SIDA?».

Alfonso López Quintas, Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, dijo en el ABC: « Resulta incomprensible que se presente como remedio decisivo contra el SIDA el uso de preservativos. Los especialistas afirman que los preservativos, aunque sean de buena calidad y se usen debidamente, suelen fallar». Y termina con estas palabras: «Quisiera saber hasta cuándo va durar esta farsa de afirmar que se está contra el SIDA y se sigue promoviendo el gran negocio de los preservativos».

«El preservativo protege solamente un 70%, y son erróneas por tanto las campañas oficiales que promueven el uso de estos preservativos para evitar el SIDA», dice el Presidente de la Federación de Planificación familiar de Dinamarca, Dr. Mogens Osler . La Universidad de Texas ha demostrado que en el 32% de los casos el preservativo no evita el contagio del SIDA.

En la goma del condón existen poros que permiten el paso del HIV (el virus del SIDA), ha demostrado, mediante microscopía electrónica, el científico Cecil H. Fox, del Instituto Nacional de Salud de Maryland.

El virus del SIDA es más pequeño que los poros de la goma del preservativo, según Hopkins en «Population report, n 8». El diámetro de los poros de la goma es de 5 micras, mientras que el tamaño del letal virus del SIDA es de 0,1 micras.

Es decir, el virus es cincuenta veces más pequeño que los poros de la goma.

«La prevención del SIDA mediante el preservativo es un cuento de hadas» afirma categóricamente el Profesor Hansjürgen Raetting, Director de la Oficina Federal Alemana de Sanidad.

En el Simposio Internacional sobre el SIDA celebrado en Valencia se dijo que «el preservativo no es suficiente para evitar el SIDA». No hubo ni una sol voz que afirmara que el preservativo es la mejor solución para prevenir el SIDA.

El contagio del SIDA se debe casi siempre a relaciones sexuales. Y éstas son fomentadas por la falsa propaganda de que los preservativos dan una seguridad absoluta.

Por esto la Organización Mundial de la Salud señala que «la evolución de los comportamientos sexuales es un imperativo capital».

La Oficina Suiza de Información sobre el SIDA dice: «Los estudios más recientes sobre la prevención del SIDA demuestran que la suposición de que los preservativos ofrecen una protección fiable contra el SIDA es una peligrosa ilusión».

Los pedagogos han comprobado experimentalmente que la enseñanza de la castidad no sólo favorece la maduración del carácter sino que disminuye el número de embarazos entre los adolescentes de modo más eficaz que la enseñanza de sistemas anticonceptivos .

No sería mucho más eficaz educar a los jóvenes para la pureza? No sería mucho más razonable decir que la verdadera solución es respetar el uso de la capacidad procreativa dentro del matrimonio, que es el uso natural del sexo? Ésta es la única manera digna de preservarse del SIDA.

Mientras en Estados Unidos, la Secretaría de Educación ha difundido por los «Colleges» un documento recomendando a la juventud la continencia para evitar el SIDA, nuestro Ministerio de Educación socialista remitió a los Centros de Bachillerato un documento aconsejando el uso de preservativos para evitar el SIDA. El ministerio socialista de Asuntos Sociales ha regalado un millón de preservativos a los adolescentes. En cambio la Administración Clinton de Estados Unidos ha dedicado para la educación de la castidad de los jóvenes trescientos millones de dólares.

La preocupación por el SIDA ha hecho que los norteamericanos sean más precavidos en sus relaciones sexuales. Hay indicios de que la fidelidad conyugal ha aumentado. Las parejas valoran cada día más la fidelidad y el respeto, según un estudio publicado por el Ministerio de Asuntos Sociales. Según unos estudios sociológicos de la Agencia EFE, la mayoría de los jóvenes españoles optan por el matrimonio religioso y la fidelidad matrimonial, y rechazan las relaciones sexuales extramatrimoniales.

Conviene saber, aunque parezca lo contrario, que son más los jóvenes puros: «una reciente encuesta en seis universidades norteamericanas ha demostrado que las cuatro quintas partes de los estudiantes no han tenido relaciones sexuales». Precisamente en Estados Unidos se han puesto de moda los llamados «Club de virginidad» donde jóvenes de ambos sexos se dan apoyo moral en su compromiso de ser vírgenes hasta el matrimonio . Hoy se ven jóvenes norteamericanas con camisetas en las que pone: «Soy virgen, y estoy orgullosa de serlo». El 40% de los adolescentes de Estados Unidos se mantienen vírgenes .

El exceso de sexualidad ha provocado ya una reacción precisamente en la cuna de la revolución sexual. Una profesora de Psicología de la Universidad de Berkeley, Gabrielle Brown, ha escrito un libro que ha sido un «best-seller» y es un catecismo del anti-sexo, la apología de la continencia voluntaria. Se titula «¿Por qué abstenerse es un placer?». Trata de las frustraciones y neurosis que ocasiona el libertinaje sexual.

