25/01/11: Alimentando a los autos, no a la gente (1)

Por Luis Hernández Navarro

El etanol es un agrocarburante elaborado, entre otros productos, con maíz. Su fabricación acaparará casi 40 por ciento de la cosecha de este cereal en Estados Unidos, el principal productor mundial. El inventario de este grano disminuyó la semana pasada al nivel más bajo en 30 años. La producción del agrocombustible es, en buena parte, responsable de ello.

En los últimos seis meses el precio del maíz se ha incrementado 62.40 por ciento. Para muchos millones de personas en el mundo eso significa una sola cosa: más hambre. La comida será más cara. Todo por una razón: en lugar de producir alimentos para los seres humanos, la agricultura se está orientando a alimentar coches.

El etanol está de moda entre las clases dirigentes. En el mundo se le presenta como un biocombustible. Y el concepto bio es lo de hoy. Vende mucho. Se asocia fácilmente con productos naturales que no contaminan, con la protección del planeta amenazado por la irresponsabilidad ecológica, con calidad de vida, con comida sana y nutritiva. También con tecnologías de punta que mejoran la producción de alimentos y enfrentan plagas exitosamente.

En todo el mundo desarrollado han comenzado a comercializarse mercancías bio. La creciente conciencia y la mercadotecnia las han convertido en un logo exitoso, que apela al consumo responsable y la conservación de la naturaleza. El capitalismo verde florece por doquier a costa de la justicia ambiental.

El último grito de la moda de lo bio son los biocombustibles. Desde hace unos cinco años, la elaboración de energéticos a partir de cultivos vegetales se ha extendido en América y Europa. Cada vez son más las marcas de automóviles que fabrican vehículos que funcionan a base de etanol y biodiesel. Sus promotores los presentan como una de las soluciones al calentamiento global.

Este impulso responde a tres causas fundamentales: los productos elaborados con petróleo y gas se han vuelto más caros y la oferta menos segura. La creciente preocupación por el cambio climático. Y el progreso de las ciencias biológicas, asociada a los significativos recursos destinados a la investigación y desarrollo para biotecnología.

Irónicamente, más que por el impulso del mercado, la fabricación de agrocombustibles ha crecido en los años recientes por el apoyo de cuantiosos subsidios y políticas públicas destinadas a su fomento.

En Estados Unidos la Ley de Política Energética estableció como requerimiento de combustibles renovables 4 mil millones de galones en 2006 y 7 mil millones en 2012. El ex presidente George W. Bush propuso como meta elaborar 35 mil millones de galones en 2017. Para promoverlos se han establecido estímulos fiscales: 51 centavos por galón para etanol, y un dólar por galón de biodiesel. Los fabricantes disfrutan de garantías de créditos autofinanciables, incentivos fiscales, apoyos a la producción y un programa federal ampliado de suministro de productos bio.

La Unión Europea estableció como directiva que 5.75 por ciento de todo el transporte basado en energías fósiles debería ser sustituido por agrocombustibles antes de 2010.

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