Sobre su lecho de muerte, el rey de los Escitas reúne sus hijos,
y tendiéndoles un haz de numerosas ramas, les pidió romperlo.
A pesar de su juventud, su vigor y su impaciencia,
ninguno de sus hijos pudo hacerlo.
El viejo padre deshizo entonces el haz, y rompió él
las ramas, con una facilidad desconcertante.
Dice entonces a sus intrigados hijos:
“Mientras permanezcan unidos,
nadie podrá superarlos.”
” Pero el día en que no sean ya solidarios entre sí,
será el principio de su caída.”