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Docencia compartida: mi experiencia

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El año pasado, por causas y azares, tuve la oportunidad de trabajar junto a una profesora, estando los dos a cargo del mismo salón y con el mismo nivel de responsabilidad; lo cual se conoce como docencia compartida (también llamada “co-teaching” o “co-enseñanza) . Si no habías oído hablar sobre el tema, te explico brevemente: muchas ocasiones en educación inicial y primaria, tienes un maestro principal (lead teacher) y un auxiliar (assistant teacher), por tanto, independientemente cómo sea la relación en la práctica entre estas dos personas, a priori se ha formado una relación jerárquica. En la docencia compartida, ambos docentes son los docentes principales, ambos tienen iguales responsabilidades, ambos deben programar, ambos deben dictar, ambos son los maestros. La idea detrás se puede explicar tan sencillamente como diciendo “dos cabezas piensan mejor que una”. Así, la idea es que el trabajo sea realmente colaborativo.

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¿Qué se vive en la sala de maestros?

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“En los cambios de clase, todos los días, diferentes maestros entran por solo unos breves instantes y cuentan brevemente alguna situación realizando un rápido descargo emocional por alguna travesura, malcriadez o muestra inverosímil de ignorancia o atrevimiento. Los demás maestros suelen asentir y compartir la indignación o la risa. Luego, el maestro que entró a la sala se retira y prosigue con sus clases.”

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¿Cómo volví a ser maestro? Una breve reflexión

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Representación de corrientes de aire provenientes de diversas fuentes  (niños, corrientes naturales) y su influencia en vuelo de un avión de papel. Un ejemplo de la complejidad del pensamiento de un niño.

 

Quisiera compartir con ustedes un post que publiqué el día de hoy a propósito del día del maestro. En él cuento un poco cómo me alejé de la escuela para entrar en otros caminos de la educación para luego regresar a la escuela y hacer un trabajo que yo no había hecho antes: enseñar en 4to grado.

(…) recibí muchos abrazos, consolé varios niños que estaban llorando, me encontré con quince formas de representar fracciones, me enteré qué era una araña plateada y que las moscas pueden camuflarse para evitar depredadores, que el abusivo es una persona sumamente frágil, que los niños son mucho más complejos de lo que hubiera imaginado, y que a veces un padre también necesita la ayuda de un maestro, justo porque los niños son más complejos de lo que uno hubiera imaginado.

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¿Qué es enseñar? Cambios en el rol del docente

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Hace ya algún tiempo, traté el tema de las Pedagogías Libertarias, las cuales se caracterizan por buscar el desarrollo de seres humanos verdaderamente libres, no personas alienadas, resentidas, conformistas ni corruptas. Pero el discurso no quedaba ahí. En la práctica, el alumno está muy orientado al quehacer y a las maneras en las que mediante dicho quehacer, llega a aprender.

Lo gracioso (o irónico) es que hoy, muchos años después, recién se empieza a asumir como verdad aquella idea de que en realidad la educación gira en torno al aprendizaje del alumno; por lo cual, era necesario centrarse en los mecanismos que emplea él para llegar a adquirir un aprendizaje.

¿Ello quiere decir que los profesores no podemos garantizar al 100% el alcance de un aprendizaje? Después de todo, “cada persona es un mundo” y resulta imposible predecir todas las posibles combinaciones empleadas para aprender.

Para responder a esto, detengámonos a leer a Morales Vallejo (2005) un instante:
(…) nuestra tarea como profesores no es enseñar, sino ayudar a aprender (…) y esta tarea [la enseñanza] está cumplida no si nosotros hemos enseñado, sino solamente si nuestros alumnos realmente han aprendido.

Aunque el discurso para muchos no resulte novedoso, responde en parte nuestra pregunta. Es deber del profesor tratar de asegurar la adquisición del aprendizaje. Pero… seamos incrédulos e insistentes: ¿podemos realmente garantizar la adquisición de un aprendizaje?

Veamos, según Biggs, La buena enseñanza consiste en conseguir que la mayoría de los estudiantes utilicen los procesos de nivel cognitivo superior que usan de forma espontánea los estudiantes más académicos [las negritas son mías].

Entonces, efectivamente, nadie puede garantizar el aprendizaje. ¿Por qué? Pues porque las estrategias que desarrolla una persona y que fueron exitosas, no necesariamente funcionan para otro aún si se encontrará en las mismas condiciones; ya que la frase “cada persona es un mundo” no sólo se aplica en función de los estudiantes, sino también en los profesores.