Frente al libertinaje sexual que hoy en España algunos propagan a todos los vientos, es curioso que en California, cuna del libertinaje sexual, ya están de vuelta, y ahora lo que está de moda es la continencia sexual. Las revistas pregonan a toda página: «Basta de sexo. Viva la ternura». «Terminó la revolución sexual», se lee en la portada del número de la primera semana de abril de 1984 de la revista «TIME» de Nueva York, el semanario más difundido en el mundo. A partir de la página 48 se pueden leer estas frases: «La obsesión por el sexo decae. Los jóvenes prefieren el amor a la carne.

La mitad de los jóvenes piensan que el sexo sin amor es inaceptable.

Desciende el divorcio y aumentan los matrimonios. Hoy la mayoría de los americanos se vinculan a la familia, al matrimonio y a la idea tradicional de que el sexo sin amor carece de sentido». También en Italia se ha puesto de moda la castidad entre la juventud .

En Suecia también están de vuelta del libertinaje sexual. «Con la misma velocidad que hace décadas se inició el “descoque” de las costumbres, se ha dado marcha atrás y la moralidad está de moda…

Los jóvenes se casan por la Iglesia, disminuyen los abortos y aumenta el índice de natalidad. Es frecuente tener tres y cuatro hijos, cosa inimaginable hace algunos años. Es una vuelta al tradicionalismo».

El carácter de incurabilidad del SIDA y el hecho de que medio millón de nuevos casos aparezcan cada año, ha determinado que muchos norteamericanos piensen en la conveniencia de retornar a los antiguos cánones sexuales, según los cuales la pareja deber ser monógama, y la felicidad es un valor reconocido. Numerosas opiniones, como la del terapeuta Dominik Riccio, de Nueva York, subrayan este cambio en los hábitos sexuales de los norteamericanos: «Están desilusionados del sexo libre y aterrados ante el peligro de contraer herpes, y tenerlo para siempre» dice este especialista. El herpes genital ha destruido numerosas parejas y ha causado graves problemas psicológicos a sus víctimas, sumidas en muchos casos en el aislamiento y la depresión.

El herpes genital es una enfermedad venérea que se transmite por las relaciones sexuales, cuyo virus se aloja en el sistema nervioso y que produce en la mujer cáncer de cervix y en el recién nacido lesiones en el cerebro que condicionan gravemente su posterior desarrollo mental.

El Dr. Juan Rey Calero, Profesor de Medicina Preventiva de la Universidad Autónoma de Madrid, ha dicho que el hecho de que las relaciones sexuales entre adolescentes hayan aumentado entre los años 1980 y 1990, ha producido un extraordinario aumento entre ellos de las enfermedades de transmisión sexual. Un tercio de estos enfermos son adolescentes.

Roberto Gallo, científico americano, que ha descubierto el virus HPLV-III, agente del SIDA, manifestó que este virus puede permanecer en el cuerpo del individuo toda la vida. Además, el SIDA, según parece, degenera en cáncer.

El gobierno japonés ha aprobado un decreto según el cual se prohíbe la entrada en el Japón a los extranjeros portadores del virus del SIDA.

El SIDA también puede transmitirse por relaciones sexuales entre lesbianas. Según la revista médica británica «The Lancet», una mujer lesbiana enferma de SIDA declaró que no se drogaba ni recibió ninguna transfusión de sangre, ni tuvo relaciones sexuales con ningún hombre: sólo con lesbianas.

Según el doctor inglés John Seall en el «British Medical Journal» esta enfermedad se puede contraer por medio de un beso, pues la saliva es un transmisor del virus del SIDA.

En la Conferencia Mundial sobre el SIDA celebrada en Florencia en junio de 1991, el equipo de investigadores del Instituto Oncológico de Boston (EE.UU) informó que el SIDA puede también transmitirse por la mucosa bucal. Es decir, que el beso «mojado» puede transmitir el SIDA.

Lo mismo opina Williams Roger responsable de los Centros de Control de Infecciones de Estados Unidos en la revista «The Lancet». Por eso el Sindicato de Actores y Actrices norteamericanos, ha adoptado que los actores deben ser informados antes de aceptar un papel, a qué tipo de beso se comprometen y con quién.

Muchos expertos en SIDA están convencidos de que este virus está presente en todos los líquidos biológicos, incluida la saliva. La empresa norteamericana «EPITONE» ha COMERCIALIZADO un método para diagnosticar el SIDA ANALIZANDO la saliva.

Continúa…

Parte 03 – Sexto Mandamiento de Dios

Padre Jorge Loring – Libro: Para Salvarte

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Karla Rouillon Gallangos

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La comunión en la mano es SACRILEGIO y PECADO y nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano, pues es “sólo para el fiel que lo desea”.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

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