MUERTE del GENERAL SAITO EN LAS JUNGLAS DE SAIPAN.
Todos los siglos pesan sobre mí.
Mis ancestros vencieron a los grandes kanes, los guerreros más completos, que nunca antes conocimos. Eran bravos.
Cuando llegaron a atacarnos, ya habían destruido más de la mitad del mundo. Pero nosotros, los echamos a empujones al mar,
por donde habían venido…
Ahora, setecientos años después, aquí en Saipán, nadie podrá decir que no luchamos.
En esta selva que nos sube, nos corroe, nos escalda.
Y no hay nada que lo pueda remediar.
Nos bombardearon quince días con sus quince noches, antes de atacarnos,
a los que aún los esperábamos,
agazapados
junto a cadáveres y lagartijas.
Y eso que nos triplicaban en número. Nunca vi tanto miedo,
en un enemigo con sed, de tanta venganza.
/ Su general piensa que en eso hay mucho valor.
No hay honor, en atacar a unos guerreros,
previamente masacrados,
calcinados,
desde el mar y desde el aire, a cañonazos.
Sin embargo:
jamás verán mi cuerpo vivo,
soportando
sus desmanes.