26/01/11: África, cuna de la Humanidad

Por Mauricio Dirimí

África es cuna de la historia humana, todos los seres humanos de este planeta castigado son hijos de África. Todos somos africanos. Es lo que se podría afirmar tras conocer las conclusiones a las que ha llegado el científico británico Spencer Wells, después de analizar el cromosoma de miles de ciudadanos de todo el mundo. Su objetivo era trazar la historia del hombre y de las migraciones que le hicieron poblar todo el mundo a partir de una misma población africana. El resultado es un libro en el que se desvelan algunos misterios que deberían conocer quienes más distintos se sienten por el color de su piel. No sabemos qué hubieran pensado los tratantes de esclavos o el mismísimo Adolf Hitler si hubieran sabido en su día que su origen, igual que el de todos los hombres, está en el corazón de África. Sí, ese continente es la patria de la humanidad.

Para que entiendan los xenófobos y trasnochados del apartheid sudafricano, el más blanco de los blancos de Escandinavia, Alemania, Rusia, Estados Unidos, Canadá o Argentina es hijo lejano de África; el más oriental de los orientales de China, Mongolia, Camboya, Viet Nam o Filipinas es hijo de África; los denominados pueblos originarios de las Américas, las diversas culturas de India, Australia y las islas del Pacífico Sur son hijos lejanos del continente negro.

Según Spencer Wells, el Homo sapiens partió de Africa en dos oleadas. La primera comenzó entre 50 mil y 60 mil años atrás, y recorrió la costa sur de Asia para llegar finalmente al norte de Australia. Este viaje fue motivado por una intensa sequía que azotaba al continente africano, como resultado del período glacial, que concentró el agua en los polos. Los animales lo abandonaron buscando agua y pasturas; y los cazadores los siguieron.

La segunda salida se produjo hace 45.000 años. Esos hombres partieron a lo que hoy es Medio Oriente; un grupo siguió luego hasta India, mientras que otro llegó hasta China. Diez mil años después, de Asia central partieron grupos de viajeros hacia Europa, atravesando cubiertas de hielo habitadas por mamuts y bisontes; también de Asia central habrían de partir, 15.000 años más tarde, hacia Siberia.

Finalmente, hace 20 mil o 15 mil años atrás, un grupo de 10 a 20 personas que habitaban el Artico logró cruzar al continente americano, a través del estrecho de Bering. A medida que la era glacial retrocedía y los casquetes polares se derretían, aumentaba el nivel del mar, aislando a los pobladores americanos, que comenzaron a desplazarse hacia el Sur.
Nuestros ancestros africanos eran hombres altos, flacos, tenían la piel oscura y el pelo enrulado, como los que uno puede encontrar hoy en países como Namibia.

A medida que se desplazaban hacia el Norte, la exposición al sol cada vez era menor, por lo que la piel se aclaró para poder sintetizar la vitamina D a partir de una menor cantidad de rayos ultravioletas. Aquellos que partieron a Siberia, por ejemplo, debieron minimizar su superficie corporal para evitar la pérdida de calor, en un intento por adaptarse al frío extremo; por eso, desarrollaron troncos robustos, dedos regordetes y piernas y brazos más cortos.

Por otro lado, entre aquellos que llegaron a Australia o, más tarde, a América, la subida del nivel del mar como resultado del fin de la era glacial les cerró el contacto con el continente asiático; ese aislamiento los llevó a desarrollar rasgos distintivos de los de sus antepasados. Algo similar ocurrió con aquellos que se desplazaron a China, que quedaron atrapados entre montañas al Norte y océanos al Sur, sin contacto con el resto de Asia.

Para Spencer Wells, el término raza no tiene ningún significado. En vez de hablar de razas deberías referirnos a parentescos, pues todos tenemos un ancestro africano. Es posible establecer una línea de aproximadamente 2000 generaciones desde ese ancestro hasta el hombre de hoy; obviamente, es posible encontrar diferencias, pero para referirnos a ellas el concepto de raza resulta trivial.

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