Por Guillermo Giacosa.

Asistimos a un fenómeno nuevo: potencias emergentes como Brasil, Indonesia, Turquía, China, India, etcétera, son acreedoras de las llamadas grandes potencias y gozan de mayor confianza que los ricos pues han observado un manejo responsable de sus políticas fiscales y monetarias durante la crisis.

Todo indica que el mundo se mueve hacia un nuevo orden que ha obligado que el G7 se transforme en G20 y que dentro del G20 los nuevos actores jueguen un papel que hace unos años hubiese sido impensable.

Datos del FMI permiten apreciar que ya, en 2009, el verdadero G7, medido en PBI-PPP (Paridad del Poder de Compra), incluiría a China, India y Brasil. Para 2010, Gran Bretaña ya no estaría incluida en ese grupo y, para el 2016, según previsiones del FMI, Estados Unidos dejaría de encabezarlo.

El ranking económico sería, en ese año, el siguiente: China: 18.87; EE.UU. 18.79; India: 6.97; Japón: 5.26; Alemania: 3.55; Rusia: 3.11 y Brasil 3.04. Es decir, los integrantes del BRIC (Brasil, Rusia, India, China) aventajarían a las potencias hasta hoy dominantes en materia económica. Un dato útil es saber que, entre 2007 y 2010, Brasil rebasó a tres economías tradicionalmente poderosas: Gran Bretaña, Italia y Francia. Ese dato debería conducir a hacer más intensos los esfuerzos de integración dentro de Sudamérica. Brasil, más el BRIC –del que forma parte– junto con una América del Sur integrada nos relevarían definitivamente del triste papel de patio trasero de EE.UU.

¿Cuál será la moneda de referencia en esta nueva estructura de poder? Seguramente se recurrirá a una ‘cesta’ de divisas que incluya la de los países económicamente dominantes. En todo caso, ya vivimos una época de multipolaridad. No serán tiempos tranquilos pues las viejas potencias se resistirán a renunciar a un papel que consideraban como un derecho adquirido y a EE.UU., cuyo etnocentrismo no es una fantasía política, le costará aprender a dialogar en condiciones de igualdad con sus nuevos pares.