Sin embargo, si es posible diseñar estrategias para maximizar las posibilidades de aprendizaje. De ahí que el término “profesor” no ilustre plenamente lo que actualmente se exige al rol del docente: implementar estrategias diversificadas para optimizar la adquisición del aprendizaje.

Para profundizar en este tema, les recomiendo un par de lecturas, que si bien están enfocadas a la educación superior, son válidas para todos los niveles.

Biggs, J. (2005). Capítulo 1: Cambiar la enseñanza universitaria. En: Calidad del aprendizaje universitario.

Morales Vallejo, Pedro (2005). Implicaciones para el profesor de una enseñanza centrada en el alumno.

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La labor del docente en la Pedagogía Waldorf

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¿Qué es lo que educa y, por lo tanto humaniza, al ser humano? Esta pregunta obtuvo una respuesta inicial en el apartado anterior. Ahora, se verá otro aspecto que también responde esta pregunta: la labor del educador.

El punto de partida sobre este tema es probablemente muy conocido y a la vez bastante obviado. La base de la labor del educador es el amor al alumno. Es imposible concebir el educar de verdad si es que no se ama a la persona.

Ese mismo amor debe llevar al maestro a la búsqueda de la superación del alumno. Después de todo, la misión última del maestro es que su discípulo le supere. Paralelamente, esto exige que el maestro busque su propia superación para tener un mayor espectro que ofrecer al alumno para despertar en él la mayoría de sus potencialidades.

Ahora, ese proceso educativo debe darse sobre la base del respeto de las etapas evolutivas humanas; lo que exige del educador una gran capacidad de observación para detectar los momentos oportunos y saludables para ofrecer o no ciertos contenidos, vivencias y demás.

Hasta aquí, es posible observar que el educador requiere una gran conciencia de sí mismo. Y a las razones dadas, se suma una más: la imitación. Si el educador es un ser digno de imitarse, es lógico que se ofrezca a sí mismo como una persona honorable, respetable, admirable, amada.

Para concretar y ejemplificar este último aspecto, se tratará sobre la importancia del habla. Para ello, es necesario tomar conciencia de los estados anímicos de la persona que se reflejan en los tonos de voz. La compenetración personal con el mensaje a comunicar se producirá o no dependiendo del tono del habla del maestro.

Sobre la base de lo dicho anteriormente, es posible afirmar que el afamado síndrome de falta de atención tiene entre sus causas al habla del maestro. En consecuencia, suceden muchos de los llamados “problemas de aprendizaje”.

Estos “problemas” mencionados no son exclusividad de un tono de voz. El contenido de lo dicho por el maestro y la manera en cómo la presente son muy importantes. Todo ello se vincula con el desarrollo de las imágenes y la fantasía. Es vital evitar el intelectualismo.

Al considerar el primer septenio, se observa que la base del proceso educativo son la facultad imitativa del niño y la ejemplaridad del adulto. Ambas se refieren, en síntesis, a la proyección del adulto sobre el niño. ¿Por qué? Debido a que la imitación requiere de un buen ejemplo y, por lo tanto, se resalta la importancia de la conciencia del adulto sobre sí mismo. Esto implica diversos aspectos tales como presencia, habla, mirada, respeto a la fantasía, respeto al desarrollo evolutivo ajeno, lectura actual del entorno y un espíritu rebelde y libre.

Al tomar en cuenta estos elementos y extrapolarlos a la Educación Waldorf, se obtiene lo siguiente:
Una educación inserta en el contexto y, de esa manera, capaz de responder a las exigencias educativas presentes y futuras. Ello implica la necesidad de ser integradora y poseedora de un pensamiento sistémico. Sin embargo, no se detiene en el presente o en el entorno inmediato sino que es trascendente respecto al tiempo, al espacio y a las modas. Ello se debe a que es una educación que busca la libertad y la autonomía del ser humano.

Dicho deseo de libertad implica el desarrollo de una existencia trascendental con un fuerte cuestionamiento por el sentido de los diversos aspectos, hechos y fenómenos de la vida.

En esta misma línea, se exige un maestro no autoritario, no impositivo; sino uno que posea una autoridad cedida por el alumno; ya sea por amor o admiración. Es decir que la autoridad del maestro no viene con el cargo. Un maestro verdadero debe ganarse su autoridad.

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